Y es que, en el mundo traidor, nada es verdad ni es mentira; todo es según el color del cristal con que se mira.
Ramón de Campoamor
Si la Verdad solo es una y está en
poder de la Divinidad, los miles o millones de verdades que nos venden es claro
que no llegan a ser ni una minúscula parte de la verdad.
Y si esto pasa con la Verdad
Absoluta, ¿qué no pasará con las relativas verdades de los hombres? Cada ser
humano está en posesión de “su verdad” y, para él, esa verdad es única, es
real, es auténtica, y podría llegar a matar para defenderla.
Ante esto, es obvio que no todos vemos
la misma realidad, y si a esa realidad la recubrimos con las verdades
personales, pasándola por el filtro de nuestros valores, nuestras creencias,
nuestros intereses, nuestros recuerdos, etc., lo que nos queda es una visión
bastante sesgada de la realidad de los otros. Quedarse anclado en la propia
perspectiva contribuye a limitar, todavía más, “la verdad del otro”, ya que ni
se ve, ni se entiende esa verdad, puesto que lo que se ve es la interpretación
de la verdad.
Esto da lugar a malentendidos,
discusiones, enfados, desencuentros, errores de interpretación, equivocaciones,
disgustos, indignación, etc., etc.
Las cosas no siempre son lo que
parecen. En la vida hay situaciones que simplemente suceden, sin que nosotros
tengamos absolutamente ningún control sobre ellas, y la única opción que existe
cuando esto ocurre es aceptarlas.
Muchas de las situaciones a las que
nos enfrentamos, por lo general, no las podemos elegir, pero lo que si podemos
escoger en todo momento es cómo respondemos ante ellas, y esta respuesta va a
estar condicionada, en gran medida, por la perspectiva desde la que observamos
las mismas. Ya que la situación no la podemos cambiar, lo que nos queda es
modificar la perspectiva hacia la misma por otras que nos permitan enfrentarla
de manera más efectiva y menos traumática.
Cuando ampliamos nuestras
perspectivas, automáticamente ampliamos nuestra capacidad de acción, ya que
esto nos hace poder elegir alternativas que antes, a pesar de estar
disponibles, no éramos capaces de observar.
Para una misma situación pueden
existir multitud de perspectivas, las cuales por si mismas no son correctas o
incorrectas, de hecho, no es adecuado clasificarlas de este modo, la distinción
verdaderamente importante que hay que realizar es si el punto de vista actual
que tenemos sobre una situación trabaja a nuestro favor o en nuestra contra.
Cualquier perspectiva que ayude a crecer, a desarrollarse, a superar retos y
alcanzar metas será una buena perspectiva y cualquiera que incapacite o limite
será una mala perspectiva que debe de ser cambiada.
Por lo tanto, podemos cambiar el
color del cristal, aunque si lo hacemos corremos el riesgo de escorarnos hacia
otro lado. Mejor sería ponernos unas gafas multicolores, unas gafas con los suficientes
colores que nos permitan:
-
Ponerse
en el lado del otro.
-
No
dar importancia a las cosas que carecen de ella.
-
Aceptar
todas las situaciones.
-
Tolerar
todo lo que se presente.
-
Sentir
como propio el hacer ajeno
-
No
opinar, no juzgar, no criticar.
-
Aceptar
razones que no conocemos.
-
Sentir
que todo es relativo.
-
Mirar
con los ojos del alma.
-
Saber
que todo está bien.
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