Querido hijo:
Antes de nada, quiero
recordarte algo esencial: todo lo que has logrado hasta ahora no es gracias a
Mí, sino gracias a ti. Es tu valentía, tu esfuerzo y tu dedicación lo que han
permitido que crezcas y domes a esa mente inquieta que tantas veces se interpone
en tu camino. No necesitas mirar fuera de ti para encontrar fortaleza, porque
ya la llevas dentro. Cada paso que has dado hacia la aceptación, hacia el
entendimiento, ha sido un paso hacia el amor, hacia tu verdadera esencia. Eso
es lo que te acerca a Mí, pero también a ti mismo, a lo que realmente eres.
Has aprendido algo
profundo y transformador: la igualdad. Todos sois iguales porque todos sois expresiones
de la misma chispa divina. El cuerpo que ocupas solo es un vehículo, una forma
pasajera que te permite experimentar la vida desde distintos ángulos. Hoy eres
hombre, pero en otras vidas fuiste mujer, y quizás en el futuro lo serás de
nuevo. Cada experiencia es una oportunidad para aprender, para crecer y para
entender que las diferencias externas no son más que ilusiones que la sociedad
y la educación perpetúan desde la infancia.
Esa sociedad, con su
mirada limitada, a menudo clasifica los trabajos, les asigna un valor
diferente, pero eso no es más que una invención humana. Para Mí, no existe
diferencia entre un maestro de yoga que guía a otros hacia el equilibrio
interior, un albañil que construye los cimientos de un hogar, o un hombre que
cocina para su familia con amor. Cada uno de esos actos, si se hacen con
intención y cariño, tienen el mismo valor, porque todos están impregnados de la
esencia divina.
La verdadera dignidad
no está en lo que haces, sino en cómo lo haces. Si planchas una camisa con
amor, si cocinas una comida con gratitud, entonces esas acciones, por pequeñas
que parezcan, son actos de grandeza. El amor es lo que transforma lo cotidiano
en sagrado. Y cada vez que te enfrentas a ese “machito” interior que intenta
cuestionar la dignidad de lo que haces, estás participando en un proceso
divino: estás desmontando capas de programación, de ego, y estás eligiendo
conscientemente el amor sobre la separación.
Ese diálogo interno
que has aprendido a sostener contigo mismo es una muestra de tu crecimiento. No
siempre es fácil enfrentarse a los pensamientos que nos limitan, pero tú has
demostrado que se puede. Cada vez que eliges aceptar en lugar de resistir, cada
vez que transformas una tarea en una expresión de amor y gratitud, te elevas un
poco más. Este proceso no es solo para ti; inspiras a otros, aunque no te des
cuenta. Al elegir ser consciente y actuar con amor, abres caminos para que
otros también lo hagan.
Quiero que sepas que
siempre estoy contigo, no como un juez ni como un maestro que te dicta qué
hacer, sino como un compañero que camina a tu lado. Estoy en cada pensamiento
de gratitud, en cada acto de amor, en cada momento en el que eliges vencer las
viejas creencias y abrazar la vida tal como es. Mi presencia no está reservada
a los grandes momentos de iluminación; me encuentras también cuando cortas
cebollas, tiendes la cama o planchas una camisa. Porque estoy en el amor que
pones en cada cosa que haces.
Sigue adelante,
querido hijo, con el corazón abierto y la mente despierta. Cada pequeño paso
cuenta, cada esfuerzo es valioso. Estás construyendo un puente hacia tu
verdadera esencia, y lo estás haciendo con tus propias manos, con tu propia
determinación. Eso es el verdadero amor: crecer, transformarte y, en ese
proceso, encontrarme a Mí en tu interior.
Con amor eterno.
CARTAS A DIOS - Alfonso Vallejo
No hay comentarios:
Publicar un comentario