Querido Dios:
Detrás de ese
pensamiento de que hay alguien que tiene algo más, lo que sea, se forja el
deseo, ¡Yo también quiero ……….. más! Y se comienza un peregrinaje mental y de
emociones en pos de ese más que la mente ha decidido que necesita. Pero, es
asombroso, al no pensar que tiene suficiente de lo que sea, no quiere nada con
los menos ricos, menos sabios, menos importantes, con menos poder.
¡Qué poderoso es el
pensamiento!, que nos hace ir en pos de “maestros”, en pos de “religiosos”, en
pos de “políticos”, en pos de “famosos”.
A veces siento que ese
“más” que perseguimos actúa como una máscara. Nos cubre el rostro de lo que
realmente somos, porque tememos no ser suficientes. Nos hemos acostumbrado
tanto a medirnos con estándares externos, a clasificarnos según logros,
riquezas o reconocimientos, que hemos perdido la habilidad de encontrarnos con
nosotros mismos. Miramos en el espejo y no vemos lo que somos, sino lo que nos
falta ser.
Es irónico, Dios,
porque dentro de nosotros sabemos que esas comparaciones son una trampa.
Sabemos que el valor verdadero de una persona no se encuentra en lo que tiene o
aparenta, sino en lo que lleva en su corazón. Sin embargo, seguimos atrapados
en esa red, atados a ideales y expectativas que a menudo ni siquiera son
nuestras. Son voces del mundo que hemos convertido en nuestras guías, olvidando
la voz suave que viene de Ti y que nos susurra: “Ya eres amado. Ya eres
suficiente”.
Y esa lucha interna
entre lo que deseamos y lo que somos genera cansancio, un cansancio profundo
que ni siquiera reconocemos. Nos distraemos con más tareas, más metas, más
ocupaciones, creyendo que llenar ese vacío con actividades nos dará paz. Pero
no la da. En cambio, nos aleja más de lo esencial, de ese silencio donde
podríamos escuchar Tu Voz y reencontrarnos con la Verdad.
Sé que no estamos
solos en esta búsqueda. Sé que Tú, Dios, siempre estás ahí, paciente, esperando
a que levantemos la mirada del caos que nos hemos creado. Pero ¿Cómo hacerlo,
Dios? ¿Cómo romper con ese ciclo? ¿Cómo encontrar la valentía para mirar hacia
adentro, aceptar nuestra vulnerabilidad, y darnos cuenta de que no necesitamos
buscar más porque ya te tenemos?
Dios, no te pido
respuestas fáciles ni soluciones inmediatas. Solo te pido que me des claridad,
que ilumines mi mente y mi corazón para discernir lo que realmente importa.
Enséñame a amar más allá de las apariencias, a construir puentes en lugar de
muros, a vivir plenamente sin miedo al vacío. Porque creo, Dios, que en ese
vacío es donde Tú habitas.
Con gratitud y
esperanza,
Tu hijo.
CARTAS A DIOS –
Alfonso Vallejo
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