El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




jueves, 27 de febrero de 2025

Todo procede de Dios

 


En el camino de la fe y la espiritualidad, muchos se encuentran en una encrucijada entre la confianza en Dios y el deseo de cambiar sus circunstancias. Este dilema, común entre los creyentes, merece una reflexión profunda y una comprensión más amplia de la relación entre el ser humano y Dios.

Es natural que los seres humanos, incluso aquellos con una fe firme, atraviesen momentos de duda y ansiedad. Buscamos consuelo en la oración, pidiendo a Dios por salud, prosperidad o cambios en nuestras circunstancias. Sin embargo, esta actitud puede revelar una contradicción interna: Mientras, por un lado, reconocemos a Dios como fuente de todo, por otro, cuestionamos o deseamos cambiar lo que Él ha dispuesto para nosotros.

Esta paradoja nos invita a reflexionar sobre la naturaleza de nuestra fe y/o espiritualidad y nuestra comprensión del plan divino.

La idea de que nuestra vida actual es el resultado de un acuerdo previo con Dios antes de nuestra encarnación es un concepto profundo que merece consideración.

Ese acuerdo previo implica que cada experiencia tiene un propósito específico, que las dificultades no son castigos, sino oportunidades de crecimiento y que nuestra vida actual es exactamente lo que necesitamos para nuestra evolución espiritual.

Esta perspectiva nos desafía a ver más allá de nuestros deseos inmediatos y a buscar el significado más profundo de nuestras experiencias.

Es imprescindible para nuestra mantener nuestra paz interior, aceptar que Dios siempre proporciona lo que más nos conviene requiere un acto de fe y humildad.

Eso supone reconocer que la perspectiva divina es más amplia que la nuestra, que lo que percibimos como negativo puede ser beneficioso a largo plazo y que nuestros deseos inmediatos no siempre se alinean con nuestro mejor interés espiritual.

Por eso, en lugar de rebelarnos contra nuestras circunstancias, podemos adoptar una actitud de aceptación activa:

- Observación consciente: Examinar nuestras situaciones sin juicio.

- Búsqueda de lecciones: Identificar qué podemos aprender de cada experiencia.

- Gratitud: Cultivar el agradecimiento por lo que tenemos, incluso en momentos difíciles.

- Confianza: Desarrollar una fe profunda en que todo tiene un propósito superior.

La verdadera transformación ocurre cuando aceptamos nuestra realidad presente. Esto no significa resignación, sino una apertura a las enseñanzas que cada situación nos ofrece, ya que, al hacerlo, liberamos energía que antes gastábamos en resistencia, a la vez que nos abrimos a nuevas perspectivas y soluciones y, además, aceleramos nuestro crecimiento espiritual y personal.

Yo diría que es de vital importancia encontrar un equilibrio entre la aceptación de nuestra situación actual y la acción constructiva. Mientras aceptamos lo que es, podemos trabajar en nuestro crecimiento personal, podemos buscar formas de servir a los demás y, sobre todo, mejorar aspectos de nuestra vida que están bajo nuestro control.

Por lo tanto, para conseguir vivir en paz y acercarnos a la felicidad, hemos de aceptar que nuestra vida actual es un regalo de Dios, con todas sus complejidades y desafíos. Esa aceptación nos libera de la constante lucha contra lo que es y nos permite enfocarnos en nuestro crecimiento espiritual.

Al adoptar esta perspectiva, no solo honramos el plan divino para nuestras vidas, sino que también nos abrimos a una felicidad más auténtica y duradera. Esta felicidad no depende de circunstancias externas, sino de nuestra conexión interna con lo divino y de nuestra capacidad para encontrar significado y propósito en cada experiencia que la vida nos ofrece.


¿Algo más?

 

La decisión de los dioses

 


         Si los dioses han decidido sobre mí y sobre lo que tiene que pasarme, han decidido bien: no cabe concebir a un dios decidiendo mal. ¿Qué le puede impulsar a hacerme mal? ¿Qué podrían sacar de ello por sí mismos o para lo común que es para lo que miran?

MARCO AURELIO


DECRETO: Para que sea revelado lo que necesitas saber

 


miércoles, 26 de febrero de 2025

Las cosas son como son

 


No juzguen. Las cosas son como son y no han de tener ningún interés en como deberían de ser, en como tendrían que ser, en cómo piensan ustedes que han de ser.

       La aceptación de la realidad tal como es, sin juzgar ni imponer nuestras expectativas, es una de las claves para alcanzar la paz interior y vivir una vida más plena. Este concepto, arraigado en filosofías como el estoicismo y prácticas como la meditación, nos invita a observar el mundo y nuestras experiencias sin etiquetarlas como buenas o malas, correctas o incorrectas.

Cuando juzgamos, creamos una brecha entre la realidad y nuestras expectativas, lo que se convierte en una fuente de sufrimiento innecesario. Al emitir juicios sobre los demás o sobre las situaciones que vivimos, nos alejamos de la comprensión y la empatía, limitando nuestra capacidad de responder de manera efectiva a los desafíos que se nos presentan.

La práctica de no juzgar no implica resignación o pasividad. Por el contrario, nos permite ver las cosas con mayor claridad y actuar de manera más consciente y equilibrada. Al aceptar la realidad tal como es, nos liberamos de la lucha constante contra lo inevitable y podemos enfocar nuestra energía en aquello que sí podemos cambiar o mejorar.

Esta actitud de aceptación nos acerca a una forma de sabiduría que reconoce la complejidad de la vida y la imposibilidad de controlar todos los aspectos de nuestra existencia. Como señalaba el filósofo Epicteto, "el sabio es aquel que acepta de buena gana todas las circunstancias de la vida sin desear otras".

Adoptar esta perspectiva requiere práctica y paciencia. Implica desarrollar una conciencia plena del momento presente, observando nuestros pensamientos y emociones sin identificarnos completamente con ellos. Al hacerlo, podemos cultivar una mayor ecuanimidad frente a los altibajos de la vida, respondiendo a las situaciones con más calma y claridad.

Es importante destacar que aceptar la realidad no significa aprobar todo lo que sucede o renunciar a nuestros valores. Más bien, nos permite relacionarnos con la vida de una manera más sabia y compasiva, tanto hacia nosotros mismos como hacia los demás. Al dejar de lado los juicios constantes, abrimos espacio para una comprensión más profunda y una acción más efectiva y alineada con nuestros propósitos.

En última instancia, aprender a no juzgar y aceptar las cosas como son nos ofrece una libertad interior que trasciende las circunstancias externas. Nos permite fluir con la vida en lugar de luchar constantemente contra ella, encontrando paz y satisfacción en el simple acto de ser y experimentar el mundo tal como se presenta ante nosotros.

 


martes, 25 de febrero de 2025

Confia en Dios

 



Todo cambia

 


Se buscan retiros en el campo, en la costa, en el monte. Pero eso es lo menos filosófico que existe. Puedes retirarte en ti mismo cuando desees; pues no hay lugar de retiro más tranquilo ni más libre de ocupaciones que el alma de uno: más aún si se tiene dentro algo que, con solo inclinarse sobre ello, produce el mayor bienestar, y por bienestar quiero decir orden. Concédete a ti mismo ese retiro, una y otra vez, y renuévate. 

Que sean sencillos y elementales aquellos principios que, en cuanto los tengas delante, te basten para eliminar toda aflicción y llevarte de vuelta en calma junto a las cosas a las que regresas. ¿Qué te molesta entonces? ¿la maldad humana? Considera que los seres racionales existen unos por otros, que tener paciencia forma parte de la justicia, que obran mal involuntariamente, y cuantos que se enemistaron, que desconfiaron, que odiaron, que se enfrentaron con lanzas están muertos y no son más que cenizas. Para ya. ¿O acaso estás disgustado con la parte que te ha tocado del universo? Preséntate esta disyuntiva “o providencia o átomos”, y cuántas cosas te muestran que el universo es como una ciudad. ¿Son entonces las cosas de tu cuerpo las que aún te afectan? Piensa que la inteligencia, una vez que llega al dominio de sí y se da cuenta de su propio poder, no se mezcla de modo suave ni brusco con ningún espíritu que esté en movimiento. Considera también cuanto has escuchado y aceptado sobre el dolor y el placer.

¿Acaso te va a apartar tu pequeña gloria? Considera la rapidez con la que cae todo en el olvido, cómo la infinitud del tiempo se abre a ambos lados como un abismo, la vacuidad que comporta la celebridad, la inconstancia y falta de juicio que acompaña la fama, la estrechez del lugar en la que se circunscribe. La tierra entera es una mota, y qué pequeño el rincón de esta en el que tú habitas. ¿Cuántos y quienes serán los que allí te alaben?

Lo que queda recuerda: la retirada a ese pequeño terreno que es de uno mismo; por encima de todo no te distraigas ni te desazones en esfuerzos; sé libre y mira las cosas como hombre, como ser humano, como ciudadano, como animal mortal. Que entre aquellos principios que tienes a mano, aquellos a los que vuelves tu mirada, estén estos dos: el primero, que las cosas no afectan el alma, sino que esta permanece al margen e imperturbable y las turbulencias provienen únicamente de la opinión interior; el segundo, que todo aquello que tienes ante los ojos está a punto de cambiar y en un momento no estará ya. No dejes de pensar en los cambios de los que has sido testigo. El Universo, mutación; la vida, opinión.

 

MARCO AURELIO


domingo, 23 de febrero de 2025

Propósito de vida

 


Todo en la vida tiene un propósito y un significado, pero no te obsesiones y no lo busques porque dejaras de sentir la vida.

 

La búsqueda del propósito y significado de la vida es una preocupación fundamental para muchos. Yo he sido uno de esos buscadores. Siempre me he preguntado qué hago aquí y eso que sé que, esta búsqueda puede alejarnos de vivir plenamente.

Aunque es cierto que todo en la vida tiene un propósito y un significado, obsesionarse con encontrarlo puede ser contraproducente.

El filósofo Alan Watts dijo una vez: "El significado de la vida es simplemente estar vivo. Es tan evidente y tan simple y tan obvio que todos lo pasamos por alto". Esta perspectiva nos invita a considerar que el propósito no es algo que se encuentra, sino algo que se experimenta en el acto mismo de vivir.

Cuando nos enfocamos demasiado en buscar un propósito, corremos el riesgo de perder el presente, porque nos obsesionamos tanto con el futuro que olvidamos vivir el ahora y eso genera ansiedad, ya que la presión, autoimpuesta, por encontrar un gran propósito puede ser abrumadora.

En lugar de buscar activamente un propósito, podemos permitir que este se revele a través de nuestras experiencias y acciones. Esto implica: Estar presentes en cada momento, cultivar la curiosidad por la vida y abrazar las experiencias, tanto positivas como negativas.

El problema está que el o los propósitos de vida no son, para nada, lo que nosotros nos imaginamos o lo que a nosotros nos gustaría. Nos haría felices tener un “gran propósito”, del tipo que fuera y, sin embargo, nos vamos a encontrar con “pequeños propósitos”, que son, justamente, los que necesitamos y los que hemos pactado antes de venir a la vida.   

Irónicamente, es cuando dejamos de buscar obsesivamente un propósito que a menudo lo encontramos.

En lugar de buscar un propósito abstracto, podemos enfocarnos en vivir con propósito. Esto significa: Actuar con intención en nuestras actividades diarias, cultivar relaciones significativas y contribuir positivamente a nuestro entorno.

El propósito y el significado están entretejidos en la trama misma de la vida. No son destinos a los que llegar, sino cualidades que emergen cuando vivimos plenamente. Al soltar la necesidad de encontrar un gran propósito, paradójicamente, permitimos que el significado florezca naturalmente en nuestras vidas. Como dijo el poeta Rumi: "Lo que buscas te está buscando". Así que, en lugar de buscar, vive. El propósito te encontrará en el camino.

 


viernes, 21 de febrero de 2025

DECRETO: Para atraer abundancia

 



Más allá de la mente


 


 

Es sorprendente, pero resulta que hay otra vida fuera de nuestra cabeza. Y es, justamente esa vida, la que le da vida a la vida que se desarrolla dentro de nuestra cabeza.

 

Esta simple pero profunda observación nos invita a reflexionar sobre la naturaleza de nuestra existencia y la interconexión entre nuestro mundo interior y el exterior.

Nuestras mentes son universos en sí mismas. Albergan pensamientos, emociones, recuerdos y sueños. Es fácil quedar atrapados en este laberinto interno, perdidos en nuestras propias historias y preocupaciones. A menudo, pasamos horas sumergidos en reflexiones, planificando el futuro o reviviendo el pasado. Nuestro mundo interior es rico y complejo, pero ¿es todo lo que hay?

No. Parece que hay vida al otro lado de nuestra mente, y la revelación de que existe una vida fuera de nuestra cabeza puede parecer obvia, pero su impacto es profundo. Esta vida exterior es el conglomerado campo de experiencias, relaciones y fenómenos que nos rodean. Es el susurro del viento entre las hojas, la risa de un niño, el aroma del café recién hecho. Son las conversaciones con amigos, los abrazos de seres queridos, los desafíos en el trabajo y los momentos de asombro ante la belleza de la naturaleza.

Pero, lo verdaderamente apasionante es cómo esta vida exterior alimenta y da forma a nuestro mundo interior. Cada experiencia, cada interacción, cada sensación que percibimos del mundo exterior se convierte en el combustible que nutre nuestros pensamientos y emociones. Sin esta constante afluencia de estímulos externos, nuestras mentes se volverían estériles, carentes de la chispa creativa y emocional que nos hace humanos.

La relación entre nuestro mundo interior y el exterior no es unidireccional. Así como la vida externa alimenta nuestra mente, nuestros pensamientos y emociones dan color y significado a nuestras experiencias externas. Nuestras percepciones, moldeadas por nuestras experiencias internas, influyen en cómo interactuamos con el mundo y las personas que nos rodean. Es un ciclo continuo de enriquecimiento mutuo.

En la era digital, con la omnipresencia de pantallas y realidades virtuales, es fácil caer en la trampa de vivir demasiado dentro de nuestra cabeza. Podemos pasar horas chismoseando en redes sociales o sumergiéndonos en mundos de fantasía, olvidando la riqueza de la vida que nos rodea. Este aislamiento mental puede llevar a una desconexión con la realidad tangible y las relaciones humanas auténticas.

La clave para una vida plena y satisfactoria radica en encontrar un equilibrio entre nuestro mundo interior y el exterior. Necesitamos momentos de introspección y reflexión, pero también debemos abrirnos a las experiencias y conexiones que el mundo exterior nos ofrece. Es en este equilibrio donde encontramos la verdadera riqueza de la existencia.

Practicar la atención plena o meditación puede ser una herramienta poderosa para mantener este equilibrio. Nos ayuda a estar presentes en el momento, a apreciar las pequeñas maravillas de la vida cotidiana y a conectar más profundamente con nuestro entorno y las personas que nos rodean. Al mismo tiempo, nos permite observar nuestros pensamientos y emociones sin quedar atrapados en ellos.

Hay una diferencia fundamental entre pensar en hacer algo y realmente hacerlo. La vida fuera de nuestra cabeza nos ofrece la oportunidad de experimentar directamente, de sentir, tocar, oler y vivir. Estas experiencias directas son las que dejan huellas más profundas en nuestra psique y las que verdaderamente enriquecen nuestra vida interior.

En última instancia, la vida dentro y fuera de nuestra cabeza son dos caras de la misma moneda, entrelazadas en una danza eterna. Cada una alimenta y da sentido a la otra. Reconocer y apreciar esta interconexión nos permite vivir de manera más plena y consciente.

Al abrirnos al mundo exterior, permitimos que nuevas ideas, emociones y experiencias fluyan hacia nuestro interior, revitalizando nuestro mundo mental. Y al cultivar un rico mundo interior, dotamos de mayor profundidad y significado a nuestras experiencias externas.

Es en este intercambio constante donde encontramos la verdadera esencia de la vida. La próxima vez que te encuentres perdido en tus pensamientos, recuerda que hay un mundo vibrante esperándote justo fuera de tu cabeza. Y es ese mundo el que, en última instancia, da vida a la vida que se desarrolla dentro de tu mente.

No sufras por lo que no puedes cambiar

 


         Si está en tus manos, ¿qué haces?, Si en las manos de otro, ¿por qué te enojas? ¿Átomos o dioses? ¿Ambas cosas son extravíos?

             No hay que enojarse con nadie: pues si puedes, corrígelo; si no puedes corregirlo a él, hazlo con la cosa misma; si tampoco esto es posible, ¿de que te sirve enojarte? No se debe obrar sin propósito.

MARCO AURELIO


No te preocupes de los otros

 


miércoles, 19 de febrero de 2025

Somos parte de un gran Plan

 


Cuando se den cuenta de que todo forma parte de un gran plan, aprenderán a rendirse y a no tener miedo.

 

Esta profunda verdad encierra una sabiduría que puede transformar nuestra perspectiva sobre la vida y cómo enfrentamos sus desafíos.

Nuestra vida es, sin duda, una lucha constante, un viaje lleno de altibajos y desafíos. A lo largo de este camino, nos encontramos con momentos en los que creemos haber ganado batallas importantes, mientras que en otras ocasiones sentimos el peso de la derrota sobre nuestros hombros.

Cuando la victoria nos sonríe, celebramos nuestros logros con alegría desbordante. Nos sentimos felices y exultantes, como si pudiéramos conquistar el mundo entero. Estos momentos de triunfo nos llenan de energía y optimismo, impulsándonos a seguir adelante con renovado vigor.

Sin embargo, cuando la derrota toca a nuestra puerta, la experiencia es radicalmente diferente. Nos vemos arrastrados por una pesada losa de emociones negativas: tristeza, pesar y sufrimiento. Estas sensaciones parecen adherirse a nosotros, dificultando nuestro avance y nublando nuestra perspectiva del futuro.

Es curioso, y a la vez paradójico, observar cómo gestionamos estos dos extremos emocionales. Las alegrías derivadas de nuestras victorias, por lo general, cuentan con un tiempo de celebración relativamente breve. Disfrutamos del momento, pero rápidamente volvemos a nuestra rutina diaria, enfocándonos en los próximos desafíos que nos esperan.

En contraste, tendemos a otorgar un tiempo excesivo al sufrimiento que acompaña a nuestras derrotas. Nos sumergimos en un mar de lamentaciones, repleto de "y si hubiera..." o "debería haber...", prolongando innecesariamente nuestro malestar. Esta tendencia a rumiar sobre nuestros fracasos no solo es poco productiva, sino que también puede ser perjudicial para nuestro bienestar emocional y mental a largo plazo.

La clave para una vida más equilibrada y satisfactoria podría residir en aprender a moderar estas respuestas emocionales. Celebrar nuestros éxitos con entusiasmo, pero sin perder de vista nuestros objetivos a largo plazo, y afrontar nuestras derrotas con una actitud reflexiva y constructiva, buscando las lecciones que podemos extraer de ellas para crecer y mejorar.

En última instancia, tanto las victorias como las derrotas no solo son parte integral de nuestra experiencia humana, sino que se encuentran englobadas en un gran plan, diseñado con minuciosidad para cada uno de los humanos que poblamos el planeta.

En el corazón de esta idea yace el concepto de un Plan Divino, un diseño cósmico que abarca cada aspecto de nuestra existencia. Este plan, es vasto y complejo, extendiéndose más allá de nuestra comprensión inmediata. Incluye nuestro pasado eterno, nuestra vida actual y nuestro futuro eterno, tejiendo una narrativa intrincada que da sentido a cada experiencia que enfrentamos.

Para verdaderamente abrazar esta idea, debemos primero reconocer nuestra posición dentro de este gran diseño. No somos meros espectadores, sino participantes activos en un viaje de crecimiento y transformación. Cada desafío, cada alegría y cada momento aparentemente insignificante tiene un propósito en nuestro desarrollo personal y espiritual.

La rendición, en este contexto, no es una señal de debilidad o derrota. Por el contrario, es un acto de profunda sabiduría y coraje. Rendirse significa soltar el control ilusorio que creemos tener sobre nuestras vidas y confiar en un Poder Superior que tiene una visión más amplia y completa de nuestro camino.

          A través de esa rendición vamos a conseguir:

Primero, paz interior, porque al rendirnos, liberamos la carga de tratar de controlar cada aspecto de nuestras vidas, lo que resulta en una profunda sensación de paz.

Segundo; alinearnos con el Propósito Divino, ya que la rendición nos permite fluir con el Plan Divino en lugar de luchar contra él, facilitando nuestro crecimiento y evolución.

Y, por último, liberación del miedo al comprender que somos parte de un plan mayor, disminuye nuestros temores sobre el futuro y las incertidumbres de la vida.

El miedo, a menudo, surge de la sensación de falta de control y la incertidumbre sobre el futuro. Sin embargo, cuando reconocemos que somos parte de un Plan Divino, nuestros temores comienzan a disiparse, por la transformación del miedo en confianza.

Aprender a no tener miedo es un proceso que implica:

Cultivar la Fe: Desarrollar una confianza inquebrantable en el plan divino, incluso cuando no podemos ver el panorama completo.

Practicar la Gratitud: Reconocer las bendiciones en nuestra vida, incluso en medio de las dificultades, nos ayuda a mantener una perspectiva positiva.

Y abrazar la Incertidumbre: Ver los desafíos como oportunidades de crecimiento en lugar de amenazas.

          El proceso de rendición y liberación del miedo no ocurre de la noche a la mañana. Es un viaje continuo que requiere trabajo, práctica y paciencia. Pueden existir tantas maneras de realizar este viaje como personas viajando. Sin embargo, si se pueden mencionar algunos pasos que podrían ser coincidentes en todas las personas:

-       Meditación y Reflexión: Dedicar tiempo a la introspección para comprender nuestros miedos y resistencias.

-       Oración y Conexión Espiritual: Buscar orientación y fortaleza a través de la comunicación con lo divino.

-       Actos de Fe: Tomar pequeñas acciones diarias que demuestren nuestra confianza en el Plan Divino.

A medida que avanzamos en nuestro camino de rendición y superación del miedo, comenzamos a experimentar una profunda transformación en nuestra forma de vivir.

          Esa transformación se manifiesta de varias maneras: Resiliencia, porque enfrentamos los desafíos con una fortaleza renovada, sabiendo que cada experiencia tiene un propósito. Con serenidad, manteniendo la calma incluso en medio de las tormentas de la vida, confiando en el Plan Mayor. Con propósito, viviendo con un sentido más profundo de significado, entendiendo que nuestras acciones se alinean con un Diseño Divino.

          Por lo tanto, comprender que somos parte de un gran Plan Divino es el primer paso hacia una vida de rendición y libertad del miedo. Este entendimiento nos permite soltar el control, confiar en un poder superior y abrazar cada momento de nuestra existencia con gratitud y propósito. A medida que avanzamos en este camino, descubrimos que la verdadera fuerza no radica en controlar cada aspecto de nuestras vidas, sino en rendirnos con confianza al flujo de la vida, sabiendo que somos guiados por una sabiduría infinita que trasciende nuestra comprensión limitada.

En última instancia, esta perspectiva nos lleva a una existencia más plena y significativa, donde cada desafío se convierte en una oportunidad para crecer, y cada momento de alegría es una confirmación de la belleza del plan divino del que formamos parte. Al rendirnos y liberar nuestros miedos, no solo encontramos paz interior, sino que también nos convertimos en instrumentos más efectivos para el bien en el mundo, alineados con el propósito mayor para el cual fuimos creados.

 


DECRETO: Para usar la autoridad en tu mundo

 



Cumplir con el deber

 


Cumplo con mi deber: el resto no me preocupa, pues son cosas inanimadas, irracionales, divagaciones, o que desconocen el camino.

MARCO AURELIO


Apego

 



Desapego

 

 


Es otoño y sopla el viento. Con cada ráfaga se van desprendiendo, una a una, las hojas del árbol que vive delante de mi ventana. El suelo, alrededor del árbol, está cubierto de hojas, y al verlas caer, pienso: "Pobre árbol, se está quedando desnudo". Sin embargo, el árbol no parece sufrir por esta pérdida. Es más, yo diría que el árbol es feliz. Necesita despojarse de las hojas que ya no usa para dejar espacio a las nuevas que nacerán en primavera, las que le darán toda su belleza renovada, siempre cambiante.

Si el árbol estuviera apegado a sus hojas, no veríamos en él la belleza al llegar la primavera. No habría renovación, y la energía de las hojas muertas que han perdido su brillo y su color sería lo único que destacaría.

Esta metáfora del árbol nos invita a reflexionar: ¿Cómo va la renovación de tu vida? Todo lo que no has usado en los últimos dos años debería desaparecer, ya que tu energía está unida a esas cosas y no experimentarás una verdadera renovación hasta que te deshagas de ellas.

¿Para qué guardas cosas innecesarias? ¿Por si acaso? Si revisas tu pasado, seguramente encontrarás algo que en un momento dado creías insustituible y que el tiempo demostró que no lo era. Hoy es posible que ya ni lo recuerdes.

Así como la naturaleza, con su sabiduría, se encarga de renovar las hojas del árbol, haz tú lo mismo: renuévate para crecer. El apego limita tu crecimiento por la dependencia que crea, por la limitación, por la creencia de que sin esa cosa no alcanzarás la felicidad. El apego es resultado de la ignorancia, mientras que el desapego es fruto del conocimiento, de la verdad, de la sabiduría.

Liberarse de los apegos es avanzar. El desapego es una de las cualidades del alma. Has de adquirir el interno y divino desapego de quien ve la vida en su verdadera perspectiva. De esa manera quedarás libre, sin que te afecte nada de lo que pueda ocurrir.

Aprende a vivir como si el cuerpo físico no existiera. Tu actitud interna mental debe anular todas las limitaciones y obstáculos que el cuerpo físico te impone. Cultiva la verdadera humildad que te obligará a dar todo lo que tienes para servir de manera altruista y luego olvidar lo que diste.

El fracaso en ser desapegado consiste en que te atas a los que amas, y ese apego puede, a menudo, obstaculizar el progreso, no solo el tuyo sino también el de aquellos a quienes amas.

Para ilustrar este concepto, se cuenta una historia sobre un turista americano que visitó a un famoso sabio en El Cairo. El turista se sorprendió al ver que el sabio vivía en un cuarto simple y lleno de libros, con apenas una cama, una mesa y un banco. Cuando el turista preguntó por los muebles, el sabio respondió con otra pregunta: "¿Y dónde están los suyos?". El turista, confundido, explicó que estaba solo de paso, a lo que el sabio concluyó: "Yo también".

Esta anécdota nos recuerda que la vida en la Tierra es temporal. Sin embargo, algunos viven como si fueran a quedarse aquí eternamente y se olvidan de ser felices. El valor de las cosas no está en el tiempo que duran, sino en la intensidad con que se viven. Por eso existen momentos inolvidables, cosas inexplicables y personas incomparables.

En conclusión, el desapego nos enseña a vivir plenamente el presente, a valorar las experiencias por encima de las posesiones, y a entender que la verdadera riqueza está en nuestra capacidad de adaptarnos, crecer y compartir, tal como lo hace el árbol que renueva sus hojas cada primavera.

 

Versión corregida de un texto de diciembre de 2010


martes, 18 de febrero de 2025

La meditación cura la aflicción

 



No pienses en otros

 


No pierdas la parte de tu vida que te queda en pensamientos sobre otros, a no ser que tengan alguna relación con el interés común.  Pues harás que cualquier otra tarea sea vana; quiero decir, cuando empiezas a pensar qué hace alguien, por qué, qué dice, cuáles son sus pensamientos, que trama, y cosas de esas, lo que haces es apartarte de la observancia de tu propio principio rector.

Tenemos, por tanto, que ponernos al margen del azar y de la inutilidad en la concatenación de los pensamientos, y sobre todo de los superfluo y malicioso. Acostúmbrate a pensar solo aquella clase de cosas de las que, si alguien te preguntara de pronto: ¿en qué piensas?, responderías al momento y con franqueza: en esto y en esto otro, de modo que entonces quedaría claro que todo era sencillo, propicio y propio de un ser social que no se preocupa de placeres, ni por decirlo de una vez, de fantasías gozosas, rivalidad, envidia, desconfianza o de cualquiera que te haría enrojecer si revelaras lo que tenías en mente.

Un hombre así, que no demora ya el encontrarse entre los mejores, es una especie de sacerdote y servidor de los dioses, se sirve de eso que habita en su interior y le vuelve incólume respecto a los placeres, invulnerable respecto a cualquier clase de dolor, incapaz de desmesura, insensible a cualquier tipo de perversidad, atleta de la prueba más importante (la de no sucumbir ante ninguna pasión), le tiñe hasta lo más hondo de justicia, le hace acoger con toda su alma todo lo que ocurre y le ha tocado en suerte, y en contadas ocasiones (y siempre por la necesidad a la que obliga el bien común) considera en su juicio que haya podido decir, hacer o pensar otro. Tan solo cuenta con aquello que tiene que ver con su tarea y no aparta el pensamiento de eso que es suyo y está urdido con el todo; y piensa que aquello es bello y está seguro de que es bueno. Pues lo que le ha tocado en suerte a cada uno es conducido y conduce.

Recuerda también que todo lo que es racional está emparentado y que la preocupación por todos los seres humanos pertenece a la naturaleza del hombre, pero, por otra parte, que no hay que estar pendiente de la opinión de todos, sino solo de los que viven conforme a la naturaleza.

Respecto a los que no viven así, no deja de pensar como son en casa y fuera de ella, de noche y de día, y como son los que se mezclan con ellos. Ciertamente, no cuenta con el elogio de estos, pues no se gustan ni a sí mismos.

 

MARCO AURELIO


Preguntas

 


Nos pasamos la vida buscando la verdad, pero ¿qué entendemos por vida? ¿Qué es esa verdad que buscamos? Y, en esencia, ¿qué es realmente la vida?

La vida, en su aspecto biológico, comienza en un momento de amor, placer y quizás locura. Un espermatozoide, aparentemente el más fuerte, tiene su momento de gloria al fertilizar un óvulo. La sabiduría de la naturaleza desencadena una serie de reacciones que, nueve meses después, culminan en el nacimiento de un bebé. Esta perfección nos maravilla, incluso conociendo las explicaciones científicas. Pero surgen preguntas más profundas: ¿Cómo se inició todo? ¿Cómo surgió el primer ser humano, el primer animal, la primera planta? ¿Cómo se formó el primer grano de arena, la primera célula, el primer átomo?

Imagina tu trayectoria vital: naces como un bebé encantador, creces, estudias para ser "alguien de provecho", trabajas incansablemente por dinero que gastas en vacaciones ocasionales. Anhelas la jubilación sin aceptar realmente el envejecimiento, y un día, la muerte, que siempre temiste, llega y desapareces. ¿No parece esto un poco absurdo? ¿Nunca te has preguntado si hay algo más? En un universo vasto, ¿cómo es que solo conocemos vida en la Tierra? ¿Por qué fuiste tú uno de los elegidos para experimentar una vida consciente? ¿Existirá algo más allá? ¿Venimos de algún lugar antes de nacer? ¿Continuaremos existiendo de alguna forma después de esta vida?

Si estás leyendo esto, probablemente ya te hayas planteado estas preguntas y muchas más. Quizás tus respuestas incluyan la creencia en nuestra existencia en otros planos, antes y después de la vida física. Tal vez consideres que esta vida es solo un instante infinitesimal en nuestra existencia eterna, un período que elegimos por razones que aún desconocemos. ¿Es posible que ya creas en algo así?

Hoy no es día de respuestas, sino de reflexión:

Si tienes algunas respuestas, reflexiona sobre la naturaleza de la vida: ¿Es un mero instante en nuestra existencia eterna? ¿Un período de aprendizaje? ¿Este aprendizaje debe implicar sufrimiento o puede realizarse con alegría y amor? ¿Podría ser que el verdadero aprendizaje consista en vivir con amor?

Ahora, reflexiona sobre tu propia vida: ¿Eres feliz? ¿Sientes amor por lo que haces? Con todo lo que sabes, ¿vale la pena vivir una vida que no te satisface plenamente? ¿Estás enseñando a tus hijos a ser felices o solo a ser "productivos"? ¿Haces feliz a tu pareja? ¿Sientes que todos los seres humanos son tus hermanos? ¿Albergas algún tipo de discriminación hacia otros?

Si eres feliz en cada momento, si amas todo lo que haces, si tu vida es plena, si has enseñado a tus hijos a ser tan felices como tú, si tu compañero de vida es igualmente feliz, si consideras a cada ser humano como tu hermano y no conoces la discriminación ni la crítica, ¡enhorabuena! Has alcanzado un nivel elevado de consciencia y comprensión.

Si no es así, considera hacer cambios en tu vida. Recuerda: si continúas haciendo las mismas cosas, obtendrás los mismos resultados. La transformación comienza con pequeños pasos. ¿Estás listo para dar el primero?


lunes, 17 de febrero de 2025

DECRETO para antes de dormir

 



Sobre Dios



Dios es...

 

¿Qué había antes del Universo?, antes del famoso Big Bang.

Nada. Antes del Universo había Nada. Pensando en el “antes de”, se me ocurre pensar en ¿cuánto antes? y ¿cuándo sería el principio de ese Nada?, sobre todo teniendo en cuenta que antes del Big Bang no había materia y por lo tanto no existía el tiempo. Y resulta que no hay principio, que ese Nada existe desde siempre. Algo inconcebible para la pobre limitación de la mente humana, porque podemos entender intelectualmente que algo exista desde siempre, que no tenga principio ni fin, es decir, que sea eterno, Pero a pesar de ese entendimiento intelectual, casi nos surge la pregunta: “Ya, pero ¿cuándo comienza ese infinito?”.

Después de entender, aunque solo sea de manera intelectual, el “antes”, aún queda otro concepto de reflexión. Ese concepto es “Nada”. ¿Qué es “Nada”’, y sobre todo ¿cómo a partir de esa Nada se crean los Universos?, con todo lo que albergan?”.

      La “Nada” es la Energía origen de todo lo creado. Se podría seguir llamando Energía, pero alguien, no sabemos ni quien, ni cuando, la denominó Dios.

     Por lo tanto, podemos decir, sin temor a equivocarnos que todo es Dios, y no es que Él creara el mundo, es que el mundo es Él mismo. El mundo es Dios. El Universo es Dios y todo lo que en él existe es Dios.

            Dios Es. Dios es la vida que cada uno de los hombres somos, es la tierra que pisamos, es el aire que respiramos, es el color de la piel y la suavidad del tacto.

Dios es el viento sobre el agua, es el cambio de hojas, es la simplicidad y la belleza de la flor.

Dios es el concepto más elevado y sublime que la mente humana puede concebir. Es la esencia misma de la existencia, la totalidad del universo y la realidad en sí. Dios trasciende los límites de nuestra comprensión, siendo a la vez inmanente en todo lo que existe y trascendente más allá de ello.

Dios es omnipresente, abarcando cada rincón del cosmos y cada partícula de la materia. No hay lugar donde Dios no esté, pues Él es la estructura misma de toda la existencia. Esta omnipresencia implica una conexión profunda entre el todo y cada una de sus partes, incluyéndonos a nosotros mismos.

Dios es omnipotente, no en el sentido limitado de un ser supernatural que realiza milagros, sino como la totalidad de todas las fuerzas y leyes que rigen el universo. El poder de Dios se manifiesta en cada interacción física, en cada proceso químico y en cada fenómeno natural.

Dios es omnisciente, conteniendo en sí mismo todo el conocimiento y la información del universo. Cada pensamiento, cada descubrimiento y cada misterio son parte de la mente infinita de Dios.

Dios es eterno, existiendo fuera del tiempo tal como lo concebimos. Para Dios, todos los momentos son simultáneos, abarcando pasado, presente y futuro en un eterno ahora.

Dios es la fuente de toda vida y consciencia. Es el fundamento del ser, la razón última de por qué existe algo en lugar de nada. En su infinita complejidad, Dios contiene todas las posibilidades y potencialidades del ser.

Dios es el misterio último, siempre más allá de nuestra comprensión total. Cuanto más aprendemos sobre el universo, más nos maravillamos ante su vastedad e intrincada complejidad, reflejando la naturaleza insondable de Dios.

Dios es la base de toda moralidad y valor. Como la totalidad de la existencia, Dios encarna el bien supremo y es la fuente de todo significado y propósito.

Cuando Moisés preguntó a Dios cuál era su nombre, Dios se reveló a Moisés como "YO SOY EL QUE SOY", afirmando su naturaleza como la existencia misma, el ser en su forma más pura y absoluta. Al enviar a Moisés ante el faraón, Dios se presentó como YAHVEH, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, estableciendo así una conexión entre lo eterno y lo temporal, entre lo infinito y lo finito.

Dios es, en última instancia, el todo y el uno, la unidad subyacente a toda la diversidad del cosmos. Es el misterio que nos rodea y nos penetra, invitándonos a una exploración sin fin de las maravillas de la existencia.

 

 

  

viernes, 14 de febrero de 2025

Otra forma de espiritualidad

 


En busca de "algo" que no sabía definir, me encontré inesperadamente con el yoga y la meditación. A partir de ese momento, y gracias a la información proporcionada por diversos instructores de yoga y guías de meditación, comencé a investigar y leer sobre espiritualidad, reencarnación, iluminación y otros temas relacionados.

Mi sistema de creencias empezó a transformarse, experimentando una sensación de alivio al descubrir un camino que me acercaba a Dios sin depender de las religiones tradicionales. Esta búsqueda de cercanía con lo divino había sido una constante desde mi adolescencia. Aunque no me consideraba religioso ni seguía estrictamente los preceptos de la Iglesia Católica, a la que pertenecía por nacimiento, solía visitar una basílica cercana a mi colegio una o dos veces por semana. Allí, me sentaba en un banco para mantener mis soliloquios con Dios.

Mi tema predilecto en estas conversaciones internas era cuestionar la aparente monotonía e injusticia de la vida. En aquella época, aceptaba sin cuestionamientos lo que mis mayores me habían enseñado. Sin embargo, ninguno de ellos pudo explicarme satisfactoriamente el propósito de la existencia. Todos coincidían en la importancia de ser bueno, pero mis experiencias vitales parecían contradecir esta enseñanza.

A medida que crecía y observaba el mundo a mi alrededor, notaba una discrepancia cada vez mayor entre la bondad que me inculcaban y la realidad que percibía. Esta contradicción me llevó a cuestionar no solo las enseñanzas recibidas, sino también el sentido mismo de la existencia.

El descubrimiento del yoga y la meditación marcó un punto de inflexión en mi búsqueda espiritual. Estas prácticas me ofrecieron una nueva perspectiva, permitiéndome explorar la espiritualidad desde un ángulo diferente al de las religiones tradicionales. A través de ellas, encontré herramientas para conectar con lo divino de una manera más personal y directa.

La exploración de temas como la reencarnación y la iluminación expandió significativamente mi comprensión de la espiritualidad. Estos conceptos me proporcionaron un marco más amplio para entender la existencia, más allá de las limitaciones de una sola vida y una única perspectiva religiosa.

En resumen, mi viaje espiritual evolucionó desde los cuestionamientos adolescentes en una basílica hasta el descubrimiento de prácticas y filosofías orientales. Este camino me ha permitido desarrollar una relación más personal y significativa con lo divino, al tiempo que ha ampliado mi comprensión de la vida y su propósito.

A medida que avanzaba en mi evolución espiritual, nuevas preguntas comenzaron a surgir en mi mente. Una de las más inquietantes fue: Si solo una pequeña fracción de la población practica yoga y meditación, ¿significa esto que el resto de los seres humanos están condenados a no crecer espiritualmente?

Esta duda me llevó a una profunda reflexión, y durante una de mis sesiones de meditación, gradualmente, una especie de discurso interno fue tomando forma en mi conciencia:

Llegué a la conclusión de que cualquier ser humano puede alcanzar un crecimiento espiritual completo, independientemente de sus prácticas o estilo de vida. Este crecimiento no está limitado a quienes meditan o practican asanas de yoga. Puede manifestarse en personas que: No siguen una dieta vegetariana por preferencia personal, que fuman o tienen otros hábitos considerados poco saludables o que no frecuentan lugares de culto debido a su escepticismo hacia las religiones organizadas

La verdadera espiritualidad, comprendí, se revela en las acciones y actitudes de una persona hacia los demás. Se manifiesta en aquel que: Está siempre dispuesto a ayudar a quien lo necesite, ya sea económicamente o dedicando su tiempo, en el que ofrece compañía, escucha activa y comprensión a los demás, aquel que respeta a todos por igual, sin importar sus diferencias y que nunca se queja, ni critica a otros, ni se deja afectar por las opiniones ajenas sobre su persona

Este entendimiento me llevó a ampliar mi perspectiva sobre la espiritualidad. Comprendí que las prácticas formales como el yoga y la meditación son herramientas valiosas, pero no son el único camino hacia el crecimiento espiritual. La verdadera esencia de la espiritualidad reside en cómo uno se relaciona con el mundo y con los demás.

La compasión y el servicio desinteresado emergieron como pilares fundamentales de este entendimiento. Reconocí que aquellos que viven con un corazón abierto, dispuestos a tender una mano a quien lo necesite, están cultivando una profunda espiritualidad, aunque no la etiqueten como tal.

Otro aspecto crucial que identifiqué fue la ausencia de ego. Aquellas personas que no se dejan llevar por la necesidad de quejarse, criticar o enfadarse, y que no se preocupan por lo que otros piensen de ellas, demuestran un nivel de desapego y sabiduría que es profundamente espiritual.

Esta revelación me llevó a redefinir mi concepto de espiritualidad. Ya no la veía como un conjunto de prácticas específicas, sino como una forma de ser y estar en el mundo. Una espiritualidad que se manifiesta en la bondad, la compasión y la autenticidad de nuestras acciones cotidianas.

En conclusión, este nuevo entendimiento expandió mi visión del crecimiento espiritual, haciéndome apreciar la diversidad de caminos que pueden conducir a una vida plena y significativa. Reconocí que la verdadera espiritualidad trasciende las formas y se revela en la esencia de nuestro ser y en cómo nos relacionamos con el mundo que nos rodea.