Yo siempre estoy.
Soy la presencia
incansable, la sombra que no se aparta, el eco que resuena aun cuando nadie
escucha. Opine blanco u opine negro, mi esencia no depende del vaivén de mis
pensamientos.
Porque la mente es un
río cambiante, caprichoso, que arrastra certezas y las disuelve en dudas, que
colorea el mundo con matices infinitos. Hoy creo, mañana cuestiono. Hoy afirmo,
mañana dudo. Pero en medio de ese torbellino, una certeza se mantiene
inquebrantable: yo siempre estoy.
Soy el testigo de mis
propias contradicciones, el refugio de mis propias tormentas. No soy lo que
pienso, no soy lo que opino. Soy aquel que observa, que sobrevive a cada
revolución interna.
A pesar de mi mente, a
pesar de sus susurros y sus gritos, sigo aquí. Inmutable, presente. Soy el que
permanece.
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