Los hombres no son prisioneros del
destino,
sino prisioneros de su propia mente.
Franklin D. Roosevelt
La Libertad, según el diccionario, es la
capacidad de la conciencia para pensar y obrar según la propia voluntad. El estado de libertad define la
situación, circunstancias o condiciones de quien no es esclavo, ni sujeto, ni
impedido al deseo de otros de forma coercitiva. En otras palabras, aquello que
permite a alguien decidir si quiere hacer algo o no, lo hace libre, pero
también lo hace responsable de sus actos en la medida en que comprenda las
consecuencias de ellos.
Según esto,
existe un buen número de personas en la Tierra que sin ser oficialmente esclavos,
no pueden considerarse libres, porque no pueden decidir por sí mismos, o no
pueden expresar libremente sus pensamientos o sus anhelos más profundos. Seguro
que en la mente de todos están los lugares del mundo donde se discrimina por
razón de sexo, o por razón de opción política, o por tendencia sexual, o por el
color de la piel, o por el volumen del extracto de la cuenta corriente, o por
creencias religiosas, o por un sinfín de cosas ridículas más, que por muy ridículas
que puedan parecer a los que no las sufren, hacen la vida imposible por su
estado de esclavitud, no reconocida, a millones y millones de personas.
Pero no es
el objeto de esta entrada enumerar dictaduras, sean del color que sean, o
enumerar países xenófobos, o nombrar países homofóbicos, capitalistas o
corruptos. No. El auténtico objeto de la entrada era hacer una loa a la
libertad como uno de los bienes más preciados del ser humano.
Pero llegado
a este punto se llena mi mente con una pregunta: ¿Es realmente libre el ser
humano? Imaginemos el estado perfecto. ¿Serían realmente libres todos los
habitantes de ese paraíso?, ¿No existiría ningún impedimento para que cada uno
hablara y obrara según su conciencia?, (pensemos que al ser un lugar tan idílico
todos sus habitantes actuarían siempre eligiendo la opción al bien). Pues no
serian libres, porque todos tendrían como gobernador principal de sus actos al
dictador más poderoso que puede existir: “La mente”. La mente, por la que se
pasearía la envidia, la crítica, los celos, la ira, la tristeza o el dolor,
solo por nombrar algunos de los carceleros más depravados que puedan existir. Para
que el ser humano sea realmente libre tiene que dominar a su mente, ya que
hasta entonces permanecerá subyugado a los caprichos de esta.
Puede
parecer un poco drástico, pero no lo es en absoluto, ya que es la mente la que
impide a la persona conseguir lo que la propia mente parece que anhela: “La
felicidad”. Es una paradoja, el ser humano con su mente piensa que quiere ser
feliz y que podría hacer para conseguirlo, y sin embargo, la propia mente se encarga
de boicotear su propio pensamiento. ¡Dramático!, aunque muy pocas personas son
conscientes de tal dictadura.
Ante esta
coyuntura boto a la basura mi loa a la libertad, ya que solo se puede proclamar
la dictadura de la mente, mucho más poderosa que cualquier tirano asesino que
pueda existir en el mundo.
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