Capítulo XVI. Parte 3. Novela "Ocurrió en Lima"
Sentí
curiosidad por conocer nuestra historia, aunque no tuviera necesidad de
recordarla.
- Cariño,
¿cómo comenzamos a salir?, ¿qué pasó después de la cena que hicimos el domingo
donde yo me disculpé por haber salido corriendo como una gallina la semana
anterior?
- No
volviste a cacarear. -dijo Indhira sonriendo- ¿Recuerdas que al despedirnos el
domingo quedamos para llamarnos el sábado?
- Si que
lo recuerdo. Es lo último que recuerdo. Nuestra despedida, llegar a casa y
acostarme. Hasta ahí llega mi memoria.
>> Te encontré diferente,
más serio, más seguro de tu mismo, más calmado, sabiendo que es lo que querías
y cómo hacer para conseguirlo y, sobre todo, sin un ápice de miedo. Esto no te
lo dije entonces. Te lo estoy diciendo ahora por primera vez. ¡Es curioso!,
ahora que pienso en ese día, me pareciste como eres ahora.
>> Recuerdo que te dije,
como si estuviera pasando en este instante, “¿Qué pasó para que me llamaras?” y
contestaste: “Con un día ha sido suficiente para saber lo que quiero. No
necesito una semana para pensarlo y tampoco quiero perder tiempo en
pensamientos inútiles. Quiero estar contigo. Pienso en ti de manera
permanente”.
>> A mí, que me pasaba lo
mismo, se me caía la baba. Comimos nuestra pizza y cuando llegamos a mi casa te
invité a subir con la disculpa de tomar un té. Aceptaste y nada más cerrar la
puerta del departamento, no sé si fuiste tú, si fui yo, o fuimos los dos al
unísono, el caso es que nos besamos. Una vez, dos, tres, cientos de veces.
Salías de mi departamento a las 7 de la mañana para ir a trabajar.
>>
Desde entonces nos vimos cada día. Cenábamos en tu casa o en la mía, incluso,
los días en que no viajabas y no salías de la oficina, pasaba a buscarte para
ir a almorzar. Y mi papá encantado cada vez que nos veía juntos.
>>
El primer día que pasé a buscarte mi papá ya supo que salíamos y le pareció muy
bien. Eso me lo decía los domingos en el almuerzo familiar y, además, tenía a
toda la familia ya un poco cansada de ti, porque solo hacía que hablar de tus
cualidades humanas y laborales.
>>
A mediados de octubre, cuando llevábamos saliendo un mes, comenzamos a pasar
los fines de semana juntos. Pero era muy duro, para los dos, no estar más
tiempo juntos de lunes a viernes y, un mes después, decidimos ir a vivir
juntos. Nos fuimos a mi departamento que era más grande que el tuyo.
>>
El primer domingo de vivir juntos viniste al almuerzo familiar a casa de mis
padres y te presenté oficialmente a toda la familia. Todos quedaron encantados.
>>
Y en mayo del siguiente año, decidimos casarnos. Esta casa es el regalo de boda
de mis padres, y nos venimos a vivir en ella después de un viaje de novios,
maravilloso, por media Europa. Llegaron los niños que nos unieron aún más y
hasta hoy, que estoy más enamorada de ti que el primer día.
- A pasar
de no acordarme de nada, te puedo asegurar que, también, estoy loco por ti.
>> ¿Por qué tu hermano o
tu cuñado no se han hecho cargo de la empresa?
- Bueno,
Hernán, ya sabes que…, ¡ay! no, que no sabes nada. Hernán es como un sabio
despistado. Es químico y trabaja en un laboratorio farmacéutico. Y si le
sientas detrás de una mesa a manejar personas y le sacas de sus pócimas, se
muere. Y Giuliano es economista y le encantan los números. El es feliz con su trabajo en el banco.
>>
Así que solo quedabas tú. Y te lo has ganado a pulso porque has entrado en el
negocio de la inmobiliaria como si hubieras nacido en ella y, en materia
laboral mi papá se enamoró de ti desde el primer día.
- Háblame
de la Fundación.
- Ya está
todo en regla. Podemos comenzar cuando queramos.
- Pues no
esperemos, ¿qué necesitamos?
- Contratar
al personal. El edificio está listo.
- Además
del trasvase de fondos que hagamos desde la inmobiliaria ya estamos contactando
con empresas y particulares para recaudar más fondos. Los contactos de mi papá
están siendo determinantes. Creo que ya tenemos el presupuesto cubierto para el
primer año.