Perlas para el alma
Desde el
principio de los tiempos, los seres humanos hablan unos de otros, prácticamente
sin parar. Parece que ese es un buen entretenimiento.
Pero todo ese hablar, que en muchas,
muchísimas ocasiones, está falto de amor, sólo es una vibración pasajera en el
aire, y no será más que eso, a no ser, que nosotros decidamos y permitamos que
sea otra cosa. Lo que digan los demás, por muy desagradable que sea, no debe
importarnos en absoluto. De hecho, si no escuchamos lo que dicen de nosotros,
está claro que no nos va a importar, pero si lo escuchamos, tampoco debería
importarnos, porque si nos importa, si nos enoja, si nos llena de rabia, sólo
es un problema nuestro, sólo es un signo de nuestra propia inmadurez, somos
nosotros mismos los que nos estamos haciendo daño, no las palabras de los demás.
Que
hablen, ¡Qué más da!
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