El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




sábado, 3 de diciembre de 2022

¿Estaré soñando?

 


Capítulo XV. Parte 2. Novela "Ocurrió en Lima"

Supuso que la otra puerta debía de ser la del cuarto de baño y hacia allí se encaminó. En efecto, por esa puerta se llegaba al cuarto de baño, pero después de pasar por un closet enorme en el que se veía ropa de mujer colgada a la izquierda y ropa de hombre a la derecha. El espacio para la ropa de hombre era la mitad porque una parte estaba ocupada por cajones donde estaba guardada la ropa interior, algo que descubrió Antay buscando un bóxer y un par de calcetines. Sin mucho trabajo localizó el terno que le había mencionado Indhira y pasó al cuarto de baño. Tenía que ducharse. Era su rutina matinal.

El cuarto de baño era más grande que la habitación de su casa o, al menos, de la habitación donde se había acostado en la noche. Cuando entró para ducharse pudo comprobar que era una bañera con hidromasaje. “¡Caray, que bien vivo!”, fue el siguiente pensamiento de Antay. Cuando estaba en la ducha, Indhira asomó la cabeza. Hizo ademán de taparse, aunque no fue necesario porque Indhira solo le dijo:

-    Date prisa, cariño. Y acuérdate de pasar a dar un beso a los niños, seguro que María ya está despierta esperándolo, parece que te huele.

“¿Niños?”, se preguntó Antay. “Este sueño está llegando muy lejos y es ¡tan real!”

Terminó de ducharse, se vistió y salió de la habitación para buscar la habitación de los niños. De las cinco puertas que había, aparte del dormitorio de donde había salido, en lo que parecía la segunda planta de una casa, dos de ellas estaban abiertas. Supuso que una sería la habitación de los niños. Entró en la primera y se encontró con un niño durmiendo, plácidamente, de no más de cuatro años. Le besó en la frente, le metió los pies dentro de la cobija, le arropó y salió de la habitación pensando: “Pues debe haber otra porque el niño no creo que se llame María”.

Entro en la otra habitación que tenía la puerta abierta y se encontró a María, acostada, pero con los ojos abiertos.

-    Te estaba esperando papi, -dijo la niña. Morena, con unos ojos negros enormes. Parecía una copia de Indhira en pequeño.

-    Me voy María, -le dijo Antay posando los labios en su mejilla.

-    Te amo papi, - y mientras le devolvía el beso continuó- ¿nos traerás un regalo?

-    Seguro que sí. Ahora duerme, que es muy pronto. 

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