El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




miércoles, 6 de mayo de 2015

Próxima parada: Dios (El inicio-1)


            No nos decimos seres humanos por casualidad. Las dos palabras “Ser” y “Humano”, expresan la dualidad que somos. El “Ser” se refiere al espíritu, al alma, a la parte intangible, a lo que no se ve; y el “Humano” se refiere al cuerpo, a esa cosa tan visible y tan pesada con lo que nos identificamos. Por lo tanto el ser humano está compuesto de un alma y un cuerpo. Esto es algo que repetimos con frecuencia, parece de sobra conocido, pero si escarbamos dentro de nosotros, es posible que surjan dudas con respecto a la existencia del alma, y todo porque vivimos en una sociedad tan tecnificada que todo debe de ser visto, debe de ser probado y comprobado, y el alma, cada vez que se ha diseccionado un cuerpo, no se ha encontrado en ninguna parte.
            El cuerpo ya sabemos cómo se fabrica, en una noche de amor, o desamor, nunca se sabe, un espermatozoide más vivo que los demás tiene su fiesta particular con un ovulo en su etapa fecunda, y esa fiesta da como resultado la masa de carne y huesos que somos nosotros. Primero bebés encantadores, después adolescentes rebeldes, un poco más tarde adultos más o menos responsables, más adelante ancianos más o menos cascarrabias, para terminar nuevamente en nada, en polvo esparcido por el viento.
            El tiempo de duración del cuerpo es muy corto, una vida pasa en un suspiro, sin embargo, son muchas las cosas que podríamos hacer en la vida si fuéramos conscientes de ella, pero no lo somos. Un tercio de nuestra vida la pasamos durmiendo, es necesario, el cuerpo tiene que dormir, es su momento de recuperación, pero los otros dos tercios de vida, en los que se supone que estamos despiertos, tampoco lo estamos. Estamos con los ojos abiertos y nos movemos, y hablamos, y trabajamos, y comemos, y sufrimos, y sufrimos, y sufrimos, y seguimos sufriendo y nos preocupamos y le damos vueltas a las cosas en nuestra mente una y otra, y otra y un millón de veces. Por eso se repite el sufrimiento, porque sufrimos con el hecho y con los recordatorios añadidos. Y durante esos dos tercios de vida, en los que soñamos que estamos despiertos porque sufrimos y hacemos todas esas cosas, no lo estamos, también permanecemos adormecidos, sin ser conscientes de que estamos despiertos, de que estamos viviendo, así que es como si durmiéramos, casi como si estuviéramos muertos. ¡Que poco se aprovecha de cada vida! 
Ya volveremos sobre la vida, ya que es de lo que tratan todas estas entradas que caminan hacia Dios.
Vayamos al “Ser”, ¿Cómo se fabrica?, ¿Cómo se fabrica el alma?  Antes voy a contar un cuento que me encanta, siempre lo cuento cuando trato de explicar el nacimiento del alma.
 
El cuento, que se titula “Las gotas”, es de la autoría de Edgar Allan García, y pertenece a su libro Torre de Papel.
La ola realizó un extraño balanceo interior, se irguió cuajada de espuma sobre la superficie y con la oportuna ayuda del viento, un puñado de gotas escapo de su cresta y empezó a volar sobre la superficie del océano.
Miles, tal vez millones de pequeñas gotas giraban, flotaban, danzaban en el espacio antes de caer nuevamente sobre el mar. Una de ellas miro a su alrededor y pensó: “Esa gota de allá es bastante flaca, la de más acá es en cambio demasiado gorda, esa parece muy brillante pero pequeña, insignificante, esa otra es un tanto opaca, como si estuviera sucia…” y así siguió y siguió describiendo todo lo que alcanzaba a ver durante ese breve segundo que ella ahora llamaba “toda una vida”.
Más tarde se disgusto con una gota que, según ella, le hacia sombra y se hizo amiga de otra que a su parecer era como ella. Con el “tiempo” empezó a detestar a unas, y a querer a otras, y en igual medida a temer, admirar, despreciar, seducir, compadecer, o apartarse de otras que eran “odiosas”, “amables”, “inteligentes”, “feas”, “agresivas”, “hermosas”, “hipócritas”, “geniales”, “oscuras”, “triunfadoras”, “vacías”, “positivas”. “traicioneras”, “generosas”, “santas” o “destructivas”, según su particular forma de verlas.
En una ocasión chocó suavemente con una de ellas y en ese encuentro algo cambió, se miró en la otra gota y se reconoció a sí misma: “Eres mi gota gemela”, exclamo emocionada, y sucedió que de ese choque brotaron gotas más pequeñas a las que llamo gotas hijas. En verdad pensó, soy capaz de dar vida. Más tarde trazó un círculo y dijo: “Todas las gotas que están dentro del círculo son mi familia y mis amigas, las que están fuera son mis enemigas o gotas poco confiables”. A las primeras las amó y respetó, a las segundas, las rechazó y temió. Con la seguridad de tener bien delimitado su mundo, sonrió satisfecha al tiempo que seguía su caía inevitable.
En los últimos instantes, en una millonésima de segundo antes de tocar la superficie del océano, la gota se dio cuenta de algo, pero no supo expresar lo que sentía. Era un sentimiento inmenso, poderoso; algo que la llenaba por completo, pero que al mismo tiempo la dejaba vacía, una especie de destello que borraba todo lo demás, parecido a lo que por unos instantes había sentido con esa gota con la que una vez había chocado suavemente y en la que se había reconocido, pero ya era demasiado tarde: la gota cayó finalmente al océano.
Tan pronto como tomo contacto con el agua, se dio cuenta de algo maravilloso: en realidad ella no era una gota, no, su nombre era….., su nombre era “Océano”. Más aún, sus límites no eran diminutos, como había creído, sino gigantescos. Una parte de ella, eran olas pequeñas en las que se bañaban los niños y niñas de una playa de África; otra parte llevaba, como si fuera una caja de fósforos, a un barco carguero; otra parte se levantaba poderosa mientras subía y era cabalgada por un huracán en el Caribe; otra tocaba las gélidas costas de la Antártica, otra las costas de Oceanía; otra se agitaba inquieta en el estrecho de Bering,  de pronto descubrió su enormidad y poder sin límites, “Mi nombre es Océano”, dijo emocionada, “¡Océano!”.
No duró mucho su emoción, pues una ola la levantó sobre la superficie del agua y con el soplo de la brisa marina, se convirtió otra vez en una gota que giraba y flotaba. Olvidando todo lo anterior, se volteó y dijo: “El mundo está lleno de gotas, hay flacas como la de allá, gordas como la de acá, brillantes como esa, opaca como aquella que...en esas estaba cuando vio una gota junto a ella; en apariencia era como todas las demás, pero había un algo que le atraía de forma inevitable.
Su mirada era diferente, su forma de estar, de girar y de ondular al compás de la brisa era extraña, única. No podía dejar de mirarla, era como si danzara al mismo tiempo que estaba quieta, era como si hablara a la vez que permanecía en silencio, y cuando giraba una luz dorada la iluminaba y ella, no sabía cómo, empezaba a parpadear de manera hipnótica.
Al fin, rompiendo esa mezcla de temor y reverencia por aquella gota extraña, le dijo: “¿Quién eres?”, la gota la miró con dulzura y contesto: “Soy tú”. Se sorprendió de semejante respuesta. ¿Cómo era posible eso?, ¿Se trataba de una adivinanza tal vez? ¿Era acaso un misterio insondable?, ¿Una broma quizá? Se la quedo mirando sin atreverse a decir nada.
“Mírate”, le dijo entonces la gota, “Mírate hacia dentro y verás que tengo razón”. La gota siguió sin entender. “Cierra los ojos”, insistió, “Escucha tu silencio interior, déjate ir”. “No puedo”, se rebeló la gota, “¿Cómo puedo cerrar los ojos cuando hay tanto que ver?, ¿Cómo puedo sumergirme en el silencio cuando hay tanto que oír? “Tus ojos te engañan. Tus oídos también”, dijo entonces la gota brillante. “No, dijo la gota retrocediendo, aléjate, por un momento creí que eras, no sé, especial, pero ahora veo que estás loca”. “Claro que sí” dijo la gota brillante, “Loca para tu exterior, pero cuerda para tu interior. Una parte de ti sabe que tengo razón, la otra lo niega”.
La gota dio un salto hacia atrás, aprovechando una leve ondulación de la brisa marina. “Aléjate”, gritó, “Aléjate o te denunciare con las otras, les diré que estás loca, que eres una amenaza, que debemos deshacernos de ti”. “Puedes hacerlo si quieres”,-contesto con tranquilidad la gota brillante, “Pero por más que me alejes siempre estaré contigo, porque soy tú, porque soy todas las gotas y mucho más de lo que imaginas. Algún día comprenderás lo que he querido decir”, agrego “Algún día, cuando otra ola te levante sobre el océano y saltes a lo que llamas “vida”, una memoria escondida te asaltará, algo brotará desde adentro como un rayo de luz y recordaras, aunque sea de manera nebulosa, algo de lo que en verdad eres”.
Entonces, dando un giro increíble se alejó. El destello de esa gota la dejó afectada durante un “largo” tiempo. Con frecuencia pensaba o soñaba con ella, y hubo un tiempo en que ya no sabía que sentir, si temor o amor, y sucedió que una fracción de segundo antes de caer otra vez en el océano se dio cuenta, sí, se dio cuenta con claridad de lo que había querido decirle aquella gota extraña, pero ya era tarde.
Cuando tocó nuevamente el agua de mar, se estiró todo lo que pudo, sintió sus olas en todas las costas del mundo y volvió a sentirse océano enorme y poderoso. Rogó para que en la próxima ocasión en que una ola la levantara sobre la superficie del agua y la lanzara al aire de nuevo, no olvidara lo que en verdad era.
Y así fue: dos o tres olas más tarde, pudo verse a sí misma como una gota-océano flotando, girando, danzando entre millones de gotas aparentemente distintas. Sintió una felicidad enorme, ya que al fin se acordaba de que había dejado de estar dividida entre la ignorancia y la sabiduría, entre la pequeñez y la grandeza, entre la apariencia y la esencia.
Una gota que la vio brillando con una luz especial, le pregunto intrigada: “¿Quién eres?”, y ella contesto con tranquilidad: “Yo soy tú, yo soy océano, yo soy infinito”. La gota que escuchaba frunció el ceño.
Hasta aquí el cuento.
El Océano es la Energía Divina, cada ola es un alma.

La vida pasa


Perlas para el alma

 
La vida en la Tierra es solamente temporal, sin embargo, algunos viven como si fueran a quedarse aquí eternamente y se olvidan de ser felices en cada momento de su vida, es posible que lo dejen para más adelante, para cuando consigan la nueva casa, el nuevo trabajo, la nueva pareja, o el nuevo auto. Olvidan que el valor de las cosas no está ni en el precio ni en el tiempo que duran, sino en la intensidad con que se viven. Por eso existen momentos inolvidables, hechos inexplicables y personas incomparables. ¡Vive cada momento!, ¡Se consciente de los hechos, sin más!, y ¡Disfruta de las personas!, porque sino no tendrás tiempo, el momento pasa, el hecho no se repite y las personas desaparecen.

martes, 5 de mayo de 2015

Próxima parada: Dios (Primera estación)


El mayor problema con el que nos encontramos los seres humanos al llegar a la vida es, sin ninguna duda, la falta de conocimiento: No sabemos de dónde venimos, no sabemos adónde vamos, no sabemos que hemos venido a hacer aquí,  y por no saber, ni tan siquiera sabemos lo que somos.
            Esta falta de conocimiento no sería problema, si aquellos que nos entrenan para nuestra vida de adultos estuvieran en posesión de él y nos lo enseñaran, pero no es tal. Nuestros padres y educadores tampoco saben ni lo que son, ni de dónde vienen, ni adonde van, ni que han venido a hacer aquí y, lógicamente, la enseñanza que imparten para nuestro crecimiento, a pesar de su buena voluntad, es lo poco que ellos saben, es lo que a ellos les han enseñado y eso es pura y llanamente una pequeña porción, menos de lo mínimamente imprescindible, para poder sobrellevar nuestra vida física, con más o menos dignidad.
            La enseñanza que recibimos es para el desarrollo de la vida física y material, pero no recibimos ninguna enseñanza para el desarrollo y control de nuestras emociones, no nos enseñan a amar, no nos enseñan a valorar y a respetar al resto de seres humanos, y ni tan siquiera recibimos las herramientas necesarias para hacer frente a tantos y tantos conflictos emocionales con los que nos vamos a encontrar a lo largo y ancho de nuestra vida.
 
El resultado de nuestra educación y de nuestra enseñanza, está a la vista, es de sobra conocido por todos, es ni más ni menos, que el reflejo de la misma sociedad de la que formamos parte, y nuestra sociedad está enferma, corrompida y carente de valores, es una sociedad materialista cuya bandera es el dinero, una sociedad en la que prima la apariencia: una buena figura, una cara tersa y sin arrugas, una casa rodeada de jardín, el auto último modelo, el celular y la tablet de última generación, los del norte mirando por encima del hombro a los del sur, los blancos creyéndose superiores a los negros, los hombres tratando de dominar a las mujeres, los magnates del mundo capitalista esclavizando y explotando a los integrantes del tercer mundo, intolerantes con el diferente, juzgando los unos a los otros, haciendo del engaño el “modus operandi”, desconociendo que es el respeto, viendo pasar por delante de la puerta el hambre y la miseria sin ningún tipo de compasión, y además engañados, manipulados y distraídos por nuestros dirigentes políticos y religiosos, con la basura de la tele, o con el futbol, o con las procesiones, o despertando en nosotros un ridículo y patético sentido de patriotismo, a través de la bandera, de la comida del país o de la hazaña de algún compatriota, y por si eso fuera poco, también atemorizados por horrendos castigos para aquellos que mueran en pecado.
¡Pobre ser humano!, con este panorama, son auténticos héroes todos los que deciden, o mejor decidimos, nacer a este lado de la vida, sin nadie que nos enseñe, engañados y vilipendiados por los que tendrían que velar por nosotros, hemos de acercarnos solos a ese conocimiento, buscando algo que alivie nuestros dolores, buscando algo que apague la sed de conocimiento, la sed de Amor, la sed de Dios.
Y en el fragor de alguna de las batallas de la vida, en mitad de un duelo, de una enfermedad o de una depresión, encontramos  algo o a alguien que nos insinúa que la vida no es lo que estamos viviendo, que esto que vivimos sólo es una ilusión, que somos mucho más grandes que el cuerpo que nos alberga, y que tenemos una misión, que no pasa, en absoluto, por ganar más dinero, ni por tener más poder, sino que se trata de todo lo contrario, de ayudar, de acompañar, de compartir, de respetar, de amar. Y si teníamos poco, por el momento dolorosa en el estábamos viviendo, se añade la duda, ¿Será verdad?, ¿Cuál será esa misión?, ¿Cómo seré de grande?, ¿Dónde puedo conocer todo esto? Y así se inicia una búsqueda que es posible que dure el resto de la vida, y de próximas vidas, y se comience a transitar por un camino, que en un principio creíamos desconocido, pero que según lo transitamos nos sentimos “como en casa”. Sin saberlo vamos al encuentro de Dios.
Los caminos por los que se inicia la búsqueda son tantos como personas lo inician y tan diferentes como las personas que lo transitan. Pero lo importante no es que o a quien se van a encontrar al final del camino, lo importante es el camino en sí mismo, porque al final del camino está Dios, pero también lo está en cada milímetro del recorrido, y lo está porque Dios es el Camino.

domingo, 3 de mayo de 2015

Homenaje a las madres


Perlas para el alma


Una vez al año, los hijos homenajean a su madre en su día, en el día de la madre.
Cada día del año, la madre homenajea a sus hijos, porque para una madre siempre es el día de los hijos.

miércoles, 29 de abril de 2015

Hay que enseñar a los niños


La letra que los niños aprenden con sangre
se les va a olvidar cuando se cierre la herida.
Aquello que los niños aprenden jugando
permanecerá para siempre
Hari Krishan
           
La ducha de la mañana debe reblandecer todos mis tejidos y facilitar el camino de la energía porque es en ese momento cuando las intuiciones, las ideas y los mandatos del corazón, o lo que sea, llegan con más nitidez a mi cerebro. A veces he pensado en ducharme en seco, como hacen con la ropa en las lavanderías, o hacerlo sentado en postura de meditación y meditar para sentir solo el agua y no tener pensamientos, pero no, no lo he hecho todavía, pero no lo descarto.
            Y es muy pesado, porque soy muy mental para mí mismo, lo de los demás me lo creo todo a pies juntillas, pero para mí soy como Santo Tomás, tengo que ver para creer, y como no hago caso de inmediato me estoy duchando cada día con la misma historia, y la ducha es larga, muy larga, ya que aunque haga Kundalini no sigo las recomendaciones de Yogui Bhajan de ducharme con agua fría, me ducho con agua caliente, ¡Me gusta, que le voy a hacer!, bastantes bofetadas nos va dando la vida, como para encima, no disfrutar de los grandes o pequeños placeres inocuos, y una ducha con agua caliente para mí es un placer increíble. ¿Dónde estaba?, ¡Ah sí!, decía que es muy pesado ducharme cada día con la misma historia, hasta que por fin, un buen día, hago caso a la historia del momento y empiezo a actuar, unas veces con acierto y otras no tanto, debe de ser que a veces el agua no está tan caliente, los tejidos no se ablandan tanto y la información pasa distorsionada.
            Todo esto, es una introducción para haceros participes de la historia del momento, porque necesito ayuda, porque necesitamos ayuda, porque la Tierra necesita ayuda. Desde hace dos meses, me ducho rodeado de niños. Me explico. Todos los días la idea que tortura mi cabeza es: “Tienes que enseñar a los niños”. Supongo que los que sois intuitivos y leéis el blog os habréis dado cuenta de que en las últimas entradas hablo demasiado de los niños. Y si, de momento, a pasar del escaso éxito, ya que sólo tengo una encantadora alumna de cinco años, mantengo dos horarios para niños, dos días a la semana, uno para niños de cuatro a siete años y otro para niños de ocho a doce años, y lo voy a seguir haciendo hasta que reciba, en la ducha claro, ordenes en contra. Pero como no me resigno a seguir solamente con una alumna, iré llenando el facebook con publicidad de la clase de niños, espero vuestra comprensión y podéis compartirlo, sobre todo los que estáis en Lima o tenéis conocidos acá, no seáis tímidos, así ayudareis a la causa, y cambiará la historia de mi ducha.
            La idea es, y ya lo estoy haciendo can Natalia, jugar a hacer yoga y aprender a meditar también jugando, que es lo que también hacen todos los valientes que se atreven a dedicar un espacio en su Centro para los niños.
 
            Digo valientes porque los que hacen yoga para niños lo son y mucho, porque los niños no vienen solos a las clases, les traen los papas, y eso implica que a los papas les guste el yoga, o que al menos crean que a sus hijos les va a ir bien, y eso supone que no va a haber clases superllenas, lo cual tampoco podría ser, ya que los niños necesitan mucha atención. ¡Vamos, que no es un negocio! Es claro que los papas traen a los niños porque son traviesos, porque son muy nerviosos, porque tienen estrés, porque enferman mucho, porque son muy activos, porque no se relacionan con otros niños, o porque son tímidos y apocados. Cada uno tiene su razón, ninguno va a venir declarando: “Quiero que mi hijo aprenda a meditar para que llegue a ser un adulto mentalmente sano”, no, ninguno lo va a hacer, pero nuestro trabajo, es trabajar para eso, trabajar para que ese niño sea feliz desde entonces hasta que ya de abuelito finalice su camino en la Tierra, y por supuesto, el objetivo de los papas también se va a ver cumplido porque ya va implícito en la definición de yoga o de meditación.
            Jugamos a hacer yoga y jugamos a meditar, porque es jugando como los niños aprenden, y lo que así aprenden va a mantenerse en su interior para siempre. La letra que los niños aprenden con sangre se les va a olvidar cuando se cierre la herida.
            Pero tenemos que ser muchos. Hay que llegar a cuantos más niños mejor, porque se gana muchísimo tiempo si los que aprenden a meditar y a ser felices desde su interior son los niños. Estos niños cuando lleguen a adultos no se van a comportar de la misma manera, dañina para ellos y para el resto de la sociedad, que sus progenitores. Van a saber y van a actuar desde el conocimiento de que la única moneda de cambio es el Amor, y no van a tener los traumas que tienen los adultos debido a su debilidad de carácter o su nula voluntad, ya que cuando estos niños lleguen a adultos además de los hábitos materiales, descansar, comer, asearse, etc., tendrán los hábitos espirituales y sabrán cuidar a su alma con el mismo mimo que cuidan su cuerpo. Decía en la entrada “Mejor desde niños” que enseñar a meditar a un niño con cinco, seis o siete años, es garantizar un adulto mentalmente sano, es inculcar un hábito que será tan normal como lavarse, almorzar o ver la tele, es inculcar las creencias de Dios, desde la perspectiva de que Dios es Amor, es enseñarles desde pequeños que todos somos hermanos, es enseñarles a compartir y no a competir, es ayudarles a madurar el carácter, es enseñarles a crecer y no sólo a envejecer, es enseñarles a amar, es enseñarles realmente a vivir.
            Hago desde aquí un llamado a todos los meditadores para que enseñen a meditar a los niños, hago un llamado a los instructores de yoga para que abran sus Centros también a los niños, hago un llamado a los padres para que piensen seriamente que quieren que sean sus hijos de adultos, que sean adultos sanos y felices o sean dependientes de pastillas, de terapias, de libros de autoayuda, de psicólogos o psiquiatras, hago un llamado a la sociedad en general para que vuelquen su amor, (aunque sea con minúscula ya es importante), en los niños, en todos los niños, tanto a los que les falta un plato de comida como a los que les salen las golosinas por las orejas, porque los niños de hoy serán los adultos de mañana, y si queremos un mundo nuevo se ha de comenzar por la base, por los niños, los adultos bastante tenemos con subsistir con lo que nos hemos encontrado, somos pocos los que estamos en esta onda, y ya no tenemos tiempo material para cambiar nada, pero si todos los niños crecen en el Amor, es lo que van a dar en su etapa adulta, con lo cual el mundo será algo más equitativo, sin hambre, sin guerras, sin desigualdad, un mundo tolerante, un mundo libre, en definitiva un mundo mejor, y todo gracias a los niños que estamos educando y enseñando hoy.

martes, 28 de abril de 2015

Recomendado para aquellos que no son felices


            Si a un hambriento le colocas delante un plato de comida, seguro que se come la comida; si a un sediento le pones un vaso con agua, también se la bebe seguro; de la misma manera que si le regalas dinero a alguien con problemas económicos, no va a dudar ni un instante en aceptarlo, como si ofreces un trabajo en el que habría que trabajar muchas horas, pero que sería magníficamente recompensado con un gran sueldo, sería también aceptado con los ojos cerrados. Pero si a alguien con problemas emocionales, que son los problemas que azotan a la inmensa mayoría de la sociedad, le ofreces la posibilidad de liberarse de esos traumas emocionales, con un ejercicio que no cuesta dinero y que le ocuparía no más de quince o veinte minutos diarios, la respuesta será que no tiene tiempo, que no sabe, que no puede, que le faltará continuidad en el tiempo, y mil razones más. Recupero un párrafo de la entrada “Es la hora de los niños”, en la que decía que para enseñar a meditar a un adulto, (Que es el remedio más eficaz para solucionar los problemas emocionales), hay de conseguir derribar las barreras de los hábitos, de las creencias, del estrés, de los rechazos, de los miedos, del que dirán, de su falta de tiempo, de su falta de voluntad, de su poca paciencia, de su falta de madurez, de la debilidad de su carácter y de los millones de excusas que va a plantear su mente que no quiere perder el control.
 
            Ante esto, no queda más remedio que preguntarse ¿Es realmente el ser humano un animal racional?, ¿Cómo es posible que sea capaz de trabajar duro, de sol a sol, a cambio de un sueldo, a veces de miseria, y no sea capaz de dedicarse a si mismo quince minutos de un día de veinticuatro horas para conseguir la estabilidad emocional, cuando además en una actividad completamente gratuita?
El ser humano que es una dualidad compuesta por materia y espíritu, está completamente descompensado: Es, en la mayoría de los casos, 90% materia y 10% espíritu, cuando debería de ser 50% materia y 50% espíritu. Porque nadie nos pide que renunciemos a la vida, a la diversión, a la alegría, sólo habría que entrar en el propio interior quince minutos al día. ¡Es terrorífica nuestra sociedad!, ¡No tiene tiempo!, cuando, a lo peor, se pasan más de quince minutos mirando televisión.
Y el problema añadido es que estas personas están encargadas de la educación de menores, bien porque sean padres, educadores, o simplemente amigos o parientes de esos menores. El mejor aprendizaje de un niño es el ejemplo. ¿Qué ejemplo pueden recibir nuestros niños de una sociedad tan irracional y material?, ¿Qué tipo de educación?, ¿Qué tipo de enseñanza? Ninguna. Están haciendo adultos, mental, física y emocionalmente enfermos, como sus enseñantes.
  Espero que al menos al otro lado de la vida nos exijan algún tipo de responsabilidad por tan gran despropósito.

sábado, 25 de abril de 2015

La vida es como es


Perlas para el alma


¿Qué es lo que hay debajo de nuestra necesidad de juzgar?, sólo miedo, miedo a enfrentarnos con nuestra propia oscuridad, miedo a vivir la propia vida, miedo a que se den cuenta de nuestros defectos, es, ni más ni menos que falta de Amor.
No juzgues nada, las cosas son como son y no hemos de tener ningún interés en como deberían ser, en como tendrían que ser, en como pensamos nosotros que han de ser.

viernes, 24 de abril de 2015

Conserva tu poder


Perlas para el alma

 

Nuestra conciencia está llena de miedo, miedo al rechazo, miedo a la soledad, y necesita reafirmase a si misma constantemente, buscando siempre validación externa, buscando la aprobación del exterior; y toda nuestra vida se ha construido, de manera inconsciente, (siempre estamos en piloto automático), sobre ese miedo. Cuando la mente es nuestro centro, estamos encogidos por ese miedo y eso nos hace estar constantemente a la defensiva, siempre nos falta algo, siempre tenemos necesidad de más: Más amor, más dinero, más poder, más aceptación, más atenciones.
La base de nuestros pensamientos y sentimientos es como un agujero negro, un vacio que nunca puede ser llenado, y para aliviar ese miedo, para tratar de llenar ese vacío, nos vamos al exterior y nos aficionamos al poder, al halago, a la admiración. Confiamos en el juicio de otras personas, ¡Que poco nos valoramos y queremos!, no confiamos en nosotros, y le damos nuestro poder a cualquiera que pasa por delante de nosotros.
Confiamos en el juicio de otras personas y nos ponemos nerviosos sobre lo que la gente piense de nosotros. Es importante para nosotros porque nuestra autoestima depende de eso y, sin embargo, nuestra estima desciende y desciende, porque hemos entregado nuestro poder a otras personas.

jueves, 23 de abril de 2015

Es la hora de los niños


En la actualidad habitamos el planeta unos siete mil quinientos millones de personas. Todos creciendo, todos evolucionando, todos encaminando nuestros pasos, aunque no seamos conscientes de ello, hacia Dios.
No sé si me quedaré corto o me pasaré de largo, si calculo que una quinta parte de la población, es decir, unos mil quinientos millones de personas podrían terminar su andadura en la Tierra, si no hay ningún milagro que cambie el rumbo actual de la sociedad, lo cual no parece muy factible por muchas puertas energéticas que se abran, entre diez y veinte vidas más. Por supuesto que habrá maestros que estarán en su última vida, y que habrá otros que les faltará menos de diez, lo sé. Lo que estoy presentando son grandes números, que tampoco sé si son correctos o no, pero para la exposición que pretendo, tampoco es necesario afinar al cien por cien.
Son muchas las personas que no saben que hacen en la Tierra, son muchas las que no saben que están completando una andadura que comenzó hace millones de años, son muchas las que no saben de dónde vienen, (aunque a decir verdad, exactamente, no lo sabemos ninguno), son muchas las que no saben que están trabajando para volver a Dios, son muchas las personas que nunca han oído hablar de meditación, de energía o de Karma, aunque el no saber nada de esto no es sinónimo de que falten más o menos vidas, de que se esté más o menos cerca de Dios, ya que el trabajo principal a realizar en la Tierra es aprender a amar, y hay personas que aman por encima de cualquier cosa, sin tanto adorno como yo le pudiera estar poniendo. Pero si que parece, que todos los que en un principio están un poquito más adelante en ese aprendizaje, aunque sólo sea teórico, si son conscientes de esos términos.
Soy optimista y me gusta pensar que todos los que estamos leyendo esto, somos conscientes de los términos que exponía en el párrafo anterior, y que estamos en ese pelotón de cabeza al que le quedan esas diez o veinte etapas para concluir esta carrera. Me gusta pensar que todos nosotros tenemos claro que estamos unidos, que somos lo mismo, y que “cuando uno gana ganan todos y cuando uno pierde pierden todos”.  
 
 Nuestro trabajo, por lo tanto, es doble. Por un lado tenemos por delante nuestro propio crecimiento, nuestra propia evolución, nuestro propio aprendizaje, pero estamos obligados a realizar otra tarea, la tarea de la enseñanza, con una única asignatura, enseñar cual es el objetivo de la vida, enseñar cómo llegar a Dios, ya que de Él partimos y a Él hemos de retornar. Cada uno en el aula que le corresponde, los habrá dictando sus clases en el salón de guardería, los habrá en la primeria, otros en la secundaría, otros en el instituto, otros en la universidad, otros dictando maestrías, o escribiendo libros para abarcar un auditorio mayor.
Lo que sí parece cierto es que hasta ahora nuestro trabajo de difusión está encaminado a los adultos. Para ellos son las clases de yoga, las meditaciones, los cursos, los talleres, las conferencias y los libros, de la misma manera que para ellos son las pláticas en las terapias de sanación.
Está bien, pero hemos de abarcar más, hemos de empezar con los niños. Trabajando con los niños ganamos veinte o treinta años, y aunque parece que la vida es corta, da para mucho, y en treinta años se puede adelantar mucho. Para enseñar a meditar a un adulto, por ejemplo, hay de conseguir, en primer lugar, derribar las barreras de los hábitos, de las creencias, del estrés, de los rechazos, de los miedos, del que dirán, de su falta de tiempo, de su falta de voluntad, de su poca paciencia, de su falta de madurez, de la debilidad de su carácter y de los millones de excusas que va a plantear su mente que no quiere perder el control. Enseñar a meditar a un niño con cinco, seis o siete años, es garantizar un adulto mentalmente sano, es inculcar un hábito que será tan normal como lavarse, almorzar o ver la tele, es inculcar las creencias de Dios, no desde la perspectiva enfermiza, negativa y destructiva de las religiones, sino desde la perspectiva de que Dios es Amor, es enseñarles desde pequeños que todos somos hermanos, y no enseñarles a competir, es ayudarles a madurar el carácter, es enseñarles a crecer no a envejecer, es enseñarles a amar, es enseñarles realmente a vivir.
El que aprende desde niño, va a llevar como bandera el respeto, la tolerancia, la igualdad, la libertad, la paz y el amor durante toda su vida, formara una familia, también mentalmente sana bajo los mismos principios, sus amigos serán como él, y sus hijos un calco del padre.
Enseñando a los niños estaremos ayudando a que la humanidad evolucione más rápidamente, y que en menos tiempo muchos más seres alcancen la “iluminación”.

Pasaba por aqui


Perlas para el alma
 
Se cuenta que en el siglo pasado, un turista americano fue a la ciudad de El Cairo, Egipto, con la finalidad de visitar a un famoso sabio. El turista se sorprendió al ver que el sabio vivía en un cuartito muy simple y lleno de libros. Las únicas piezas de mobiliario eran una cama, una mesa y un banco.
 ¿Dónde están sus muebles? preguntó el turista. Y el sabio, rápidamente, también preguntó: ¿Y dónde están los suyos? ¿Los míos?, se sorprendió el turista. ¡Pero si yo estoy aquí solamente de paso! Yo también. Concluyó el sabio.

miércoles, 22 de abril de 2015

La pareja y el amor


Perlas para el alma


¿Recordamos que es el Amor Divino?: Es aceptación de uno mismo, es aceptación del otro tal cual es, es darlo todo a cambio de nada, es aquel que te hace feliz haciendo que los demás sean felices, es comprensión total, es tolerancia, es alegría, es colaboración, es amar sin juzgar, sin culpar, sin criticar; es ver a Dios en tu pareja. ¿Es este el Amor con el que has formado tu pareja?
¿No lo sientes así?, bueno, podéis seguir amándoos sin estar juntos, pero si queréis intentarlo de nuevo, trata de revivir los momentos del enamoramiento inicial, así se regenera la energía que sentisteis entonces, y puede ayudar.

Mejor desde niños


            Leía, no hace mucho, uno de los miles de pensamientos que corren por las redes sociales, creo que del Dalai Lama, que decía: “Los seres humanos pierden la salud por ganar dinero, y después han de invertir el dinero ganado para recuperar la salud”. Es muy cierto.
            La vida de la inmensa mayoría de los seres humanos está enfocada en la consecución de bienes materiales, ya que eso es lo que han aprendido de sus progenitores y de la sociedad, y es lo que a su vez enseñan a sus hijos. La sociedad, que no es más que un conjunto de individuos, espera conseguir beneficios emocionales a través de la posesión de los bienes materiales, y desgraciadamente no es así, de ahí es de donde procede esa pérdida de salud, no solo física, sino también emocional y mental.
            La enfermedad como todo, es energía, la enfermedad aparece cuando malgastamos nuestra energía, cuando permitimos que nos la roben, cuando la enfocamos hacia objetivos erróneos, o cuando la bloqueamos por alguna emoción desmedida.
             La pregunta sería. ¿No se perdería la salud trabajando para conseguir la estabilidad emocional por distintos caminos a los materiales?, pero eso ¿No implicaría entonces que no se podría conseguir la estabilidad material? No solamente es posible, sino imprescindible y necesario para nuestra salud el conseguir la estabilidad emocional desligándola de la consecución de cualquier deseo material. Y por supuesto no se ha de renunciar a la estabilidad económica, es más, alguien emocionalmente estable, está más capacitado para la obtención de cualquier objetivo.
Recordar: “Energías iguales se atraen”, por lo tanto encontrarse bien emocionalmente va a ser un plus añadido para conseguir cualquier cosa, mientras que si se condiciona la estabilidad emocional a la obtención de los objetivos materiales, es muy posible que no se materialicen los deseos con lo cual nunca se va a conseguir la estabilidad emocional. Es el pez que se muerde la cola: “Estoy mal, quiero conseguir algo con lo que seguro voy a estar mejor, pero como estoy mal no puedo disponer ni utilizar el cien por cien de mis recursos para conseguirlo, con lo cual no lo voy a conseguir y voy a empeorar emocionalmente”.
Y así se mueve el mundo.

 
Es momento de volver la vista al alma y de cambiar las prioridades de vida, es momento de buscar la estabilidad emocional sin condicionarla a nada material, es momento, posiblemente, de ir contracorriente, porque contracorriente es conseguir el dinero desde la felicidad y no como se hace ahora, tratar de conseguir la felicidad desde el dinero, es momento de ser felices, es momento de terminar con el estrés y la ansiedad, es el  momento de la sanación. 
Y una vez conseguido hay que enseñar a los niños el cambio de valores. Prioridad uno: Trabajar para conseguir la propia felicidad y la de los otros, prioridad dos: trabajar para conseguir el dinero, que en vez de amasarlo se utilizará para ayudar a los que lo necesiten.
Es cierto que enseñar a invertir las prioridades que marca la sociedad es ir contra corriente, pero en algún momento ha de haber un punto de inflexión que incline las balanzas hacia la consecución de bienes espirituales. Mejor desde niños.

martes, 21 de abril de 2015

Una lucha a ciegas


            Después de, más o menos contestadas las preguntas del millón. ¿Quién soy?, ¿De dónde vengo?, ¿A dónde voy?, a mi aún me queda alguna otra pregunta: ¿Para qué todo esto?, ¿Por qué la Creación?
            Todo apunta a que somos una Chispa Divina, desgajada de la Energía Divina, que es lo mismo que decir que desgajados de Dios, es decir que somos una parte de Dios, que una vez separados decidimos jugar un juego que se llama “involución”, para después de mucho sufrimiento, ya que sufrir es lo que hacemos a lo largo y ancho de todas nuestras vidas, comenzar de nuevo a “evolucionar” para volver de nuevo a fusionarnos con Dios.
            La verdad es que visto y comentado así parece tonto, aunque somos tan poquita cosa que posiblemente, no sólo no sabemos las respuestas, sino que ni tan siquiera sabemos hacer las preguntas. Dios en Su Inmensa Sabiduría, debe de tener claro el motivo, aunque a los humanos nos parezca una “sinrazón”.
            En ninguna lectura he encontrado tampoco la razón de la Creación, cuentan cómo fue, de distinta manera según lo cuente la ciencia o alguna de las múltiples religiones, pero ninguno dice porqué.
            La Biblia, por ejemplo, en el Génesis dice al respecto:
 En el principio creó Dios los cielos y la tierra.
 Y  la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el  Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.
Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz.
Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas.
Y llamó Dios a la luz día, y a las tinieblas llamó noche. Y fue la tarde y la mañana un día.
Luego dijo Dios: Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas.
E hizo Dios la expansión, y separó las aguas que estaban debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre la expansión. Y fue así.
Y llamó Dios a la expansión cielos. Y fue la tarde y la mañana el día segundo.
Dijo también Dios: Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un lugar, y descúbrase lo seco. Y fue así.
Y llamó Dios a lo seco tierra, y a la reunión de las aguas llamó mares. Y vio Dios que era bueno.
              Y así sucesivamente. Pero todo esto ¿Por qué?
 
            Ya sé que no es importante, sólo es curiosidad, pero a lo mejor me ayudaba en la lucha sin cuartel que están librando, desde hace ya demasiado tiempo, mi alma y mi mente. También es posible que no lo sepamos para que esa lucha siga siendo una lucha a ciegas, y que con saber que venimos de Dios y que a Él hemos de volver, debe ser suficiente para que en esa lucha que mantienen el espíritu y la materia, gane, por fin, el espíritu, y gane porque si, sin ninguna razón, o con una razón que por sí sola ya parece suficientemente importante, que Dios se encuentra al final de la batalla.
De cualquier forma, eso se ha de hacer siguiendo los dictados que marca el corazón a través de las intuiciones. Pero y los pobres mortales que no escuchan a su corazón ¿Qué harán? Pues harán lo mismo que todos hemos estado haciendo hasta ahora, vivir para la materia, sin preocupaciones ni diatribas adicionales, hasta que llegue el día, igual que nos llegó a nosotros, que empezamos a escuchar las intuiciones y decidimos seguirlas, sabiendo que no eran más que las palabras del corazón, ¡habla tan bajito!.
            Llegados a este punto, aquí tenemos otra razón para respetar las infinitas maneras de hacer del resto de seres humanos, cada uno se encuentra en un momento de su evolución, y aunque nos parezcan inaceptables, hemos de aceptarlas y respetarlas. Y mientras no las aceptemos porque sí, que es como deberíamos aceptarlas, podemos echar mano de cualquiera de los dos siguientes opciones: Una, pensar que no hace muchas vidas nosotros nos encontrábamos en el mismo punto, y dos, ¿Cómo actúa Dios en un caso así?
            Sea como sea, un signo claro de que la batalla comienza a decantarse a favor del alma, es el respeto con que se acepta al diferente, o al que piensa, habla o actúa distinto a nosotros. Mientras exista algún tipo de rechazo o incomprensión el campo de batalla sigue dominado por la mente.

lunes, 20 de abril de 2015

Involución y evolución


            En nuestra vida en la materia, casi todos los seres humanos nos movemos bajo los mismos parámetros, motivados por nuestras creencias y por nuestros deseos, sin embargo, esto no es al cien por cien en todos los aspectos de nuestra vida. En la vida material si es así, pero no lo es en la vida espiritual.
            Me explico: Creemos que para tener una casa hay que tener dinero, lo cual es cierto, por lo tanto, si tenemos el deseo de poseer una casa nuestras acciones irán encaminadas a la consecución del dinero necesario: trabajar más, ahorrar más, pedir un préstamo o incluso los hay que podrían robar para conseguirlo. Sin embargo, hay un ejemplo claro de que en nuestra vida espiritual no es así: Creemos en Dios, sabemos que Dios es Amor, todos queremos el Amor, pero no movemos ni un dedo para acercarnos a Dios, ni para tener ese Amor, con el resultado que todos conocemos, y que es lo que hay en nuestra sociedad por la falta de Amor: guerras, hambre, corrupción, asesinatos, engaños, y un largo etcétera que lo único que demuestra es que en nuestra sociedad no existe la característica que nos define como “humanos”, ya que estamos regidos, sencillamente, por la animalidad, por los instintos y por los deseos materiales.
            Reflexionando sobre esto, me hago cruces de cómo los seres humanos que estamos en posesión de la formula de la felicidad, no solo no la aplicamos, sino que hacemos todo lo contrario, hasta llegar, en algunos casos a enfermar de tristeza, aunque ya es, por sí sola, suficiente enfermedad la tristeza.
            En la actualidad, vivimos una paradoja: Tenemos una mente racional, que tiene la capacidad de pensar, evaluar, entender y actuar de acuerdo a ciertos principios para satisfacer algún objetivo o finalidad y, sin embargo, pensamos, evaluamos, entendemos y actuamos en contra de nuestros objetivo primordial, el objetivo de ser felices. 
Los seres humanos podemos usar la razón para evaluar la mejor manera de alcanzar un determinado objetivo, aunque también podemos tomar decisiones o idear comportamientos donde la racionalidad no parece el principal factor. Estas decisiones o comportamientos, adjetivadas a veces como "irracionales" en realidad esconden frecuentemente aspectos de racionalidad limitada, animalidad o aspectos de imitación social otras veces. Algunas conductas humanas parecen completamente "irracionales”. Sobre todo las referidas a los aspectos espirituales del ser humano.
Somos una máquina perfecta que actúa de manera imperfecta. Nuestra mente que es de una perfección sublime, elabora productos que son vomitivos en el noventa por ciento de los casos.
¿Siempre habrá sido igual o en algún momento, después de nuestra creación habremos sido realmente racionales al cien por cien, para conseguir nuestros objetivos más importantes: la paz, la serenidad, la alegría, la felicidad y el amor?
Si nos atenemos a la historia que conocemos, desde nuestra vida en las cavernas hasta nuestros días, si, no hay duda, siempre ha sido así. Pero parece ser, según afirman los teósofos que somos la cuarta y quinta raza, (la palabra raza aquí no tiene nada que ver con los cuatro grandes grupos étnicos en que se suele dividir la especie humana). O mejor, para no confundirnos con la palabra raza, usaremos la segunda acepción que utiliza Arthur Powell en su libro “El Sistema Solar”, “etapa evolutiva”.
 
Según Arthur Powell “a través de todas las fases de nuestro Sistema hay un principio fundamental que se repite una y otra vez en muchos niveles diferentes. Este principio debe captarse claramente porque es el hilo de Ariadna para todo el laberinto y comprende las siete grandes etapas de la Involución y la Evolución.
En nuestro actual período global, las siete Razas-Raíces son las siguientes:
Primera Raza-Raíz. Esta se llama Raza Etérica porque no poseía cuerpos más densos que el etérico. Esta raza desapareció de la Tierra hace tiempo.
Segunda Raza-Raíz. Esta es la Raza hiperbórea: tenía cuerpos físicos, y ocupaba un continente, llamado Plaksha, en el Norte del globo. También desapareció de la Tierra.
Tercera Raza-Raíz. Esta, la Raza Lemuriana, ocupaba el continente de Lemuria o Shálmali, como se la denomina en historia antigua. Hablando a grandes rasgos, éste fue un gran continente del Pacífico, en el Mar del Sur. La raza es la negroide, y algunos de sus descendientes todavía existen, aunque en la actualidad muy mezclados con progenies de razas posteriores.
Cuarta Raza-Raíz. Esta, la Raza Atlántica, habitaba el Continente de la Atlántida, o Kusha, en su mayor parte desaparecido debajo del Océano Atlántico. La mayoría de los habitantes actuales de la Tierra pertenece hoy en día a esta raza.
Quinta Raza-Raíz. Esta es la Raza Aria, e incluye en la actualidad a los miembros más avanzados de los habitantes de la Tierra.
Sexta Raza-Raíz. Esta Raza aún no existe, aunque aparecerá dentro de poco. Está destinada a ocupar un nuevo continente, que ya empezó a surgir, fragmento a fragmento, en el Pacífico.
Séptima Raza-Raíz. Esta Raza seguirá a la sexta, y será la última que aparecerá en la Tierra en este ciclo o ronda. Nada se sabe todavía del continente que ocupará aunque a veces se le dé el nombre de Pushkara”.
Sobre las etapas de Involución y Evolución a que hace referencia Arthur Powell: “Durante tres etapas el Espíritu desciende en la Materia: la Vida involuciona en la Forma; la cuarta etapa es la del conflicto entre el Espíritu y la Materia, entre la Vida y la Forma; durante las tres etapas restantes el Espíritu asciende: la Vida evoluciona a través de (y desde) la Forma”.
Por lo tanto, parece que no somos así desde la Creación, hemos ido primero involucionando hacia la materia desde la Chispa Divina que somos, encontrándonos ahora en un punto álgido, punto de conflicto entre el Espíritu y la materia, lo cual explica nuestro irracional comportamiento. Para que una vez superado el conflicto, se eleve el Espíritu hacia Dios.
Pero esto no debe conformarnos. “Ah, estamos en la etapa de conflicto, es normal sufrir”, no, porque en algún momento el Espíritu ha de vencer a la materia. Es seguro que millones y millones de los que ahora pueblan la Tierra no están preparados para eso, pero otros muchos si, y lo realmente triste es que de todos los que están preparados, (los que estáis leyendo esto lo estáis), no den un salto cualitativo en su vida para vivir la vida del Espíritu.
Pienso que una buena manera de conseguirlo es vivir como si el Alma ya hubiera vencido a la materia, amando, respetando a todos, ayudando a quien lo necesita, tolerando las diferencias, comprendiendo las razones de los otros. A fin de cuentas la batalla entre el Espíritu y la materia la hemos de ganar cada uno de nosotros, nada nos va a ser dado, por muchas puertas energéticas que se abran, el trabajo es únicamente nuestro.

viernes, 17 de abril de 2015

Yoga


El verdadero Yoga no trata de la forma de tu cuerpo,
sino de la forma de tu vida.
El Yoga no se realiza, se vive.
Al Yoga no le importa la persona que has sido,
le importa la persona en la que te estás convirtiendo.
Aadil Palkhivala
 

Yoga significa unión, y esa unión puede referirse a muchos aspectos, sin embargo, el fin último del Yoga es la unión del hombre con Dios.
            Desde el inicio del camino del Yoga, hasta llegar a esa unión final con Dios, existen múltiples etapas, el acercamiento, el aprendizaje, los inicios de la meditación, la relajación, aprender a desprenderse de la tensión con la respiración, descubrir al ser que mora en nosotros, aprender a dominar la mente, incrementar el poder personal, seguir la intuición, vivir desde el corazón, descubrir el amor universal, así hasta toparse en la última etapa frente a Dios.
            Yoga no es sólo una actividad para realizar fuera del horario laboral o escolar, Yoga no es sólo para relajarse, para eliminar el estrés, para tonificar los músculos, para mantener la salud o la juventud, con el Yoga se consigue todo eso, pero el Yoga es más, es mucho más, Yoga es una manera de vivir, de vivir presente, de vivir con atención, de vivir en silencio (mental), de vivir desde el corazón, de vivir amando, de vivir con Dios.
            He escuchado cientos de veces: “No puedo hacer yoga porque no soy flexible”, y entonces trato de explicar, dulcemente, que para hacer Yoga no es necesario ser ni flexible ni rígido, ni  musculado ni resistente, ni alto ni bajo, ni hombre ni mujer, ni niño ni anciano, ya que el Yoga es para todos, y para practicarlo sólo necesitamos dos cosas: el cuerpo y la mente. No es necesario vestirse de blanco o de negro, no es necesario un lugar, no es necesario ni una colchoneta ni una piel de oveja, no es necesario escuchar ni músicas relajantes ni mantras, solo es necesario un cuerpo y una mente.
 
            Por lo tanto, si no es necesario nada más que el cuerpo y la mente, se puede hacer Yoga en cualquier lugar y a cualquier hora, porque en el momento que la mente está completamente atenta a lo que hace el cuerpo, sin divagar, se está haciendo Yoga: leyendo, trabajando, cocinando, paseando o desplazándote en transporte público. Sólo hay que estar alerta, solo hay que ser conscientes.
            El problema es que no estamos entrenados para eso, y necesitamos un cierto entrenamiento. Ese entrenamiento es el que realizamos cuando nos juntamos un grupo, en algún lugar, y con una música relajante, nos movemos, hacemos Yoga y meditamos, es decir, nos entrenamos para la vida.
            No deberíamos circunscribir el Yoga a ese entrenamiento, más o menos asiduo. Eso debería ser lo que es, un entrenamiento, ya que el auténtico Yoga es el que realiza cada persona a lo largo de su día durante toda la vida.
            Recuerda, por tanto que Yoga no es un movimiento más o menos perfecto, más o menos intenso, más o menos repetitivo, más o menos complicado, Yoga es cualquier movimiento siempre que lo hagas con total atención, pero también es cualquier “no movimiento” del que seas totalmente consciente, ¡Yoga es una forma de vivir!, ¡Yoga es el fin de nuestra vida!, ¡Yoga es la unión con Dios!
 

Un momento único en tu eternidad


Perlas para el alma



            El momento que estás viviendo ahora es único e irrepetible. No se ha dado en todas las vidas que has vivido, y no se volverá a repetir ni en esta vida ni en las vidas posteriores.
            Aprovéchalo, vívelo, siéntelo y disfrútalo, no te lo pierdas por culpa de los vaivenes de tus pensamientos, porque puede ser que la enseñanza de toda esta vida esté concentrada en este momento.