El
mero hecho de nacer no significa que el nuevo bebé que ha aparecido en el mundo
esté completamente limpio de polvo y paja. No, a pesar de su bisoñez carga una
mochila importante: Carga su mochila kármica, carga recuerdos de otras vidas,
sobre todo de las últimas, que pueden afectarle de manera importante en la
nueva andadura que inicia en la Tierra.
Miedos, enfermedades, fobias, simpatías,
afinidades y desencuentros son algunas de las actitudes, emociones o
sentimientos, que sin razón aparente, pueden desarrollar o sentir los niños
hasta su entrada en el mundo de la razón, y posiblemente hasta su madurez, o
hasta su siguiente vida si no consiguen sanarlo en la actual.
Relato
a continuación algunos de los últimos casos tratados:
Elisabeth,
de seis años que con el paso del tiempo se le ha ido agudizando el miedo a la
oscuridad que tenía desde bien pequeña, al que se le ha unido según ha ido
creciendo miedo también a la cruz, sobre todo en las que se encuentra la imagen
de Jesús, ensangrentado y coronado de espinas. Además para más inri
escolarizada en un colegio de monjas. Los miedos son motivados por recuerdos de
su última vida, en la que estuvo internada en un convento de clausura, en
contra de su voluntad, y se pasó la vida en una celda oscura con la única compañía
de una cruz con la imagen de Jesús. En la actualidad en su inconsciente piensa
que la van a enclaustrar también en esta vida. Por supuesto, nada más lejos de
la realidad.
Rakel,
de siete años. Miedo a la soledad prácticamente desde su nacimiento, que con el
paso del tiempo ha ido en aumento con la sensación añadida de que alguien la
observa casi de manera permanente. El miedo es motivado también por el recuerdo
de su última vida en la que no tenía familia y la fueron llevando de casa en
casa, sin ningún tipo de amor ni de cariño. En la vida actual tiene miedo de
que eso vuelva a ocurrir y la abandonen sus padres. Aunque no hace falta
decirlo quiero comentar que los padres están locos de amor por su hija y
preocupados por sus miedos.
Raul,
tres años. Un niño cien por cien amoroso. Besa y abraza de manera permanente a
sus padres, a sus amigos, a sus compañeros, a sus vecinos, a sus conocidos, en
fin, a todo el mundo, excepto a su maestra en la guardería. Su maestra en la
guardería le hizo daño, sin ella pretenderlo en una vida anterior, y al
encontrarla en esta vida, se activó su recuerdo y su rechazo hacia ella.
Lorena,
tres años. Con un salpullido alérgico en la nuca que no se va de ninguna
manera. Lo que tiene es un enfado con su papa porque la ha hecho daño en otras
vidas y en esta, la niña en su inconsciente cree que la sigue haciendo daño, cuando
su papa ya la ha pedido perdón de alma a alma y es muy amoroso con ella.
Podría
relatar varios casos más, pero no parece necesario.
No quiere decir que todos los niños que tengan problemas de miedos, alergias o
rechazos sean motivados por problemas de otras vidas, pero si un porcentaje
importante. También podría mencionar algunos de la propia vida generados en sus
primeros meses de vida, porque hay para todos los gustos.
Lo
importante es saber qué hacer, o al menos intentarlo, en cualquiera de los
casos, y no quedarse con la cantarela de que mi niño tiene este o aquel miedo y
no hacer demasiado caso. Siempre hay una razón.
En
casi todos los casos se ha de realizar un doble trabajo, uno terapéutico en el
que se vaya eliminando la energía del miedo o del rechazo, y el otro de amor
enviado por sus padres. El trabajo de
los padres tiene una doble vertiente: Una consciente en la que han de tratar a
su hijo con auténtico amor, sin ningunear sus miedos, y otra un trabajo de
almas, en el que han de expresar ese amor con palabras para que su alma lo
reciba cuando el niño se encuentra dormido o a punto de hacerlo.
Nuestra
mochila, en la que se encuentran nuestros traumas, nuestros miedos de otras
vidas y por supuesto el Karma que nos hemos regalado para deshacernos de él, es
más importante de lo que podamos pensar.
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