Capítulo XV. Parte 14. Novela "Ocurrió en Lima"
Coincidiendo
con las últimas palabras de Ángel llegábamos a la puerta del hotel, a la que,
también, llegaba Pablo, en ese mismo momento. Y cuando me volví para despedirme
de Ángel ya no tuve tiempo. Había desaparecido.
- Nada
más llegar a la altura de mi amigo, antes de cualquier otra cosa, preguntó-
¿Has ido al neurólogo?, ¿qué te ha dicho?
- No
Pablo, no he ido, -y como no me apetecía contarle nada de Ángel me inventé una
ligera mentira- llamé a un conocido de Lima y me dijo que no parecía nada
grave. Que esperara unos días que seguro que recuperaba la memoria, tan de
inmediato, como la había perdido y si en 10 días no me vuelve, entonces sí, me
dijo que fuera a visitarle. Y le he hecho caso, porque a pesar de no recordar
nada, me siento muy bien.
- Si,
-ratifico Pablo- se te ve normal. Esperemos que todo vuelva a la normalidad
cuanto antes.
A Pablo
se le veía contento y me explicó que, la razón era que, los mandos de la
empresa que acabamos de adquirir, habían aceptado la situación con total
apertura y parecían dispuestos a colaborar en los cambios que teníamos previsto
implantar.
- Pablo
insistía- Solo falta saber quién va a dirigir la empresa aquí en Miami. Hasta
entonces, les he dicho que funcionen normalmente y, ante cualquier duda, que me
llamen de inmediato.
- Pablo,
-le dije- no sé si en las condiciones que me encuentro puedo tomar decisiones
acertadas, pero he tomado una. No quiero desprenderme de ti. No vas a ser tú.
No puedo, ni quiero dejarte ir. No solo eres mi mejor amigo, eres una parte muy
importante para la empresa.
- ¿Seguro
que no quieres volver a pensarlo?
- No
Pablo. Tu relación con Diana no se va a solucionar porque salgas corriendo. Yo
podría hablarte, largo y tendido, sobre eso. La primera vez que salimos Indhira
y yo, me fui corriendo como una gallina. De eso me acuerdo como si estuviera
ocurriendo en este momento y ya ves ahora donde estamos. Hablaremos para
encontrar soluciones al problema.
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Pero, permíteme volver sobre el tema del mando aquí en Miami. Creo que tenemos
que dejarlo solucionado ya. ¿Qué pasa si nombramos a uno de los directores como
gerente?
- ¡Qué
curioso!, -dijo Pablo- para este tema es como si no hubieras perdido la
memoria, porque es algo que siempre lo has dejado ir, que fuera alguien de
aquí. Si estás empeñado en que no sea yo, creo que es una buena opción.
- Lo que
yo no puedo es decidir quien pueda ser. Ya sabes, mi memoria, -comenté a manera
de chiste.
- Podría
ser Peter, Peter Gardner. No solo es el más antiguo. Es el más competente y los
demás le aceptarían sin problemas, -por fin Pablo había entrado en razón
proponiendo una persona sin insistir más en ser él mismo. Su amistad y lealtad
está fuera de toda duda.
- ¿A qué
hora tenemos mañana el vuelo?
- A
mediodía, ¿por qué?, -preguntó Pablo con cara de extrañeza.
- Podemos
citar hoy a Peter aquí, en el hotel, a las 5, para ofrecerle el puesto y
convocamos una reunión mañana con los directores para presentarle. La reunión
podría ser a las 8. En menos de una hora podemos estar de nuevo en el hotel
para recoger las maletas e ir al aeropuerto. ¿Qué te parece?
- Me
parece perfecto. Llamo a Peter y que él mismo se encargue de convocar la
reunión de mañana.
La
tarde pasó más rápida de lo que podía parecer. No tuvieron tiempo de hablar de
ningún otro tema que no fuera del trabajo. Al poco de finalizar el almuerzo
llegó Peter, su nuevo gerente de Miami. Ya había convocado a todos sus
compañeros para las 8 de la mañana del siguiente día. Cuando Antay le ofreció
la gerencia la aceptó en el primer segundo, y pasaron el resto de la tarde
hablando de trabajo.
Peter
cenó con sus jefes y al finalizar la cena, Pablo y Antay subieron a sus
habitaciones y Peter se fue a su domicilio quedando para encontrarse en la
reunión del día siguiente.
- Hola
amor, -escuchó la voz de Indhira cuando esta contestó la llamada.
- Hola
cariño. ¿Qué tal tu día?, ¿cómo lo han pasado los niños?, -esperaba ser
coherente con lo que había sido en esos 7 años perdidos en el algún confín de
su mente.
- ¡Uf!,
mi día extrañándote. Cada vez te echo más de menos cuando te vas y debería ser
al contrario ¿verdad?
- ¿Por
qué debería ser al contrario?, -se interesó Antay.
- Porque
ya nos tenemos muy vistos, -le explicó Indhira.
- Yo
nunca me voy a cansar de mirarte y de estar contigo. –no tenía nada que ver la
memoria en este comentario. Era verdad, en este momento.
- ¡Qué
lindo eres!, ¡Cuánto te quiero!
- Y yo a
ti. Y, también a los niños, ¿cómo han estado?
- Revoltosos,
como siempre. Y extrañándote. Ya están acostados. ¿Cómo os ha ido?, ¿volvéis
mañana?
- Nos ha
ido genial. Ya hemos nombrado al gerente y Pablo no ha insistido más en ser él,
es un gran amigo. En cuanto llegue voy a hablar con Diana.
- Sí, es
una gran idea, a ti te hará más caso. Eres como un hermano mayor, al que
escucha más que a nadie. ¡Qué bien que ya lo hayáis resuelto todo!
- Sí,
todo listo. Mañana tenemos otra reunión en las oficinas a las 8am, pero en
media hora habremos acabado porque solo es para presentar al nuevo gerente y ya
nos volvemos al hotel a por las maletas y al aeropuerto. Ese es el plan de
mañana.
>>
Nunca te imaginarias con quien he estado tomando un café.
- ¿Con
quién?, -se interesó Indhira.
- Con
Ángel.
- ¿Con
Ángel?, yo creí que había desaparecido, para siempre, después de 7 años. Y ¿qué
te contó?
- Pues
volvió a aparecer. Me habló de vivir con atención, pero ya te contaré. Te dejo
que estoy un poco cansado. Me voy a acostar.
- Espera,
que tengo una buena noticia. La Asociación ya tiene todos los permisos. Podemos
comenzar a trabajar. -A Indhira se le notaba muy emocionada.
- Sí que
es una gran noticia. Mañana me cuentas todo.
- Si,
mañana nos ponemos al día. Descansa cariño. ¡Hasta mañana!, ¡te amo!
- Yo,
también, te amo. ¡Hasta mañana!
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