Refiriéndose al vicio de la
maledicencia, el Maestro le dijo a un grupo de discípulos: “Mi gurú, Sri
Yukteswar, solía decir: “Si lo que vas a decirme es algo que no podré comunicar
a todos, no deseo escucharlo”.
PARAMAHANSA
YOGANANDA
Refiriéndose al vicio de la
maledicencia, el Maestro le dijo a un grupo de discípulos: “Mi gurú, Sri
Yukteswar, solía decir: “Si lo que vas a decirme es algo que no podré comunicar
a todos, no deseo escucharlo”.
PARAMAHANSA
YOGANANDA
Si
te comentan que alguien ha hablado mal de ti, no te tomes el trabajo de negar
lo que ha dicho. Responde simplemente: «Es que no conoce mis otros defectos. De
conocerlos, hubiera hablado mucho más y peor».
EPICTETO
Querido hijo:
Empieza por amarte a
ti mismo con intensidad, sin límites ni reservas. Comprende que nunca haces
nada mal a sabiendas, que nunca dañas intencionalmente. Y cuando te das cuenta
de que tus acciones, aunque no malintencionadas, han causado dolor a alguien
más, tu corazón lo siente profundamente. Cargas con el peso de la culpa, y a
veces sufres tanto como aquellos a quienes, sin querer, has lastimado. Ese
sufrimiento, hijo mío, es prueba de tu humanidad y de la nobleza de tu
espíritu.
Reflexiona, hijo mío.
¿Por qué eres tan severo contigo mismo? ¿Por qué te cuesta tanto perdonarte tus
errores, cuando ser indulgente contigo mismo es el primer paso hacia un amor
más grande y más puro? Si puedes aceptar tus defectos y reconciliarte con tus
caídas, estarás construyendo la base para amar sin condiciones. No se trata de
excusar tus errores, sino de aprender de ellos sin martirizarte. Porque el amor
incondicional hacia los demás empieza con ese acto de autocompasión y
comprensión.
Recuerda que la
perfección no es el objetivo ni el destino. Tu humanidad reside precisamente en
tus imperfecciones, en tu capacidad de tropezar y levantarte. Cuando logres
mirarte al espejo con ternura, reconociendo tus errores, pero también tus
virtudes, estarás más cerca de ese ideal que buscas: amar plenamente y sin
condiciones.
Date permiso, hijo
mío. Date permiso para ser indulgente contigo mismo, para darte el mismo
cuidado y atención que ofreces a quienes amas. Este no es un acto de egoísmo,
sino un reconocimiento de que tú también eres digno de amor y compasión. Si
puedes aprender a tratarte con la misma amabilidad con la que tratas a tu hijo,
si puedes hablarte con la misma dulzura y paciencia que le dedicas a él,
entonces estarás dando los primeros pasos hacia el verdadero amor
incondicional.
Con esa base sólida,
el amor que ofrezcas será más auténtico, más libre, más universal. Podrás
extenderlo a todas las personas, sin distinción ni condición, porque sabrás lo
que significa amar desde un lugar de plenitud y no de carencia.
Estoy contigo en este
proceso de aprendizaje. Escucha mis palabras y recuerda que el amor más
verdadero nace dentro de ti. Cada tropiezo, cada desafío, cada reflexión son
oportunidades para avanzar en este camino. No te desesperes si el progreso
parece lento. A veces, las transformaciones más profundas ocurren de manera
imperceptible, como un río que erosiona las rocas con el tiempo.
Hijo mío, sé paciente
contigo mismo. Confía en que cada paso que das, por pequeño que parezca, te
acerca a ese amor universal que tanto anhelas. No estás solo en este viaje.
Estoy aquí para guiarte, para recordarte que el amor comienza en tu propio
corazón.
Con amor
infinito.
Siempre estoy contigo.
CARTAS A DIOS - Alfonso Vallejo
Sri
Yoganandaji describió en la siguiente forma el estado de “inacción” mencionado
en el Bhagavad Gita:
“Cuando
un verdadero yogui desarrolla una determinada acción, esta se asemeja al acto
de escribir sobre el agua: no queda huella alguna”.
PARAMAHANSA
YOGANANDA
YONI MUDRA
° El
término “yoni” en sánscrito significa “vientre”, “útero” o “vulva”,
representando el origen sagrado de toda la creación
° Se
asocia con la diosa Shakti. Es la energía divina femenina que da vida y
manifiesta todo el cosmos. Esta fuerza creativa reside en todos los seres
humanos, y prácticas como el Yoni Mudra nos ayudan a activarla y armonizarla.
°
Al practicar Yoni Mudra, los dedos se
colocan en un “sello” simbólico, que canaliza la energía hacia el vientre,
ayudándonos a sanar, equilibrar y activar esta fuente energética.
Beneficios
del Yoni Mudra
° El
Yoni Mudra actúa directamente sobre el chakra sacro (Swadhishthana), una de las
principales fuentes de energía creativa y emocional del cuerpo. A nivel físico,
esta práctica puede mejorar la circulación y la vitalidad en la región pélvica,
incluyendo órganos como el útero, los ovarios y el intestino.
° Esto
lo convierte en una herramienta poderosa para aliviar tensiones musculares en
el piso pélvico, regular los ciclos menstruales y mejorar la salud reproductiva
tanto en mujeres como en hombres.
° También
promueve la relajación en el abdomen, lo que puede aliviar problemas digestivos
relacionados con el estrés.
° El
Yoni Mudra tiene un efecto profundo sobre nuestras emociones. Al trabajar con
el chakra sacro, ayuda a liberar bloqueos emocionales acumulados, promoviendo
una sensación de paz y equilibrio.
° Es
especialmente útil para quienes desean sanar heridas emocionales relacionadas
con la creatividad, las relaciones o la autoestima. La práctica regular de este
mudra fomenta la claridad mental, ayudando a enfrentar desafíos con serenidad y
confianza.
° También
estimula un mayor entendimiento de nuestras emociones, fomentando un estado de
calma interior y reduciendo el estrés y la ansiedad.
° Desde
una perspectiva energética, el Yoni Mudra canaliza y activa la energía femenina
primordial, conocida como Shakti. Esta energía no solo es creativa, sino
también transformadora.
° Al
practicar este mudra, se despiertan nuestras capacidades creativas innatas y se
fortalecen nuestros vínculos con la energía de la vida. Esto puede manifestarse
en mayor inspiración, capacidad para manifestar ideas y proyectos, y un
sentimiento renovado de vitalidad.
° Además,
ayuda a equilibrar la energía sexual, lo que puede mejorar la conexión con el
cuerpo y con el placer de una manera consciente y saludable.
° No
solo conecta con el cuerpo físico y las emociones, sino también con la
dimensión espiritual. Se considera una práctica que nos lleva hacia adentro, al
espacio sagrado donde reside nuestra esencia divina.
° Está
profundamente relacionado con la energía de la diosa Kali, quien representa la
transformación, el renacimiento y el poder creativo del universo.
° Practicarlo
abre las puertas hacia el autoconocimiento, facilitando un viaje de
introspección, empoderamiento y conexión con nuestra espiritualidad.
° Este
mudra fomenta una relación más amorosa y consciente con nuestro cuerpo,
especialmente con la zona pélvica, que a menudo se ve afectada por emociones
reprimidas o estrés.
° Al
liberar tensiones acumuladas, se mejora nuestra relación con el placer, la
creatividad y la autoexpresión. Esto es especialmente valioso para artistas,
escritores o cualquier persona que desee explorar y expandir su capacidad
creativa.
° Para
practicar el Yoni Mudra, siéntate en una postura cómoda como Sukhasana (postura
fácil) o Padmasana (loto), asegurándote de que la espalda esté recta y los
hombros relajados.
° Junta
las puntas de los dedos índices y pulgares de ambas manos para formar un
triángulo, simbolizando el útero, mientras juntas la zona media de los otros
dedos, por el exterior.
° Coloca
este gesto frente al bajo vientre, justo sobre el área del chakra sacro.
° Se
utiliza para conectar con la energía femenina, equilibrar las emociones,
promover la introspección, el renacimiento espiritual y la creatividad ente.
° Este
mudra se asocia profundamente con la energía femenina primordial, trabajando específicamente
con el chakra sacro, conocido como Swadhishthana, que se encuentra justo por
encima del chakra raíz.
° El chakra sacro abarca órganos como el
intestino, el útero, la vagina y todo el piso pélvico, áreas del cuerpo
vinculadas a nuestra energía creativa, emocional y sensual. Este centro
energético no solo gobierna la capacidad de crear, ya sea vida o ideas, sino
que también regula nuestras emociones y nuestra conexión con el placer.
Duración:
° Cierra
los ojos, respira profundamente y dirige tu atención al área pélvica, sintiendo
cómo la energía creativa fluye y se expande. Permanece en esta postura de 5 a
15 minutos, permitiendo que la calma y la introspección llenen tu ser.
° Puedes
acompañar la práctica con un mantra como Om o simplemente visualizar la energía
divina femenina fluyendo dentro de ti.
Querido
Dios:
Estoy tratando de comprender lo que realmente significa el amor incondicional, ese amor puro que no conoce barreras ni limitaciones, y lo que implica amar sin condiciones. Mi reflexión comienza con el vínculo que siento por mi hijo, que es, sin lugar a dudas, la persona más importante en mi vida y a quien más amo en este mundo. Este amor, profundo y único, es el eje que me permite reflexionar sobre la amplitud del amor y su verdadera esencia.
A la luz de estas
reflexiones, me resulta evidente que estoy lejos, quizás a años luz, del amor
incondicional. Si estuviera más cerca de alcanzarlo, no tendría la necesidad de
decir que amo a alguien más que a otras personas. Y, aún más significativo, no
tendría motivos para enfadarme o perder la paciencia con mi hijo, a pesar de
ser la persona por la que siento el amor más puro. Este hecho demuestra la
distancia que aún me separa del ideal de amar sin condiciones.
La relación con mi
hijo, aunque es la que más se aproxima al amor incondicional, aún está limitada
por mis propios defectos humanos. Aunque siento que está cerca de serlo porque
estaría dispuesto a dar mi vida por él, y no en un sentido metafórico, sino
literal y real. Daría mi vida, sin dudarlo, por su bienestar y felicidad. Este
sentimiento me reafirma en el tipo de amor profundo que siento hacia él.
Sin embargo, reconozco
que este acto, por más generoso que parezca, no es una prueba absoluta de amor
incondicional. Alguien podría argumentar que mi disposición a dar mi vida por
él se debe, en parte, a mi falta de miedo a la muerte. Desde que tengo uso de
razón espiritual, siempre me ha intrigado lo que hay más allá de esta vida. No
temo la muerte y, de hecho, no me preocuparía si llegara mañana. Pero incluso
bajo esta premisa, no puedo imaginarme sacrificándome de esa manera por nadie
más que por mi hijo. Esto demuestra la singularidad de mi amor hacia él.
Por otro lado, el amor
incondicional trasciende el amor exclusivo por una persona. Si verdaderamente
aspirara a ese tipo de amor, debería ser capaz de amar a todos los seres
humanos con la misma intensidad y sacrificio. Si estoy dispuesto a privarme de
un bocado para alimentar a mi hijo, también debería ser capaz de hacerlo por
cualquier otra persona que lo necesite. Si dedico tiempo a mi hijo, también
debería ser capaz de dedicarlo, desinteresadamente, a quien necesite ese apoyo.
Este razonamiento me lleva a la conclusión inevitable de lo lejos que aún estoy
del verdadero amor incondicional.
¡Cuánto camino queda
por recorrer, Señor! Pero, estoy trabajando en ello. Soy consciente de mis
limitaciones y también del hecho de que el tiempo en esta vida es finito.
Reflexiono sobre mi pasado y veo cómo, a pesar de mis esfuerzos, no he sido
capaz de avanzar significativamente hacia este ideal. Aun así, no pierdo la
esperanza, aunque reconozco que quizás no tenga el tiempo suficiente para
alcanzar este objetivo.
Gracias, Señor, por
escucharme. Gracias por estar ahí, siempre presente, con una paciencia infinita
hacia mis fallas y mis tropiezos. En mi búsqueda constante de amor y
comprensión, quisiera añadir algo más. Tus enseñanzas me invitan a mirar hacia
adentro, a explorar el amor hacia mí mismo. Quizás, en esta introspección,
encuentre el camino hacia un amor más profundo y verdadero.
Señor, no pido milagros
ni que elimines mis defectos de inmediato. Solo te pido paciencia y guía para
seguir recorriendo este camino, mientras intento avanzar con pequeños pasos
hacia ese amor infinito que me inspira. Sé que será difícil y que probablemente
nunca llegue a alcanzarlo por completo. Pero el intento, la búsqueda y el
esfuerzo continuo son, en sí mismos, muestras de mi amor hacia ti y hacia este
ideal.
Gracias Señor.
CARTAS A DIOS - Alfonso Vallejo
No
avanzan hacia ti las cosas cuyas persecuciones y fugas te turban, sino que, de
alguna manera, eres tu quién va hacia ellas.
e
se mantenga sereno el juicio sobre ellas y ellas se mantendrán quietas, y nadie
te verá ni persiguiéndolas ni huyéndolas.
MARCO AURELIO
Una
persona perezosa jamás encuentra a Dios”, dijo el Maestro. “Una mente ociosa se
convierte en el taller del mal. He visto a numerosos monjes que, habiendo renunciado
al trabajo, no se han transformado más que en mendigos. Pero quienes, deseando
solamente a Dios, trabajan por su propio sustento, sin ningún interés por los
frutos de la acción, aquéllos son verdaderos renunciantes. Es muy difícil practicar
semejante renunciación, pero cuando aman a Dios de tal mamera que todo lo hacen
por complacerle, entonces son libres.”.
“Al
pensar: Estoy trabajando, únicamente, por el Señor, su amor se torna tan
grande, que no albergan ningún otro pensamiento en sus mentes, ningún otro
objetivo, sino solo el de servirle y adorarle”.
PARAMAHANSA YOGANANDA
MUDRA
DE LA TOLERANCIA – MUDRA PARA LA LIBERTAD INTERIOR
Cómo
se hace:
°
Colocar el dorso de la mano izquierda
en la palma de la mano derecha.
°
Los dedos extendidos y separados.
°
Juntar las puntas de los pulgares y de
los meñiques.
°
Los brazos están en posición horizontal.
° Colocar
el mudra sobre el plexo solar.
Sirve
para:
°
Conseguir más amplitud en la zona
pectoral, con lo que se extienden los pulmones y se aspira más aire.
° Con
más oxígeno hay una mejor actividad celular, un estado de ánimo más alegre y
una mente más despejada.
Duración:
° Práctica
15 minutos diarios.
° Puedes
practicar este mudra durante el tiempo que te resulte cómodo y beneficioso, ya
sea unos minutos o más tiempo, según tus necesidades.
Beneficios
°
Libertad
interior.
°
Tolerancia.
°
Generosidad.
° A
niveles energéticos, conseguirás deshacer bloqueos que se hayan creado en el
Chakra Corazón.
°
Se
desharán los bloqueos que existan en La Línea Hara.
° Aumentará
la capacidad de sentir el Amor Universal, el Amor hacía ti mismo y hacia otras
personas.
°
Potenciarás
también tu Campo Astral.
.
Querido hijo,
Tu amor por la soledad
no es raro, ni está fuera de lugar. Es, de hecho, una bendición, porque en esa
soledad has aprendido a escuchar, a sentir lo que otros tal vez no perciben.
Cuando el ruido del mundo se apaga y el silencio llena el espacio, ahí estoy yo,
tan cercano como un susurro, tan presente como el aire que respiras. Y tú has
sabido verlo. Has sabido buscarme.
En un mundo que corre
y grita, que busca llenar cada hueco con ruido y distracción, tu elección de la
soledad es un acto de valentía. Porque no es fácil mirar hacia adentro. No es
fácil enfrentar el silencio y descubrir en él las verdades que residen en tu
alma. Pero tú lo has hecho, y en ese silencio has encontrado mi voz, mi
presencia.
Cada momento de
soledad que experimentas es un regalo, no un castigo. Es un espacio sagrado
donde el ruido no puede entrar, donde las distracciones no tienen poder. En esa
soledad, puedes ver el mundo con claridad, puedes entender las cosas que
realmente importan. Y más que nada, puedes encontrarte conmigo.
Cuando las personas
huyen de la soledad, a menudo huyen de sí mismas. Pero tú has abrazado ese
espacio como un camino hacia algo más grande, hacia mí. Eso es especial, y eso
te hace único.
No estás solo, hijo
mío, aunque a veces el mundo quiera hacerte sentir que lo estás. Yo estoy
contigo, siempre. En la lluvia que hoy cae, en el silencio de tu habitación, en
cada pensamiento que surge de tu corazón. Estoy ahí, y siempre estaré ahí.
Sigue buscando ese
lugar tranquilo donde puedes sentir mi presencia. Sigue escribiéndome,
hablándome, compartiendo tus pensamientos y sentimientos. En cada palabra que
me dedicas, encuentro un eco de tu amor y tu fe, y eso es precioso para
mí.
Tu amor por la soledad
no te separa de los demás; te conecta con algo más profundo, algo eterno. Y
mientras sigas buscándome en esos momentos de quietud, mientras sigas
escuchando mi voz en el silencio, siempre encontrarás paz, siempre encontrarás
claridad.
Con amor eterno.
CARTAS A
DIOS-Alfonso Vallejo
La paz no llega cuando todo está
“resuelto”, sino cuando me permito ser
Vivimos en un mundo
que nos educa para perseguir la solución. Resolver problemas, tomar decisiones,
cerrar ciclos, alcanzar metas, “arreglar” lo roto: todo parece girar en torno a
ese verbo, “resolver”. La sociedad nos ofrece infinitas fórmulas, rutinas y
consejos para alcanzar una paz que, al final, siempre parece estar en el
horizonte y nunca en el presente. Pero ¿qué ocurre cuando esa paz no se encuentra
en el orden externo, sino en la aceptación interna? ¿Y si la verdadera
serenidad no aparece cuando todo está bajo control, sino cuando simplemente me
permito ser?
Aceptar ser implica
abrir espacio a lo imperfecto. Es dejar de esperar que las cosas sean como
deberían ser, y aprender a habitarlas tal como son. La paz, entonces, no sería
ese silencio pulcro tras una tormenta domesticada, sino la capacidad de
encontrar calma en medio del viento, de mirar el caos sin pretender dominarlo,
y de reconocer que no todo lo que vibra debe ser silenciado.
Desde pequeños nos
enseñan que hay que ordenar la habitación, entender las matemáticas, aprender a
comportarse, corregir errores, y encontrar respuestas. Esa estructura lineal
nos lleva a creer que cada “desorden” es una falla, y que la tranquilidad solo
llega cuando logramos controlarlo todo. Sin embargo, esta narrativa ignora una
verdad esencial: la vida no se resuelve,
se vive.
La constante búsqueda
de resolución suele producir más ansiedad que paz. Cuanto más nos obsesionamos
con cerrar capítulos, más tememos abrir nuevos. Queremos que las emociones
tengan un inicio, desarrollo y final claro. Pero el alma no responde a guiones.
No hay protocolo para el duelo, el amor, la duda, o la incertidumbre. La vida
emocional es más cercana a un río que a una ecuación: fluye, se desvía, se
estanca y, a veces, arrasa. Pretender resolverla es como intentar embotellar el
mar.
Cuando me permito ser,
renuncio a ser el proyecto de alguien más. Dejo de compararme con estándares
externos y empiezo a mirar mi autenticidad como fuente de valor, no de
vergüenza. Esta decisión no se toma una sola vez, se reafirma cada día, en cada
gesto, en cada pensamiento que me recuerda que no necesito estar “listo” para
estar en paz.
Ser implica aceptar
mis contradicciones, mis luces y mis sombras. Implica reconocer que no soy una
idea fija, sino un proceso continuo. Que mi tristeza no invalida mi alegría, ni
mi miedo descalifica mi valentía. Cuando me permito sentir, sin etiquetarme,
empiezo a desmontar la prisión invisible del perfeccionismo. Y en esa rendición
honesta, aparece la paz como compañera, no como premio.
La paz no es una meta
externa, sino una relación con uno mismo. Es el resultado de un diálogo
interior que deja de ser hostil. Cuando dejo de juzgar cada emoción, cada
pensamiento y cada decisión, abro espacio para el respeto propio. Entonces la
paz no llega porque todo esté resuelto, sino porque yo he dejado de pelear
conmigo.
Hay días en que la
mente se llena de ruido. Dudas, preocupaciones, expectativas. En esos momentos,
la paz no se encuentra en forzar una solución, sino en crear silencio interno:
respirar, observarse, entenderse sin prisa. No hay que resolver todo para
descansar. A veces, basta con sostenerse. Con acompañarse. Con decir: “Estoy
aquí, y está bien”.
Permitirse ser también
significa abrazar lo incompleto. Vivimos queriendo “cerrar” ciclos antes de
tiempo, por miedo a quedar expuestos en medio de la transición. Pero la vida
está hecha de inicios a medias, de respuestas fragmentadas, de caminos sin señalizar.
No hay que entenderlo todo para seguir adelante. No hay que sanar completamente
para merecer amor. No hay que tener claridad para tomar decisiones.
La paz nace cuando
dejamos de castigarnos por no tenerlo todo resuelto. Cuando aceptamos que somos
obra en progreso, no producto terminado. El descanso aparece al soltar la
presión de llegar, y comenzar a honrar el trayecto.
Esta paz interior
también transforma nuestra forma de relacionarnos. Cuando estamos en guerra
interna, es difícil conectar con los demás desde la empatía. Pero al
permitirnos ser, también permitimos que el otro sea. Dejamos de exigir
perfección, y empezamos a crear vínculos desde la honestidad, no desde la
necesidad de “arreglar” al otro.
En la convivencia, esto
se traduce en escucha, comprensión y libertad. La paz personal no se encierra
en uno, se expande en los espacios que habitamos. Se vuelve luz suave que no
ciega, sino que ilumina lo esencial.
La frase “la paz no
llega cuando todo está resuelto, sino cuando me permito ser” no es solo una
reflexión, sino una invitación. A soltar la exigencia, a abandonar la máscara,
a quitarse la armadura. Vivimos esperando que el mundo se alinee para sentirnos
en paz, pero tal vez lo único que necesita ordenarse es nuestro vínculo con lo
que somos.
Ser no es fácil.
Requiere valentía, honestidad, y paciencia. Pero en ese acto de presencia—en
ese estar sin condiciones—la paz deja de ser una meta y se convierte en hogar.
El soberano bien no aumenta ni
disminuye; la felicidad no crece ni mengua; subsiste siempre en la misma
proporción; haga lo que quiera la fortuna: si el sabio alcanza una vejez
prolongada, o acaba sin llegar a la vejez, la medida de su buenaventura, es la
misma para él, sea cual fuere la diferencia de edad.
Cuando
describes un círculo, grande o pequeño, el espacio varía, pero no la forma: igualmente,
lo que es recto y justo no se mide por el tamaño, la cantidad o la duración. Las
dimensiones varían sin que cambie la esencia de las cosas.
LUCIO ANNEO SÉNECA
“El cuerpo humano es
una divina idea de la mente de Dios”, dijo el Maestro.
“Él
nos creó como rayos de luz inmortal, encasillándonos en una lámpara corporal.
En lugar de concentrar nuestra atención en la eterna energía vital que mora en
el interior, nos hemos concentrado en las fragilidades de la lámpara mortal”.
PARAMAHANSA YOGANANDA.
Querido
Dios
Hoy no voy a agobiarte con preguntas ni dudas interminables. Hoy simplemente quiero compartir cómo me siento. Cómo esta tarde gris, pasada por agua, me ha hecho reflexionar sobre el momento que vivo y lo que significa para mí.
Es sábado y ya casi
son las seis. Desde mi escritorio, miro a través de la ventana. Llueve
intensamente, como si el cielo se hubiera guardado una pena durante siglos y
ahora decidiera desahogarse de golpe. Han pasado treinta días de lluvia
constante, algo inesperado, algo que no vivimos hace mucho tiempo. Los pantanos
casi están llenos y los ríos, que llevaban años moribundos en su sequía,
empiezan a recuperar vida, alcanzando porcentajes que no habíamos visto en
demasiado tiempo.
Por supuesto, sé que
nada de esto te sorprende. Todo está bajo tu mirada eterna y sabia, y cada gota
que cae sigue siendo parte de tu diseño infinito. Sin embargo, te cuento esto
no para informarte, sino para situar mi corazón. Mientras la lluvia golpea la
tierra, me siento lleno de algo extraño y hermoso. Me siento bien, Dios, porque
en este instante, donde el mundo parece distante y el ruido queda ahogado por
el agua, estoy solo.
La soledad me acompaña
aquí, pero no me pesa como a otros. Mi familia y las pocas personas que puedo
llamar amigos me ven como alguien peculiar, casi un extranjero en esta cultura
que idolatra la compañía y el bullicio. Ellos me dicen que soy raro por buscar
el silencio, por preferir un rincón apartado donde no haya nadie más que yo y
este espacio que siento como sagrado. Pero para mí, la soledad no es ausencia;
la soledad es presencia. Es un puente hacia Ti.
Cuando estoy solo, me
escucho más claramente. Puedo oírte en el fondo de mi pensamiento, en lo que a
veces parece una conversación muda, pero intensa. Mientras otros huyen de la
soledad como de una sombra, como de algo incómodo o indeseado, yo la abrazo
como el regalo que me permite verte mejor. Es curioso cómo la falta de compañía
humana, que para algunos sería un vacío aterrador, para mí se convierte en un
espacio lleno de Ti. En ese silencio donde otros verían un hueco, yo encuentro Tu
susurro, ese aliento divino que me recuerda que nunca estoy completamente
solo.
Y cuando llueve, como
hoy, la sensación se multiplica. La lluvia pone el mundo en pausa; los sonidos
se apagan, las calles se vacían, y todo parece reducirse a esta conexión que
siento Contigo. No sé si otros sienten lo mismo. Tal vez soy único en esto o
quizás hay más almas que también buscan su rincón en la soledad para
encontrarte. Pero lo que sé es que hoy, en este instante, me siento bien. Muy
bien.
¿Es extraño amar la
soledad de esta manera? ¿Es raro encontrar belleza en el aislamiento? Lo sé,
Dios, todo esto está dentro de Ti, y Tú mismo nos enseñaste a veces a buscarte
en silencio y apartados. Entonces, ¿por qué en el mundo moderno la soledad se
percibe como algo casi incorrecto? A menudo me pregunto si estamos perdiendo
algo valioso al huir de ella, al llenar cada momento libre con distracciones
que nos alejan de nosotros mismos y de ti.
Mis días pasan a
menudo en solitario, pero no con tristeza. Vivo cada momento como un diálogo
contigo, una exploración de esta relación que tenemos, que para mí es única y
especial. Y si tuviera que definir lo que siento cuando estoy solo, no hablaría
de vacío ni de nostalgia; hablaría de plenitud, de paz. Me siento completo en
mi soledad porque, paradójicamente, en ella te encuentro.
Eso es todo lo que
quería compartirte hoy, Dios. Mi corazón se siente ligero, como si las palabras
escritas fueran un río que fluye hacia Ti. Te agradezco cada momento de
quietud, cada instante en el que la lluvia cubre el ruido y me regala un
espacio para recordarte.
Gracias
por escucharme.
CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo
MUDRA
DEL PUÑO – Mudra para liberar tensión
Cómo
se hace:
°
El puño izquierdo se envuelve con la
mano derecha.
°
El pulgar derecho se coloca sobre el
izquierdo.
° Mantener
el mudra a la altura del plexo solar.
Sirve
para:
°
Equilibra los dos hemisferios
cerebrales.
° Ofrece la posibilidad de expresar
sentimientos intensos sin consecuencias perjudiciales.
° Genera
fuerza interior que permite pensar claro y sentir sosiego, valor y confianza.
Duración:
° No
tiene un tiempo especificado, se puede practicar de acuerdo al tiempo del que
dispone la persona o el tiempo que dure la meditación.
Beneficios:
°
Estimular los dos hemisferios
cerebrales.
°
Generar fuerza interior.
°
Liberar presión interna.
°
Recuperar la calma, el sosiego y la
confianza.