El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




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viernes, 17 de marzo de 2023

En Casa

         


         Estaba soñando. Me vi caminando por un camino entre árboles. Era un lugar en el que la naturaleza parecía haber expresado toda su belleza. Flores de todos los colores daban al ambiente una fragancia, que si me preguntaban cual era el olor predominante, sólo podría decir: que era un aroma celestial. Aves de plumajes exóticos llenaban el ambiente con un canto, que más parecía un coro de ángeles. Árboles gigantescos filtraban el sol para que la temperatura fuera siempre primaveral. De haber existido el paraíso, hubiera sido esto, sin lugar a dudas. En cualquier momento podían haber aparecido Adán, Eva y la serpiente.

Pero no, ellos no estaban, sólo estaba yo, disfrutando del momento, disfrutando del lugar. No sabía de dónde venía, no sabía adónde iba, ni que hacia en ese lugar, pero no me importaba en absoluto. Me veía vestido de blanco en un cuerpo que no sentía, en un cuerpo sin ningún tipo de molestia, ni calor, ni frío, ni hambre, ni sed. No tenía pensamientos, sólo disfrutaba de la belleza con cada poro de mi piel, y un solo pensamiento hubiera hecho que me perdiera en sus vericuetos, perdiéndome durante ese momento de la hermosura del lugar. ¡Nunca me había sentido tan bien!

Corría detrás de los pájaros, saltaba con las ranas, me sentaba en el suelo a disfrutar de la fragancia de las flores, o me tumbaba mirando como las ramas filtraban los rayos del sol.

Creo que me dormí en mi sueño, hasta que el ruido del roce de algo con las ramas hizo que abriera los ojos y prestara atención. Yo creía que estaba solo, pero no, allí, delante de mí apareció el caballo blanco más hermoso, más majestuoso y más impresionante que había visto nunca, con una crin y una cola largas, que se movían con la brisa, y además, tenía unas alas blancas, muy blancas, a los costados de su lomo, ¡era un caballo con alas!

Parecía disfrutar de mi cara de incredulidad, mientras doblaba sus patas delanteras e inclinaba la cabeza, invitándome a subir a su lomo. Por supuesto que el caballo no hablaba, ni yo relinchaba, pero  podía comunicarme con él. Su pelo era suave, me abracé a su cuello, sintiéndome aun mejor de lo que me encontraba en el paraíso que había encontrado. Sentía que me inundaba una paz, una alegría y un amor desconocidos hasta ahora.

Con suavidad, con dulzura, como si llevara sobre si una valiosa pieza de porcelana, empezó a elevarse, batiendo sus alas y moviendo sus patas como si estuviera trotando en una pradera. Se elevó y elevó, nuestra Tierra empezó a hacerse pequeñita, me hizo saber que daríamos un rodeo para ir al lugar a donde me llevaba, para que pudiera disfrutar del paseo. Dio varias vueltas a la Tierra para que pudiera admirar su belleza, pero ralentizaba su marcha, allá donde había guerras y los hermanos se mataban unos a otros, allá donde se estaba maltratando a la Tierra por su sobreexplotación, por la tala indiscriminada de bosques, por la polución generada por el bienestar del primer mundo, allá donde se hacinaba a la gente en campos de refugiados. El paseo era hermoso mientras no aparecía la mano del ser humano. Allá donde esta mano aparecía, comenzaba la destrucción, la guerra, la discriminación, el hambre, el maltrato, el dolor, la destrucción y la muerte.

No pude reprimir mis lágrimas por el dolor que la visión de la miseria humana producía en mí. La crin del caballo me envolvía acariciando mi cara para consolarme. Y por fin, cuando todavía no se habían secado mis lágrimas, el caballo alado empezó a descender sobre una especie de nube blanca y luminosa.

Una vez en tierra, o en nube, no sé muy bien, volvió a doblar sus patas delanteras y a inclinar la cabeza para que pudiera descender. Así lo hice y nada más apearme del caballo aparecieron ante mi unos seres, o no, porque sólo podía apreciar luminosidad, pero era tan intensa que me sentí envuelta en ella. En un instante, sentí mi unión con esos seres, era como si los conociera desde siempre.

-   Efectivamente, nos conocemos desde siempre, - dijeron -, pero en el tiempo que llevas en la Tierra, has perdido la memoria de quien eres, has perdido la memoria de tu grandeza, de tu poder, de tu divinidad, al igual que todos tus hermanos allá abajo.

-   Pero tú, -prosiguieron-, con tus dudas, con tus preguntas, con tus experimentos, con tus luchas, con tu cabezonería, con tu voluntad, con tu paciencia, con tu valentía, con tus desafíos, y sobre todo con ese amor con el que has aprendido a conectar, has tenido destellos de quien eres, y en esos destellos has entendido que tienes un cuerpo, para a través de él, conectar con tu alma, justo con eso que ahora está aquí con nosotros. Todos somos alma, nosotros, tú, y tus hermanos en la Tierra.

-   En los últimos tiempos te has preguntado, nos has preguntado, casi suplicado, que era eso que tenias que hacer tan lejos de casa. Pero ¿Cuál es tu casa?, hijo mío, esta es tu casa, y la Tierra, toda la Tierra, sólo es el lugar donde tienes que llegar a recordar de dónde vienes y adónde vas, sólo es el lugar en el que tienes que aprender a amar, y después ayudar a recordar a tus hermanos, para que también despierten al amor.

-   Lo estás haciendo bien, pero aun tienes que amar más para confiar totalmente. Has dejado atrás casi todos los apegos, pero aun tienes apego a la duda de que has de hacer y al miedo de no hacerlo bien. Recuerda que todo siempre está bien. Recuerda que no estás sólo, ninguno en la Tierra estáis solos. Permanece atento a las señales y ama. Es todo lo que tienes que saber. Y ahora vuelve a tu cuerpo. Vuelve con el amor de todos nosotros.

-   No, – dije yo –, no quiero volver, quiero quedarme aquí por siempre.

-   Has de volver, cada vez estás más cerca de quedarte aquí para siempre, pero ahora, vuelve, mucha gente te está esperando. Te amamos.

En un instante me quedé solo y empecé a sentir que caía a una velocidad increíble, veía como iba acercándome a mi cuerpo, que un instante después despertaba con una fuerte sacudida.

 

lunes, 27 de febrero de 2023

22 de febrero

     


           Estoy inmerso en la escritura de un nuevo libro. Esta es una parte de la introducción.        

          El título provisional con el que nació este libro fue “Creer para crear”, porque en cada una de sus páginas se habla de creencia. De la creencia que necesitas, tú que estás en los primeros compases de su lectura, para conseguir hacer realidad tus más íntimos deseos o tu necesidad más perentoria.

Sin embargo, cuando llegó el momento de dejar el título como definitivo, comprobé que ya existía un libro con el mismo título desde el año 2017, y como creo en la antigüedad y en la meritocracia, me sentí como un intruso, y me pareció indigno que algún lector pudiera confundir los libros y encontrarse con un contenido que no esperaba.

Así que busqué otro título. Seguía con la idea de unir las palabras creer y crear, pero como la “creencia” y la “creación” son conceptos muy manidos, decidí dar un vuelco de 180º y encontrar un título que, aunque no describa su contenido en forma específica y clara, resulte atractivo, al menos para mí, (a fin de cuentas, es mi libro). Y apareció. El titulo definitivo es "22 de febrero".

¿Por qué 22 de febrero? Porque es la fecha de una de las efemérides más importantes de mi vida: el nacimiento de mi hijo pequeño, que es la persona que más ha influido en el avance de mi trabajo de vida.

Mi trabajo de vida, como el de todos los seres humanos, es aprender, o, mejor dicho, recordar, lo que es el “amor incondicional”. Tengo que reconocer que aun me falta un trecho para completar el aprendizaje o el recordatorio, pero, sin duda, la llegada de mi hijo a mi vida ha supuesto un incremento importante en la asimilación e integración del amor en cada una de las células de mi cuerpo.

Esta efeméride, que por sí sola, ya es lo suficientemente importante, para mí, como para darle título al libro, no opaca otros acontecimientos ocurridos, en la misma fecha, en el transcurrir de los años.

He elegido otros dos: La entronización, en el año 1940, en el Tíbet, del nuevo Dalai Lama, Tensing Gyatso, que contaba, entonces, con cinco años de edad, y la publicación de la novela “La colmena”, de Camilo José Cela, en el año 1951, en España.

Me he decantado por la entronización del Dalai Lama, por un tema de carácter personal. Algunas de las creencias que son el motor de mi vida son enseñanzas difundidas por el budismo y, por si eso no fuera suficiente, la personalidad del Dalai Lama me atrae como un imán, por su sabiduría, su humildad, su sencillez y su sentido del humor.

Ningún lector, escritor o, tan solo, escribidor, puede pasar de largo y no emocionarse con una obra maestra como es “La colmena”. En “La colmena”, Cela relata con su agria ironía la vida cotidiana de Madrid en el año 1943. Es una amarga crónica existencial en la que todos los protagonistas creen que las cosas pasan porque sí y que nada tiene remedio. En las páginas de “22 de febrero”, podrás comprobar que, si los personajes de La colmena “creían” que nada tiene remedio, es normal que así fuera para ellos, porque “creer es crear”.

Por si alguno de los lectores tiene curiosidad de saber cuál es el santo del día. La iglesia católica festeja a San Pascasio, que fue un monje benedictino francés, abad de la Abadía de Corbie y, creo que se merece tener unas líneas en esta introducción por ser un importante autor eclesiástico. 

¿En la dimensión correcta?

 


Capítulo final. Novela "Ocurrió en Lima"

Todavía era de noche cuando desperté. Saqué el brazo y alargué la mano para mirar la hora en el celular. Eran las 4:44 de la madrugada. Mi pensamiento, aun torpe a esta hora, me recordó que, una vez leí en alguna de las páginas de espiritualidad, que frecuentaba aquella época, hace ya 7 años, en aquellos días de agosto en los que solía frecuentar la compañía de Ángel, que encontrarse con el número 444 significa que los ángeles están cerca de mí para ayudarme en todo aquello que pudiera necesitar y que por eso no hay que preocuparse.

Volví a cerrar los ojos y a meter el brazo dentro de la sábana. Aun me faltaban casi dos horas para levantarme. Como no era normal que me despertara tan temprano agudicé el oído para ver si los niños hacían algún movimiento. Podía ser que me hubiera despertado por alguno de ellos. No se escuchaba ningún ruido, todo era silencio. Sentí un ligero escalofrío y me acerqué a Indhira buscando cobijo. Pero…, no estaba.

Abrí los ojos para tratar de ubicarla cuando fui consciente de que no estaba acostado en nuestra cama. Estaba…, estaba en mi antigua cama, en mi antigua habitación. “Que sueño tan tonto”, pensé. Sin embargo…, ¡parecía tan real!

 La mente tiene, a veces, razonamientos extraños y, el mío fue: “Si vuelvo a cerrar los ojos, posiblemente, dejaré de soñar este sueño, sin sentido, y cuando despierte ya se habrá esfumado”, por lo que cerré los ojos acurrucándome, lo más cómodo posible, para volver a dormir dentro de este extraño sueño.

Pero no conseguí dormir y, además, podía escuchar, con toda nitidez, el ruido de algunos carros que pasaban. En mi casa, donde vivo, en la avenida de Los Libertadores no hay tráfico en la noche, mientras que donde vivía antes, en la avenida Pardo siempre hay movimiento.

Me levanté, con un nudo en el cuello, y pensé: “A ver hasta dónde llega este absurdo sueño”. Realmente estaba en mi antigua habitación. Miré por la ventana y, en efecto, estaba en mi antiguo departamento.

Empecé a caminar por todo el departamento para ver si encontraba algo extraño, algo diferente, que me diera alguna pista de lo que estaba pasando. Hice más, me pellizqué y sentí el pellizco, abrí el caño en el lavabo del cuarto de baño, metiendo mi mano bajo el agua y sentí como se mojaba. Estaba siendo un sueño demasiado real.

Recorrí todo el piso y todo era conocido, no había nada extraño. En el congelador de la refrigeradora había comida ya cocinada que, se supone, yo había guardado. Recordaba perfectamente que ese era mi proceder habitual. Cocinar y congelar para no tener que cocinar cada día. Miré la fecha de un paquete de jamón inglés y la fecha marcada era de hace 7 años.

Fue entonces cuando fui consciente de que no estaba soñando. ¡Estaba despierto! Me senté en el sofá para tratar, primero de ubicarme y, después, para encontrar alguna explicación.

“A ver, Antay, tranquilo”, me dije a mí mismo. “Anoche cuando llegamos de Cieneguilla de la comida familiar, dimos de cenar a los niños, les acostamos, Indhira y yo comimos algo de fruta, porque estábamos un poco llenos del almuerzo, y nos fuimos a la cama. Y despierto, ahora, en mi antiguo piso”.

  Es como si me hubiera pasado lo contrario al día que desperté sin memoria, encontrándome con que estaba casado con Indhira, que teníamos dos niños y que era el presidente de la empresa de mi suegro.

Pero ahora ha sido al revés. Vuelvo a despertar en mi antiguo piso, aunque recordando todo lo que he vivido desde el día que desperté sin memoria para viajar a Miami.

¿Qué vida es la real?, ¿la vida que tenía ayer o esta de ahora, que parece una continuación o un comienzo de la parte de vida que estaba borrada de mi memoria?, o ¿no está borrada? y, sencillamente, no ha existido. Pero yo he besado y abrazado a mis hijos, he hecho el amor con Indhira, he viajado con Pablo a Miami, me he encontrado con Ángel después de 7 años, o ¿no eran 7 años y solo eran unos días?, he hablado con Diana sobre el problema que tenía con Pablo. Espera…, y todo eso, ¿no sería un sueño? No, no puede haberlo sido, ha sido muy real, entonces…, ¿qué ha sido?, ¡ah!, ya sé…, puede haber sido una de esas recreaciones de las que me hablaba Ángel. Pero si es una recreación quiere decir que no voy a volver a ver a mis hijos. Ya les extraño.

¡Necesito ayuda!, Ángel, ¿dónde estás?, siempre apareces cuando te apetece, pero no cuando te necesito. ¡Necesito respuestas!

-    Si necesitas respuestas es que no has entendido nada sobre la aceptación. -me pareció escuchar la voz de Ángel en mi cabeza, o ¿era mi propio pensamiento?

-    Fuera Ángel o fuera mi propio pensamiento seguí la conversación- Creí que lo había entendido todo, pero esto es muy fuerte. ¿Qué está pasando?, ¿Cuál es, en realidad, mi vida? -no era una pregunta lo que le estaba haciendo, era una súplica.

-    No tengo nada que decirte. No existe algo fuerte o débil. Es la mente la única que califica cualquier situación.

>> ¿Cambia la situación porque sepas lo que está pasando? Recuerda: Todo está bien.

 >> ¿Has pensado, alguna vez, que es la vida? No hay una vida. Hay miles de millones de vidas, una por cada uno de los habitantes del planeta. Si tú no estás, para ti, no hay vida. Por lo tanto, la vida, tu vida, es lo que a ti te sucede. Y lo que a ti te sucede tienes que aceptarlo si quieres ser feliz.

>> Estás donde tienes que estar.

Recordé, entonces, el momento en el que mis hijos estaban sentados en mis rodillas, el día que llegué de viaje. En ese momento fui consciente de lo importante que es vivir con atención aceptando el momento. Lo único que hice fue disfrutar el momento sin preguntar que estaba pasando. Eso es lo que tengo que hacer ahora.

Está claro que mi vida, en este instante, es esta. ¿Para qué saber por qué me está pasando esto?, ¿qué me importa dónde voy a despertar mañana? Sin embargo, a pesar del estado de aceptación en el que me encontraba, no podía por menos de pensar en Indhira y, sobre todo en los niños, en mis hijos. Porque a Indhira seguro que la iba a volver a ver y, si podía ser hoy mejor que mañana, pero a los niños no los volvería a ver, o ¿sí? Si siguiera en esta vida, sin volver a saltar a ningún otro momento, si lo que viví fue una recreación, es posible que vuelva a encontrarlos en un par de años. ¡Ojalá sea así! 

El único problema, ahora, es que no tengo a nadie que me indique el camino como me pasaba en la vida que tenía ayer.

“Tengo que centrarme”, pensé. “Todo parece indicar que hoy es el lunes, después del domingo en que estuve reunido con mis antiguos compañeros. Si es así…, tengo que ir a mi nuevo trabajo acompañando a Diana, Pablo y Patricia para que presenten su curriculum y yo tendré mi primera reunión del comité de dirección, que ha sido programada para presentarme”.

 Acababa de salir de la ducha cuando sonó el timbre de la puerta. “Solo podía ser Diana”, pensé.

-    Un momento, ya abro, -grité desde el interior. Tenía que vestirme.

-    En efecto, cuando abrí, allí estaba Diana.

-    Disculpa, he llamado un poco antes porque me he quedado sin café. ¿Me invitas?

-    Si. Prepáralo tú misma mientras termino de vestirme.

-    ¿Cómo te fue ayer con Indhira?, -preguntó Diana desde la cocina y, siguió- se ve una chica muy linda y encantadora.

Poco se podía imaginar Diana que, mientras ella y el mundo dormían, para mí y, supongo que, para el mundo, habían pasado siete años, aunque no tuviera memoria de ellos, y una semana, que tengo muy presente y que no creo que olvide mientras viva y, de la misma manera que avanzamos esos años, los hemos retrocedido.

-    No podía decir nada a Diana excepto lo que contesté- Me fue muy bien.

-    ¿Te disculpaste?, te veo bien, ¿habéis vuelto a quedar?, -En tan poco tiempo, Diana se había convertido en una gran amiga. Casi como la hermana que nunca tuve.

-    Me disculpé y quedamos en que nos llamaríamos el sábado. Pero no voy a esperar al sábado. La voy a llamar hoy. -cuando hablábamos esto lo hacíamos tomando ya nuestro café.

Por primera vez en mucho tiempo, quizás por primera vez en mi vida, estuve, totalmente, presente, siendo consciente de todos y cada uno de los minutos del día.

Al llegar, con Diana, a la puerta de la empresa, ya nos estaban esperando Pablo y Patricia. Los acompañé al despacho del señor Ramírez, de recursos humanos, mientras yo pasaba a mi oficina.

Poco antes del comienzo de la reunión de dirección asomó Diana por la puerta del despacho. Había finalizado su entrevista. Estaba exultante cuando me dijo que el lunes de la siguiente semana comenzaba a trabajar. Pablo y Patricia se habían ido a tomar un café porque el señor Ramírez no les podía atender hasta el mediodía, por culpa de la reunión de mi presentación.

La reunión, que duró un par de horas, fue muy agradable. Allí conocí a los que ya eran mis nuevos compañeros de trabajo y, todos celebraron que hubiera personal informático especializado en la empresa. Parece ser que era el talón de Aquiles de todos ellos.

Seguía siendo consciente.

Cuando estás consciente el tiempo no se hace ni largo ni corto. Es una sensación extraña a la que no estaba acostumbrado. Todo era presente. Fue como la mañana en la que paseando me sentí parte de todo, no por sentirme en el mismo estado de pertenencia sino por el estado de presencia. Todo era presente

Y en ese presente, a las 7 de la noche, me pareció que era buen momento paras dejar de trabajar.

-    Desde la misma oficina llamé a Indhira- Hola Antay, -contestó- ¡que sorpresa!, pensé que habíamos quedado en hablar el sábado.

-    Sí, lo sé. Pero, si no te importa podríamos vernos de nuevo en la pizzería y cenar una pizza. -No me importaba lo que ella pudiera pensar. Es lo que me apetecía hacer y si a ella no le apetecía con decir que “no”, estaba solucionado.

-    Si que me apetece. ¿Nos vemos allí en media hora?

-    Te espero.

-    ¿Qué pasó para que me llamaras?, -preguntó Indhira en cuanto nos encontramos.

-    Con un día ha sido suficiente para saber lo que quiero. No necesito una semana para pensarlo y tampoco quiero perder tiempo en pensamientos inútiles. Quiero estar contigo. Pienso en ti de manera permanente.

sábado, 25 de febrero de 2023

Un día tranquilo

 


Capítulo XVII. Parte 6. Novela "Ocurrió en Lima"

Cuando llegué al despacho Diana ya se encontraba en su puesto de trabajo. Lucia muy diferente de la Diana con la que había estado conversando en el almuerzo el día anterior. Sonriente se levantó, de inmediato, en cuanto aparecí por la puerta del ascensor.

-    ¿Podemos hablar?, -preguntó en cuanto llegué a su altura.

-    Por supuesto, pasa al despacho. -parecía por su aspecto que sería una conversación agradable.

-    Ayer seguí tus consejos y estuve hablando con Pablo. Gracias a ti hemos aclarado malentendidos, creencias erróneas y pensamientos inútiles. Nos dimos cuenta de cuanto nos amamos y de que queremos las mismas cosas. Solo nos faltaba que coincidieran nuestras fechas y lo hemos hecho. -concluyó Diana, satisfecha, sin que la sonrisa desapareciera de su rostro.

-    Me alegro infinito por vosotros. -y era verdad. Ahora mismo, con mi pírrica memoria, eran las dos personas a las que más amaba después de mi familia.

-    Gracias. ¿Has hablado con Indhira?, porque si mantienes la oferta de trabajar para la Fundación y ella ha aceptado, creo que quiero hacerlo ya.

-    Indhira está encantada con tu colaboración. Así que solo nos queda decirle al señor Ramírez que Roxana ocupará tu lugar. Le diré que lo haga efectivo ya y así puedes iniciar su instrucción. En cuanto esté preparada puedes empezar con Indhira que, por cierto, hoy pasará a buscarme para el almuerzo y podíais aprovechar para comenzar a concretar aspectos del nuevo trabajo. 

Fue un día tranquilo, sin sobresaltos. Tuve que pedir ayuda, en una ocasión, a Pablo porque recibí una llamada de Buenos Aires relacionada con la ampliación de la empresa y mi memoria no llegaba a tanto. Almorcé con Indhira que pasó a recogerme y tal como habíamos hablado con Diana, aprovecharon para intercambiar ideas de cómo sería su colaboración en la Fundación.

Habían pasado ya 5 días desde que desperté sin memoria y no notaba ningún indicio de que fuera a recuperarla. Ángel me dijo que era cuestión de días, pero sin concretar. Así que solo me quedaba ir aprendiendo todo aquello que mi mundo daba por sentado que sabía.   

Pensaba, a veces, que, si esto me hubiera pasado en mi antigua vida, en esa en la que cualquier cambio, ya fuera grande o pequeño, me hacía sentir un pánico que me impedía, incluso respirar, como el que tuve cuando mi suegro me ofreció el puesto de director del departamento de informática, estaría muerto de miedo acurrucado en un closet con la puerta bien cerrada. Sin embargo, ahora estaba tan feliz. ¿Cómo habría sido mi vida en estos últimos 7 años para sentir un cambio tan brutal como del que estaba siendo consciente?

miércoles, 22 de febrero de 2023

Familia

 


Capítulo XVII. Parte 5. Novela "Ocurrió en Lima"

La llegada a casa, en la noche, fue, como el día anterior, cuando llegué de viaje, una fiesta. El beso y el abrazo de mi esposa, con los niños revoloteando a nuestro alrededor, mientras se quitaban la palabra entre ellos para contarme los acontecimientos del día. Jugar los cuatro sentados en el piso de su sala de juegos. Dar de cenar a los niños, acostarles y leerles un cuento. Esto debía de ser lo más parecido a estar en el cielo. Todo era amor, felicidad y alegría.

Con los niños durmiendo, volvía otro momento mágico en el que Indhira y yo podíamos hablar de cómo había sido nuestro día.

-    ¿Cómo ha ido la visita de mi papá?, -se interesó Indhira.

-    Ha ido muy bien. Además, me ha venido de perlas porque ha querido pasar por todos los departamentos para saludar al personal. Le hemos acompañado Pablo y yo, y mientras él iba saludando Pablo me iba diciendo el nombre de todos y lo que hacían.

-    Y el almuerzo con Diana, ¿qué tal?, supongo que habrás aprovechado para hablar con ella.

-    Si. Hemos hablado y de la conversación ha salido una idea en la que tu intervienes.

>> A Diana le gustaría trabajar media jornada en algún lugar que no sea tan estresante como estar de asistente conmigo, y a mí se me ha ocurrido que podría ser tu asistente para liberarte un poco y puedas seguir teniendo tiempo para mí y los niños. ¿Qué te parece?

-    Es una idea magnífica, -Indhira parecía encantada con la idea- yo iba a proponerte algo parecido. Pues puede comenzar cuando quiera porque empezamos a funcionar ya.

-    Esperemos a ver cómo les va a ellos en la conversación que mantengan. En cuanto estén de acuerdo en que quieren hacer, una semana más para que forme a la persona que la sustituya y empieza contigo.

-    ¿Has pensado en quien la puede sustituir?

-    ¿Tú crees que mi memoria da para eso? Ella misma ha propuesto a una persona que entró hace un mes, se llama Roxana.

-    La conozco. Es amiga de mi hermana. De hecho, postuló a la empresa porque Nahiara le habló de la vacante. -y siguió Indhira poniéndome al corriente de lo que conocía de la vida de Roxana- Al contrario que a Diana, a Roxana le irá bien estar ocupada y si el trabajo la absorbe, mejor, porque hace casi seis meses que perdió a su esposo, de la noche a la mañana, de un infarto fulminante y necesita distraer la mente. 

Seguimos nuestra conversación mientras preparábamos la cena. Como mi memoria anterior se mantenía intacta seguía siendo el excelente cocinero que era, por lo que yo llevaba la iniciativa en la cena.

Hablamos de los niños, contándome ella anécdotas desde su nacimiento hasta ahora. No me importaba no recordar las historias que Indhira me contaba porque escuchar su relato, con el amor que lo hacía, me parecía tan apasionante como haberlas vivido en primera persona. Cuando recupere mi memoria será una doble satisfacción. Una por recordar la anécdota y otra por saber cómo la había vivido Indhira.

Organizamos los primeros pasos a dar para el inicio de la Fundación, y siguió con anécdotas, ahora de su familia, teniendo en cuenta que en dos días me iba a encontrar con todos ellos en la comida familiar de los domingos.

Tener de lazarillo a Indhira me hacía sentir seguro y no me causaba ansiedad el encuentro con la familia que, de hecho, era la única experiencia que me faltaba en mi nueva vida sin memoria.

Y después de todo eso, el placer de acostarme con Indhira, amarnos en la distancia corta, sentir sus besos, disfrutar las caricias, gozar su cuerpo, percibir la mutua protección en los abrazos, mientras nos decimos quedamente al oído, “te amo”.

lunes, 20 de febrero de 2023

Una pareja es cosa de dos



Capítulo XVII. Parte 4. Novela "Ocurrió en Lima" 

La tarde pasó rápida y cuando me di cuenta había anochecido y solo quedábamos en el edificio Pablo y yo.

-    Me pareció un buen momento para hablar con Pablo, ahora que tenía mucha más información que en nuestra conversación en Miami- Pablo hoy he almorzado con Diana y hemos estado hablando.

-    ¿Qué te ha dicho?, -quiso saber mi amigo.

-    Bueno, eso mejor te lo cuenta ella, porque me parece que no habéis tenido mucha conversación sobre el tema.

>> Te digo algo que la dije a ella, que el matrimonio es cosa de dos, que hay que cuidarlo cada día y que sería dramático que el amor que os profesáis se perdiera por falta de dialogo o, lo que es peor, que se convierta en odio o en ira.

>> Ponte en sus zapatos. Piensa en cómo te sentirías tú, no solo física sino emocionalmente, si hubieras perdido al hijo que llevabas en tu interior. Y, aunque no te pusieras en sus zapatos, si practicaras eso de que la amas, ya no habría razón para estar mal. Porque alguien que ama lo único que desea es la felicidad del ser amado.

>> Tienes que ver siempre lo mejor de ella, buscar que fue lo que hizo que te enamoraras de ella y recordar esos primeros momentos. Enfócate en lo que amas y no en lo que te molesta.

>> En las discrepancias, como ahora, tenéis que hablar, para que no se enfríe el amor. Así no habrá nada que te moleste, pero si aun así lo hubiera, tienes que aceptarlo, pero no recriminarle por ello.

>> No solo ella ha cambiado en algo. Tú, también lo has hecho. Acepta sus cambios como has aceptado los tuyos.

>> Solo tú eres responsable de tus emociones. Diana no es responsable de ellas y su trabajo, por si no lo sabes, ya te lo digo yo ahora, no es hacerte feliz. Tú debes ser feliz por tu mismo y, cuando lo consigas, llevarás esa felicidad a la pareja.

>> Tu frustración y tu enojo son emociones tuyas. Busca la razón en tu interior, pero no culpes a Diana. Comparte con ella tus miedos, tus deseos, tus sentimientos.

>> Tu trabajo es abrazarla, es apoyarla, es comprenderla, es escucharla. Que seas el pilar sobre el que ella pueda apoyarse.

>> Hablar, con humildad, con respeto, con paciencia, con tolerancia, con confianza. Así será fácil para los dos llegar a un acuerdo. Nadie es perfecto.

-    Cuando terminé mi discurso permanecimos en silencio durante un momento, silencio que rompió Pablo- Ahora sé por qué te quiero desde hace ya tanto tiempo, -Y eso lo decía levantándose y dándome un abrazo- Gracias.

viernes, 3 de febrero de 2023

La hoja en blanco 2

 


Jueves 2 de febrero 2023

 

La primera pasión, a la que le dedico una gran parte de mi día, es mi familia. Me gusta decir a mi esposa: “Yo solo estoy aquí para serviros a ti y al niño”. Pero yo sé que no es cierto. En realidad, yo soy el que se está sirviendo de ellos, porque es gracias a ellos que estoy consiguiendo, (creo yo), avanzar, un poco más rápido, por este camino que siempre ha tenido más espinas que pétalos de flores, y que llevo toda una vida transitando, a trompicones, para acercarme, como todos, a Dios.

Tengo que dejar esto, me está llamando mi hijo, y ya saben, “lo mío es el servicio”. Hasta mañana.

 

Viernes 3 de febrero 2023

 

Pero no siempre ha sido así. Ha sido un largo camino, una evolución, un aprendizaje, tropezar, caer y volver a levantarme o, lo que es lo mismo, criticar, enfadarme, arrepentirme y pedir perdón. Me ha costado sangre, sudor y lágrimas, y me he dejado muchos jirones de piel, hasta llegar a entender que estoy aquí, en la vida, para servirles. siempre, en toda hora y ante cualquier circunstancia.

Y sigo trabajando. Todavía no lo he logrado al 100%, porque alguna vez se desliza algún pensamiento de crítica que he aprendido a mantener a raya sin que salga por la boca. Pero aún se escapa alguno, sin control por mi parte.

Soy consciente de que cada vez que eso ocurre y me comporto como un troglodita dejando que se deslice cualquier tipo de crítica o alguna palabra más alta de lo normal, el amor que tengo que entregarles se diluye como un azucarillo en agua caliente.

Tengo claro que cada vez que no les llega mi amor y por mi culpa se sienten molestos o heridos, estoy fallando en la misión que me comprometí a cumplir antes de llegar a la vida.

Me estoy acercando, pero todavía me falta.

Por cierto, vosotros que me leéis, ¿cómo lo lleváis?, o ¿soy el único en no conseguir que sean felices “siempre” por mis actuaciones cavernícolas?