A
veces parece que la mente fuera un contrincante de Dios, un contrincante del
Amor, un contrincante de la propia paz y felicidad del ser humano, ya que todo,
o casi todo lo que sale de ella es para separar, en lugar de unir; para separarnos
de Dios, del Amor, de la serenidad y la dicha. Es decir, nos separa de su
esencia y nos une al dolor y al sufrimiento, posiblemente por ser sus propias
creaciones.
Y,
sin embargo, la mente también ha sido creada por Dios, como todo lo que existe.
¡Cuánta soberbia!, no sólo no reconocer su linaje, sino enfrentarse a su propio
Creador. Su soberbia está siempre al acecho para salir a la luz a la mínima
oportunidad, al menor resquicio que dejamos en su puerta.
Después
de años de meditación diaria e intenso trabajo para limpiar las “malas hierbas”
de mi cuerpo, para eliminar o sustituir los malos hábitos, para fortalecer el carácter
en contraposición con la mente y taponar así los resquicios por donde esta pudiera
asomar su soberbia, y para desterrar, también, todo tipo de creencias y
verdades, aun aparecen, en algunas ocasiones, dudas, miedos e intolerancias.
Es
cierto que cada vez son menos en cantidad, más espaciadas en el tiempo y de
menor duración, pero están ahí, como escondidas, aparecen y se pasean por mi
mente cuando menos lo espero.
En
el momento que toman posesión de mí, soy consciente, en todos los casos, de las
razones que expone mi mente para su justificación: “Es la constatación de un
hecho”, “Es alguien que está mintiendo a sabiendas”, “Es una injusticia”, “Es
un ladrón”, bla, bla, bla. La mente, tan poderosa ella, trata de enredarme con
argumentos que sabe que son mi debilidad. ¡Cómo no va a saberlo!, si entre
todos los pensamientos que se pasean por mi cuerpo mental, estos tienen un
ancho camino hasta el cerebro para poder expresarse a su antojo, casi una autopista.
En
la mayoría de los casos estoy siendo consciente de esos pensamientos que aparecen
en mi mente, (ya es algo). Unas veces, las más, consigo que el pensamiento se
quede en eso, sólo pensamiento, y en el momento siguiente, una vez disipado el
pensamiento, busco el silencio, para contrarrestar ese desliz de la mente,
contraponiendo pensamientos elevados para limpiar las energías de baja calidad
generadas por los pensamientos anteriores.
Existen
otras ocasiones, es cierto que son las menos, (pero existen), en las que no soy
capaz de detener el pensamiento y este viaja hasta la boca, saliendo de esta a
borbotones, ensuciando todo lo que encuentra a su paso, en primer lugar a mi
propio cuerpo. Es increíble, la mente trabaja en mi contra. Cuando soy
consciente de esto, me dejaría caer de bruces para pedir perdón a todos a los
que ha ensuciado mi palabra, generada por malignos pensamientos.
Aunque
todavía no me dejo caer de bruces, si que intento sentarme a meditar de
inmediato para solicitar el perdón y bendecir la situación pasada una y mil
veces.
Me
pregunto: Si yo que estoy bastante entrenado, la mente me busca las vueltas
para dominar con sus razones, ¿Qué será de aquellos que ni tan siquiera
distinguen entre ellos y su mente? Es entonces cuando entiendo la cantidad de
vidas de sufrimiento por las que hemos de pasar una y otra vez, ya que las
Leyes del Universo se cumplen de manera inexorable, se tenga conocimiento de
ellas o no.
¡En
fin!, supongo que este es el peaje que hemos de pagar por nuestra matriculación
en nuestro curso de evolución y crecimiento. Voy a seguir meditando y
trabajando para eliminar las “malas hierbas” que de manera constante van
creciendo en nuestro campo.