El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




viernes, 2 de mayo de 2025

El machito que habita en mi

 


Querido Dios

         Hoy, como cada día, estaba preparando la comida. No recuerdo si fue mientras picaba la cebolla o el tomate, pero la mente, siempre tan activa y, a veces, tan malvada, dejó pasar un pensamiento que hacía mucho tiempo no tenía. Un pensamiento que creía muerto y enterrado, pero que, para mi sorpresa, apareció de nuevo: “¿Cómo puede ser que a mi edad tenga que estar cocinando?”.

Al principio, cuando empecé a asumir casi todas las tareas del hogar, este pensamiento me perseguía de manera constante. Aparecía mientras cocinaba, planchaba, tendía las camas o realizaba cualquier otra tarea doméstica. Me cuestionaba con amargura: “Los jubilados como yo están paseando, tomando el sol o disfrutando del espectáculo de ver como avanzan las obras cerca de sus domicilios”. Eran pensamientos que me llenaban de ira, como si algo en mi interior se resistiera a aceptar mi nueva realidad.

Pero todo cambió cuando decidí enfrentarme a esos pensamientos. Empecé una conversación seria con mi ego, o con quien fuera el que me susurraba esas ideas con tanto descaro. Dialogaba conmigo mismo:

– ¿Quién crees tú que debería hacer todo esto que ahora hago? 

– ¿Tu esposa? 

– ¿Cuándo lo haría, si trabaja fuera de casa todo el día? 

– ¿Una asistenta? Sabes perfectamente que no tenemos los recursos para pagar a alguien. 

– ¿Qué pasa, acaso eres menos hombre por encargarte de este trabajo? 

– ¿Por qué estaría bien hacerlo si fueras mujer? 

Poco a poco, estas preguntas me llevaron a aceptar en mi interior que este trabajo también era mío. Cada plato cocinado, cada camisa planchada, cada cama tendida se convirtió en un pequeño acto de amor y responsabilidad, más allá de los roles impuestos por una sociedad que tantas veces nos limita.

Sin embargo, no te voy a mentir. De vez en cuando, como hoy, reaparece ese “machito” que habita en mí, ese que durante dos tercios de mi vida fue mi guía. Viene de visita, muy de vez en cuando, pero cuando lo hace, su presencia me resulta incómoda. No porque quiera recordarme quién era, sino porque sé que ya no tiene lugar en mi vida.

Y eso, querido Dios, te lo debo a Ti. Gracias a Ti, ese “machito” ya no me acompaña como antes. Sé que todo esto que estoy escribiendo ya lo sabes, pero aun así quería compartirlo contigo. Escribir mientras cocino me hace sentir más cerca de Ti, y eso me da una fuerza inmensa. Me ayuda a mantenerme firme en este camino de aprendizaje, en este proceso de reconciliarme conmigo mismo.

Gracias por estar ahí, por escucharme, y por acompañarme mientras corto cebollas, plancho camisas o tiendo camas. Gracias, porque en cada tarea cotidiana, te siento a mi lado. Y eso, Dios mío, me basta.

Con cariño y gratitud, 

A pesar de los años, un aprendiz de la vida.

          CARTAS A DIOS-Alfonso Vallejo

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario