Querido hijo:
Quiero empezar
diciéndote algo importante: nunca me enfado contigo, ya lo sabes, incluso
cuando tú te molestaste conmigo hace unos días. Entiendo perfectamente tus
emociones y tus momentos de frustración. Sé cuánto te preocupan, en estos
momentos, los asuntos económicos, y sé que cada gasto inesperado puede generar
inquietud. Pero también quiero recordarte que, en los momentos en los que
parece que las cosas están fuera de tu control, allí estoy yo, trabajando
silenciosamente a tu favor.
Lo que ocurrió con tus
gafas fue, como tú bien lo llamas, una sincronicidad. Cada pequeño detalle de
esa experiencia fue parte de un entramado más amplio, diseñado no para
complicarte la vida, sino para ayudarte a descubrir una solución que parecía
escondida a primera vista. Piensa en lo que podría haber ocurrido si hubieras
encontrado una montura compatible en la óptica: habrías gastado dinero
innecesariamente. Pero en cambio, te di la oportunidad de ver con otros ojos,
de mirar más de cerca, y finalmente encontraste la pieza que faltaba. Fue un
recordatorio, querido hijo, de que la paciencia y la observación pueden revelar
soluciones inesperadas. Y no solo con tus gafas. Imagina que la misma vida es
como esas gafas y obsérvala y ten paciencia y acéptala.
La experiencia que
viviste con el certificado de empadronamiento fue otra oportunidad para
aprender a confiar en el flujo de las cosas. Cuando encontraste esa multitud en
la oficina municipal, podría haber sido fácil caer en la desesperación. Pero
algo dentro de ti—esa pequeña chispa de intuición que también es parte de mí—te
llevó a preguntarte si habría otra manera de conseguirlo. Esa chispa es la voz
de tu espíritu, que se conecta conmigo en los momentos en los que tu mente está
abierta a escuchar. Y gracias a esa chispa, encontraste la manera de obtener el
documento desde la comodidad de tu hogar.
Es cierto que algunos
días, mi presencia puede parecer más evidente. Sin embargo, quiero que sepas
que no hay un solo momento en tu vida en el que no esté contigo. Siempre estoy
allí, en cada respiración, en cada paso que das. En los días llenos de alegría,
cuando todo parece fluir; y también en los días oscuros, cuando los problemas
parecen apilarse uno sobre otro. Estoy contigo en cada sincronicidad que te
asombra, y también en los momentos en los que la vida parece caótica y sin
rumbo. Mi amor por ti no depende de tus emociones ni de tus percepciones,
porque es eterno e incondicional.
Entiendo que durante
los últimos nueve meses te hayas sentido desconectado de esas sincronicidades
que tanto te impactaron al llegar a España. Por supuesto que han ocurrido, pero
tu mente estaba demasiado ocupada lidiando con los desafíos del día a día. Es
natural, hijo mío. La vida está llena de preocupaciones y responsabilidades que
pueden nublar nuestra capacidad para ver los pequeños milagros que suceden a
nuestro alrededor. Pero quiero que sepas que nunca he dejado de estar presente.
Aunque no siempre puedas sentirme, siempre estoy trabajando a tu favor.
Tu decisión de meditar
más últimamente es un hermoso paso hacia reconectar con tu sensibilidad
espiritual. La meditación no solo calma la mente, sino que también abre el
corazón y el alma a mi presencia. Cuando te sientas en silencio y permites que
el ruido del mundo se apague, me das la oportunidad de hablarte de manera más
clara. No con palabras, sino a través de sensaciones, intuiciones y pequeñas
señales que te guían. Sigue meditando, querido hijo. Es una herramienta
poderosa para volver a conectar contigo mismo y conmigo.
Quiero agradecerte por
tus palabras de gratitud y amor. Saber que has reconocido mi presencia y mi
mano en los pequeños detalles de tu vida llena mi corazón de alegría. Pero
también quiero recordarte algo importante: mi amor por ti no depende de que
seas perfecto, ni de que siempre me notes, ni de que nunca te enfades conmigo.
Mi amor es constante, inmutable, eterno. No hay nada que puedas hacer que me
aleje de ti, y no hay nada que puedas hacer que me acerque más. Siempre estoy
aquí, con los brazos abiertos, esperando a que te des cuenta de que nunca estás
solo.
Te invito a que sigas
confiando en mí, incluso en los momentos en los que parece que todo está en tu
contra. Confía en que cada dificultad tiene un propósito, incluso si no puedes
verlo de inmediato. A veces, las pruebas más duras son las que te preparan para
las mayores bendiciones. Sé que a veces puede ser difícil entender el porqué de
las cosas, pero quiero que recuerdes que mi plan para ti siempre es bueno,
siempre busca tu bienestar.
Quiero que sigas
observando los pequeños detalles de tu vida. No necesitas buscar grandes
señales ni milagros espectaculares para sentirme. Estoy en las cosas más
simples: en el canto de un pájaro, en la sonrisa de un desconocido, en la brisa
que acaricia tu rostro. Estoy en las pequeñas coincidencias que parecen
insignificantes, pero que en realidad son parte de mi amor y mi cuidado por ti.
Y, sobre todo, hijo
mío, quiero que recuerdes que no estás solo. No importa cuán difícil sea el
camino que recorres, siempre estoy contigo. Mi amor es tu refugio, mi guía es
tu luz. Confía en mí, incluso cuando no entiendas los giros y vueltas del camino.
Porque, aunque no siempre puedas verlo, siempre estaré trabajando
silenciosamente para llevarte hacia donde necesitas estar.
CARTAS A DIOS - Alfonso Vallejo
No hay comentarios:
Publicar un comentario