Nuestra conciencia está llena de miedo, miedo al
rechazo, miedo a la soledad, y necesita reafirmase a si misma, constantemente,
buscando siempre validación externa, buscando la aprobación del exterior; y
toda nuestra vida se ha construido, de manera inconsciente, (siempre estamos en
piloto automático), sobre ese miedo. Cuando la mente es nuestro centro, estamos
encogidos por ese miedo y eso nos hace estar, de manera permanente, a la
defensiva. Siempre nos falta algo, siempre tenemos necesidad de más: Más amor,
más dinero, más poder, más aceptación, más atenciones.
La base de nuestros pensamientos y sentimientos es
como un agujero negro, un vacío que nunca puede ser llenado y, para aliviar ese
miedo, para tratar de llenar ese vacío, nos vamos al exterior y nos aficionamos
al poder, al halago, a la admiración. Confiamos en el juicio de otras personas,
¡Que poco nos valoramos y queremos!, no confiamos en nosotros, y le damos
nuestro poder a cualquiera que pasa por delante de nosotros.
Confiamos en el juicio de otras personas y nos
ponemos nerviosos sobre lo que la gente piense de nosotros. Es importante para
nosotros porque nuestra autoestima depende de eso y, sin embargo, nuestra
estima desciende y desciende, porque hemos entregado nuestro poder a otras
personas.
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