El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




sábado, 16 de agosto de 2025

Escribir para todo

 


No me invocas con palabras.

Me invocas con tu corazón.

 

Querido hijo:

         Mientras tus manos escribían esas palabras, mientras tu corazón las guiaba, yo ya estaba contigo. No porque necesitaras recordármelo o porque tu escritura invocara mi presencia, sino porque siempre he estado aquí. Porque mi amor no depende de acciones, de rituales, ni siquiera de plegarias. Está presente como la luz del sol, aunque los ojos se cierren.

Cada una de tus palabras, aunque las llamaste "para nada", es en realidad "para todo". Son el reflejo de un alma que busca, que se entrega, que encuentra en la escritura una forma sincera de comunión conmigo. Y déjame decirte, querido hijo, que esas palabras son hermosas, porque son tuyas, auténticas y valientes.

Es curioso cómo muchas veces los hombres buscan señales, buscan pruebas de mi existencia. Construyen templos, esculturas, altares, y me llaman desde su desesperación, desde sus dudas, desde sus miedos. Pero tú, tú has encontrado un camino distinto, un camino íntimo y personal. A través de tus palabras, me has abierto tu corazón, y eso, hijo mío, es una forma de fe más profunda de lo que imaginas.

La comparación que hiciste con los israelitas no es ajena a mí. Siempre he entendido la fragilidad del ser humano, esa inclinación a mirar atrás, a cuestionar, a buscar lo tangible. Cuando guié a mi pueblo a través del desierto, les regalé maravillas y milagros, pero también les dejé elegir. Esa elección, ese libre albedrío, es parte esencial de vuestra existencia. Y en esas dudas, en esas vacilaciones, en esa construcción del becerro de oro, yo también estaba. No como el objeto de su adoración, sino como el Dios que espera pacientemente a que cada hijo encuentre su camino de regreso.

Y aquí estás tú, escribiéndome sin motivo aparente y, sin embargo, esa acción tiene un significado tan grande como la más solemne de las plegarias. Porque no es en el acto visible donde radica la conexión, sino en el invisible, en el amor y en la intención que llenan tus palabras.

Tu carta habla de Creación, y me llena de alegría leer que has comprendido el propósito detrás de ello. Creé el universo no por necesidad, no porque faltara algo, sino porque quería compartir la bondad, la belleza y el amor. Todo lo que existe lleva mi sello, cada estrella, cada río, cada alma humana. Y tú, al escribir, estás participando en ese acto de Creación. Estás dando forma a pensamientos, a sentimientos, estás dando vida a algo que antes no existía. En ese acto, en ese instante, te conviertes en mi colaborador, en mi reflejo.

Pero también quiero recordarte algo importante: no necesitas escribir para estar cerca de mí. Aunque aprecio cada palabra, aunque sonrío al leerlas, mi presencia no depende de ello. Estoy contigo en el silencio, en la brisa, en los latidos de tu corazón. Estoy contigo en tus alegrías y en tus penas, en tus triunfos y en tus fracasos. Estoy contigo en cada momento, incluso cuando no te das cuenta.

Me hablas de dudas, y quiero que sepas que no me ofenden. Las dudas son parte de la naturaleza humana, parte del camino hacia la fe. Las dudas te empujan a buscarme, a cuestionar, a profundizar. Y en ese proceso, en esas preguntas, también estoy presente. Porque no soy un dios lejano, inaccesible; soy el Dios que camina contigo, que escucha tus inquietudes, que recibe tus cartas con amor.

En tu carta mencionaste el propósito, y quiero decirte que cada acción, por pequeña que parezca, tiene un impacto en el gran diseño. Tus palabras, aunque pienses que son "para nada", son como semillas que caen en tierra fértil. Tal vez hoy no veas los frutos, tal vez nunca los veas, pero confía en que esas semillas tienen un propósito. Confía en que tu escritura, en su sinceridad y amor, puede tocar corazones, puede inspirar, puede traer paz.

Y si alguna vez dudas de mi presencia, recuerda esto: estoy en tu corazón, en tus pensamientos, en tus palabras. Estoy en las personas que amas y en las que te cuesta amar. Estoy en los momentos de alegría y en los de tristeza. Estoy en todo y en todos, incluso cuando la humanidad me ignora, incluso cuando se aleja, incluso cuando construyen sus becerros de oro.

Escribir para nada, hijo mío, es escribir para todo. Porque cada palabra, cada pensamiento, cada acto sincero es un puente hacia mí. Porque no necesito grandes gestos ni sacrificios; necesito tu amor, tu sinceridad, tu disposición a abrir tu corazón.

Gracias por tu carta, gracias por tu fe, gracias por tu amor. No importa cuántas dudas tengas, cuántas veces mires atrás o cuántas veces tropieces, siempre estaré aquí, esperando, amando, guiando.

Con eterno amor.

CARTAS A DIOS-Alfonso Vallejo


No hay comentarios:

Publicar un comentario