El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




miércoles, 18 de marzo de 2015

En pos de la verdad


            ¿Qué es verdad?, ¿Cuál es la verdad?, ¿Tendré yo razón?, ¿Estaré en posesión de la verdad?, ¿Será verdad lo que piensa mi vecino? Realmente tengo un dilema, ya que para mí, mis creencias son verdad, porque son “mi verdad”, porque son el motor que me guía en la vida, pero… ¿Y si no fueran verdad?, ¿Y si me estuviera moviendo en la dirección equivocada?, pero como todos los seres humanos estamos cortados por el mismo patrón, es seguro que para el resto de seres humanos también es verdad lo que piensan, también son verdad sus creencias.
Entonces llegados a este punto, ¿Cuál es la auténtica verdad?, ¿Todas las verdades serán verdad?, o ¿Solo son verdad las que llevan al ser humano a vivir de acuerdo a ciertas normas?, ¿Será verdad la verdad del asesino?, ¿Será verdad la verdad del que roba?, ¿Será verdad la verdad del piadoso?
Definitivamente, estoy convencido que para todos “su verdad” es la verdad, por lo tanto, también está claro que todas las verdades, que para cada uno de los seres humanos son “casi” Palabra de Dios, son verdades relativas, pero ¿Existirá la verdad absoluta?, ¿Existirá una única y auténtica verdad, inamovible, inalterable y perdurable en el tiempo?  
            Antes de seguir con el razonamiento, busqué citas sobre la verdad y encontré un montón, trascribo las que más llamaron mi atención, aunque ninguna de ellas me llevaba a esa verdad absoluta.
¿Qué es verdad? Pregunta difícil, pero la he resulto en lo que a mí concierne
diciendo que es lo que dice tu voz interior.
Mahatma Gandhi.
 

La verdad es lo que es, y sigue siendo verdad aunque se piense al revés.
Antoni Machado.
 

No vayas fuera, vuelve a ti mismo. En el hombre interior habita la verdad.
San Agustín.
 

El que tiene la verdad en el corazón no debe temer
que a su lengua le falte persuasión.
John Ruskin.
 

Nunca se alcanza la verdad total, ni nunca se está totalmente ajeno a ella.
Aristóteles.


La verdad es totalmente interior. No hay que buscarla fuera de nosotros.
Mahatma Gandhi.
 

Si Dios es Dios y el hombre una criatura hecha
a imagen y semejanza de la inteligencia divina,
su función más noble es la búsqueda de la verdad.
Morris West.
            Personalmente también creo que la verdad, que la auténtica verdad, y posiblemente la verdad absoluta, hay que buscarla en el interior, como dicen Gandhi, Ruskin y San Agustín, y que todas las verdades de todos y cada uno de los seres humanos, esa que es nuestra verdad, por la que discutimos, nos enfadamos, dejamos en suspenso la amistad o incluso algunos llegan a matar, sólo son un producto de nuestras mentes, y que su duración tiene un límite en el tiempo, que es la duración de la vida en la materia.
 
            Lo terrible de esta verdad fruto de la mente, es cuando enarbolada como bandera salvadora por los mal llamados “lideres”, ya sea de gobiernos de países o de tendencias religiosas, arrastran a un buen número de personas, a la guerra, a la desesperación, al dolor y a la muerte.
            ¡Líbrenos Dios de tantos y tantos fundamentalistas económicos, políticos y religiosos que sorprendentemente, han sido aupados al poder por la ignorancia en la que mantienen a los pueblos!
             Si para acceder a la verdad hemos de realizar un viaje a nuestro interior, que es el lugar donde también se encuentran la paz, la serenidad, la alegría y el amor, estamos diciendo que la verdad es consustancial con el ser de la persona, es consustancial con el espíritu, es consustancial con el alma.
No se accede a la verdad sino a través del amor.
San Agustín.
            Sólo cuando la persona consigue vivir desde su interior, llega a la verdad más importante: “Él es uno con Dios”, “La verdad es Dios”
Sólo la verdad os hará libres.
San Juan.

 

           

lunes, 16 de marzo de 2015

La muerte: Transito entre vidas


La vida física solo es un medio para la manifestación del espíritu, nada más. Todo lo que el ser humano viene a hacer a la materia no es más que el trabajo elegido por el propio espíritu. No es casualidad lo que el ser humano se encuentra en la Tierra, ni el hijo del potentado ni el hijo del pobre lo son por caprichos del destino, lo son, sin error, por su propia voluntad. Lo son porque es justamente esa situación la elegida por ellos, por ser la más idónea para la realización de su trabajo.
No viene el ser humano a la vida para tener una cuenta corriente que haga palidecer de envidia a sus congéneres, no viene para tener una profesión de éxito, ni para ganar ningún concurso, viene con un objetivo concreto: Desarrollar lo antes que pueda y lo mejor que sepa su trabajo y su aprendizaje, para no volver, y quedarse así definitivamente en su casa, en  “la casa del espíritu”, donde morará eternamente.
Ya son muchos los seres humanos que saben eso, y muchos más son los que lo intuyen, pero muy pocos son los que actúan en consecuencia con ese saber en su vida física.
Es por la falta de integración de esa sabiduría en su conciencia, o por ignorancia de lo que son y de lo que han venido a hacer acá, que su actuación a lo largo y ancho de la vida no es más que una pobre, no, más que pobre, mísera competición con todos los espíritus afines, sus hermanos, que coinciden con ellos en la vida, no por casualidad, sino por propia elección.
 
Como consecuencia de esta ceguera, la vida no es más que una triste caricatura de lo que realmente ellos mismos esperaban realizar, y lo que estaba minuciosamente planificado se derrumba de manera estrepitosa socavado en sus cimientos por unos males que el espíritu no conoce: miedo, tristeza, odio, envidia, celos, y un sinfín de emociones más generadas por una mente que no sabe actuar según el papel asignado de servidora del alma.
Y entre todas esas emociones negativas, hay una que destaca por ocupar un lugar prioritario entre todas ellas: el miedo a la muerte. La angustia que produce a los seres humanos el pensar que un día, que además no sabe cuál va a ser, se va a terminar todo con la muerte les afecta de manera dramática sacando a la luz miedos paralelos, como pueden ser el miedo a la enfermedad, al dolor, o a la soledad, que pueden afectarle durante toda la vida.
De poco vale el tener conocimiento de la manifestación de seres que están al otro lado de la vida, Maestros, Ángeles, Guías, o familiares que han partido con anterioridad, de poco vale tener información de lo placida que es la estancia en ese plano, de poco vale creer que en la vida en la Luz no existe dolor, ni enfermedad, ni necesidades físicas, que son las que preocupan a la humanidad, de poco vale saber todo eso, el miedo a la muerte está ahí, perenne, inamovible.
Pero tenemos suerte los seres humanos. Conscientes de nuestro miedo, los seres que están al otro lado de la vida, cuando llega el mágico momento de traspasar el umbral de la vida, todos se vuelcan en nuestra ayuda, haciendo que el transito normalmente sea placido y sereno.
Podemos hacer, en nuestras manos está, que toda la vida sea plácida y serena, desterrando los miedos que son como una losa que los seres humanos tenemos que ir arrastrando por el camino de nuestra vida, y además de nada vale el pesado equipaje.
Pongámonos en manos de Dios. Detengamos la locura de nuestra mente. Dejemos hablar al corazón, y si no entendemos con claridad cuál es nuestra misión en la vida, podremos intuirlo, y si ni tan siquiera lo intuimos, vivamos con amor, esa manera de vivir va a hacer que nuestra vida sea un paseo, libre de equipaje, por un ancho camino sembrado de pétalos de rosa.

viernes, 13 de marzo de 2015

Ponle tus zapatos a Dios

           
No eres más porque te alaben, ni menos porque te critiquen;
lo que eres delante de Dios, eres eso y nada más.
Thomas de Kempis           
Muchas personas vivieron con miedo y expectación el “paso oficial” de la Era de Piscis a la Era de Acuario, esperando que la transformación de las personas fuera algo rápido y casi milagroso, creyendo que cada persona aprendería a amar de la noche a la mañana, como si en la fecha oficial del cambio se traspasara un umbral mágico que nos llevara a todos en volandas a bajar de vivir desde la mente donde estábamos, y seguimos ubicados, hasta el corazón, sede del amor y de la compasión. Pero no, hoy, dos años y pico desde entonces, seguimos viviendo en la mente y el mundo parece estar aun peor de lo que estaba entonces. Cada vez más guerras, cada vez más fanáticos, cada vez más desgracias, cada vez más corrupción, cada vez más engaños, cada vez más pobreza, cada vez más indiferencia, cada vez menos compasión.
            El cambio de vivienda, de la mente al corazón, es algo que puede ser que si ocurra, pero no será inminente, tenemos dos mil años por delante para conseguirlo. No lo veremos ninguno de los que estamos en esta encarnación, y es posible que no lo veamos en las primeras próximas, (salvo contadísimas y honrosas excepciones).
 
            Mientras tanto, aunque desearlo está bien porque se genera la energía de atracción de esa etapa idílica, tendríamos que trabajar un poco más para allanar el camino de lo que está por venir.
            El trabajo a realizar no sería excesivamente difícil ni complicado. Solo se trataría de actuar como si ya lo hubiéramos conseguido, actuar desde el corazón, actuar con amor, ayudar a los demás, desearles lo mejor y colaborar con ellos para que lo consigan. Su éxito será el nuestro, nuestro éxito será el suyo.
            Se trataría de actuar siempre como si no hubiera policía, ni espiritual (Karma), ni física. Permitirme algunos ejemplos sencillos, “No cometer ninguna infracción de tráfico, nunca, aunque no hubiera policía ni por tierra ni por aire, y aunque no hubiera radares para fotografiar los coches que cometen infracciones. Ayudar a levantarse a alguien que tropieza, aunque un segundo antes nos haya puesto la zancadilla. Enseñar al que no sabe, aunque con ese aprendizaje ocupe el puesto de trabajo que nosotros ansiamos”.
            Como colectivo parece claro que los países con más crímenes, más robos, más accidentes, más policías y más corrupción, solo por nombrar algunos de los males de nuestra sociedad, son los que están más lejos de conseguir la tan ansiada residencia en el corazón.            
                  Si detenéis la lectura y reflexionáis un momento, podréis evaluar de manera rápida en qué punto del camino os encontráis, cuales son vuestras carencias y cuales vuestras fortalezas. Os ayudará en la autoevaluación, para resolver dudas y no engañaros a vosotros mismos, el colocar a Dios en vuestro lugar, y pensar: “Esto que hago ¿Lo haría Dios?”, “Esto que pienso ¿Lo pensaría Dios?”, “Esto que digo ¿Lo diría Dios?”

miércoles, 11 de marzo de 2015

La vida se nos va como el agua en las manos


Me he permitido extraer del Diario de Patricia (10) los dos párrafos que transcribo a continuación, espero que a Patricia no le importe, pero es que me he sentido identificado con la falta de conciencia que ella comenta que casi todos tenemos de apreciar la belleza del momento:
“No es que pretenda no envejecer, porque si algo he aprendido en este tiempo es a vivir el hoy, cada segundo, cada minuto, cada hora, cada día. Lo que realmente cuenta es apreciar cada instante, apreciar lo fascinante que es el presente. Y esto es algo, que, a veces, se me olvida. Creo que a casi todos nos falta tomar conciencia de la belleza de cada momento.
¡Es tan obvio que nuestro tiempo es limitado!, pero casi todos lo olvidamos. La cantidad de tiempo en nuestra vida como humanos, es limitada, y lo es por las mismas leyes de la vida, o por el destino, o que se yo, la cuestión es que nuestra vida es muy corta como para perderla en cosas banales. La vida se nos va como agua en las manos”.
 
Si, es claro que volvemos a la vida una y otra vez, pero cuando estamos en la vida no recordamos si hemos vivido antes o no, no recordamos si vivíamos sin cuerpo o no, no recordamos de dónde venimos o adónde vamos, no recordamos nada más que la vida que tenemos, por lo tanto nos da más o menos igual todo lo que haya pasado antes de la vida, porque solo tenemos consciencia de la vida que vivimos.
Por lo tanto, podemos decir que la vida actual es única, como únicos son cada uno de los momentos contenidos en ella. Cada momento inconsciente es un retazo de vida no vivida, cada momento de tristeza es un retazo de vida no vivida, cada momento de enojo es un retazo de vida no vivida, y si en ese retazo de vida no vivida estuviera contenido todo el aprendizaje de la vida, ¿De qué nos habría servido la vida?
Como dice Patricia, nuestro tiempo es limitado, ni sabemos si será más o menos larga nuestra vida, pero por muy larga que sea, es limitada, se pasa en un suspiro. Pasamos de la infancia a la juventud, a la madurez y a la vejez en un plis. No podemos desperdiciar ni un instante de nuestra vida, no aprovechar cada segundo es una verdadera aberración.
Analiza tu vida. ¿La estás viviendo de manera consciente al ciento por ciento?, Dejas de vivir cada vez que te subes al carrusel de la mente, por cualquiera que sea la razón: dolor, tristeza, sufrimiento, enfado, rememorar el pasado, aunque sean momentos felices, porque no vives la realidad, vives los pensamientos; dejas de vivir cada vez que juzgas, o comparas, o criticas, dejas también de vivir cada vez que pasas de la contemplación a la opinión. ¡Cuánta vida desperdiciada!
Solo los niños aprovechan la vida, aunque en ese momento ellos no lo saben y no lo entendemos los adultos. Bendita sea Patricia que todavía se atreve a saltar cuando se siente feliz y contenta. El resto de adultos viviríamos más plenamente la vida, si saltáramos con ella en lugar de juzgar su atrevimiento.
 

Vivir el presente


Perlas para el alma



“No es que pretenda no envejecer, porque si algo he aprendido en este tiempo es a vivir el hoy, cada segundo, cada minuto, cada hora, cada día. Lo que realmente cuenta es apreciar cada instante, apreciar lo fascinante que es el presente. Y esto es algo, que, a veces, se me olvida. Creo que a casi todos nos falta tomar conciencia de la belleza de cada momento”.

Del Diario de Patricia (10)

El diario de Patricia (10)


Y ¿Cuales son mis prioridades?
Sanar tanto físicamente como emocionalmente. Es obvio que estoy mal físicamente, aunque no me sienta así, porque yo me siento una niña y ese tal vez sea el problema. ¡No sé!, pero a mis treinta y dos a veces siento tanta alegría que me pongo a dar saltitos, y la gente se me queda mirando porque se supone que soy una persona  adulta, y bla, bla, bla, toda esa basura que nos dice la sociedad. Y no es una crítica pero  no me siento ni me veo como adulto, gracias a Dios. No es que pretenda no envejecer, porque si algo he aprendido en este tiempo es a vivir el hoy, cada segundo, cada minuto, cada hora, cada día. Lo que realmente cuenta es apreciar cada instante, apreciar lo fascinante que es el presente. Y esto es algo, que, a veces, se me olvida. Creo que a casi todos nos falta tomar conciencia de la belleza de cada momento.
¡Es tan obvio que nuestro tiempo es limitado!, pero casi todos lo olvidamos. La cantidad de tiempo en nuestra vida como humanos, es limitada, y lo es por las mismas leyes de la vida, o por el destino, o que se yo, la cuestión es que nuestra vida es muy corta como para perderla en cosas banales. La vida se nos va como agua en las manos.
Todo en esta vida es fugaz, somos “aves de paso”. Ya está bien, no perdamos más tiempo, abracemos y besemos a los seres que amamos, perdonemos a quien tengamos que perdonar, y amemos a alguien que merezca nuestro amor. No sé si esto suena egoísta, pero amémonos mucho a nosotros mismos, estemos como estemos, comprendo que si estamos enfermos  es un poco más difícil porque nos han enseñado que el cuerpo lo es todo, que es lo único que somos, pero somos más que simplemente eso, tenemos a Dios dentro de nosotros y aun no puedo explicar cómo es que a veces nos sentimos tan faltos de Él, teniéndolo en nuestro corazón.

Añadir leyenda

Al inicio de esta parte escribía sobre que estaba en mis prioridades: primero sanar emocional y físicamente, y segundo, aunque creo que ya lo expliqué, ahora quiero aclarar porque creo que todavía soy consciente de que si aun estoy enferma algo no anda bien emocionalmente en mi, o es que tengo que seguir aprendiendo y enseñando, aun cuando yo no busque eso. Pienso que al mirarme las personas valoraran su buena salud y aunque no toda la gente piense como yo desearía que pensara, algunas personas tenemos que aprender sufriendo en carne propia. Supongo que cada uno necesita recorrer su propio camino y por más que les digas que al estar enferma no la pasas muy bien que digamos, no valoran la salud en su cuerpo hasta que la pierden.
¿Por qué no valoramos nuestra salud?
Sera por lo mismo que nos levantamos como sonámbulos en las mañanas sin agradecer por el fantástico día que nos da Dios. Estamos tan acostumbrados a que nuestro cuerpo funcione automáticamente, que lo damos por hecho, creemos que dándole comida chatarra (pollos a la brasa, hamburguesas, dulces procesados químicamente), (ojo que también, de vez en cuando, no podemos privarnos de uno de estos bocadillos deliciosos para la lengua). Sería fantástico tener claro que nos sentiríamos mejor comiendo verduras y frutas, aunque tengo que reconocer que, de vez en cuando, un buen filete de carne no está nada mal. Pero….., con un filete estamos tomando la vida de otro ser vivo. Bueno, tampoco quiero hacer que nadie se sienta culpable. Todo es cultural, depende de lo que hayas aprendido, dependiendo si te has criado en un hogar carnívoro o vegetariano.
Yo estoy viviendo en un hogar donde todos son carnívoros, no es que sean de esos que no paran de comer carne, pero sí que dos veces a la semana se comen su buen lomo saltado o su churrasco, y todas las veces caigo en la tentación. Y entonces pienso que clase de vegetariana seré y que donde queda mi amor a los animales. Pero bueno me alivia pensar que si como carne es por las proteínas necesarias para una dieta balanceada.
Más sobre alimentación
Dicen que deberíamos ser vegetarianos por naturaleza, por la forma en que está formado nuestro cuerpo, los dientes para desgarrar, típico de los carnívoros, son solo un par en el hombre, y otro detalle es que en los animales carnívoros, como los leones y los tigres tienen el intestino muy corto, mientras que en el ser humano el intestino es muy largo, lo que demuestra que está más preparado para ser vegetariano.
Además ningún ser vivo quiere ser sacrificado y presiente el día que lo van a matar. En el momento del sacrificio segregan unos venenos producidos por todo el miedo, ira, angustia y agonía que pasan, y nosotros, los carnívoros, nos comemos esa carne que tanto ensucia nuestro cuerpo. 
Ya escribí sobre alimentación, pero estábamos en el tema de porque no valoramos nuestro bendito cuerpo, ese cuerpo que tiene dos ojos por los que vemos los bellos atardeceres y disfrutamos de los colores de las flores. Nuestro órgano vivo de mayor extensión es nuestra piel, a través de la cual podemos sentir las caricias y los besos de una madre, que son los más sinceros que vamos  a recibir en nuestra vida. En la piel también sentimos al ángel del viento, digo ángel porque nos ayuda a tolerar el intenso calor que en este tiempo que nos ha tocado vivir padecemos, y que es por la desaparición de la capa de ozono, con todo lo que conlleva de cambio en nuestra atmósfera.
Imagínate ahora un día de calor intenso, no hay donde ocultarse de los rayos del sol, no hay árboles que nos abriguen con un poco de sombra, estás a punto de sudar, estás que te achicharras, y si eres gordito estás como un lechoncito listo para comer. En eso sientes que viene una brisa suave que acaricia tu rostro, y sientes un inmenso alivio. Bendita piel.
            Aunque no tengo ninguna autoridad para aconsejar sobre ningún tema, si quiero comentar, que nuestro sistema inmunológico depende de nuestras emociones y sentimientos. Está comprobado científicamente que un estado de tristeza y depresión reducen a la mínima expresión nuestras defensas. ¿Por qué antes de enojarte o deprimirte no te lo piensas dos veces?, bueno, piénsatelo si realmente quieres vivir sano, si lo que te agrada es la enfermedad no necesitar pensar nada, deprímete y listo.

martes, 10 de marzo de 2015

Libertad


Los hombres no son prisioneros del destino,
sino prisioneros de su propia mente.
      Franklin D. Roosevelt 

La Libertad, según el diccionario, es la capacidad de la conciencia para pensar y obrar según la propia voluntad. El estado de libertad define la situación, circunstancias o condiciones de quien no es esclavo, ni sujeto, ni impedido al deseo de otros de forma coercitiva. En otras palabras, aquello que permite a alguien decidir si quiere hacer algo o no, lo hace libre, pero también lo hace responsable de sus actos en la medida en que comprenda las consecuencias de ellos.
            Según esto, existe un buen número de personas en la Tierra que sin ser oficialmente esclavos, no pueden considerarse libres, porque no pueden decidir por sí mismos, o no pueden expresar libremente sus pensamientos o sus anhelos más profundos. Seguro que en la mente de todos están los lugares del mundo donde se discrimina por razón de sexo, o por razón de opción política, o por tendencia sexual, o por el color de la piel, o por el volumen del extracto de la cuenta corriente, o por creencias religiosas, o por un sinfín de cosas ridículas más, que por muy ridículas que puedan parecer a los que no las sufren, hacen la vida imposible por su estado de esclavitud, no reconocida, a millones y millones de personas.
            Pero no es el objeto de esta entrada enumerar dictaduras, sean del color que sean, o enumerar países xenófobos, o nombrar países homofóbicos, capitalistas o corruptos. No. El auténtico objeto de la entrada era hacer una loa a la libertad como uno de los bienes más preciados del ser humano.
 
            Pero llegado a este punto se llena mi mente con una pregunta: ¿Es realmente libre el ser humano? Imaginemos el estado perfecto. ¿Serían realmente libres todos los habitantes de ese paraíso?, ¿No existiría ningún impedimento para que cada uno hablara y obrara según su conciencia?, (pensemos que al ser un lugar tan idílico todos sus habitantes actuarían siempre eligiendo la opción al bien). Pues no serian libres, porque todos tendrían como gobernador principal de sus actos al dictador más poderoso que puede existir: “La mente”. La mente, por la que se pasearía la envidia, la crítica, los celos, la ira, la tristeza o el dolor, solo por nombrar algunos de los carceleros más depravados que puedan existir. Para que el ser humano sea realmente libre tiene que dominar a su mente, ya que hasta entonces permanecerá subyugado a los caprichos de esta.
            Puede parecer un poco drástico, pero no lo es en absoluto, ya que es la mente la que impide a la persona conseguir lo que la propia mente parece que anhela: “La felicidad”. Es una paradoja, el ser humano con su mente piensa que quiere ser feliz y que podría hacer para conseguirlo, y sin embargo, la propia mente se encarga de boicotear su propio pensamiento. ¡Dramático!, aunque muy pocas personas son conscientes de tal dictadura.
            Ante esta coyuntura boto a la basura mi loa a la libertad, ya que solo se puede proclamar la dictadura de la mente, mucho más poderosa que cualquier tirano asesino que pueda existir en el mundo. 
     

Todo está bien


            Supongo que no es ningún secreto que el bienestar, la serenidad interior, la paz, la alegría y la felicidad solo son el resultado de una cierta actitud ante la vida, una actitud que podríamos plasmar como la actitud del “Todo está bien”.
            Cuando todo está bien en cada célula del cuerpo y en cada átomo de nuestra energía, se han terminado para nosotros los enfados, los reproches, los miedos, las inseguridades, los celos, las tristezas por deseos incumplidos o las decepciones por no lograr las expectativas.
Cuando todo está bien no hay razón para enojarse con el hermano, con la pareja, con los amigos o los desconocidos por algo que hayan hecho o dicho, porque todo está bien. En las condiciones actuales el enojo llega porque otros hacen o dicen algo que nosotros consideramos que no es correcto, pero ¿Tenemos en cuenta lo que ellos consideran correcto?, ¿Estamos en su mismo momento emocional para entender la razón de sus palabras o de su actitud?, ¿Estamos en su mismo nivel de crecimiento para entender sus motivos? Si nos colocáramos en sus zapatos podríamos entender el porqué. Pero ¿De qué nos valdría entender la razón?, ¿Para justificarla?, ¿Para no enfadarnos?, ¡Que importa!, lo hecho, hecho está. ¿Para qué perder un tiempo precioso en tratar de entender las razones de otra mente, o de otra alma? Lo mejor es aceptarlo, “Todo está bien”, y si parece fuera de toda lógica, de nuestra lógica por supuesto, podemos desde el punto de serenidad en que nos coloca el aceptar todo como bueno, tratar de explicar, con amor, que es lo que no nos ha gustado y porque.
En el “Todo está bien”, no se trata de comulgar con ruedas de molino, se trata de no atragantarnos con nuestra propia indignación, con nuestra propia tristeza, con nuestra propia intolerancia o con nuestra propia rabia.
 
En condiciones normales, ¿Qué ganamos con un arrebato de cólera, de desesperación o tristeza? Si lo que nosotros consideramos incorrecto, por llamarlo de una manera suave, ya está hecho, ¿Cuál es nuestro beneficio con ese comportamiento animal e instintivo? Ninguno, no obtenemos ningún beneficio, antes al contrario, todo son desventajas, todo son perdidas. Nos desestabilizamos emocionalmente, ocupamos la mente con un discurso de rabia: “Pero ¿Cómo puede ser que me haga eso a mí?, y si nuestro carácter aun es algo inmaduro y esa situación se repite con otras personas y se mantiene en el tiempo, es posible que comience a afectar a nuestra salud, y por supuesto a la vida, ya que la persona que se encuentra en una situación de ese tipo, está muy lejos de atisbar, ni aunque sea por un instante, lo que es la felicidad.
Si sucede una vez cada mucho tiempo, bueno, es algo que hay que trabajar, pero no es tan grave como si la persona se encuentras permanentemente ofendida con el mundo. En este caso es muy posible que no esté equivocado el mundo y que sea la persona la que deba de recapacitar y buscar ayuda para trabajar ese aspecto de su carácter que ronda la intolerancia.
Recuerda que somos energía. Cada pensamiento es energía, cada palabra es energía, cada acción es energía, y que energías iguales se atraen. Con la intolerancia estás atrayendo a tu vida a los intolerantes, con tu tristeza atraes a los tristes, con tus mentiras atraes a los mentirosos, con tu rabia a los iracundos, con tu agresividad a  los matones.
Si lo que quieres es amor, amaté; si quieres ser feliz, haz felices a los demás; si quieres que te respeten, respeta; porque vas a recibir ciento por uno de lo que entregas.
Para esto, la mejor fórmula es “Todo está bien”. Y si alguien te pregunta ¿Y si realmente no está bien”, pues sigue aplicando la máxima, “Lo que no está bien, también está bien”.

lunes, 9 de marzo de 2015

Buscar el silencio


Los hombres olvidan que la felicidad humana
es una disposición de la mente
y no una condición de las circunstancias.
John Locke

En la mayoría de los casos nuestra mente trabaja a un ritmo vertiginoso día y noche. Nuestros pensamientos son un maremágnum continuo de horarios, preocupaciones económicas, fantasías sexuales, listas de la compra, problemas domésticos, inquietud por los hijos, planes de vacaciones, etc., etc., etc., como un carrusel que nunca para. Esos pensamientos suelen girar en torno a las actividades cotidianas y crean unas pautas mentales que no dejan lugar para el silencio.
El problema es que hoy tenemos los mismos pensamientos que ayer y los mismos que vamos a tener mañana. Nuestras mentes están ocupadas en la misma conversación interior todos los días.
Aprender a estar en silencio y a meditar implica descubrir como entrar en los espacios que existen entre los pensamientos.
En ese silencioso espacio vacío entre nuestros pensamientos, podemos disfrutar de una sensación de paz total que normalmente nos es desconocida, lo que sucede es que con todos los pensamientos que pasan por nuestra mente cada día, no hay tiempo para entrar en ese espacio entre pensamientos, sencillamente ¡porque no existe!, y eso trae como consecuencia el que nos sintamos tensos, inquietos, estresados, y eso en el mejor de los casos, ya que también podemos enfermar, el cuerpo es un reflejo de lo que pasa por nuestra mente.
 
La manera tradicional de controlar esos pensamientos es la meditación. Meditar es experimentar alivio del desasosiego y del parloteo constante de la mente para llegar al silencio y sentir paz interior.
Meditar significa que no debe haber ningún movimiento en la mente, que debe estar completamente quieta. No hay movimiento, no hay tiempo, no hay pensamiento. Meditar es un “arte”, es colocarlo todo en su sitio, de manera que no haya ningún tipo de confusión.
En la meditación, la mente descubre por sí misma la “Grandeza” de todo lo que es verdadero, descubre cual es el objetivo de la vida, de lo sagrada que es la vida y todo lo que la envuelve, con lo que llegados a este punto se tratan todas las cosas con respeto, ya que todo, absolutamente todo es sagrado.
            Pero…… ¿Puede la mente estar realmente quieta?, ¿Puede parar su cháchara tanto en la meditación como en la vida diaria?, ¿Puede dejar que comparar de manera permanente?, ¿Puede atender al cien por cien?, ¿Puede prestar completamente su atención a todo lo que pasa?, o permanece siempre comparando con el conocimiento acumulado, con situaciones anteriores, con lo que se espera o desea, con el resto del mundo.
            La meditación es algo que llega, que no puede ser buscado, y para que eso ocurra se ha de entrenar permanentemente a la mente. Un magnifico entrenamiento es vivir la vida con total atención, atención sin comparar, atención sin juzgar, atención con cada célula del cuerpo. Si se presta total atención a la vida, sin utilizar el propio conocimiento, sin las creencias, sin los deseos, entonces hay verdadera atención, y esa atención es silencio, y ese silencio es meditación, verdadera meditación.
            Es en ese momento cuando se produce la transformación de la mente, y la vida se convierte en comprensión, en misericordia, en amor. Es en ese momento cuando alcanzamos la meditación. Es en ese momento cuando la meditación se convierte en un arte.
 

viernes, 6 de marzo de 2015

¿Animales racionales?


Vivimos a pesar de nosotros mismos.
Hari Krishan

            Desde antes de nacer, el corazón del ser humano empieza a latir en el útero materno, y no lo deja de hacer hasta que el alma decide abandonar el mundo de la materia; de la misma manera que la respiración, que comienza en el mismo instante en que nos asomamos a la vida, y no termina hasta el momento del regreso a la Energía Divina.
            El corazón latiendo, siempre latiendo y la respiración siempre con su vaivén, nos atan a la vida, de manera autónoma, de manera automática, sin que seamos conscientes de que es esa respiración y ese latir, los que nos mantienen con vida.
Vivimos a pesar de nosotros mismos, a pesar de lo mal que tratamos a nuestro cuerpo y de rebote a nuestro corazón, a pesar de olvidarnos de como se respira, utilizando músculos que nada tienen que ver con la respiración.
            Y, a pesar de la importancia, de la importancia vital de nuestra respiración y del latir de nuestro corazón, pocas son las personas que dedican un momento en su día para comprobar cómo es esa respiración, o como late su corazón.
 
            Al igual que los seres humanos, los animales también respiran y también tienen un corazón que bombea de manera permanente, y como muchos seres humanos, ninguno de ellos es consciente de la maravilla que está ocurriendo en su cuerpo. Sin embargo, los animales, en su nivel dentro de la evolución, no saben que ellos también son más que ese cuerpo que sólo se puede dirigir por los instintos. No tienen una mente que razona, una mente que les puede llevar a preguntarse qué hacen en la vida, o qué diferencia hay entre la vida y la no vida.
            Los seres humanos, casi todos, en algún rincón de su mente, tienen la conciencia de que son algo más que el cuerpo, muchos creen que tienen, o que son, algo que se denomina alma, aunque como no se ve, no saben ubicarla, y no se identifican, en absoluto con ella.
            Todo eso, en cuestiones de vida, hace que esos seres humanos se diferencien en poco de los animales, ya que rigen el cuerpo por los mismos instintos con los que se rigen los animales, comen cuando tienen hambre, aunque muchos, al contrario que los animales, siguen comiendo después de saciada la necesidad de comer; beben incluso cuando no tienen sed, y en ocasiones bebidas dañinas para el cuerpo; y satisfacen, como los animales, sus necesidades fisiológicas de manera instintiva.
            En casi todas las cuestiones referentes al cuerpo, la diferencia entre el animal que se rige por los instintos, y el ser humano que tiene una mente racional, es mínima.
            ¿Cómo ser más humanos racionales y menos animales instintivos? Aunque resulte paradójico, lo podemos conseguir siendo conscientes del cuerpo. Y se es consciente del cuerpo sintiéndole, sintiendo sus sensaciones, sintiendo su respiración, sintiendo sus latidos. Es en esos momentos en que estamos sintiendo el cuerpo, cuando podemos despegarnos de él, cuando podemos, aunque sea por un instante, conectarnos con eso otro que realmente somos, con el alma. Es a partir de ahí, cuando no sólo nos despegamos del animal, sino que también nos despegamos del ser humano normal, para atisbar nuestra propia divinidad, convirtiéndonos, aquí en la Tierra en superhumanos, con todos nuestros poderes divinos desarrollados.
            No somos el cuerpo. El cuerpo sólo es, aunque de vital importancia, el vehículo del alma; el instrumento desde el cual tenemos que realizar nuestro trabajo de acercamiento a nuestra Divinidad, el instrumento para nuestro aprendizaje, el instrumento desde el que hemos de vivir todas las experiencias humanas, sin apegarnos a ellas. ¡Siéntelo!
 

jueves, 5 de marzo de 2015

Ángeles y demonios


Cuando la mente está completamente silenciosa,
tanto en los niveles superficiales como en los profundos;
lo desconocido, lo inconmensurable puede revelarse.

Casi todos creemos que existen los ángeles, los arcángeles, los guías, los santos, los maestros, nos creemos, por supuesto, que existe Dios, y un sinfín más de seres al otro lado de la vida, trabajando, no solo para su propia evolución, sino también para ayudar a los pobres mortales que pululamos por el mundo de la materia, aunque, bien es cierto, que la inmensa mayoría de los mortales no sintamos su manifestación.
            Y no solamente no sentimos su manifestación, sino que lo que sentimos en nuestro interior es algo completamente diferente a lo que se supone que deberían de hacernos sentir seres que, teóricamente, nos están ayudando.
            Sentimos rabia, sentimos miedo, sentimos intolerancia, sentimos impaciencia, sentimos odio, sentimos ira, sentimos ansiedad, sentimos angustia, sentimos incomprensión, sentimos soledad, sentimos orgullo, sentimos envidia, y un sinfín de sentimientos más, que más parecen proceder de demonios y no de ángeles.
            ¿Será que también existen los demonios y que son más poderosos que los ángeles, e incluso más poderosos que el mismo Dios?
            Si, no hay duda, existen los demonios, o seres regidos por la oscuridad, pero la puerta que nos da acceso a ellos, la abrimos y cerramos nosotros, de la misma manera que la abrimos o la cerramos para los seres de luz.
            Pero por desgracia, el mayor demonio que existe no necesita entrar, vive en nosotros, es parte de nosotros mismos, es el que de una manera muy fácil nos lleva en volandas, sin tan siquiera ser conscientes de ello, a cada uno de los sentimientos que aparecen en nosotros. Es nuestra mente.

            Podríamos aplicar un sinfín de calificativos a la mente, pero en este caso creo que el adjetivo que mejor la define es “Ingobernable”. No somos capaces de gobernar a la mente y ella, por si misma, nos va llevando, de pensamiento en pensamiento, a las profundidades más oscuras que pudiéramos imaginar.
            Los pensamientos, como las drogas crean adicción. El problema estriba en que nadie nos lo dice, porque casi nadie lo sabe, y cada pensamiento va creciendo con cada repetición, hasta llegar un momento en que la persona es “ese pensamiento”, sin lucidez y sin fuerzas para cambiar el pensamiento, y cambiar así la dinámica de su vida.
            No sirve además, ningún tipo de discurso, ninguna teoría, que haga que la persona salga de ese carrusel sin fin que la mantiene atada a la rueda de la infelicidad y posiblemente de la enfermedad, no solo mental, sino emocional y física, ya que ha de ser ella, por si misma, la que entienda que “pensando siempre las mismas miserias no va a llegar a ningún punto que sea parecido, ni por casualidad, a una vida sana, a una vida feliz”.
            Es en los momentos de lucidez, cuando nos impacta una lectura, una frase, un libro, una película o cualquier otra circunstancia, cuando hemos de hacer el firme propósito de poner todos los medios a nuestro alcance para gobernar a la mente. Y por supuesto cumplirlo.
 

El diario de Patricia (9)


Cosas cotidianas elementales
Les dije anteriormente que soy una buscadora de la verdad de la vida, verdad que increíblemente halle gracias a la enfermedad y alguien me la volvió a recordar no hace mucho: La gran verdad de la vida es que somos hijos de un Dios. Increíblemente maravilloso. Para eso no hay adjetivo terrenal posible. Claro que ahora estamos pasando por una experiencia humana con retos y desafíos. Una vida fácil sería muy aburrido, ¿O no? No lo sé, no conozco el aburrimiento, en serio, a pesar de que la mayor parte del tiempo lo paso en casa. Salgo a diario a la calle aunque sea a la esquina de mi casa, porque si permanezco en casa más de tres días, “enjaulada”, como le digo a mama en broma, me dan tantas ansias que necesito salir a la calle, a pesar de que mi casa es grande y tiene patio y jardín.
Pero nada se compara a la sensación de ver gente apurada, el bullicio de la calle, los autos que van y vienen. Me encanta la variedad de gente, de todos tamaños, de todo grosor, con toda clase de vestimentas, niños, adultos, ancianos, muchachas, señoras, etc., ¡tanta mixtura!.
No sé porque cuando estoy observando a la gente hago volar mi imaginación, todo me da curiosidad, y creo que ese es el secreto de no aburrirme nunca. La imaginación y la curiosidad son la chispa que mantiene al ser humano vivo. Bueno, la curiosidad con moderación, ya todos saben que la curiosidad mato al gato.
Entre otras cosas, lo que más hago en casa es leer todo lo que caiga en mis manos, leo el periódico, aunque me dicen que no debería leer los diarios ya que solo traen malas noticias, pero deseo estar informada de lo que está pasando en este planeta. Lo mismo pasa con los noticieros, necesito verlos solo para informarme de lo que está sucediendo sin involucrarme sentimentalmente mucho con lo que vea o escuche.
No digo que sea fácil no sentir nada cuando se escucha la noticia triste de algo que le ocurre a alguien, pero el hecho ya ocurrió y no creo que ayudemos mucho poniéndonos tristes, mejor haríamos enviándoles pensamientos positivos para que se recuperen, según el caso. Por ejemplo en un accidente de tránsito hay un dicho que dice algo así: Para que llorar sobre la leche derramada, este refrán cae a pelo a esta parte porque ya pasó, ya fue, mejor ayudas con tus buenas vibras de amor.

Además de leer los periódicos, leo las revistas de los testigos de Jehová. Traen artículos interesantes, claro no con todas estoy de acuerdo.
En días de sol suelo tomar dosis de vitamina D para los huesos, el Inti padre de los incas es el más  grandioso regalo que hizo Dios a la humanidad, el lindo sol que nos alegra la vida. ¡Los días sin sol son tan grises!
Aunque ahora, por eso de la capa de ozono y el cáncer a la piel está un poco peligroso tomar mucho sol, pero a horas adecuadas, está bien aun así que si es un día de sol imagínenme cual lagartija en las rocas calentándome del frio, cada año más intenso que el anterior.
Pero no solo me ocupo de mi parte intelectual, el cuerpo físico es muy importante y tengo que moverme si o si. Mi mama me lo recuerda a cada momento, tiene razón,  para evitar los problemas de la parte motora de mi cuerpo debo estar activa, subir y bajar gradas aunque sea dar vueltas en mi patio. A ratos me da el impulso de correr, supongo que es parte del mal de mi cuerpo, o quizás sean las ganas locas de volar como una gorrioncilla pecho amarillo.
Cuando el jardín esta con arbustos silvestres, o como dicen los jardineros “la mala hierba” esta crecida, me encargo de arrancarlas, pero como los arbustos también son seres vivos les pido permiso, ya que merecen respeto. Pido permiso a su “elemental” que es una especie de guardián de la parte más sutil de la planta, guardián que casi nadie ve, excepto los seres más puros. Mi perro debe de ser muy puro porque yo creo que ve hadas y a los “elementales” de las flores, porque camina muy gracioso en el jardín, más específicamente de puntillas, como si no quisiera despertar a alguien que duerme en las flores, y  además camina en círculos. Es un chiste verlo.
Últimamente estoy planeando en lo que respecta a la jardinería y a trabajar con la tierra, hacer junto a mi mama un pequeño huerto en una partecita de la casa. Ya tenemos seleccionadas las plantas y semillas que serán de: Planta de tomate, planta de manzano, de pera de agua, limones nísperos y semilla de hierbas aromáticas, como menta, manzanilla, hierba buena, romero, toronjil, salvia muña y cedrón; semilla o planta de lechuga, repollo, zapallo, calabaza y rabanitos. No sé si algunas de estas plantas puedan crecer por el clima. Supongo que en la época de invierno tendremos que protegerlo, y lo bueno es que ya llega el tiempo de lluvia, así no tendré que regarlas, ¡que pereza! Espero que este huerto pronto se haga realidad porque ahora es solo un sueño, un sueño posible.
A parte de tener este plan para el futuro, por el momento estoy concentrada en el hoy, que como dije anteriormente es lo único real, al abrir los ojos lo primero que hago es agradecer a Dios  por el nuevo día, es un regalo.
No me imagino cómo será que algún imprudente medico te diga que te quedan tantos meses de vida, debe ser como arrancarte la vida de raíz. Ahí es cuando más te aferras a la existencia, si es que tienes motivación. Digo esto porque he conocido gente que se abandona a si misma, y su único anhelo es la muerte. Pero ese es otro tema.
Hablando de cosas cotidianas básicas, esta la alimentación. Soy una carnívora confesa, aunque se que debería ser vegetariana por mi salud. Debo decir en honor a la verdad que tuve tres recaídas voluntarias solo por un antojo. No pretendo quitarme la carne de un momento a otro porque sé que eso podría alterar mi cuerpo y mis emociones, será, pero va a ser algo paulatino.
Mucha gente, además de un naturópata me ha dicho que debía dejar la carne en mi dieta, y antes mucho antes, casi con el comienzo del mal, notaba que ciertos alimentos me caían mal: la leche, la carne y el azúcar. Por eso cuando tengo que salir a la calle los evito, porque me ponen pesada, y en la calle debo estar ágil para subir y bajar de la combi y si como alguna de estas comidas me tendrían que cargar. Bueno exagero un poco, pero si es verdad que el azúcar me marea.
Y aun es peor si tomo uno de esos jugos de cajita de envase, ¡ah! Mucho, muchísimo peor, ya que si por casualidad como un poco de mantequilla me pongo muy mal. Esto tiene su explicación y es que el cerebro es pura grasa y si por ende se alimenta de grasa, que como la mantequilla además es refinada y procesada me mata. Los especialistas afirman que la mejor grasa para el cerebro es la de los frutos secos como las nueces, castañas, almendras.
Así es como funciona mi cuerpo y he aprendido a conocerlo con solo mirar mi abdomen. Sé si me contagie de un virus porque mi barriguita esta roja y con granitos, entonces es claro que pronto estaré mal, ya sea la gripe o salmonella, aunque nunca la tuve, pero una vez creí tenerla porque tuve el estomago muy suelto. Hace como tres semanas me desperté cansadísima, creí que iba darme la gripe, pero no, sentí un leve mareo y ese día visite “la oficina”, o sea, el baño cuatro veces, casi quedo invisible y pensé que era salmonella porque uno de los pollos que tengo en casa, tengo tres, el día anterior bebió agua del mismo vaso que yo, y es posible que su pico hubiera estado en contacto con sus heces. Pero no, al día siguiente ya estuve bien solo con tomar un poco de suero casero. Ni una pastilla. Gracias a eso ayune todo un día completo. Es posible que lo que tuve fuera solo un empacho por estar picando una y otra cosa todo el día.
Por lo que como debía estar gordita, pero creo que es algo hereditario, mama es delgada, y yo aunque quisiera subir unos cinco kilos, no puedo ni me importa mucho, no está en mis prioridades.