Tal como
somos los seres humanos parece normal que si alguien nos ofende, nos desprecia
o nos humilla, bien sea con palabras o con acciones, nos sintamos ofendidos,
despreciados, humillados, posiblemente engañados, o robados, o sencillamente
defraudados, aunque también nos podemos sentir ofendidos porque sencillamente
alguien no haya cumplido con nuestras expectativas, ¡Los seres humanos somos
así! Y también parece normal que
mantengamos en nuestro interior el recuerdo de tal ofensa, y que no sintamos en
nosotros la necesidad, ni la intención de perdonar tal humillación. ¡Hasta ahí
podíamos llegar!, después de lo que nos han hecho, ¡Cómo vamos a perdonar!, ¡A
quien se le puede ocurrir semejante desfachatez!
Pues a pesar
de lo que nos hayan hecho, hay que perdonar, sin tener en cuenta si ha sido más o menos grave
hay que perdonar. Incluso me atrevería a decir que es más necesario perdonar cuanto
mayor ha sido la ofensa.
La ofensa
que la persona mantiene en su recuerdo, es el caldo de cultivo de la ira, del
rencor, del miedo, del resentimiento, del dolor, de las ataduras, del odio, del
deseo de venganza, y de un montón más de sentimientos negativos. Todos estos
sentimientos negativos son desequilibrios emocionales, que más pronto que tarde
pueden afectar al cuerpo físico. Es decir, que hay que perdonar por una
cuestión práctica, por una cuestión egoísta, hay que perdonar para encontrarse
bien emocional, mental y físicamente.
Aunque
prácticamente todas las religiones mantienen en sus estatutos la necesidad del
perdón para alcanzar la Gloria Eterna, en las distintas formas, según la
ideología religiosa, pero como la Gloria Eterna no parece que tenga suficiente
tirón, no solo entre los seguidores y feligreses de las distintas religiones,
sino ni tan siquiera entre la cúpula directiva, (ya que todos incumplen sus propios
estatutos), elijamos una razón más egoísta y más pragmática: nuestra salud.
Mantener la
ofensa viva en el recuerdo significa darle vueltas y vueltas a la ofensa un día
sí y otro también, es decir, mantener la ofensa viva en el recuerdo es vivir en
el pasado. Mantener la ofensa viva en el recuerdo significa elegir el
sufrimiento. Pero el pasado ya pasó, el pasado no existe, recordar la ofensa significa
mantener las ataduras de algo que ya no existe nada más que en el propio pensamiento,
impidiendo vivir la vida plenamente.
Cuando algo pasa por la mente, para
ella eso está sucediendo realmente en ese momento, ya que la mente no
discrimina entre pasado, presente y futuro, para ella todo es ahora, por lo
tanto, cada vez que pensamos en el hecho o en la persona que lo provocó,
volvemos a experimentar las mismas sensaciones desagradables que vivimos
originalmente, ya que generamos en ese momento la misma energía negativa que se
generó en el momento de producirse la ofensa, o posiblemente más, ya que en la
visualización de la ofensa podemos añadirle escenas que hagan aun más dramática
la situación, con lo que la energía negativa generada puede desbordar cualquier
previsión.
Todo es
energía. Cada pensamiento es energía. Imagina que la ofensa te ha generado
rencor, que no es nada más que una pelotita de energía negativa, que se va
repartiendo por los chakras, que son esas centrales de energía que determinan
nuestro carácter, nuestras emociones y nuestro propio estado de salud física.
Por un lado la propia forma de pensamiento de la ofensa, según se va
descargando una y otra vez en el cerebro para expresarse, va creciendo y
creciendo, hasta convertirse en una forma de pensamiento enorme, que hasta
cambia de nombre, para llamarse entidad de pensamiento, con una característica
fundamental, “tiene vida propia”, es decir, que quiere vivir, y su alimento es
la energía generada con el propio pensamiento, con lo que el pensamiento de la
ofensa vuelve una y otra vez al cerebro. Y por otro lado esa energía generada
va alimentando la pelotita del rencor, hasta llegar al extremo, si no se pone
remedio, de que esa energía de rencor va enquistándose en cada célula del
cuerpo.
Resumiendo,
pensar permanentemente en la ofensa, manteniendo y alimentando el dolor y el
rencor es cavar la propia tumba, o acelerar su traslado a ella, manteniendo
además mientras dure la vida un estado emocional lamentable.
Observa la
paradoja: El ofensor, que es el que ofende, se queda tan feliz, sin que se
altere su paz interior y sin sufrir el más mínimo desgaste emocional, mientras
que el ofendido, que le da vueltas y más vueltas a la ofensa, alimenta su
rencor y destroza su cuerpo energético, y por ende su cuerpo físico con ese
veneno generado por sus pensamientos. Es como si el ofendido se tomara cada día
una gota de veneno, quien sabe si esperando que se envenene el ofensor, cuando
es él el único perjudicado.
Perdonar no
es más que la liberación de las emociones destructivas que nos atan al pasado
de manera enfermiza: El perdón nos libera, por lo tanto de la ira, el miedo, el
resentimiento, y un sinfín más de emociones negativas, permitiendo que el
corazón se abra a la alegría, a la paz y al amor.
El perdón es
una de las claves para mantener o recuperar la salud, y sobre todo la llave
maestra que nos va a dar acceso a la libertad. La libertad de vivir sin que las
actitudes y los actos de otras personas dejen de tener poder sobre nosotros. Es
realmente triste y lamentable vivir atados a las decisiones de otros, a las
palabras de otros, o a las actitudes de otros, ya que eso es como si nos robaran
la misma vida, porque dejamos de vivir una vida plena para vivir actitudes
negativas de otros.
El perdón no
exime de su culpa al ofensor, ni le exime de las consecuencias, pero si
permitirá que vivamos felices, con independencia de lo que piensen, digan o
hagan los demás, tanto a nuestro favor como en nuestra contra.
La serenidad
que se consigue perdonando nos hace conscientes de que con nuestro perdón nada
cambia del pasado, pero que si cambia, y de manera radical nuestro presente,
presente que es la base para nuestro futuro, con lo cual cambiando ese presente
aseguramos un futuro diferente al que nos esperaba con una vida llena de rencor
y de sombras.
El perdón es
un proceso interior, es algo que afecta a nuestra manera de pensar, afecta a
nuestra conducta y por supuesto a nuestras emociones.
Sabemos que
el proceso de perdonar está concluido cuando dejamos de sentirnos atrapados en
una relación, sobre todo emocional y mental, con el ofensor, y cuando el
recuerdo de la ofensa y del ofensor genera una reacción como ver el cielo azul,
los pájaros volando, o el agua discurriendo por el río, vamos que no nos afecta
en absoluto.
Es necesario
perdonar por nuestra salud física. Nada tienen que ver ni la espiritualidad, ni
las religiones, solo es una cuestión de salud. Existen estudios que demuestran
que la rabia, el rencor, la vergüenza, la agresividad y el sentimiento de culpabilidad
crónica están muy relacionados con la enfermedad física.
El
resentimiento y la culpabilidad, sobre todo cuando han sido con frecuencia
reprimidos, son factores que afectan, inhibiendo en gran manera al sistema
inmunitario, con lo cual la enfermedad física está servida.
Las personas
que en su imaginación no conciben perdonar a otros, muestran cambios en la
presión sanguínea, en la tensión muscular y en la respuesta inmunitaria; sin
embargo, las que si pueden imaginarse perdonando a su ofensor manifiestan, de
inmediato, una mejoría en su sistema cardiovascular, muscular y nervioso.
Perdonar no
es olvidar. El que espera llegar a
olvidar para perdonar no lo logrará jamás, porque el cerebro lo registra todo.
No se puede olvidar. Sin embargo cuando se dice: “Perdono, pero no olvido”, es
como si avisáramos de que eso está dentro aguardando para cobrarse la deuda.
Eso no es perdón.
Perdonar no
es justificar comportamientos negativos o inadecuados.
Perdonar no
quiere decir que apruebes o defiendas la conducta que te ha causado dolor, ni
tampoco excluye que tomes medidas para cambiar la situación o proteger tus
derechos.
Perdonar no
justifica en nada lo sucedido.
Perdonar no
es fingir que todo está bien cuando sientes que no es así.
Perdonar no es tener que hablar directamente con la otra persona: El perdón no exige la comunicación.
Sólo es un acto personal de liberación de energía que nos está haciendo daño.
Perdonar no
es ser ingenuos: Perdonar nunca
significa permitir que un ofensor se salga con la suya, ni tampoco una manera
de ignorar el problema. El perdón hace que la persona tenga una visión realista
de quien es realmente el ofensor.
Como
perdonar es un trabajo interior, es algo que se puede hacer en soledad en la
soledad de nuestra meditación. Después de tu meditación. Y si no haces
meditación, (que deberías hacer), en cualquier momento del día.
- Sube las manos a la altura de
los hombros, con los brazos al lado del cuerpo, cómodamente relajados, las
palmas al frente.
- Lleva la atención al corazón.
- Visualiza a la persona que vas a
perdonar delante de ti.
- Lleva la atención a tu corazón
sintiendo que sale un rayo de luz, igual que de las palmas de tus manos, y
repite en tu interior: Yo te perdono, cualquier cosa mala que me has
hecho, voluntaria o involuntariamente, con pensamientos, palabras, hechos y
omisiones, incluso aunque ya no te acuerdes de lo que es.
- Y después dile: Y tú, perdóname
por todo el daño que te he hecho, voluntaria o involuntariamente, con
pensamientos, palabras, hechos y omisiones, incluso aunque ya no me
acuerde de lo que es.
Y no nos queda más remedio que
hacerlo hasta que recordemos el hecho sin sentir ninguna de las emociones
negativas que nos generaba en un principio.