Creo que ninguna de
las 1.624 entradas de este blog, desde que lo empecé en octubre de 2010, se ha
centrado exclusivamente en la política. Supongo que tampoco tiene demasiada
importancia, porque dudo que alguien lea realmente las entradas que publico. Es
cierto que las estadísticas muestran muchas visitas, pero tengo claro que buena
parte son bots que se conectan automáticamente, así que no creo que haya mucha
lectura real.
Pero, oye, si por casualidad estás leyendo esto…
¡hazme un favor! Déjame un comentario. Solo con poner la fecha y la hora me
basta. Así sabré que no escribo solo para fantasmas digitales.
Ahora sí, volvamos al
tema.
Esta entrada va sobre
lo que pienso de la política.
Para empezar, creo que
un político debería ser, por definición, alguien que representa a la ciudadanía
y trabaja por el bien común. Es decir, debería:
- Servir al interés
público, no a sus intereses personales ni a los de su partido.
- Escuchar y
representar a quienes lo han elegido.
- Promover leyes y
políticas que mejoren la calidad de vida y resuelvan los problemas reales de la
sociedad.
Una duda que me
persigue desde siempre es: ¿por qué hay opiniones tan distintas sobre lo que
significa “bien común”?
Para entender mejor
esta reflexión, conviene aclarar desde qué punto de vista hablo: yo me
considero “progresista”. ¿Qué significa eso para mí?
- Significa respetar a
las personas por encima de todo.
- Creer en la
evolución constante de la sociedad.
- Apoyar reformas que
promuevan la justicia social, la igualdad y los derechos humanos.
- Cuestionar las
tradiciones cuando frenan el progreso.
- Defender la igualdad
de género, los derechos del colectivo LGTBIQ+ y el fin de cualquier forma de
discriminación.
- Apostar por una
educación y sanidad públicas, universales y gratuitas.
- Cuidar el
medioambiente con políticas sostenibles y valientes.
- Y favorecer una
economía más justa mediante políticas redistributivas que reduzcan la
desigualdad.
Con esta forma de
pensar, es comprensible que me identifique con la izquierda política. Y,
sinceramente, nunca he entendido por qué muchas personas —especialmente las que
se definen como de derechas, conservadoras o incluso de extrema derecha— no
defienden estos principios. Menos aun comprendo cómo un obrero, alguien que
vive del trabajo diario, puede apoyar con su voto opciones políticas que no
parecen pensar en él.
Hoy en España vivimos
tiempos políticos especialmente convulsos. Es posible que el presidente del
Gobierno se vea forzado a convocar elecciones. De ser así, la derecha y la
extrema derecha probablemente celebrarán con entusiasmo lo que consideran su
gran oportunidad para alcanzar el poder.
Es cierto que
últimamente han salido a la luz escándalos de corrupción que afectan al partido
de gobierno. Tal vez eso justifique unas nuevas elecciones. Pero lo realmente
preocupante —y profundamente triste— es que desde el principio de esta
legislatura se ha llevado a cabo una campaña de acoso y derribo por parte de
los partidos de derecha, con el apoyo de ciertos medios de comunicación,
grandes fortunas y una parte nada despreciable de la judicatura.
Sí, el dicho dice que “el
pueblo unido jamás será vencido”. Pero también es verdad que quienes buscan
debilitar ese pueblo cuentan con muchos recursos, estrategias y poder. Y
mientras tanto, logran mantenernos divididos.
En fin, si hay
elecciones... yo tengo claro que seguiré votando a la izquierda.
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