Capítulo XVII. Parte 6. Novela "Ocurrió en Lima"
Cuando
llegué al despacho Diana ya se encontraba en su puesto de trabajo. Lucia muy
diferente de la Diana con la que había estado conversando en el almuerzo el día
anterior. Sonriente se levantó, de inmediato, en cuanto aparecí por la puerta
del ascensor.
-
¿Podemos hablar?, -preguntó en cuanto
llegué a su altura.
-
Por supuesto, pasa al despacho.
-parecía por su aspecto que sería una conversación agradable.
-
Ayer seguí tus consejos y estuve
hablando con Pablo. Gracias a ti hemos aclarado malentendidos, creencias
erróneas y pensamientos inútiles. Nos dimos cuenta de cuanto nos amamos y de
que queremos las mismas cosas. Solo nos faltaba que coincidieran nuestras
fechas y lo hemos hecho. -concluyó Diana, satisfecha, sin que la sonrisa
desapareciera de su rostro.
-
Me alegro infinito por vosotros. -y era
verdad. Ahora mismo, con mi pírrica memoria, eran las dos personas a las que
más amaba después de mi familia.
-
Gracias. ¿Has hablado con Indhira?,
porque si mantienes la oferta de trabajar para la Fundación y ella ha aceptado,
creo que quiero hacerlo ya.
-
Indhira está encantada con tu
colaboración. Así que solo nos queda decirle al señor Ramírez que Roxana
ocupará tu lugar. Le diré que lo haga efectivo ya y así puedes iniciar su
instrucción. En cuanto esté preparada puedes empezar con Indhira que, por
cierto, hoy pasará a buscarme para el almuerzo y podíais aprovechar para
comenzar a concretar aspectos del nuevo trabajo.
Fue un
día tranquilo, sin sobresaltos. Tuve que pedir ayuda, en una ocasión, a Pablo
porque recibí una llamada de Buenos Aires relacionada con la ampliación de la
empresa y mi memoria no llegaba a tanto. Almorcé con Indhira que pasó a
recogerme y tal como habíamos hablado con Diana, aprovecharon para intercambiar
ideas de cómo sería su colaboración en la Fundación.
Habían
pasado ya 5 días desde que desperté sin memoria y no notaba ningún indicio de
que fuera a recuperarla. Ángel me dijo que era cuestión de días, pero sin
concretar. Así que solo me quedaba ir aprendiendo todo aquello que mi mundo
daba por sentado que sabía.
Pensaba,
a veces, que, si esto me hubiera pasado en mi antigua vida, en esa en la que
cualquier cambio, ya fuera grande o pequeño, me hacía sentir un pánico que me
impedía, incluso respirar, como el que tuve cuando mi suegro me ofreció el
puesto de director del departamento de informática, estaría muerto de miedo
acurrucado en un closet con la puerta bien cerrada. Sin embargo, ahora estaba
tan feliz. ¿Cómo habría sido mi vida en estos últimos 7 años para sentir un
cambio tan brutal como del que estaba siendo consciente?
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