El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




viernes, 27 de junio de 2025

Hablemos de política

 


Creo que ninguna de las 1.624 entradas de este blog, desde que lo empecé en octubre de 2010, se ha centrado exclusivamente en la política. Supongo que tampoco tiene demasiada importancia, porque dudo que alguien lea realmente las entradas que publico. Es cierto que las estadísticas muestran muchas visitas, pero tengo claro que buena parte son bots que se conectan automáticamente, así que no creo que haya mucha lectura real.

Pero, oye, si por casualidad estás leyendo esto… ¡hazme un favor! Déjame un comentario. Solo con poner la fecha y la hora me basta. Así sabré que no escribo solo para fantasmas digitales.

Ahora sí, volvamos al tema. 

Esta entrada va sobre lo que pienso de la política.

Para empezar, creo que un político debería ser, por definición, alguien que representa a la ciudadanía y trabaja por el bien común. Es decir, debería:

- Servir al interés público, no a sus intereses personales ni a los de su partido. 

- Escuchar y representar a quienes lo han elegido. 

- Promover leyes y políticas que mejoren la calidad de vida y resuelvan los problemas reales de la sociedad.

Una duda que me persigue desde siempre es: ¿por qué hay opiniones tan distintas sobre lo que significa “bien común”?

Para entender mejor esta reflexión, conviene aclarar desde qué punto de vista hablo: yo me considero “progresista”. ¿Qué significa eso para mí?

- Significa respetar a las personas por encima de todo. 

- Creer en la evolución constante de la sociedad. 

- Apoyar reformas que promuevan la justicia social, la igualdad y los derechos humanos. 

- Cuestionar las tradiciones cuando frenan el progreso. 

- Defender la igualdad de género, los derechos del colectivo LGTBIQ+ y el fin de cualquier forma de discriminación. 

- Apostar por una educación y sanidad públicas, universales y gratuitas. 

- Cuidar el medioambiente con políticas sostenibles y valientes. 

- Y favorecer una economía más justa mediante políticas redistributivas que reduzcan la desigualdad.

Con esta forma de pensar, es comprensible que me identifique con la izquierda política. Y, sinceramente, nunca he entendido por qué muchas personas —especialmente las que se definen como de derechas, conservadoras o incluso de extrema derecha— no defienden estos principios. Menos aun comprendo cómo un obrero, alguien que vive del trabajo diario, puede apoyar con su voto opciones políticas que no parecen pensar en él.

Hoy en España vivimos tiempos políticos especialmente convulsos. Es posible que el presidente del Gobierno se vea forzado a convocar elecciones. De ser así, la derecha y la extrema derecha probablemente celebrarán con entusiasmo lo que consideran su gran oportunidad para alcanzar el poder.

Es cierto que últimamente han salido a la luz escándalos de corrupción que afectan al partido de gobierno. Tal vez eso justifique unas nuevas elecciones. Pero lo realmente preocupante —y profundamente triste— es que desde el principio de esta legislatura se ha llevado a cabo una campaña de acoso y derribo por parte de los partidos de derecha, con el apoyo de ciertos medios de comunicación, grandes fortunas y una parte nada despreciable de la judicatura.

Sí, el dicho dice que “el pueblo unido jamás será vencido”. Pero también es verdad que quienes buscan debilitar ese pueblo cuentan con muchos recursos, estrategias y poder. Y mientras tanto, logran mantenernos divididos.

En fin, si hay elecciones... yo tengo claro que seguiré votando a la izquierda.


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