Mi muy amado hijo:
Sí, hijo mío, siempre
estoy. Siempre te escucho. Nunca estoy lejos, aunque mi forma de actuar sea
diferente a la que podrías esperar. No suelo intervenir directamente, porque ni
siquiera yo mismo voy a interferir en la programación de tu alma. Cada paso en
tu camino, cada decisión que tomas, forma parte de ese plan divino y perfecto
que tú mismo trazaste antes de llegar a la vida.
Por eso te digo: la
oración, el pedir y el agradecer son esenciales. Puede que te parezcan gestos
insignificantes, incluso una pérdida de tiempo, sabiendo que las situaciones
que llegan a tu vida están dictadas por ese plan superior. Pero hay una razón
más profunda detrás de estos actos.
Todo es energía, hijo
mío. Yo soy energía, y tú también lo eres. Sin embargo, hay grados: desde la
energía más sutil y pura que soy Yo, hasta las formas más densas, como las
cosas materiales, entre ellas tu cuerpo físico. La energía se rige por leyes
inquebrantables que han sido tejidas en el tejido del universo:
- La energía siempre
sigue al pensamiento. Allí donde coloques tu atención, hacia allí fluye tu
energía.
- Energías semejantes se atraen.
Aquello que emanas, inevitablemente regresa a ti.
Y ahora, reflexiona
conmigo: ¿qué ocurre cuando rezas, cuando suplicas, cuando agradeces? En ese
instante, diriges tu pensamiento hacia Mí, y con ello, tu energía se eleva y se
conecta conmigo. Durante esos preciosos momentos de oración, estamos en
comunión, unidos. Y dime, ¿qué podría ser más hermoso que sentirte uno con tu
Padre?
Además, esta conexión
te brinda algo invaluable: paz y serenidad. Esa calma que difícilmente logras
en el ajetreo cotidiano. Es en esa quietud donde encuentras claridad, donde te
abres a comprender tu Plan de Vida y el propósito detrás de cada situación que
atraviesas. Porque todo tiene un sentido, incluso lo que parece más
incomprensible.
Y como las energías
semejantes se atraen, al orar y agradecer, te colocas en una posición para
recibir más de lo mismo. Si generas paz, atraerás más paz; si irradias
gratitud, vendrá a ti más alegría, serenidad y comprensión. En este flujo,
empiezas a experimentar la abundancia del amor y la sabiduría divina.
Por eso, hijo mío, no
subestimes la fuerza de la oración ni del agradecimiento. Son herramientas que
no solo te unen a Mí, sino que también iluminan tu sendero, te fortalecen y te
recuerdan que nunca estás solo.
CARTAS A DIOS-Alfonso
Vallejo
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