No eres más porque te alaben, ni menos
porque te critiquen;
lo que eres delante de Dios, eres eso y
nada más.
Thomas de Kempis
Muchas personas vivieron con miedo y expectación
el “paso oficial” de la Era de Piscis a la Era de Acuario, esperando que la
transformación de las personas fuera algo rápido y casi milagroso, creyendo que
cada persona aprendería a amar de la noche a la mañana, como si en la fecha
oficial del cambio se traspasara un umbral mágico que nos llevara a todos en
volandas a bajar de vivir desde la mente donde estábamos, y seguimos ubicados,
hasta el corazón, sede del amor y de la compasión. Pero no, hoy, dos años y
pico desde entonces, seguimos viviendo en la mente y el mundo parece estar aun
peor de lo que estaba entonces. Cada vez más guerras, cada vez más fanáticos,
cada vez más desgracias, cada vez más corrupción, cada vez más engaños, cada
vez más pobreza, cada vez más indiferencia, cada vez menos compasión.
El cambio de
vivienda, de la mente al corazón, es algo que puede ser que si ocurra, pero no
será inminente, tenemos dos mil años por delante para conseguirlo. No lo
veremos ninguno de los que estamos en esta encarnación, y es posible que no lo
veamos en las primeras próximas, (salvo contadísimas y honrosas excepciones).
Mientras
tanto, aunque desearlo está bien porque se genera la energía de atracción de
esa etapa idílica, tendríamos que trabajar un poco más para allanar el camino
de lo que está por venir.
El trabajo a
realizar no sería excesivamente difícil ni complicado. Solo se trataría de
actuar como si ya lo hubiéramos conseguido, actuar desde el corazón, actuar con
amor, ayudar a los demás, desearles lo mejor y colaborar con ellos para que lo
consigan. Su éxito será el nuestro, nuestro éxito será el suyo.
Se trataría
de actuar siempre como si no hubiera policía, ni espiritual (Karma), ni física.
Permitirme algunos ejemplos sencillos, “No cometer ninguna infracción de
tráfico, nunca, aunque no hubiera policía ni por tierra ni por aire, y aunque
no hubiera radares para fotografiar los coches que cometen infracciones. Ayudar
a levantarse a alguien que tropieza, aunque un segundo antes nos haya puesto la
zancadilla. Enseñar al que no sabe, aunque con ese aprendizaje ocupe el puesto
de trabajo que nosotros ansiamos”.
Como
colectivo parece claro que los países con más crímenes, más robos, más
accidentes, más policías y más corrupción, solo por nombrar algunos de los
males de nuestra sociedad, son los que están más lejos de conseguir la tan
ansiada residencia en el corazón.
Si detenéis
la lectura y reflexionáis un momento, podréis evaluar de manera rápida en qué
punto del camino os encontráis, cuales son vuestras carencias y cuales vuestras
fortalezas. Os ayudará en la autoevaluación, para resolver dudas y no engañaros
a vosotros mismos, el colocar a Dios en vuestro lugar, y pensar: “Esto que hago
¿Lo haría Dios?”, “Esto que pienso ¿Lo pensaría Dios?”, “Esto que digo ¿Lo
diría Dios?”
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