Aunque
vivieras tres mil años o diez mil veces tres mil años, recuerda siempre que
nadie pierde más vida que esta que vive, ni vive más que la que pierde.
En
esto se igualan la más longeva y la más breve.
El
presente es lo mismo para todos y lo que dejamos atrás es lo mismo; lo que se
pierde, por tanto, es un momento.
Nadie
puede perder entonces el pasado ni el futuro: ¿cómo se le puede privar a
alguien de algo que no le pertenece?
Entonces,
siempre hay que tener estas dos cosas presentes: una, que todo ha sido siempre
semejante y ha estado sujeto a ciclos, y no importa si es en cien años,
doscientos o durante un tiempo indeterminado cuando uno vuelve a ver lo mismo;
la otra, que el que ha vivido más años y el que ha tenido la más breve de las
vidas pierden lo mismo, pues solo se pierde el presente, ya que es lo único que
se tiene. No puede perderse lo que no se tiene.
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