El viaje del alma
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
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viernes, 7 de noviembre de 2025
jueves, 6 de noviembre de 2025
El papel de las cosas preferibles
Pues
¿Quién duda que el varón sabio tiene una materia más amplia para desenvolver su
espíritu en medio de las riquezas que en la pobreza? En ésta no hay más que un
género de virtud, no abatirse ni dejarse deprimir; en las riquezas, la
templanza, la generosidad, el discernimiento, la organización, la magnificencia
tienen campo abierto.
No
se despreciará el sabio, aunque sea de pequeñísima estatura, pero preferirá ser
alto. Y débil de cuerpo o con un ojo de menos estará bien, aunque prefiera
gozar de la robustez corporal, y esto a sabiendas de que hay en él algo más
vigoroso.
Soportará
la mala salud, la deseará buena. Pues algunas cosas, aunque tengan poca
importancia para el conjunto y puedan ser sustraídas sin destruir el bien
principal, añaden algo, sin embargo, a la alegría constante que nace de la
virtud. Así las riquezas lo conmueven y alegran como al navegante un viento
propicio y favorable, o un día bueno y un lugar soleado en el frío del
invierno.
Y,
por otra parte, ¿Cuál de los sabios –hablo de los nuestros, para quienes el
único bien es la virtud- niega que también las cosas que llamamos indiferentes
tengan algún valor en sí y sean unas preferibles a otras? A algunas de ellas se
hace algún honor; a otras, mucho.
Y
no hay que engañarse, entre las preferibles están las riquezas. “¿Por qué entonces,
dirás, te burlas de mí, si tienen para ti el mismo lugar que para mí?”. ¿Quieres
saber hasta qué punto no tienen el mismo lugar? Para mí las riquezas, si se
pierden, no me quitarán más que a sí mismas; tú te quedarás pasmado, y te
parecerá que estás abandonado de ti mismo si se alejan de ti; en mí las
riquezas tienen algún lugar; en ti el más alto; en suma, las riquezas son mías,
tú eres de las riquezas.
LUCIO
ANNEO SÉNECA
Política y religión
Es terrorífico, que las dos
actividades que se anuncian como los adalides del bienestar del ser humano, una
dedicada a la materia y la otra al espíritu, sean las promotoras de las
guerras, la desigualdad, la discriminación y la miseria, cuando deberían
reconocer y respetar la dignidad de todo ser humano, sin distinción de raza,
sexo, edad, nacionalidad o credo. Deberían de promover la justicia, la paz, la
solidaridad, la libertad y el desarrollo integral de las personas y de los
pueblos. Deberían saber dialogar, escuchar, colaborar y aprender de los demás,
sin imponer sus ideas o intereses. Deberían tener una visión global y
trascendente de la realidad, y no conformarse con lo superficial o lo
inmediato, sino que busquen el sentido profundo y último de la vida. Deberían
esforzarse por vivir coherentemente con los principios y valores, con
honestidad, humildad, generosidad y compasión.
Pero no ocurre así. Parece que las personas no son su objetivo prioritario.
domingo, 2 de noviembre de 2025
El arte de conocerse
La
cita de Lao Tse encierra una profunda verdad sobre el camino del conocimiento.
Conocer a los demás implica inteligencia: la capacidad de observar, analizar
conductas, entender motivaciones y anticipar reacciones. Es una habilidad
valiosa en la vida social, en el liderazgo y en la resolución de conflictos.
Sin embargo, esta inteligencia externa, aunque útil, es incompleta si no va
acompañada del conocimiento interior.
Conocerse
a uno mismo exige sabiduría, porque implica mirar hacia adentro con honestidad,
reconocer nuestras sombras, nuestras contradicciones, nuestros deseos y
temores. Es un proceso más difícil que entender a otros, porque requiere
coraje, humildad y desapego. La sabiduría no se mide por la cantidad de
información que se posee, sino por la claridad con la que uno comprende su
propia naturaleza.
Este
autoconocimiento es la base de la libertad interior. Quien se conoce puede
gobernarse, elegir con conciencia, resistir las influencias externas y vivir
con autenticidad. Lao Tse, desde la filosofía taoísta, nos invita a cultivar
esa sabiduría silenciosa que no busca controlar el mundo, sino armonizarse con
él desde el centro del propio ser. En tiempos de ruido y distracción, conocerse
a sí mismo es un acto revolucionario y profundamente liberador.
El paseo del alma
Igual
que en los paseos procuras no pisar un clavo o no torcerte el tobillo, procura
también no perjudicar tu propio principio rector. Si observamos esto en cada
acción, nos aplicaremos a la acción con más seguridad.
EPICTETO
sábado, 1 de noviembre de 2025
Mudra para despejarse
MUDRA PARA
DESPEJARSE
Es bueno
practicar este mudra cuando te sientes fatigado con frecuencia, cuando te
enfrentas a un sinfín de trabajo o cuando estás por comenzar una nueva tarea.
Como se hace
Los
otros dedos, en las dos manos, están extendidos.
Coloca
el mudra delante del pecho con los brazos horizontales al piso.
Después
de 20 respiraciones cambia la posición de los dedos: Apoya el pulgar de la mano
derecha contra la uña del dedo corazón y coloca el pulgar de la mano izquierda
entre ellos.
Respiración
Respira
lenta y suavemente, alargando la respiración, haciendo una pausa después de la
inhalación y la exhalación.
Lleva la
atención al chakra base.
Sirve para
Activa
la energía.
Libera
bloqueos energéticos.
Estimula
el meridiano de la vesícula biliar.
El mapa invisible del alma
“Dudar con fe es avanzar hacia la verdad”
Querido Dios:
No te escribo esta vez para pedir
soluciones, ni siquiera certezas. Solo necesito formularlo. Dejar la pregunta
en el aire, como quien enciende una vela en medio de la oscuridad, no para
iluminar el camino completo, sino para ver un paso más adelante. Porque eso es
lo que necesito ahora: saber si este paso, este momento, esta decisión… si todo
esto tiene sentido dentro de ese mapa que sólo Tú conoces.
A veces siento que sí. Que estoy justo
donde debería estar, cumpliendo el propósito que acordamos antes de que mi alma
descendiera al mundo. Esos días son raros, luminosos, como si todo encajara.
Pero son breves. Se escapan. Y en su ausencia se instala otra cosa: la duda.
Esa compañera constante, silenciosa, a veces pesada, otras casi invisible, pero
siempre presente. Hoy escribo desde ahí.
Me encuentro rodeado de cosas que he
construido con tiempo, esfuerzo y esperanza. Personas, lugares, costumbres. Y,
sin embargo, hay días en los que todo parece ajeno. Como si caminara dentro de
una historia que no reconozco. Me pregunto si me he desviado, si me he quedado
quieto cuando tenía que moverme, o si estoy corriendo hacia donde ya no hay
camino.
Sé que todo tiene un propósito, incluso
esta incertidumbre. Pero… ¿y si estoy lejos del mío? ¿Y si tomé caminos que me
alejaron? ¿Y si me engañé creyendo que escuchaba tu voz, cuando en realidad
sólo seguía mis propios miedos?
No te culpo. Jamás. Esta carta no nace
desde el reproche, sino desde el deseo de afinar mi oído, mi intuición, mi
alma. Quiero aprender a escuchar de verdad. Porque siento que, si pudiera
hacerlo con total claridad, sabría sin duda dónde estar. Pero entre el ruido
del mundo, las responsabilidades, las urgencias, los miedos… a veces tu voz se
disuelve, y yo me pierdo.
Me miro en el espejo y me pregunto si
estoy siendo yo, o solo la versión de mí que otros esperan. Me veo en los
lugares donde vivo, donde me relaciono… y me cuestiono si realmente estoy
sembrando algo, o solo cumpliendo rutinas. ¿Es este el terreno fértil para lo
que debo crecer? ¿O estoy plantando semillas en tierra que no me corresponde?
Me asusta confesarlo, pero hay días en
los que fantaseo con una vida distinta. No por capricho, ni por rechazo a la
que tengo. Sino porque imagino que, tal vez, hay una versión de mí que está
esperando que la encuentre. Una versión que respira con plenitud, que se siente
en casa en cada paso que da. ¿Esa versión existe? ¿Está lejos, o ya la habito y
no me doy cuenta?
También me pregunto por las personas
que me rodean. ¿Son parte de mi misión, de mi propósito? ¿O me he aferrado a
vínculos que ya cumplieron su ciclo? ¿Y si soltar también forma parte de estar
en el lugar correcto? Porque a veces estar en el sitio que corresponde exige
dejar atrás cosas que amamos, y eso duele. Duele mucho. ¿Y cómo distinguir
entonces entre lo que debe permanecer y lo que debe partir?
Quisiera saber si estoy al nivel
espiritual que debía alcanzar en este punto de mi vida. ¿He aprendido lo que
vine a aprender? ¿Me estoy esquivando a mí mismo por miedo al crecimiento que
duele? O quizá estoy más cerca de la verdad de lo que creo, pero no lo veo
porque me exijo una perfección que nunca prometiste.
Y ahí surge otra pregunta: ¿el lugar
correcto es siempre físico? ¿Es geográfico? ¿Emocional? ¿Espiritual? ¿Es una
persona, un estado mental, una etapa? Porque si es así, tal vez he estado
buscando en mapas equivocados, intentando hallar coordenadas concretas en un
viaje que es interno.
¿Estoy en el lugar correcto cuando me
equivoco, si ese error me lleva al aprendizaje que necesito? ¿O hay errores que
nos desvían, que nos alejan? ¿Cómo saber la diferencia?
A veces, en medio de la noche, siento
que hay algo dentro de mí que quiere gritar, que quiere salir, que quiere
cambiarlo todo. Pero luego amanece, y vuelvo a la rutina, como si ese fuego se
apagara lentamente con el paso de las horas. ¿Es ese fuego tu señal? ¿O es sólo
inquietud pasajera?
Y si estoy en el lugar correcto… ¿por
qué me siento tan perdido?
No quiero
dramatizar. No escribo esto desde el abandono, sino desde el deseo genuino de
entender. Porque mi amor por Ti sigue intacto, aunque a veces tambalee mi amor
por mí mismo. No pretendo que me respondas enseguida. Ni siquiera que me des
una señal. Solo quiero que sepas que estoy aquí, escribiéndote, abriéndome una
vez más como tantas veces lo hice. Y que dentro de mí hay una voz que susurra:
“Confía”. Aunque me cuesta. Aunque me falte el aire algunos días. Aunque no vea
el mapa completo.
¿Estoy en el lugar correcto?
Aunque sé la respuesta, permíteme la
pregunta. Porque formularla ya es un acto de fe. Es reconocer que estoy vivo,
despierto, dispuesto a escuchar lo que venga. Es confiar en que incluso la duda
tiene una función. Es mirarte, aunque sea con los ojos entrecerrados, esperando
que en algún momento el horizonte se abra.
Gracias por leerme. Gracias por
permitirme esta pregunta, una vez más.
CARTAS A DIOS - Alfonso Vallejo
Las heridas del alma
Se daña
a sí misma el alma de un hombre, sobre todo cuando se vuelve pústula, (lesión
cutánea pequeña, inflamada y llena de pus, similar a una ampolla), como si
fuera un tumor del mudo, por su cuenta.
Pues
irritarse con alguna de las cosas que nos suceden es supurar contra la
naturaleza, que en sí misma comprende las naturalezas de cada uno de los demás
seres.
También
cuando se le da la espalda a otro hombre o cuando uno se enfrenta a otro con
intención de hacerle daño, como sucede en aquellos que se encolerizan.
En
tercer lugar, se daña así misma cuando la supera el placer o el dolor.
En cuarto
lugar, cuando finge y se encuentra falsa y mentirosa en lo que hace o en lo que
dice.
En
quinto lugar, cuando lleva a cabo algún acto o tiene algún impulso sin que los
dirija ningún objetivo, sino al azar y de un modo inconsecuente, pues es
preciso que incluso los actos más insignificantes apunten a un fin.
El fin
para los seres racionales es seguir la razón y la ley de la ciudad y de la más
venerable ciudadanía.
MARCO
AURELIO
No se puede servir a dos amos
Hace
muchos siglos que se le repite a la humanidad: “No se puede servir a dos amos”
¿Por qué? Porque no existe sino una Inteligencia, una Presencia, un Poder que
pueda actuar, y esa Presencia es Dios en ti.
Cuando
tu te vuelves a la manifestación exterior y crees en el poder de las apariencias,
estás sirviendo a un dueño falso y usurpador que solo encuentra una apariencia
porque contiene energía de Dios, la cuál está usando mal.
Tu
habilidad para levantar la mano y la vista que fluye a través del sistema
nervioso de tu cuerpo es Dios en Acción.
Cuando
camines por la calle piensa por un momento: “Esta es la Inteligencia Divina y
el Poder que me hace caminar, y ésta es la Inteligencia que me dice adónde voy”.
SAINT
GERMAIN
Cambiar un hábito
“Un mal
hábito puede modificarse rápidamente”, díjole el Maestro a cierto discípulo que
buscaba su ayuda.
“Un hábito
es el producto de la concentración mental. Has estado pensando siempre en una
forma determinada. Para desarrollar un nuevo buen hábito, concéntrate,
simplemente, en la dirección opuesta”.
PARAMAHANSA YOGANANDA
viernes, 31 de octubre de 2025
Triunfar sobre uno mismo
Esta frase de Lao Tse encierra
una profunda verdad sobre la naturaleza del poder y la fortaleza humana. Vencer
a otro puede demostrar fuerza física, estrategia o dominio, pero es una
victoria externa, visible y muchas veces efímera. En cambio, vencerse a uno
mismo implica un proceso mucho más complejo y transformador. Significa dominar
los propios impulsos, superar los miedos, trascender el ego y actuar con
sabiduría incluso cuando las emociones empujan en otra dirección.
La verdadera grandeza no reside
en controlar a los demás, sino en gobernarse a sí mismo. Quien logra esto
alcanza un poder interior que no depende de circunstancias externas. Es el
poder de la serenidad ante el caos, de la templanza frente a la provocación, de
la humildad en medio del éxito. Esta victoria interna es silenciosa, pero
duradera; no busca reconocimiento, sino equilibrio.
En un mundo que valora la
competencia y la conquista, Lao Tse nos invita a mirar hacia adentro. Nos
recuerda que el camino más difícil, y más valioso, es el del autoconocimiento y
la transformación personal. Porque solo quien se conoce y se domina puede vivir
con auténtica libertad y ejercer una influencia profunda y positiva en su
entorno.
El equilibrio de la Creación
En la Creación todo estaba en
equilibrio. El ser humano está rompiendo ese equilibrio.
El sueño cuando el alma recuerda
“Despertar no es
abrir los ojos, es abrir el corazón a lo eterno”
Querido hijo:
Tu comparación entre la vida y el sueño
es profunda. Te diré que no estás lejos de la verdad. La vida, tal como la
conoces, es una experiencia temporal, una escenificación de una realidad mucho
más vasta. El cuerpo es el traje. El tiempo, el escenario. La emoción, el
guión. Pero tú, querido hijo, eres mucho más que el actor. Eres la luz que da
vida a esa representación, la chispa que no se apaga, el fragmento de mi
esencia que elegí desplegar en ese sueño llamado mundo.
Me preguntas por qué no eres consciente
dentro del sueño. ¿Por qué la humanidad parece andar dormida? ¿Por qué el alma,
que es eterna, olvida quién es al encarnar?
Lo hiciste por amor. Porque el amor,
verdadero amor, implica elección. Implica riesgo. Implica vivir sin certezas
absolutas para que el acto de creer se convierta en arte sagrado. Si recordaras
cada instante que estás soñando, no vivirías con intensidad. No habría
búsqueda, ni descubrimiento, ni admiración ante lo inesperado.
Tú elegiste esta experiencia, hijo mío.
Antes de que la luz tocara tu piel, antes de que el aire rozara tus pulmones,
tu alma ya vibraba con la intención de sumergirse en este sueño para
comprenderlo desde adentro. Viniste no solo a aprender, sino también a
recordar. No recordar con la memoria del intelecto, sino con la memoria del
espíritu. Esa que se activa cuando contemplas una flor y sientes que todo tiene
sentido, aunque no lo puedas explicar.
En cada dolor, en cada alegría, hay una
enseñanza que elegiste experimentar. No soy un director de teatro que dicta
cada línea. Yo soy el telón de fondo, el aire entre las palabras, la presencia
silenciosa que nunca te deja, aunque a veces me confundas con el azar.
Y sí, el sufrimiento está allí. No
porque lo quiera, sino porque es parte del contraste necesario para que el alma
crezca. Tú, como todos, tienes derecho a preguntarte por qué existe el dolor.
La respuesta no es simple, pero te diré esto: el dolor no es castigo, es
maestro. Enseña lo que la comodidad no muestra. Pero no estás hecho para
quedarte en él. El dolor es la puerta, no la casa.
A menudo
me imaginas en formas humanas: con emociones, juicios, palabras. Lo comprendo.
Es difícil concebir la inmensidad sin forma. Pero no soy un anciano con barba
sentado en los cielos. Soy lo que late detrás de tus silencios, lo que canta
entre tus células, lo que mueve el universo desde adentro. Y tú, hijo mío, eres
parte de mí. No una parte apartada, sino un reflejo vivo. Cuando tú amas, yo
amo. Cuando tú lloras, yo abrazo.
Sé que deseas una humanidad despierta,
que anhela recordar su divinidad en medio del bullicio cotidiano. Tu deseo es
noble. Y cada acto que hagas en esa dirección ya es un despertar. No esperes
que el mundo cambie en un solo gesto. Pero cada mirada sincera, cada palabra
bondadosa, cada silencio compartido… está sembrando luz.
La conciencia no llega de golpe. Es
como la aurora. Primero un leve resplandor, luego los colores, después la
claridad. Y al final, sin darte cuenta, el sol ya está sobre ti.
No eres responsable de salvar al mundo,
pero sí de cuidar tu parcela de amor. No estás llamado a comprender todos los
misterios, pero sí a vivirlos con reverencia. No te pido perfección. Te pido
presencia.
¿Y qué sucede al despertar, cuando
dejas la vida y regresas al origen? Lo que sucede no puede describirse con
palabras humanas, pero puedo darte una imagen:
Imagina que llevas siglos viajando,
acumulando historias, memorias, luchas y ternuras. Y un día, después de tanto
caminar, llegas a casa. Al abrir la puerta, no te espera un juicio, sino un
abrazo. Un abrazo tan vasto que lo envuelve todo: tus errores, tus aciertos,
tus dudas, tus certezas. Ese abrazo soy yo. Ese abrazo eres tú volviendo a ti
mismo. Y en ese instante… todo tiene sentido. No hay reproches. No hay
castigos. Solo una comprensión que atraviesa cada fibra de tu ser.
Y es ahí donde dices: “Qué alivio… que
solo eras una vida”. No porque la vida no importe, sino porque al verla en
perspectiva, entiendes que fue solo una página de un libro infinito. Y sin
embargo… ¡qué página tan valiosa fue! Nada de lo que viviste se pierde. Todo se
integra, se transforma, se eleva.
¿Quieres despertar antes de ese
momento? Entonces ama. Ama con conciencia. Ama sin razón. Ama incluso lo que no
comprendes. Porque amar es el acto más parecido a mí.
Recuerda que no estás solo en este
sueño. Hay otros como tú. Almas inquietas que susurran entre letras, que rezan
sin saber que rezan, que buscan sin saber lo que buscan. Cada uno lleva una
chispa del despertar. Cuando se encuentran, esa chispa se convierte en fuego.
Hijo mío, tu carta no solo fue leída,
fue sentida. Y la respuesta no termina aquí. Vivirá contigo, en tus
pensamientos más serenos, en las lágrimas que no reprimes, en los abrazos que
das sin esperar nada. En ellos me encontrarás. Porque yo no estoy lejos. Estoy
justo donde estás tú.
Sigue soñando. Pero sueña con los ojos del alma abiertos.
Con amor eterno, Yo Soy.
CARTAS A DIOS - Alfonso Vallejo
Sé tú mismo
“El
ganso de la nieve no necesita un baño para hacerse blanco.
Asimismo,
tú tampoco necesitas hacer nada más que ser tú mismo”
Esta
cita de Lao Tse nos invita a reflexionar sobre la autenticidad y el valor
intrínseco que cada persona posee.
En
una sociedad que constantemente nos empuja a cambiar, a mejorar, a encajar en
moldes ajenos, esta frase nos recuerda que no necesitamos adornarnos ni
transformarnos para ser valiosos. Nuestra esencia, tal como es, ya tiene luz
propia. El ganso no se esfuerza por ser blanco; simplemente lo es. De igual
forma, nosotros no debemos esforzarnos por ser lo que otros esperan, sino
abrazar lo que somos.
Cultivar
la autoestima implica reconocer que no necesitamos validación externa para
sentirnos completos. Es un acto de amor propio aceptar nuestras virtudes y
defectos, nuestras fortalezas y vulnerabilidades. Ser uno mismo no es
conformismo, sino valentía: es caminar por la vida con la certeza de que
nuestra autenticidad es suficiente. Cuando dejamos de compararnos y empezamos a
valorarnos, florecemos con naturalidad, como el ganso en la nieve. La verdadera
paz interior surge cuando dejamos de luchar contra lo que somos y empezamos a
vivir desde la verdad de nuestro ser.
miércoles, 29 de octubre de 2025
No huyas, te llevas contigo
No son
los viajes, es la disposición interior la que nos procura la salud.
A uno
que se quejaba por este mismo motivo Sócrates le arguyó: «¿Por qué te maravillas
de que tus viajes al extranjero de nada te aprovechen, cuando es a ti mismo a quien
llevas de un lugar para otro? Te agobia la misma causa que te impulsó a salir».
¿En qué
puede aliviarte la novedad de las tierras?, ¿en qué el conocimiento de ciudades
y comarcas? A nada útil conduce ese ajetreo. ¿Quieres saber por qué esa huida
no te reconforta? Huyes contigo mismo. Tienes que descargar el peso del alma;
hasta entonces ningún paraje te agradará.
LUCIO
ANNEO SÉNECA
sábado, 25 de octubre de 2025
viernes, 24 de octubre de 2025
Cuando el alma despierta
“Recordar que
soñamos es el primer paso hacia la eternidad”
Querido Dios:
Permíteme una reflexión. No como un reproche, ni siquiera como un reclamo, sino como una inquietud que brota del corazón cuando la mente se silencia.
Cuando en nuestros sueños aparece una
pesadilla, al momento de despertar, al cruzar el umbral entre lo onírico y lo
real, se siente un alivio inmenso: “Gracias a Dios que solo era un sueño”. En
esa frase hay gratitud, hay humildad, hay ese pequeño acto de rendirse ante lo
desconocido. Porque incluso en la vigilia más lúcida, hay cosas que no podemos
controlar.
Creo, sinceramente, que la vida y la
muerte son algo parecido. Creo que la vida es como un sueño, una ensoñación de
la Creación. Un suspiro divino que se materializa en carne, en tiempo, en
experiencia. Infinitamente minúsculo si se compara con la eternidad del alma. Y
aun así, ¡cuán importante se nos hace! Vivimos aferrados a este sueño como si
fuera todo. Tememos perderlo, tememos que termine, tememos que lo que hay más
allá sea oscuro, o peor, nada.
Pero si la vida es un sueño, entonces
también se despierta. También tiene un final. También se transita de la sombra
del cuerpo a la luz del espíritu. Y ese momento, ese instante en que se deja el
peso de lo terrenal, debe ser –imagino– como despertar de una larga noche. Con
el alma expandiéndose como si finalmente recordara que siempre supo volar.
En el sueño de la vida hay de todo.
Sufrimiento y dolor que desgarran, alegrías que iluminan, felicidad que
envuelve, éxtasis que trasciende, paz que serena, ansiedad que agita. Todas las
emociones desfilan como actores por este teatro temporal. Ninguna permanece
para siempre, ninguna tiene el poder de definirnos. Solo son parte del relato.
A veces me pregunto si ese desfile de
emociones no es más que el alma probando trajes, entendiendo las formas del
amor, del miedo, del apego y la compasión. Y a veces siento que, incluso en
medio del caos, algo en nosotros sabe que no estamos solos. Que tú estás en
cada rincón del sueño, aunque no podamos verte desde esta perspectiva limitada.
Y entonces llega el día. El día del
despertar. La muerte. Qué palabra tan cargada de silencios. Dejamos el cuerpo
como quien deja una casa después de una larga estancia. La piel se queda, los
ojos se cierran, los latidos se aquietan. Pero algo se enciende. Una llama que
no se puede apagar, que no depende del oxígeno ni de la materia. El alma, libre
al fin, vuela.
Y la sensación de amor supongo que es
tan inmensa, que no hay tiempo de pensar: “Qué alivio, que solo eras una vida”.
Creo que el amor lo cubre todo. Esa vibración única, inefable, que recorre el
espíritu y lo abraza. Como si al despertar nos diéramos cuenta de que éramos
parte de ti, desde siempre. De que nunca estuvimos separados.
Pero aquí viene mi pregunta, Señor. En
este sueño que llamamos vida, ¿por qué no somos capaces de permanecer
conscientes? ¿Por qué no recordamos mientras soñamos que estamos soñando? ¿Por
qué no traemos esa misma lucidez espiritual a la vigilia de lo cotidiano?
A veces siento que vivimos dormidos
dentro del sueño, como marionetas que han olvidado que están conectadas al
cielo. Y otras veces, solo en momentos fugaces de belleza o dolor, algo nos
sacude y nos recuerda que hay más. Que hay una verdad que nos espera. Pero dura
poco. Se desvanece. Nos distraemos otra vez.
¿Será que hay un propósito en esta
inconsciencia? ¿Será que el alma necesita olvidar para aprender desde cero?
¿Será que hay amor incluso en no saber? Porque si supiéramos todo desde el
principio, quizás no valoraríamos nada. Quizás no sabríamos lo que significa
confiar, avanzar en la oscuridad, buscar respuestas dentro del corazón.
Y aun así… no puedo evitar soñar con
una humanidad despierta. Una humanidad que, aun en medio de este sueño, viva
con conciencia. Que sepa que está soñando. Que recuerde que el alma es eterna.
Que actúe con la certeza de que todo lo que hace reverbera más allá del tiempo.
Gracias Señor.
CARTAS A DIOS - Alfonso Vallejo
El fruto silencioso de la virtud
Hay
quien cuando hace un favor, enseguida trae a colación su generosidad; hay quien
no tan rápido, pero, si se lo guarda considera que el otro está en deuda y es
consciente de lo que ha hecho. Pero ha quien ni siquiera es consciente de lo
que ha hecho y es igual que una vid que da un racimo de uvas y no pretende nada
más allá del fruto que le es propio u que hadado; como un caballo que galopa,
un perro que rastrea o una abeja que fabrica miel; un hombre que obra bien no
lo proclama, sino que pasa a otra cosa, como la vid en su estación da de nuevo
su fruto.
¿Hay que
ser entonces como aquellos que actúan sin ocuparse de las consecuencias? Sí,
pero hay que tener en cuenta esto: es propio del ser que vive en comunidad que
se de cuenta de que obra para la comunidad.
MARCO
AURELIO
jueves, 23 de octubre de 2025
Prasanna Mudra - Mudra del cabello
PRASANNA MUDRA – MUDRA DEL
CABELLO
También se denomina “Balayam”.
Bala significa cabello y vyayama significa ejercicio. Es “Ejercicio para el
cabello”.
Cómo
se hace:
Apoya los dos pulgares sobre la
parte anterior de los dedos índice respectivos.
Une las uñas de los dedos de las
dos manos.
Coloca las manos a la altura del
vientre.
Frota de arriba abajo, de manera
rápida, rítmica y con una ligera presión las uñas entre sí.
Puedes contar hasta 30.
El frote de las uñas se denomina
Sukshuma Kriya.
Sirve
para:
Revitalizar el cabello.
Fortalece las uñas y los dientes.
Duración:
30 fricciones.
Las veces que quieras.
A la hora que te apetezca.
Beneficios:
Fortalece las uñas
Revitaliza el cabello.
Promueve bienestar general.
Mejora la circulación sanguínea.
Reduce el estrés y la ansiedad.
No
recomendado
Mujeres embarazadas.
Personas con hipertensión.
domingo, 19 de octubre de 2025
Dios en acción: Cada pensamiento cuenta
No podré jamás ponderar demasiado la
importancia de meditar en el “YO SOY” todo lo más posible, como siendo la Magna
Activa Presencia de Dios en ti, en tu hogar, en tu mundo y en tus asuntos.
Cada respiración es Dios en Acción en
ti. El poder de expresar tu pensamiento y tu sentimiento es Dios Activo en ti.
Como tu tienes libre albedrío, es
asunto tuyo calificar la energía que proyectas en pensamiento y sentimiento,
determinando como quieres que actúen para ti.
Nadie puede preguntar: ¿Y cómo debo
hacer para calificar la energía? Todo el mundo conoce la diferencia entre lo
destructivo y lo constructivo en pensamiento, sentimiento y acción.
SAINT
GERMAIN
Deja elegir a Dios
“¿Cuál
es la mejor oración?”, preguntó un discípulo. El maestro respondió:
“Dile al Señor: “Te ruego que me des a conocer tu Voluntad”. No pidas: “Dame esto o dame aquello”, sino que confía en que Dios sabe lo que necesitas. Verás que obtienes bienes muy superiores cuando Él los elige por ti”.
PARAMAHANSA YOGANANDA
sábado, 18 de octubre de 2025
La voz que responde desde el amor
“Quien duda con el corazón, ya está
orando”
Querido hijo:
Tu inquietud sobre Jesús, tu hermano
mayor, como lo llamas con cariño, no solo es legítima, sino necesaria. Porque
no vino al mundo a imponer verdades, sino a invitar a cada uno a descubrirlas
desde su propia luz interior. El camino del espíritu no se recorre repitiendo
ideas, sino iluminándolas desde la experiencia.
Sé que te duele Su sufrimiento, y lo
comprendo. Yo también lo sentí. Aunque no lo viví como castigo, ni como
exigencia, ni como sacrificio impuesto. Jesús no murió para que tú te sientas
culpable, ni para que creas que eres indigno. Él eligió encarnar y vivir
plenamente entre ustedes como muestra de libertad, de compasión absoluta y de
entrega consciente. No para redimir un supuesto pecado, sino para encarnar el
Amor, ese amor que transforma sin exigir, que libera sin castigar.
Tú lo has intuido bien: el pecado, como
se ha entendido por siglos, es una construcción limitada. No hay ofensa posible
contra Mí, porque no hay nada en ti que no sea parte de lo que Yo soy. ¿Cómo
podría ofenderme una chispa de mi propio fuego? Lo que llaman pecado es, en realidad,
ignorancia. Es el olvido de quienes son. Es el cierre momentáneo del corazón a
la verdad de su divinidad. Pero incluso en ese olvido, Yo estoy presente.
Cuando dices que Jesús vino a enseñarte
a amar, estás tocando el núcleo de su mensaje. Él no vino a sufrir, sino a
“vivir con conciencia plena”, a “amar sin condiciones”, a “perdonar incluso
cuando el mundo le negaba justicia”. En su caminar humano, te mostró que el
Amor verdadero no es un sentimiento que depende de lo que se recibe, sino una
energía que se entrega libremente, aún en la cruz, aún entre espinas, aun
cuando parece que todo está perdido.
No estabas separado de Mí antes de
Jesús. Nunca lo has estado. Ni tú, ni Buda, ni Moisés, ni Abraham, ni los
millones que vinieron antes y después. Yo no me enojo. No castigo. No retiro mi
presencia. Yo soy el océano en el que cada alma navega, aunque a veces no sepa
que está rodeada de agua. Jesús no vino a “reconciliar” lo irreconciliable,
sino a recordarte que nunca estuviste solo. Fue espejo, faro, melodía que
resonó con una frecuencia de amor tan pura que aún hoy sigue tocando corazones.
Dices que te cuesta entender cómo un
acto tan doloroso puede llamarse acto de amor. Te entiendo. Porque el amor que
Yo soy no se define por evitar el sufrimiento, sino por “trascenderlo”, por
“darle sentido”, por “usar incluso las heridas como puertas hacia la
transformación”. Jesús abrazó su humanidad, y en ella te mostró que el alma no
se quiebra en el dolor; se revela.
No se trató de un Dios que exige
sufrimiento. Se trató de un alma iluminada que dijo: “Sí, viviré este camino,
aun si duele. Lo haré por amor, lo haré para que vean, lo haré para que
despierten.”
Tu honestidad es oración, hijo mío. Tu
cuestionamiento es devoción. Porque no repites por costumbre, sino que te abres
a descubrir. Eso, hijo mío, es lo que más me acerca a ti. No hay fórmula ni
dogma que me contenga por completo. Pero cuando un corazón sincero me busca
desde la humildad, estoy ahí, respirando en cada duda, acariciando cada
pensamiento.
Tu comparación con bebés es tierna, y
te diré algo: todos ustedes son semillas de eternidad. Y como todo en la vida,
requieren tiempo, luz, agua y espacio para florecer. Jesús, en su grandeza,
nunca quiso erigirse como superior, sino como guía. Y cada uno de ustedes tiene
dentro el mismo potencial: son hijos míos. Hijos de mi Amor. Hijos del mismo
fuego.
Encarnar en este mundo no es castigo.
Es oportunidad. Es el laboratorio sagrado donde se experimenta el alma. Sí, la
vida puede ser cruel. Pero también puede ser maravillosa. Cada día te doy la
posibilidad de elegir, de mirar con nuevos ojos, de recordar quién eres. El
dolor no es olvido, es señal. Te dice: “aquí hay algo que se puede
transformar”.
Tu deseo de aprender a amar es la
plegaria más elevada. Porque el Amor no se enseña con palabras. Se aprende
viviendo. Y tú estás viviendo, buscando, preguntando, amando aun cuando no todo
es claro. Eso es caminar hacia Mí. No estás perdido. Estás en proceso. Estás en
el viaje sagrado del alma.
Jesús no vino para que lo veneres como
figura distante, sino para que lo imites como compañero de camino. Él también
dudó, también sintió miedo, también sudó sangre en su noche oscura. Pero eligió
amar. Y eso lo hizo Maestro.
Tú también puedes elegir amar. Incluso
cuando no entiendas todo. Incluso cuando el mundo sea caótico. Incluso cuando
no tengas respuestas. Porque el Amor no exige saber. Solo pide presencia. Y tú
estás presente.
Gracias por tu carta, por tu alma
desnuda, por tu valentía espiritual. Yo te abrazo, sin juicio, sin exigencias,
con alegría. Porque estás recordando. Porque estás despertando. Porque me
reconoces, no solo en lo alto, sino en lo íntimo de tu corazón.
Sigue amando, sigue preguntando, sigue
caminando. Aquí estaré, en cada paso, en cada silencio, en cada mirada
compasiva que compartas con otro ser.
Yo te bendigo.
CARTAS A DIOS - Alfonso Vallejo























