Estoy inmerso en la escritura de un nuevo libro. Esta es una parte de la introducción.
El título provisional con el que nació este libro fue “Creer para crear”, porque en cada una de sus páginas se habla de creencia. De la creencia que necesitas, tú que estás en los primeros compases de su lectura, para conseguir hacer realidad tus más íntimos deseos o tu necesidad más perentoria.
Sin embargo, cuando llegó el momento de dejar el título como definitivo,
comprobé que ya existía un libro con el mismo título desde el año 2017, y como
creo en la antigüedad y en la meritocracia, me sentí como un intruso, y me
pareció indigno que algún lector pudiera confundir los libros y encontrarse con
un contenido que no esperaba.
Así que busqué otro título. Seguía con la idea de unir las palabras
creer y crear, pero como la “creencia” y la “creación” son conceptos muy
manidos, decidí dar un vuelco de 180º y encontrar un título que, aunque no
describa su contenido en forma específica y clara, resulte atractivo, al menos
para mí, (a fin de cuentas, es mi libro). Y apareció. El titulo definitivo es "22 de febrero".
¿Por qué 22 de febrero? Porque es la fecha de una de las efemérides más
importantes de mi vida: el nacimiento de mi hijo pequeño, que es la persona que
más ha influido en el avance de mi trabajo de vida.
Mi trabajo de vida, como el de todos los seres humanos, es aprender, o, mejor
dicho, recordar, lo que es el “amor incondicional”. Tengo que reconocer que aun
me falta un trecho para completar el aprendizaje o el recordatorio, pero, sin
duda, la llegada de mi hijo a mi vida ha supuesto un incremento importante en la
asimilación e integración del amor en cada una de las células de mi cuerpo.
Esta efeméride, que por sí sola, ya es lo suficientemente importante,
para mí, como para darle título al libro, no opaca otros acontecimientos
ocurridos, en la misma fecha, en el transcurrir de los años.
He elegido otros dos: La entronización, en el año 1940, en el Tíbet, del
nuevo Dalai Lama, Tensing Gyatso, que contaba, entonces, con cinco años de edad,
y la publicación de la novela “La colmena”, de Camilo José Cela, en el año
1951, en España.
Me he decantado por la entronización del Dalai Lama, por un tema de
carácter personal. Algunas de las creencias que son el motor de mi vida son
enseñanzas difundidas por el budismo y, por si eso no fuera suficiente, la
personalidad del Dalai Lama me atrae como un imán, por su sabiduría, su
humildad, su sencillez y su sentido del humor.
Ningún lector, escritor o, tan solo, escribidor, puede pasar de largo y
no emocionarse con una obra maestra como es “La colmena”. En “La colmena”, Cela
relata con su agria ironía la vida cotidiana de Madrid en el año 1943. Es
una amarga crónica existencial en la que todos los protagonistas creen que las
cosas pasan porque sí y que nada tiene remedio. En las páginas de “22 de
febrero”, podrás comprobar que, si los personajes de La colmena “creían” que
nada tiene remedio, es normal que así fuera para ellos, porque “creer es crear”.
Por si alguno de los lectores tiene curiosidad de saber cuál es el santo
del día. La iglesia católica festeja a San Pascasio, que fue un monje benedictino
francés, abad de la Abadía de Corbie y, creo que se merece tener unas líneas en
esta introducción por ser un importante autor eclesiástico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario