Mi alma, mis libros, mis creencias, mi corazón y mis opiniones.
El viaje del alma
El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión. Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y, para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
Para la realización de cualquier
actividad en la vida es imprescindible asumir la obligación personal de
implicarse y comprometerse para llevar esa actividad a buen término.
De
la misma manera que un enfermo no sana si no asume la decisión personal de
sanar, alguien que quiera avanzar por el camino que le va a llevar a Dios ha de
tomar las riendas de su vida, y sujetarlas con fuerza, porque el camino por el
que se dispone a transitar no es fácil, ya que supone abandonar la comodidad de
lo conocido, supone enfrentarse a sus propios miedos, supone abandonar la
manada social para adentrarse en solitario a lo desconocido, supone caerse para
tener que levantarse una y otra vez, supone escuchar cómo le tildan de sectario,
supone ir contra una sociedad que mira mal a los que se saltan las normas, y
todo esto hace que el que decide vivir desde el espíritu para acercarse a Dios,
sin utilizar la religión, es una especie de loco o de tonto que posiblemente se
haya dejado engañar por “sepa Dios quien”.
Es
imprescindible implicarse, porque en este trabajo no hay nadie que te haga
seguimiento, ni que te vaya examinando y poniendo nota para ver cómo y cuanto
adelantas o para ver si necesitas refuerzo. Tú eres tu propio maestro, tu
propio jefe, tu propio examinador y tu propio evaluador, y podrás engañar a
cualquiera, pero no te puedes engañar a ti mismo y mucho menos a Dios.
Necesitas
observarte, necesitas paciencia, necesitas conocerte, necesitas enfrentarte a
tus miedos, necesitas trabajar en silencio, sin alardear de nada porque el
trabajo que vas a realizar es un trabajo entre tú y Dios.
No
te van a valer medias tintas porque te harán caer en el desánimo, ya que a
diferencia de cualquier objetivo que se busca en la sociedad este no tiene
premio material, ni el reconocimiento público que tanto nos agrada a los
humanos.
Los
que nos asomamos a esta ventana, a estas alturas del viaje ya somos totalmente
conscientes de que somos un alma.
Es
cierto que es imposible mantener esa conciencia de ser alma de manera
permanente en nuestra mente, que es a fin de cuentas el vehículo que nos sirve
de transporte para desplazarnos a lo largo y ancho de nuestra vida, pero en
condiciones normales, de vez en cuando, durante nuestro día, son varias las
oportunidades, que por una u otra razón, nos acercan al pensamiento de que
somos alma.
También
somos conscientes de que “somos lo que pensamos”. Lo cual quiere decir que cada
vez que pensamos que somos un alma, si somos capaces de mantener ese
pensamiento durante un cierto periodo de tiempo actuaremos como almas, es
decir, con todos los atributos que son inherentes al alma.
Según
Alice Bailey, en su libro “Alma, cualidad de la vida”, las características del
alma son: Inclusividad, amor, alegría, felicidad, participación, soledad,
indiferencia espiritual, impersonalidad, desapego, libertad, serenidad, calma
interna y responsabilidad.
Hemos
de tener presente que un hecho que se repite con frecuencia se convierte en un
hábito, en una costumbre. El pensamiento es energía, la emoción es energía, los
sentimientos son energía, cada vez que se repiten se genera la misma energía, y
esta se va acumulando en los chakras, en el campo energético, y hasta en cada
célula del cuerpo.
Nosotros
somos la energía que hay en nuestros chakras. Cada vez que pensamos y sentimos
que somos el alma, añadimos un plus de la energía del alma y de sus atributos a
nuestra aura, a nuestros chakras y también a cada célula física de nuestro
cuerpo. Pensar y llegar a sentir que somos el alma nos va a hacer actuar desde
ella, pensar y llegar a sentir que somos el alma nos acerca a Dios, que es
nuestro destino final.
El
objetivo es actuar en nuestra vida de manera inconsciente desde el alma y de
que ese actuar sea nuestro estado habitual. Para eso todo nuestro campo
energético ha de estar impregnado de la energía del alma, y de momento, la
única opción que tenemos para mantener el pensamiento de que somos el alma, es haciéndolo
conscientemente.
¿Serian necesarios tantos libros de
autoayuda, tantos cursos de crecimiento personal, tantos tipos de terapias de
sanación o tantos gurús, si ya fuéramos conscientes de quiénes somos y de qué
es lo que significa la vida? Seguramente no. Y no serian necesarios porque
tendríamos nuestra divinidad, no solo impregnada en nuestro ser, que lo está de
nacimiento, sino también asumida.
A base de lecturas, de cursos de
crecimiento de todo tipo, de clases de yoga, de meditaciones y de terapias, la
inmensa mayoría de nosotros, llegamos a aceptar esa divinidad, aunque no
lleguemos a entenderla y mucho menos a integrarla, porque integrar la divinidad
supone vivir desde el alma, y vivir desde el alma supone vivir el Amor, y vivir
el Amor supone no volver a la vida. Y esto no parece que lo hayamos alcanzado.
Sin
embargo, a pesar de no integrar ese conocimiento en nuestra vida, podríamos
aprovechar, al menos, la aceptación de esa divinidad para ahorrar un camino
importante, en algunos casos un camino de varias vidas, a nuestros niños.
No
podemos cambiar a la sociedad que es la única responsable del sufrimiento del
ser humano, pero si podemos cambiar a nuestra sociedad más cercana, familiares
y amigos, y sobre todo enseñar a los que se inician en el recorrido de la vida,
nuestros niños, para que crezcan con una nueva manera de entender de vida.
Ahorraríamos
mucho tiempo, mucho sufrimiento y muchas desilusiones a nuestros niños si desde
la cuna fueran conscientes de su divinidad, de su inmenso poder de creación, de
la razón de la vida, de su origen y de su destino, de su unión y de su hermandad
con el resto de seres, y sobre todo del poder del Amor.
No
podemos cambiar a los que dirigen nuestros países fomentando la violencia,
buscando enemigos, inventándose guerras y matando inocentes, porque aunque
parezca que les elegimos nosotros no es así, los coloca el gran capital que es
quien realmente mueve los hilos de las marionetas que nos gobiernan, pero si
podemos inculcar la grandeza de la paz en los niños, la grandeza de la vida, el
ahorro de dinero en armas y ejércitos que podría revertir en educación, en
alimentación, es sanidad. Para eso tenemos que desterrar las televisiones, ignorar
los juguetes que generen violencia y cubrirnos nosotros los adultos con el
manto de la paciencia, de la tolerancia, del respeto y del amor para el trato
con los niños.
No
podemos cambiar a los fariseos que dirigen nuestras iglesias, fomentando la
intolerancia, fomentando el desprecio y el maltrato a las diferencias,
fomentando la desunión y el terror hacia Dios, pero si podemos enseñar el amor
a los niños, enseñarles a respetar absolutamente a todos, sin distinción, enseñarles
que significan igualdad y hermandad, enseñarles a practicar la amabilidad y la
ecuanimidad, enseñarles a buscar a Dios en su corazón, y para todo esto tenemos
una herramienta fundamental: El ejemplo.
Aprovechemos
lo que nosotros, ya de adultos, estamos aprendiendo para ahorrar a nuestros niños
el sufrimiento al que les abocamos con las enseñanzas tradicionales de nuestra
sociedad, e incluso, paradójicamente, con nuestro propio mal ejemplo, y enseñémosles
el camino de su espiritualidad desde la más tierna infancia.
¿Cómo
sé que me amo? es la continuación de ¿Por qué amarse a uno mismo?
No
se puede amar a nadie si no nos amamos a nosotros mismos, ya que como decíamos
en la entrada anterior para dar algo es imprescindible tenerlo, y para dar la
energía del amor también, por lo tanto el primer paso es trabajar en nosotros,
es aprender a amarnos.
¿Cómo
hacerlo?
Sé
tu mismo siempre, en cualquier circunstancia, ante cualquier situación, con
independencia de quien está delante de ti. Cuando alguien se ama a sí mismo no
tiene porque esconder nada, está satisfecho de sí mismo tal cómo es, por lo
tanto no tiene que fingir ser quien no es y no tiene que ponerse ninguna
máscara en función de la persona que tiene delante.
Ya
sé que puedes pensar: “Si me presento tal cual soy, a veces, las personas
pueden ofenderse, o no entenderme, o pueden forjarse una idea errónea sobre mí,
o no valorarme en su justa medida. Además soy consciente de algunos aspectos de
mi personalidad y de mi carácter que en según qué condiciones, es mejor que no
salgan a la luz, Creo que lo más seguro es presentarme tal como le gusta a la
persona con la que interactúo, y con mucha más razón si es una persona a la que quiero complacer o una persona de la
que quiero conseguir algo. Sobre todo si no me cuesta excesivo trabajo, tengo
practica en fingir ser quien no soy”.
Ese
pensamiento es una prueba irrefutable de que no te amas. No te sientes
satisfecho de ti, entregas tu poder al primero que llega presentándote ante él
tal como a él le gusta, le estás engañando dando una imagen ficticia, y te
estás engañando a ti, lo cual no te va a permitir evolucionar, vas a quedarte
estancado en tu engaño ocultando tus carencias y divulgando tu mediocridad.
Como
inicio del trabajo conseguir ser consciente de tus máscaras, ya tiene algo
bueno: Eres consciente de tus debilidades, eres consciente de tu carácter, eres
consciente de tus limitaciones, eres consciente de tus malos hábitos.
La
parte no tan buena es que una vez eres consciente de todo eso, en lugar de
mejorarlo lo escondes. Así no vas a llegar a ningún sitio, y mucho menos a
Dios, que es realmente tu destino aunque no seas consciente.
Has
de conseguir desprenderte de cada una de tus máscaras, para interactuar en la
vida tal cual eres sin esconderte detrás de nada. Por eso has de analizar
cuando te escondes, por qué te escondes, para qué te escondes, y como es la
actuación que realizas.
Las
personas con las que te vas encontrando en la vida solo han sido colocadas por
ti, en tu camino, precisamente para que seas consciente de ese defecto que
traes de fabrica, para que seas consciente de la debilidad de tu carácter, para
que seas consciente de la baja autoestima que sientes por ti, para que seas
consciente de tus miedos, de tus malos hábitos, de tu pereza o tu falta de
voluntad, para que seas consciente de tu falta de respeto y de tu falta de
compasión, en suma, esas personas han pactado contigo en tu Plan de Vida ser un
espejo donde aparezcan reflejadas tus debilidades, para que sea más fácil para
ti subsanar todos esos “defectillos”, y empezar así a amarte para acumular la
energía del amor con la que comenzar a entregársela a los demás.
Cuanto
más seas tu mismo, sin máscaras, más cerca estarás de amarte a ti y de amar a
los demás.
Carta
de Albert Einstein a su hija Lieserl.
“Cuando propuse la teoría de la relatividad, muy
pocos me entendieron, y lo que te revelaré ahora para que lo transmitas a la
humanidad también chocará con la incomprensión y los perjuicios del mundo.
Te pido aun así, que la custodies todo el tiempo
que sea necesario, años, décadas, hasta que la sociedad haya avanzado lo
suficiente para acoger lo que te explico a continuación.
Hay una fuerza extremadamente poderosa para la que
hasta ahora la ciencia no ha encontrado una explicación formal. Es una fuerza
que incluye y gobierna a todas las otras, y que incluso está detrás de
cualquier fenómeno que opera en el universo y aún no haya sido identificado por
nosotros. Esta fuerza universal es el amor.
Cuando los científicos buscaban una teoría
unificada del universo olvidaron la más invisible y poderosa de las fuerzas.
El Amor es Luz, dado que ilumina a quien lo da y lo
recibe. El Amor es gravedad, porque hace que unas personas se sientan atraídas
por otras. El Amor es potencia, porque multiplica lo mejor que tenemos, y
permite que la humanidad no se extinga en su ciego egoísmo. El amor revela y
desvela. Por amor se vive y se muere. El Amor es Dios, y Dios es Amor.
Esta fuerza lo explica todo y da sentido en
mayúsculas a la vida. Ésta es la variable que hemos obviado durante demasiado
tiempo, tal vez porque el amor nos da miedo, ya que es la única energía del
universo que el ser humano no ha aprendido a manejar a su antojo.
Para dar visibilidad al amor, he hecho una simple
sustitución en mi ecuación más célebre. Si en lugar de E= mc2 aceptamos que la
energía para sanar el mundo puede obtenerse a través del amor multiplicado por
la velocidad de la luz al cuadrado, llegaremos a la conclusión de que el amor
es la fuerza más poderosa que existe, porque no tiene límites.
Tras el fracaso de la humanidad en el uso y control
de las otras fuerzas del universo, que se han vuelto contra nosotros, es
urgente que nos alimentemos de otra clase de energía. Si queremos que nuestra
especie sobreviva, si nos proponemos encontrar un sentido a la vida, si
queremos salvar el mundo y cada ser sintiente que en él habita, el amor es la
única y la última respuesta.
Quizás aún no estemos preparados para fabricar una
bomba de amor, un artefacto lo bastante potente para destruir todo el odio, el
egoísmo y la avaricia que asolan el planeta. Sin embargo, cada individuo lleva
en su interior un pequeño pero poderoso generador de amor cuya energía espera
ser liberada.
Cuando aprendamos a dar y recibir esta energía
universal, querida Lieserl, comprobaremos que el amor todo lo vence, todo lo
trasciende y todo lo puede, porque el amor es la quinta esencia de la vida.
Lamento profundamente no haberte sabido expresar lo
que alberga mi corazón, que ha latido silenciosamente por ti toda mi vida. Tal
vez sea demasiado tarde para pedir perdón, pero como el tiempo es relativo,
necesito decirte que te quiero y que gracias a ti he llegado a la última
respuesta!
Le
preguntaron a Jesús sobre cuál es el primero de los mandamientos, y Jesús
respondió: El primero es: “Escucha Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único
Señor, y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con
toda tu mente y con todas tus fuerzas”. El segundo es: “Amarás a tu prójimo
como a ti mismo”. No existe otro mandamiento mayor que éstos.
Supongo
que cuando Jesús contestaba esto ya debía de saber que al prójimo no se le ama
en exceso, y que parece lógico, ya que tampoco nos amamos a nosotros mismos. ¿Sería
alguien capaz de amar a otros si no se ama a sí mismo? Ciertamente no. ¿Por
qué?
Solo
se puede dar algo que se tiene, y amar a otros es darles amor, es darles
respeto, es darles libertad, es valorarles. De la misma manera que no se puede
dar una moneda si no se tiene, no se puede dar amor si no se tiene.
El
amor es algo permanente, es tan permanente que es la energía que mantiene el
Universo en perfecto orden, es tan permanente que Dios lo entrega, desde
siempre, a nosotros, Sus hijos. Decía Einstein en dos párrafos de una carta que
escribió a su hija Lieserl: “Hay una
fuerza extremadamente poderosa para la que hasta ahora la ciencia no ha
encontrado una explicación formal. Es una fuerza que incluye y gobierna a todas
las otras, y que incluso está detrás de cualquier fenómeno que opera en el
universo y que aún no ha sido identificado por nosotros. Esta fuerza universal
es el amor. Cuando aprendamos a dar y recibir esta energía universal, que es el
amor querida Lieserl, comprobaremos que el amor todo lo vence, todo lo
trasciende y todo lo puede, porque el amor es la quinta esencia de la vida”. Al
final de la siguiente entrada (¿Cómo se que me amo?), aparece la carta
completa.
Esa
energía tiene que existir en la persona para poder entregarla a los demás.
Ya
tenemos claro entonces que el amor es una energía, que no un sentimiento, ya
que el sentimiento solo es un estado de ánimo, es una alteración del ánimo
producida por diferentes factores. El amor es inmutable, no se altera, todo lo
que se puede hacer con él es entregarlo y conseguir que crezca.
Por
lo tanto para amar ha de existir esa energía en el interior de la persona, y si
existe solo es porque la persona ha acumulado la suficiente cantidad de
energía, y la única manera de conseguirlo es amándose a sí misma. No se acumula
amor por generación espontanea. Como todo en la vida, hay que trabajarlo.
Es
entonces cuando las cualidades inherentes al amor las está recibiendo la
persona de sí misma. Eso quiere decir que se respeta a sí misma, sin
infringirse ningún tipo de vejación o autocastigo; que se valora en su justa
medida, sin vanidad, sin soberbia, sin orgullo; que no se juzga ni se critica,
porque sabe que todo está bien y que sus actuaciones están regidas por el amor,
y si algo no está bien y ha de cambiarse, lo hará con amor, con voluntad, con
disciplina, con caridad hacia sí misma, con benevolencia.
Ese
trato que la persona que se ama se da a sí misma, va a ser el mismo trato con
el que va a acercarse a los demás.
Y
por supuesto en ese acercamiento a los demás y en el trato con el que va a
dispensar a todos, no hay diferencia entre familiares, amigos o desconocidos.
Cuando se ama no hay distinción.
Ya
sé que esto es difícil, pero es así. Este es el verdadero motivo de nuestra
estancia en la materia.
Pero
tiene un inicio y no podemos saltarnos los pasos. No se puede amar a nadie si
no nos amamos a nosotros mismos, por lo tanto el primer paso es trabajar en
nosotros.
Si. Solo estás en la vida para aprender a Amar, pero mientras no cambies
el punto de mira no solo no vivirás en el Amor, sino que ni tan siquiera sabrás
de qué te están hablando.
Es seguro que los que se han erigido en “jueces del
mundo”, en “críticos intolerantes”, en “perfeccionistas de los demás”,
desprecian cualquier idea o creencia que no sea coincidente con la suya propia.
Esa es una manifestación más de la falta de Amor y de la sobredosis de miedo
que arrastran, porque de la misma manera que la oscuridad es falta de luz, la
falta de Amor provoca miedo.
Miedo a que otros sean mejor que él, miedo a que
le quiten la razón, miedo a que le engañen, miedo al ridículo, miedo a lo que
puedan pensar los demás, miedo a perder lo que ha conseguido, miedo a la
muerte, miedo a la vida. Aunque pudiera parecer lo contrario, no se valora a sí
mismo, por eso es imposible que conozca la valía de los demás, tampoco se
respeta, razón por la que maltrata a todo el mundo, camina por el mundo
aterrado tratando de ver entre las sombras para preservar su integridad.
Vivir
así es no vivir, y no vive porque no sabe de Amor.
Si
juzgas a tu pareja cualquier acción por nimia que sea, si tratas de cambiar a
tu pareja porque “tú crees” que es lo mejor para ella, si tratas de dominarle o
de manipularle “por su propio bien”, si coartas su libertad, si haces estas y
muchísimas cosas más “en nombre del amor” que profesas a la otra persona, o
“por su propio bien”, o “porque realmente sabes lo que le conviene”, o “porque
está cegado y no ve la realidad”, o “porque………”. Realmente no amas.
Porque
el Amor lo único que desea es ver feliz al ser amado, es libertad, es ayuda, es
servicio, es comprensión, es dar, es aceptación, es perdonar. Este Amor es la
relación más profunda que pueda existir. Cualquier otra cosa es un sucedáneo.
Cuantas
personas crecen, envejecen y mueren, sin tan siquiera plantearse, ni una sola
vez en su vida, que es lo que están haciendo aquí. De la misma manera que no se
cuestionan que el Sol salga cada día.
Pero
se lo planteen o no, la vida es una escuela en donde cada uno de nosotros aprende
y practica las lecciones correspondientes a su nivel de estudio, a su nivel de
evolución. Y en nuestro libre albedrío podemos hacer la vida que queramos, Dios
nos lo permite, nos permite adecuar nuestro aprendizaje. Somos libres para
vivir nuestra vida, somos libres para practicar las lecciones o darle
satisfacción al cuerpo físico, somos libres para ser felices o para sufrir,
somos libres para sentirnos culpables o para amar, somos libres para perdonar o
para odiar.
Sólo
estamos aquí para volver a Dios. Y retornar a Dios no quiere decir que después
de abandonar el cuerpo físico, por la muerte de este, el alma se quede en lo
que podíamos llamar, (más que nada para darle un nombre al estado de conciencia
que existe al otro lado de la vida, y entendernos),”el Paraíso”, en compañía de
otras almas, rodeada de Maestros, de Ángeles y de Arcángeles, envuelta en Paz y
en Amor.
Retornar a Dios quiere decir que el
alma pierde su individualidad para fundirse con la Energía Divina, para
fundirse con Dios, de la misma manera que una gota de agua desprendida de una
ola por la acción del viento, al caer en el océano se vuelve océano perdiendo
su individualidad como gota independiente. Para que esto ocurra, para que el
alma pueda finalizar sus viajes a la materia tiene que haber alcanzado un
estado de pureza total y de Amor total, es decir, tiene que ser “casi” igual
que Dios. Hasta que eso ocurra seguirá siendo un alma individual.
Recuerdo que la primera vez que escuché
esto sentí un escalofrío que recorrió mi cuerpo desde la coronilla hasta la
punta de los dedos de los pies, como si estuviera muriendo en ese instante, o
lo que yo imaginaba entonces que era morir, algo que yo siempre había desdeñado. Decía que no solo no tenía miedo a la muerte, sino que me encantaría ir al otro
lado de la vida para ver cómo era. Sin embargo, en ese momento al pensar que
iba a dejar de ser un alma individual, sin llegar a entender y mucho menos a
integrar la grandeza de, no ya de ser Uno con Dios, sino de ser Dios, entré en
pánico, porque ya no era perder el cuerpo, era perder también el alma. Por supuesto no me lo creí, ya que se enfrentaba a lo que yo creía, que no era más que lo que yo deseaba entonces.
Ahora que han pasado una pila de años, y
deseo fervientemente la llegada de ese momento, ya sin ningún tipo de trauma, esa
experiencia me sirve para colocarme en el lugar de los que me dicen que tienen
miedo a morir, pero que de alguna manera les alivia creer que seguirán como
almas. ¡Si supieran que un día tampoco seguirán como almas!
Todos estos miedos solo son
razonamientos de la mente y de la vida en la materia, porque cuando estamos al
otro lado de la vida, el volver a ser parte de Dios es lo único que ansiamos,
de ahí nuestro afán por volver a la vida una y otra vez para ver si aprendemos
a Amar de una vez por todas y se acaba de una vez este peregrinaje. Tarea
difícil o al menos lenta, muy lenta. El no tener conciencia de lo que somos
hace que nos olvidemos de nuestra auténtica realidad y del objetivo de nuestro
viaje a la materia.
La mejor manera de avanzar en el
laberinto de la vida es ver a Dios en el otro, es verlo en el animal, en la
planta, en la montaña. Si te cuesta trabajo ver a Dios, pues cambia, en lugar de ver a Dios
piensa que es tu madre, o tu hijo, o mejor, tu mismo.
Todas almas que un día decidieron encarnar tuvieron una primera vida. Esa primera
vida, como todas las posteriores sólo tenía un fin en sí misma: Retornar a Dios,
y para conseguir ese fin esa primera vida, como todas las posteriores estaba
perfectamente planificada, programada y estructurada con un Plan de Vida
consensuado con el mismo Dios.
Cabría suponer que todos los que llegan
por primera vez a la vida física tendrían que tener el mismo Plan Divino, ya
que todos van a realizar el mismo camino de ida: desde Dios, y el mismo camino de
vuelta: a Dios.
Sin
embargo, no es así. Cada primer Plan de Vida es diferente para cada alma porque
cada alma elige para su viaje un vehículo diferente y una actividad central,
que suele repetirse con matices diferentes en las sucesivas vidas. No es lo
mismo ser médico y ayudar a las gentes a sanar en el siglo XXI, que intervenir
en sanaciones hace millones de años. No es lo mismo ser abad de un monasterio
católico en el siglo XXI que ser un monje jaina (Jainismo) en el siglo III.
Lo
único que tienen en común todos los planes es que en todos se ha de aprender a
Amar en la materia como si estuviéramos al otro lado. Esto es lo esencial.
Podemos elegir actuar como rey, como mendigo, como banquero o como anarquista,
es indiferente, esa elección solo tiene un fin en sí misma: Aprender a Amar.
Los
Planes de Vida tienden a igualarse, excepto en lo esencial, según se van
sucediendo las vidas porque todos los seres humanos vamos cometiendo
prácticamente los mismos errores y todos vamos acumulando Karma vida tras vida,
lo cual es normal ya que todos tenemos las mismas enseñanzas inútiles, y nos
las vamos transmitiendo nosotros mismos generación tras generación.
¡Qué
diferente sería si nos permitiéramos saber que hacemos aquí y cuál es el
proyecto a realizar!, o no. Porque los seres humanos somos tan apegados a la
materia y a nuestras propias creencias, que cualquier pensamiento nuevo y que no
parezca resonar con nuestra propia sintonía es rechazado de inmediato.
Y
eso que las creencias solo son pensamientos, que se van adquiriendo de las
personas que ayudan a crecer al bebé, del lugar en el que se nace, de la
religión del propio lugar, del color de la piel, y de otras tantas
circunstancias pasajeras, que finalizan con la muerte del cuerpo. Y con toda
seguridad, en la próxima vida, se cambiarán las creencias porque seguro que se
nace en la orilla contraria, con un color distinto de piel, con otra religión y
con un sistema político opuesto al anterior.
Si
somos capaces de entender esto, ¿No sería mejor aparcar la creencia y ver al
otro como a uno mismo, limpio, puro, sin prejuicios, sin críticas?, ¿No sería
mejor en lugar de separar, tratar de unir?, ¿No sería mejor enfocarnos todos,
es decir toda la humanidad, en hacernos más fácil nuestro paso por la vida?,
¿Para qué sufrir?, ¿Para qué engañar si tienes que pagar el engaño en la
próxima vida?, ¿Para qué robar si tienes que devolverlo más pronto que tarde?,
¿Para qué perder otra vida luchando por aumentar tus ahorros si en tu próxima
vida vas a actuar de indigente?, ¿Para qué seguir actuando solo como humanos
cuando somos básicamente almas?
Esta es una anécdota de un paciente,
que me ha permitido relatar, siempre que no dijera su nombre. Me ha parecido
interesante por la explicación que da a dos emociones molestas, tristeza y
ansiedad.
El hombre abrió los
ojos. Aún estaba completamente oscuro, no se veía ni el más mínimo resquicio de
luz.
-“¿Qué hora será?”, pensó, “Deben de
ser cerca de las cinco. Ya no tengo sueño”.
Extendió su mano
hacia la mesilla de noche donde estaba el reloj despertador, uno de esos en los
que apretando una tecla en la parte superior se ilumina la hora en el techo de
la habitación, apretó la tecla y se reflejó la hora: Eran las cuatro y
diecinueve.
-“¡Cómo se nota que anoche me acosté
temprano!”, siguió en su soliloquio el hombre, “Aún puedo meditar un rato antes
de levantarme”.
Y así, tal como
estaba, acostado, dejo caer los caer los brazos a ambos lados del cuerpo, separó
un poco las piernas y llevó la atención a su respiración. Respiraba lentamente,
y después de cada exhalación suspendía la respiración unos segundos. Las
sensaciones en su cuerpo empezaron a aparecer, al principio era una especie de
cosquilleo en las manos, en los pies y en la cresta de la cabeza, pero casi de
inmediato esas sensaciones se multiplicaron, el cosquilleo se incrementó hasta
convertirse en una especie de vibración ligera, que se extendió a todo el cuerpo.
Sentía el cuerpo pesado, se sentía uno con el colchón, uno con la habitación,
uno con la vida, pero…., había más, notaba algo que le hacia percibir su
individualidad, notaba algo que le acompañaba con mucha frecuencia en su
despertar, tanto si se demoraba meditando durante unos minutos, como si se
levantaba de inmediato. Lo mismo lo notaba meditando que en la ducha o
afeitándose: Era una sensación de tristeza, era un punto de ansiedad.
-“Otra vez aquí, y ¿Por qué?, si no hay
nada consciente en mi vida que me lleve a sentir esta sensación de tristeza,
todo es felicidad y alegría, ¿Por qué será?”
Es un hombre joven, a
punto de llegar a la cuarentena, felizmente casado, enamorado de su esposa,
enamorado de sus hijos, (tiene una parejita de diez y ocho años), con un
trabajo apasionante, como él dice, y yo personalmente puedo dar fe de su
alegría de vivir.
Esta sensación de
tristeza y ese punto de ansiedad le duraban casi una hora, no sabía la razón
por la que aparecían al despertarse, y lo que hacia durante el tiempo que permanecían
en él era bendecir a los miembros de su familia, amigos y conocidos, así como
ofrecer a Dios su día y agradecer la vida. Esta era la manera que había descubierto
para volver a su estado alegre, que era su estado habitual.
Cada día se
preguntaba ¿Por qué?, sin encontrar la respuesta, hasta que un día……..
Los momentos en los
que este hombre se encontraba más conectado con “no sabemos muy bien qué” eran
meditando y en la ducha. En esos momentos llegaban a su mente pensamientos que,
(aunque todos sabemos que los pensamientos son imprevisibles), parecían
colocados en su cerebro por una mente ajena y que él mismo calificaba como
“resbalaciones”, ya que eran una especie de revelaciones, por supuesto sin
ninguna confirmación ni certeza y que como se producían en la ducha él las
llamaba así, resbalaciones. El caso es que normalmente tenía en cuenta, siempre
con mucha cautela, eso que aparecía en su mente y le iba bien, (dejémoslo ahí,
a petición suya), en un ochenta por ciento de los casos.
Pues bien, este día,
dejó su meditación cerca de las cinco de la mañana, que suele ser la hora
habitual en que se levanta. (Lo hace a esa hora porque comienza a trabajar a
los ocho y Lima es una mega ciudad con un caos vehicular importante y se
necesita tiempo para desplazarse por la ciudad).
Llegó al cuarto de
baño con la misma sensación de tristeza, que no había desaparecido con la
meditación, y cuando entro en la ducha apareció en su cerebro una resbalación:
-“Esta noche has estado en el otro lado
de la vida y la tristeza y la ansiedad que sientes solo son consecuencia de la
nostalgia inconsciente que sientes por volver al otro lado de manera definitiva”.
Y
nuestro hombre comenzó a hablar con su pensamiento:
-“Bueno, si se supone que voy al otro
lado de la vida cada noche, ¿Por qué siento nostalgia unos días si y otros no?
-“Sencillamente por lo que haces al
otro lado. Unos días estás volcado en cuestiones para la vida física que no te
causan ningún tipo de añoranza, pero otros estás colaborando con los seres que
permanentemente están en ese otro lado de la vida y durante cierto tiempo
después de despertar añoras el Amor, la alegría y la paz que has vivido”.
-“Y ¿Qué hago para no sentir esa
nostalgia?, ¿Me suicido?”
-“Llegará un día en que ya no tendrás
esa nostalgia. No porque ya no tengas ganas de volver, sino porque habrás aceptado
cosas de ti que hoy no aceptas, esas cosas que te parecen inaceptables, y
habrás integrado en ti el trabajo que has venido a hacer. A pesar de tu cambio,
que ha sido, o mejor está siendo importante y costoso, estas lejos de la senda
que te has propuesto recorrer para esta encarnación”.
-“Y ¿Qué trabajo he venido a hacer?”
-“Tú lo sabes”
-“Ya estamos con huevadas”, (Es la
palabra que él dijo).
-“Cuando aceptes hasta eso que te
parece inaceptable de ti, cuando te permitas ser quien realmente eres, cuando te
ames realmente, tu misión aparecerá”.