Sabemos que
lees mucho de casi todo: Libros de crecimiento, de física cuántica, de
meditación, de filosofía, de metafísica, de teosofía, lees la vida de los
grandes seres espirituales, lees sus obras. Sabemos que también realizas prácticas
de yoga, o meditación, o asistes a meditaciones grupales o a conferencias que
tocan tu alma, sabemos que sientes el amor en el abrazo de Amma, sabemos que te
indignan las injusticias, las guerras y sus consecuencias, sabemos que te
emocionan ciertos sucesos en los que se ven involucrados niños, ancianos o
personas discapacitadas, sabemos de tu amor por los animales, sabemos de tu
devoción por ciertos Maestros. Sabemos esto y mucho más.
Pero sabemos
también que aun te identificas plenamente con tu parte humana, material, caduca,
y que no actúas prácticamente desde tu alma, desde tu parte divina, ya que
sino, ¿Qué hay de la lectura de tu corazón?, ¿Qué hay de la lectura de tus
emociones?, ¿Qué hay de tu impaciencia?, ¿Qué hay de tu soberbia, de tu
orgullo, de tu vanidad, de tu arrogancia?, ¿Qué hay de tu miedo a la
enfermedad, o a la muerte, propia o de
tus seres queridos?, ¿Qué hay de tus celos?, ¿Qué hay de tu afán por impresionar
a los demás?, ¿Qué hay de tu carrera en pos del éxito?, ¿Qué hay de tus
criticas, de tus juicios, de tu intolerancia, de tu discriminación?, ¿Qué hay
de tu mal humor, de tu rabia, de tu envidia?, ¿Qué hay de tus preocupaciones y
de tus deseos?, ¿Qué hay de tus mentiras y de tus medias verdades?, ¿Qué hay de
tus adicciones y de tu afán por seguir los cánones de la moda?
A pesar de
las lecturas, a pesar de las prácticas y de esas emociones positivas más o
menos desbordadas, es muy posible que aun te encuentres lejos de la integración
de tu cuerpo y de tu alma, de la integración del ser y del humano. Es posible
que a pesar de que en las lecturas, en las prácticas, en los talleres, en las
conferencias o en las terapias, leas, escuches y a veces, hasta llegues a
sentir que eres un alma, que eres espíritu, que eres energía, que eres grande,
que eres Hijo de Dios, aun sientes y actúas solo desde el cuerpo.
Y ¿A qué
estás esperando para integrar todo eso que estás aprendiendo, o mejor
recordando?, ¿A un nuevo libro?, ¿A un nuevo desengaño?, ¿A un nuevo intensivo?
No pierdas
más tiempo, ¡hazlo ya!, no necesitas aprender más, lo sabes todo.
Seguro que
has leído y escuchado cientos de veces como hacerlo. Por si no lo recuerdas te
damos algunas pautas. La primera es imprescindible, necesitas voluntad. Sin
ella nada te sirve. Aunque tuvieras el conocimiento de Dios, (que lo tienes),
sin voluntad es como si fueras la persona más ignorante del planeta.
Así que si
eres débil y te dejas arrastrar por la indolencia comienza por fortalecer esa
parte de tu carácter. Es imprescindible para llegar a Dios.
Mientras
trabajas tu voluntad puedes responder las preguntas que aparecen en el segundo
párrafo. Así podrás determinar las debilidades que acompañan a tu indolencia,
ya que ellas solo son producto de tu parte humana.
Llegar al
ser, integrarse con el alma, se ha de hacer desde el cuerpo, ya que el cuerpo es nuestra
herramienta de trabajo:
Mantén
en tu mente el pensamiento durante todo el día, o el mayor tiempo que puedas, de
que eres un Hijo de Dios, mantén en tu mente la idea de que tienes que actuar
como tal, mantén en tu mente la idea de que eres un ser divino que
temporalmente se encuentra en un cuerpo, y se consciente de cada pensamiento,
de cada palabra, de cada emoción, se consciente de tus actos, y a continuación
hazte las preguntas: ¿Pensaría Dios esto?, ¿Sentiría esto?, ¿Diría esto o
actuaría de esta manera?
Si
la respuesta fuera sí, no necesitarías ni hacerte la pregunta porque en los
pensamientos, las palabras o las acciones concordantes con el quehacer de Dios,
se siente una energía especial que te indica de antemano que estás en el camino
correcto.
Si
la respuesta fuera no, tienes que arreglarlo. Pide perdón por lo que has
pensado, dicho o hecho, y permanece atento para que la próxima vez no te vuelva
a suceder. De la misma manera si has descubierto alguna debilidad en ti,
(seguro que tienes más de una), aplica también la atención y la voluntad para
actuar con la virtud contraria, de momento de manera consciente, ya se
encargará el inconsciente de aprender, lo va a hacer con la repetición, de la
misma manera que aprendió el mal hábito.
La
atención es tan imprescindible como la voluntad. Son las dos facultades
esenciales del trabajo de integración, se necesitan la una a la otra, se
complementan, de la misma manera que los procesos de la inspiración y la
exhalación son fundamentales en la respiración.
Resumimos
los pasos a dar:
-
Conocimiento
de quien eres.
-
Voluntad
para mantener en tu mente que eres Hijo de Dios.
-
Atención
para observarte como observador imparcial.
-
Descubrir
tus debilidades y aplicar la virtud contraria.
-
Perdón
para todo aquello que sabes que Dios no haría.
Esto es más que un trabajo, es una
lucha sin cuartel con el peor enemigo que puedes encontrar, tú mismo. Te vas a
convertir en un guerrero, en un guerrero de la Luz. No desfallezcas, integrar
el ser en lo humano es el camino que se ha de recorrer obligatoriamente para
llegar a Dios. No es un trabajo para débiles de carácter, ni para perezosos o
indolentes. Es para auténticos guerreros. Dejar a los débiles leyendo,
asistiendo a cursos y conferencias, mientras vosotros, guerreros poderosos camináis con paso seguro en pos de Dios.