El viaje del alma
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
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sábado, 26 de julio de 2025
Canción sin letra
Hoy me sentí como una canción sin letra
Hoy desperté sintiéndome extraño. No
vacío, pero sí indefinido. Como si fuera música flotando entre las notas, sin
palabras que me expliquen. Como una melodía suave que nadie canta, que nadie
interpreta, pero que existe igual.
Es difícil describir esta sensación.
No es tristeza, tampoco alegría. Es como estar lleno de sonidos que no
encuentran forma, como si mi interior tuviera algo por decir, pero no supiera
cómo. Como si la voz que me cuenta cada día hubiese decidido guardar silencio,
dejándome solo con el ritmo de mi cuerpo y el compás del tiempo.
Me moví por la casa en silencio. El
ruido de la cafetera se volvió mi coro, el crujir del suelo bajo mis pies era
el bajo, y mi respiración entrecortada acompañaba como un suave sintetizador.
Todo estaba presente, menos las palabras. Las ideas llegaban como acordes
incompletos. ¿Qué siento? ¿Qué quiero? ¿Por qué hoy no sé explicarme?
En días así, me doy cuenta de lo
mucho que dependo de las palabras. De los nombres que les doy a mis emociones,
de las frases que me ayudan a ordenar la confusión. Hoy no las tengo. Soy una
melodía que no se ha escrito, una canción en pausa, una sinfonía que todavía no
decide si será triste, alegre, furiosa o esperanzadora.
Hay belleza en esto. Una belleza extraña.
Me obliga a sentir sin entender, a escuchar sin interpretar. El mundo no
necesita mis palabras hoy, y yo tampoco. Puedo simplemente estar.
Me imagino siendo esa canción sin
letra que otros escuchan. ¿Qué transmitiría? ¿El eco de una nostalgia suave? ¿La
inquietud de una búsqueda? ¿La calma de quien por fin se rinde y se deja llevar
por la corriente?
Al final del día, encuentro consuelo
en esta ausencia de palabras. Me descubro más atento a los sonidos externos: el
viento jugando con las cortinas, las risas de niños que pasan por la calle, el
tic-tac del reloj que marca un tiempo que no necesito traducir. Todo es parte
de mi partitura secreta.
Y quizás, en el fondo, todos tenemos
días así. Días en los que no sabemos explicar lo que sentimos. Días en los que
somos canciones incompletas, esperando que alguien nos escuche, nos acompañe
sin exigirnos que hablemos. Días en los que el silencio también canta.
Hoy fui eso. Fui música sin letra. Y
aunque mañana quizá encuentre las palabras, hoy aprendí que también hay sentido
en no tenerlas.
El arte de soltar
Impermanencia:
La Clave para Aceptar el Cambio y Vivir
Plenamente
Nada permanece
estático; todo cambia, evoluciona, nace y muere. Desde la hoja que brota en
primavera y cae en otoño, hasta las personas que entran y salen de nuestra
vida, pasando por nuestros propios pensamientos y emociones, la impermanencia
es la única constante.
Aunque esta realidad
puede parecer desalentadora a primera vista, comprenderla y aceptarla es una de
las lecciones más liberadoras que podemos aprender. Reconocer la impermanencia
no es una invitación a la pasividad o al pesimismo, sino una poderosa
herramienta para cultivar la “resiliencia”, la “gratitud” y la capacidad de
vivir verdaderamente en el “presente”.
La
resistencia al cambio es una lucha inútil. Nuestra mente humana, por
naturaleza, tiende a buscar la seguridad y la estabilidad. Nos aferramos a lo
que conocemos, a lo que nos da comodidad, a lo que nos define. Tememos la
pérdida, el fin, lo desconocido. Esta resistencia innata a la impermanencia nos
lleva a una lucha constante y agotadora contra el flujo natural de la vida.
Cuando nos aferramos a
una situación agradable, ya sea un trabajo, una relación o un momento de
felicidad, el miedo a perderla genera ansiedad. Paradójicamente, este apego
excesivo nos impide disfrutar plenamente del presente, ya que nuestra mente
está ocupada anticipando el final. De la misma manera, cuando nos enfrentamos a
situaciones difíciles, como la enfermedad, una ruptura o un revés financiero,
nuestra resistencia a aceptarlas solo intensifica el sufrimiento. Nos
preguntamos "¿Por qué a mí?" o "Esto no debería estar
pasando", prolongando la angustia en lugar de buscar la adaptación y la
solución.
La verdad es que no
podemos detener la corriente del tiempo. Las estaciones cambian, los cuerpos
envejecen, las fortunas suben y bajan, las personas evolucionan o se marchan.
Negar esta realidad es como intentar detener un río con nuestras propias manos.
El resultado es frustración, dolor y agotamiento.
Abrazar la impermanencia
es un camino hacia la libertad: La sabiduría de la impermanencia reside en su
capacidad para liberarnos. Cuando aceptamos que todo es transitorio, comenzamos
a soltar la necesidad de controlarlo todo y, en su lugar, aprendemos a fluir
con la vida. Esta aceptación tiene profundas implicaciones en cómo
experimentamos el mundo:
1. Cultivar la Gratitud por el Presente:
Si sabemos que un momento de felicidad es fugaz, ¿no lo apreciaríamos aún más?
La conciencia de la impermanencia nos impulsa a saborear cada instante, cada
experiencia placentera, cada risa, cada conexión. Nos recuerda que la verdadera
riqueza no reside en la duración de las cosas, sino en la intensidad con la que
las vivimos. Un atardecer hermoso es hermoso precisamente porque es efímero.
2. Desarrollar la Resiliencia ante la Adversidad:
Si los momentos felices pasan, también lo hacen los momentos difíciles. La
conciencia de que el dolor, la tristeza o la dificultad no son permanentes nos
brinda una perspectiva invaluable. Nos permite saber que "esto también pasará". Esta comprensión no anula el
sufrimiento, pero nos da la fuerza para atravesarlo, sabiendo que la oscuridad
dará paso a la luz, al igual que la noche precede al amanecer. Nos volvemos más
adaptables y menos propensos a caer en la desesperación prolongada.
3. Fomentar el Desapego:
La impermanencia está intrínsecamente ligada al concepto de desapego. Si todo
cambia, ¿por qué aferrarse? El desapego no significa no valorar lo que tenemos
o no amar a las personas; significa amarlas y valorarlas sin la necesidad de
poseerlas o de que permanezcan inalterables. Nos libera del sufrimiento que
surge cuando las cosas, personas o situaciones no cumplen nuestras expectativas
de permanencia. Nos enseña a apreciar sin aferrarnos, a amar sin poseer.
4. Impulsar el Crecimiento Personal:
Si todo está en constante evolución, nosotros también podemos evolucionar. La
impermanencia nos invita a no estancarnos en viejas creencias, hábitos o
identidades. Nos anima a aprender de cada experiencia, a adaptarnos a nuevas
circunstancias y a transformarnos constantemente en versiones más conscientes y
sabias de nosotros mismos. Nos abre a la posibilidad de reinvención.
Observación
Consciente: Presta atención a los ciclos naturales: el cambio
de las estaciones, el crecimiento y la caída de las hojas, el flujo y reflujo
de las olas. Observa cómo cambian las nubes en el cielo, cómo se disuelve el
azúcar en el café. Estas pequeñas observaciones nos recuerdan la naturaleza
transitoria de todo.
Atención
Plena (Mindfulness): Practicar la atención plena nos ayuda
a anclarnos en el presente. Observa tus pensamientos, emociones y sensaciones
físicas sin juzgarlos ni aferrarte a ellos. Reconoce que son pasajeros, como
nubes que pasan por el cielo de tu mente. Esta práctica fortalece nuestra
capacidad para soltar.
Reflexión
sobre el Ciclo de Vida: Piensa en la vida de una flor, un
animal, incluso la tuya propia. Nacimiento, crecimiento, plenitud, declive y
eventual desaparición. Reconocer este patrón universal nos ayuda a aceptar que
somos parte de un ciclo más grande.
Agradecimiento
por lo Fugaz: Cuando experimentes un momento de
alegría o placer, en lugar de preocuparte por su final, enfócate en la gratitud
por tenerlo en este instante. Permítete saborearlo plenamente, sabiendo que su
belleza radica en su carácter único y temporal.
Desapego
Material y Emocional: Practica soltar objetos que ya no
necesitas o que te anclan al pasado. En el ámbito emocional, reconoce cuándo te
estás aferrando a una expectativa o a un resultado que no depende de ti.
Permite que las cosas sean como son, incluso si no es lo que esperabas.
Es en la aceptación de
la naturaleza transitoria de todo donde reside la verdadera libertad. Nos
permite liberar el pasado, soltar la ansiedad por el futuro y sumergirnos por
completo en la riqueza y la belleza del único momento que realmente tenemos: “el
ahora”. ¿Estás listo para dejar ir la resistencia y permitirte fluir con la
vida?
La confesión del miedica
Querido Dios:
Sí, sé que lo sabes
todo. Sé que conoces mis pensamientos antes incluso de que yo sea consciente de
ellos, porque Tú estás siempre presente. Eres ese observador silencioso que
entiende mis silencios tanto como mis gritos, que descifra cada rincón de mi
corazón sin necesidad de que lo exprese. Pero eres tan discreto, tan
respetuoso, que nunca señalas mis debilidades ni revelas mis temores a menos
que te dé permiso para hacerlo. Pues bien, aquí estoy, escribiéndote con la
intención de abrir mi corazón y dándote ese permiso para explorar la parte más
vulnerable de mi ser.
Yo, querido Dios, soy
un miedica. Esa es la verdad. Me siento casi ridículo enumerando mis miedos,
pero hoy quiero desahogarme contigo, porque confío en que me entiendes sin
juzgarme. Tengo miedo de muchas cosas. Miedo de que los demás sean mejores que
yo, de perder la razón en algún debate y sentirme pequeño. Me aterra la
posibilidad de ser engañado, de hacer el ridículo y de ser juzgado por los
demás. Tengo miedo de perder lo que he conseguido con tanto esfuerzo en esta
vida y, aunque suene absurdo, hasta me asustan los perros y los gatos,
criaturas inocentes que no tienen la culpa de mi inseguridad. Camino por este
mundo aterrado, como si pisara cristales, cuidándome de no dejar huellas que
revelen mi fragilidad. Es una existencia marcada por la cautela, por la
evitación, por ese deseo constante de no ser descubierto en mi vulnerabilidad.
A veces me invade un
pensamiento inquietante, uno que me duele admitirlo incluso a Ti: ¿Acaso le
temo tanto a la vida que, en el fondo, desearía escapar de ella? Es una
paradoja que me consume, porque también quiero vivir, quiero experimentar la
plenitud y la libertad que creo que emana de Ti. Sin embargo, me siento
atrapado en esta contradicción interna, donde el miedo parece ser más fuerte
que mi deseo de amar, de confiar y de abrazar lo desconocido. Sé que el miedo
es la antítesis del amor. Conozco la teoría. El amor tiene el poder de disipar el
miedo, de la misma forma que basta con encender una lámpara para desterrar las
sombras. Pero me siento incapaz de activar ese interruptor que me conecte al
amor que Tú ofreces. ¿Será que hay algo en mí que teme incluso la solución?
¿Será que he vivido tanto tiempo en la oscuridad que me he acostumbrado a ella?
Dios, quisiera
entender. ¿Por qué este miedo parece dominarme? ¿Por qué me cuesta tanto
confiar en Tu amor, cuando sé en el fondo de mi corazón que eres la fuente más
pura de paz y seguridad? Quiero ser valiente. Deseo profundamente encontrar esa
paz que Tú prometes, esa tranquilidad que va más allá de las circunstancias,
pero por ahora, me siento perdido. Perdido en una tormenta de emociones que me
impiden ver el horizonte. Por eso te escribo, porque confío en que Tú tienes
las respuestas que mi corazón necesita, porque creo que Tú puedes ayudarme a
caminar con paso firme, no sobre cristales, sino sobre suelo sólido.
Me pregunto si mis
miedos han sido heredados, si son fruto de experiencias pasadas que dejaron
cicatrices en mi alma. O quizás son simplemente parte de mi naturaleza humana,
esa fragilidad que nos define y que nos recuerda que necesitamos de algo más
grande que nosotros mismos. En cualquier caso, estoy aquí, presentándote cada
miedo como una ofrenda, como una petición desesperada de ayuda. Porque ya no
quiero vivir bajo su dominio. Ya no quiero que mis pasos sean cautelosos y
temerosos. Quiero caminar con confianza, con la certeza de que Tú me sostienes
en cada momento.
Gracias, Dios, por
escucharme incluso cuando mi voz está impregnada de dudas. Gracias por ser
paciente conmigo, por no apresurarme a superar lo que me atormenta, y por
amarme tal como soy. Tu amor es mi refugio, aunque a veces me cuesta sentirlo.
Tu gracia es mi fortaleza, aunque a menudo me siento débil. Ayúdame a abrir mi
corazón a Ti completamente, a aceptar ese amor que sé que estás dispuesto a
darme sin condiciones.
Quiero creer que cada
paso que doy, aunque sea pequeño y tembloroso, me acerca más a Ti. Quiero
recordar que incluso en mis momentos de mayor fragilidad, Tú estás conmigo,
guiándome y sosteniéndome. Por eso te escribo, porque en este acto de confesión
encuentro un atisbo de esperanza, una chispa de fe que me dice que no estoy
solo en esta batalla contra mis miedos.
Con toda mi esperanza
y fe.
CARTAS A DIOS –
Alfonso Vallejo
Gurú
En
la antigua India, el término gurú era aplicado exclusivamente a maestros del
nivel de Cristo, capaces de comunicar la realización divina a los discípulos.
siguiendo los mandamientos de las Escrituras.
Los
devotos aprendían a hacerse espiritualmente receptivos, a través de una
incondicional obediencia a la disciplina de sus santos maestros, cuya autoridad
no discutían jamás.
Los
occidentales ocasionalmente objetan tal deliberada sujeción de la libertad
personal a la voluntad de otro hombre, pero Paramahansaji decía: "una vez
que se ha encontrado al propio gurú, debería brindársele una devoción
incondicional, ya que él es el vehículo de Dios. la realización del propio ser
del discípulo, constituye el único propósito del gurú.
El
gurú ofrece a Dios el amor que recibe del devoto. Cuando un maestro espiritual
encuentra a un discípulo que está en sintonía con él, le es posible enseñarle
más rápidamente que a un devoto que se le resiste".
PARAMAHANSA
YOGANANDA
Nacimiento y muerte
¿Hay algo en el mundo que esté al abrigo
de cambio?, la tierra, el cielo, toda la inmensa maquinaria del universo no
están exentos de cambios, aun siendo la obra de Dios mismo.
No, el mundo no conservará siempre su
orden actual; día vendrá que lo desvíe de su curso. Todos los seres tienen
periodos marcados: deben nacer, crecer y perecer. Esos astros que veis moverse
por encima de nosotros, esa tierra en que estamos confusamente esparcidos y nos
parece tan sólida, todo ello está minado sordamente y ha de tener un fin.
No hay nada que no tenga su vez, su
decrepitud, su término; aunque en épocas diferentes, el fin le espera a todo lo
que existe. Todo lo que es acabará por no ser, pero el mundo no perecerás por
eso: se disolverá. La disolución, para nosotros, es la destrucción.
En efecto, nosotros no consideramos,
sino lo que está muy cerca de nosotros: nuestra alma, bastardeada, y que no
sabe desprenderse del cuerpo, no ve más allá; pero soportaríamos con muchas más
firmeza la idea de nuestro fin y la de nuestros prójimos, si estuviéramos persuadidos
de que la naturaleza no es más que una sucesión de nacimiento y, muerte; de que
los cuerpos compuestos se disuelven; de que los cuerpos compuestos se reconstituyen,
y de que es en este círculo infinito donde se ejerce el poder del Dios moderador
del universo.
LUCIO ANNEO SÉNECA
jueves, 24 de julio de 2025
Madrugadas que susurran verdades
Hoy me desperté a las 3:34 de la madrugada. No es algo puntual: entre las 3 y las 4 suelo abrir los ojos casi cada día, como si mi reloj interno estuviera programado para esos momentos de silencio absoluto.
Esta
vez, me despertó un sueño vívido que aún puedo evocar. En él, sentía la urgente
necesidad de ir al baño. Me puse en cuclillas, sujetando con una mano una
tacita de café debajo mío. El excremento salió lentamente, como si el tiempo se
detuviera; la imagen era casi surrealista, una pasta cayendo a cámara lenta.
Tuve tiempo de colocar bien la taza para que todo cayera dentro. Y cuando se
llenó, corté la evacuación sin pensarlo, evitando que rebosara.
Después,
volví a quedarme dormido, y poco antes de las 4 me desperté de otro sueño, esta
vez orinando. Me asusté. Instintivamente toqué la cama, como si esperara
encontrar evidencia de lo ocurrido. Pero no, solo había sido otro sueño.
La
simbología de ambos me ha hecho reflexionar. He buscado su significado, y parece
que coinciden en algo: una necesidad de liberación emocional, de desahogo, de
renovación. Y sí, esas tres palabras me resuenan profundamente. No estoy
atravesando el mejor momento de mi vida.
No
estoy mal… pero tampoco estoy bien.
Intento
aplicar todo lo que sé, todas esas teorías sobre cómo estar mejor, cómo vivir
en paz conmigo mismo:
-
Acepto la vida que me he dado, pero reconozco que esa aceptación debe ser consciente.
Porque desde mi subconsciente surgen preguntas absurdas, aparentemente sin
peso, pero que logran erosionar mi energía y mi estado emocional.
-
No siento la necesidad de perdonar, porque no guardo resentimientos. Pero si
surge una crítica
por algo que ocurrió,
suelo perdonar de inmediato, sin quedarme atrapado en ello.
-
Trato de ponerme en los zapatos de los demás. A veces lo logro, otras veces
fallo. Pero no dejo de intentarlo, porque sé que en ese ejercicio está parte de
mi crecimiento personal.
Lo
que sí tengo claro es que el origen de mi inestabilidad emocional soy yo mismo.
Puedo señalar fuera, buscar responsables, pero al final, lo único que realmente
importa es cómo me tomo las cosas.
Sigo
trabajando en ello. A veces avanzo, a veces tropiezo, y muchas veces
simplemente observo. Pero ese trabajo interno no cesa.
Porque
incluso los sueños más extraños tienen algo que enseñarme.
jueves, 17 de julio de 2025
Canalizar la lava
Querido hijo,
Esa fuerza que sientes
dentro de ti, esa energía que a veces parece desbordar como un torrente
incontrolable, no es algo que debas temer ni rechazar. Es una parte intrínseca
de tu humanidad, de la riqueza y complejidad de tu ser. Cada uno de ustedes,
mis hijos, lleva dentro una mezcla de emociones, pasiones y fuerzas que les da
la capacidad de sentir profundamente y de actuar con decisión. Esa energía que
sientes no es tu enemiga; es un regalo que, cuando se comprende y se canaliza
correctamente, puede convertirse en una fuerza poderosa para el bien.
Quiero que sepas que
no estás solo en esta lucha. Muchos de mis hijos enfrentan batallas similares,
y eso no los hace débiles ni menos dignos de amor. Al contrario, esos desafíos
son oportunidades para aprender, para crecer y para descubrir la fortaleza que
yace dentro de ti. No estás definido por esos momentos de descontrol, sino por
cómo eliges enfrentarlos y superarlos. Y estoy aquí para guiarte y fortalecerte
en cada paso que des.
Permíteme ofrecerte
algunas herramientas para ayudarte en este proceso. La primera es la “conciencia”.
La conciencia es el faro que ilumina las sombras dentro de nosotros. Cada vez
que sientas esa energía brotar, tómate un momento para respirar profundamente y
preguntarte: ¿Qué está despertando esto en mí? ¿De dónde viene esta emoción?
¿Es miedo, dolor, frustración o algo más profundo? Al hacerlo, comienzas a
desentrañar las raíces de tus reacciones y a comprenderlas mejor. No huyas de
ellas, pero tampoco permitas que te dominen. Obsérvalas con compasión y busca
el mensaje que pueden estar tratando de transmitirte.
La segunda herramienta
que quiero darte es la “paciencia”. Sé amable contigo mismo. Los cambios
profundos no ocurren de la noche a la mañana, y es normal que haya altibajos en
el camino. Cada paso, por pequeño que sea, es un avance. Celebra esos momentos
de progreso y permítete aprender de los tropiezos sin juzgarte severamente. Recuerda
que estoy aquí para apoyarte, para levantarte cuando caigas y para recordarte
que no estás solo en este proceso.
La tercera herramienta
es el “amor”. El amor es la fuerza más poderosa que existe, y está dentro de
ti. Cuando te encuentres en situaciones difíciles, conecta con ese amor. Piensa
en las personas que te importan, en los valores que guían tu vida y en la luz
que deseas compartir con el mundo. Esa conexión te ayudará a reaccionar desde
un lugar de bondad, empatía y comprensión, en lugar de desde la ira o el miedo.
El amor es tu brújula, tu guía y tu refugio.
Además, quiero
recordarte algo muy importante: no tienes que cargar esta lucha solo. Estoy
contigo, pero también he puesto a personas en tu vida que pueden apoyarte.
Habla con ellas, comparte tus pensamientos y sentimientos, y no temas mostrarte
vulnerable. Las conexiones humanas son una fuente de fortaleza y consuelo, y
pueden ser un pilar fundamental en tu camino hacia la paz interior.
Confía en que tienes
dentro de ti todo lo necesario para superar estos desafíos. Yo te hice a mi
imagen, y en ti hay una chispa divina que nunca se apaga. Esa chispa es tu luz
interior, tu guía en los momentos oscuros, y tu recordatorio constante de que
eres capaz de grandes cosas. Cree en esa chispa, aliméntala con fe, amor y
esperanza, y deja que te inspire en cada paso que des.
Quiero que sepas que
estoy inmensamente orgulloso de ti. Orgulloso de tu valentía, de tu esfuerzo y
de tu corazón lleno de amor y bondad. Cada vez que eliges el camino del
crecimiento, cada vez que buscas la luz en medio de la oscuridad, estás
honrando el propósito para el cual fuiste creado. Nunca olvides que te amo
incondicionalmente, sin importar tus errores o tus tropiezos. Mi amor por ti es
eterno e inmutable, y siempre estaré aquí para ti, guiándote, sosteniéndote y
amándote.
Permíteme terminar
diciéndote esto: no temas a tus emociones ni a tus luchas internas. Son parte
de tu viaje, parte de tu historia, y tienen el potencial de transformarte en
alguien aún más fuerte, más sabio y más pleno. Confía en el proceso, confía en
ti mismo y confía en mí. Juntos, podemos convertir esa energía que hoy te
desconcierta en una fuente de aprendizaje, de creatividad y de amor.
Con amor eterno y fe
inquebrantable en ti.
CARTAS A DIOS -
Alfonso Vallejo
Uno con el Todo
“La ciencia material es aún más teórica
que la verdadera religión”, afirmó el Maestro.
“La ciencia es capaz de investigar, por
ejemplo, la conducta y la naturaleza externa del átomo. Pero la práctica de la
meditación confiere la omnipotencia: un yogui puede volverse uno con el átomo”.
PARAMAHANSA YOGANANDA
lunes, 14 de julio de 2025
Ostentar
Si
te has acostumbrado a llevar una vida sencilla y a dominar tu cuerpo, no te
envanezcas por ello, y, si no bebes sino agua, no andes diciendo a cada momento
que tú no bebes sino agua.
Si
quieres ejercitar la paciencia y la tolerancia, hazlo por y para ti y no por y
para los otros; no muestres tu devoción, y en la sed más ardiente, toma el agua
en tu boca, tírala, y no le digas a nadie.
EPICTETO
Libertad: Realidad o ficción
La libertad es uno de
los pilares fundamentales del pensamiento humano. Es el motor que impulsa la
autonomía, el sentido de la dignidad y la capacidad de autodeterminación. A
nivel filosófico, social y psicológico, el concepto de libertad se refiere a la
posibilidad que tienen los seres humanos de actuar, pensar y tomar decisiones
sin estar sujetos a coacciones externas o internas que limiten sus opciones.
Sin embargo, aunque a
nivel teórico todos los individuos nacen libres, la libertad absoluta es más
una aspiración que una condición concreta. La vida humana está inevitablemente
cruzada por circunstancias que merman o condicionan esa libertad. Por lo tanto,
la pregunta fundamental que se impone es: ¿somos realmente libres?
Creo que sería bueno
distinguir entre “libertad externa (aquella que depende de las condiciones
políticas, económicas o sociales) y “libertad interna” (aquella que depende de
nuestro estado emocional, psicológico o espiritual). Muchos sistemas democráticos
aseguran libertades formales: de expresión, movimiento, religión, asociación.
Pero que alguien tenga el derecho de hablar, moverse o creer no implica
necesariamente que tenga la capacidad real de hacerlo.
Por eso conviene
examinar los factores que limitan esa libertad, y preguntarnos si podemos
combatirlos desde el interior o si requieren transformaciones externas.
¿Es libre la persona
que sufre problemas económicos?
Una persona que vive
en pobreza extrema o en constante inseguridad económica tiene restringida su
libertad de decisión. Por ejemplo, no puede elegir qué educación recibir, qué
alimentos consumir o qué servicios médicos recibir. No puede aspirar fácilmente
a una vida plena, y muchas veces sus decisiones están guiadas por la urgencia,
no por el deseo.
No se me ocurre una
solución sobre como un “pobre” podría considerarse libre. La libertad aquí pasaría
por la justicia social y la equidad. Pero eso en la sociedad actual es una
quimera. O es que ¿algún político actual es capaz de organizar programas que
garanticen el acceso a servicios básicos, educación de calidad y empleos dignos
que empoderen al individuo y amplíen su margen de decisión? Pero también y,
esto aún es más quimera, pasa por la “educación financiera”, el emprendimiento
ético y el fortalecimiento comunitario como herramientas para superar, desde lo
local, las barreras económicas.
El resumen es que un “pobre”,
a no ser que tenga una fortaleza mental impresionante nunca va a sentirse
libre.
¿Es libre quien tiene
una enfermedad o discapacidad?
Una condición física o
mental puede limitar la autonomía del individuo. Quien depende de otros para
movilizarse, quien padece dolor crónico o tiene que vivir bajo tratamiento
constante, ve restringidas sus opciones. Sin embargo, esto no implica
necesariamente que no pueda ejercer formas de libertad.
En este caso antes de
reformular su capacidad de decidir, sería fundamental que la persona aceptara
su estado físico y, a partir de ahí se puede considerar la idea de libertad
como capacidad de decidir dentro de los márgenes personales. Aquí entra el
respeto por la diversidad funcional, la accesibilidad universal, el derecho a
tener asistencia y la inclusión plena en la vida social. Un enfermo o persona
con discapacidad puede ser libre si se le garantiza voz, participación,
dignidad y cuidado.
Aunque, mentalmente,
puede sentirse libre si es capaz de desarrollar una fuerza de voluntad
admirable a partir de sus limitaciones. La resiliencia, el desarrollo
espiritual y el sentido de propósito son formas potentes de libertad interior.
¿Es libre alguien con
miedo?
El miedo es una
prisión invisible. Puede bloquear decisiones, inmovilizar proyectos, impedir
relaciones. Es uno de los enemigos silenciosos de la libertad, porque opera
desde adentro.
La libertad frente al
miedo implica una revolución interior. Requiere autoconocimiento, herramientas
emocionales, apoyo psicológico y sobre todo, entornos seguros. Si una persona
vive bajo amenazas, violencia o humillación, difícilmente puede sentirse libre.
Pero si aprende a gestionar el miedo, a mirarlo de frente y a tomar decisiones
pese a él, empieza a construir libertad auténtica.
Los valientes no son
quienes no sienten miedo, sino quienes no permiten que ese miedo los gobierne.
¿Es libre aquel que
tiene ambición?
La ambición tiene un doble
filo. En su justa medida, impulsa a mejorar, innovar, crecer. Pero desbordada,
se convierte en una forma de esclavitud. El individuo vive obsesionado por el
éxito, la riqueza, el reconocimiento, y pierde de vista el sentido, el
descanso, el equilibrio.
La libertad frente a
la ambición requiere redefinir las metas personales. ¿Para qué quiero lo que
quiero? ¿Qué precio estoy pagando por ello? ¿A quién sirvo en mi búsqueda de
poder o éxito?
La práctica del
desapego, del agradecimiento y de la reflexión sobre los valores puede devolver
al individuo su centro. A veces, el acto más libre es renunciar a una meta para
abrazar un bienestar más profundo.
¿Es libre un
pusilánime?
La persona pusilánime
es aquella que carece de valor o determinación. Vive dominada por la
indecisión, la inseguridad y la falta de coraje. A menudo, deja que otros
decidan por él, que las circunstancias lo arrastren. En apariencia tiene
libertad, pero en la práctica no la ejerce.
La clave está en el
empoderamiento. El pusilánime necesita descubrir sus talentos, fortalecer su
autoestima y ser acompañado en su crecimiento. A través del desarrollo personal,
de experiencias que generen confianza y del refuerzo positivo, puede ir tomando
decisiones que lo acerquen a su autonomía. Nadie nace valiente: el coraje se
entrena.
Entonces, ¿somos
libres los seres humanos? No completamente. Pero sí somos seres con la “potencialidad
de la libertad”. La libertad no es un estado absoluto ni un privilegio
garantizado: es un camino. Se construye desde adentro y desde afuera, en
relación con los otros y con uno mismo.
Y eso significa que
cada persona tiene una misión profunda: identificar aquello que lo condiciona y
buscar las herramientas para liberarse. La sociedad debe poner en marcha
mecanismos que faciliten ese proceso, (justicia, inclusión, equidad, educación),
pero el individuo también debe encender su propia chispa: cultivar coraje,
pensamiento crítico y voluntad.
Porque, aunque no
todos seamos libres en plenitud, “todos podemos aspirar a serlo un poco más
cada día. Y esa aspiración, ese movimiento interior hacia una vida más
auténtica y elegida, ya es en sí una forma de libertad.
Despertar
“La vida es un gran
sueño de Dios”, dijo el Maestro. “
“Si solo es un sueño,
¿a qué se debe que el dolor sea tan real?”, preguntó un discípulo.
“Una cabeza onírica
azotada contra un muro onírico, causa un dolor onírico”, respondió Paramahansaji.
“Quien sueña, no es consciente de la calidad engañosa de sus sueños, mientras
no se despierta. Asimismo, el hombre no comprende la naturaleza engañosa del
sueño cósmico de la Creación, mientras no se despierta en Dios”.
PARAMAHANSA YOGANANDA
sábado, 12 de julio de 2025
Volcán interior
Querido Dios:
A lo largo de mi vida,
he tratado de mantenerme en equilibrio, de ser alguien que construye, que ama,
que comprende. Pero hay momentos en los que algo se quiebra dentro de mí y, sin
darme cuenta, me dejo llevar por esa fuerza arrolladora que parece superar mi
voluntad. Es como si la ira, la frustración o el desánimo tomaran el control, y
mis acciones y palabras se convirtieran en algo que jamás quisiera ofrecer a
los demás. Cada vez que ocurre, me invade el remordimiento, la tristeza y una
sensación de fracaso. Es un dolor doble: por el daño que puedo causar y por el
hecho de sentirme incapaz de ser mejor.
He reflexionado mucho
sobre este problema, tratando de entenderlo. ¿Por qué ocurre? ¿Es mi
impaciencia, mis miedos, mis inseguridades? ¿Hay algo en mi pasado que pesa
demasiado en mi presente? Lo cierto es que, a veces, las respuestas parecen
esquivas, y eso me lleva a un lugar de desamparo. Me pregunto si esta batalla
interna es una prueba, algo que debo superar para crecer. Pero entonces surge
la duda: ¿tengo la fuerza para cambiar? Por eso recurro a Ti, porque sé que tu
sabiduría y tu amor son infinitos, y que en Ti puedo encontrar lo que yo mismo
no logro hallar.
Quiero pedirte, Padre,
que me ayudes a encontrar paz dentro de mí. Esa paz que calma tormentas, que
aquieta volcanes, que sana heridas. Ayúdame a ser más consciente de mis
emociones, a reconocerlas antes de que se apoderen de mí. Dame la capacidad de
respirar, de detenerme, de escuchar esa voz interior que me recuerda quién soy
realmente. Enséñame a ser más paciente, a ver las situaciones con perspectiva,
y a elegir siempre el camino del amor y la comprensión. Sé que no será fácil,
pero creo que Contigo puedo encontrar esa fuerza que parece tan lejana.
Además, te pido que me
des humildad. La humildad para reconocer mis errores, para disculparme
sinceramente y para aprender de cada experiencia. Muchas veces, el orgullo
puede ser un obstáculo para el cambio, y no quiero que sea así en mi caso.
Quiero ser alguien que construye puentes, no muros; alguien que deja huellas
positivas en los demás, y no cicatrices. Y sé que para lograrlo debo empezar
por mirar dentro de mí, por aceptar mis propias imperfecciones y trabajar en
ellas con dedicación y amor.
También te pido que
ilumines mi relación con los demás. Cuando mi temperamento me lleva a
reaccionar de manera negativa, el daño no solo recae en mí, sino en quienes me
rodean. Ayúdame a ser más comprensivo, más abierto, más empático. Dame las
palabras correctas cuando las necesite y el silencio cuando sea mejor callar.
Dame la sabiduría para construir relaciones basadas en el respeto, el apoyo
mutuo y el amor genuino. Porque sé que, al final, lo que realmente importa son
las conexiones que creamos y el impacto que dejamos en la vida de los demás.
Finalmente, quiero
agradecerte. A pesar de mis luchas internas, sé que me has dado muchas
bendiciones. Tengo personas que me quieren, oportunidades para crecer y, sobre
todo, tu presencia constante en mi vida. Aunque a veces me siento perdido, sé
que nunca estoy realmente solo, porque tú siempre estás ahí, dispuesto a
escuchar, a guiar, a sostener. Gracias por tu paciencia infinita, por tu amor
sin condiciones y por creer en mí incluso cuando yo mismo dudo de mis
capacidades.
Prometo esforzarme
Señor. Prometo trabajar en mí mismo, en mis emociones, en mi forma de
relacionarme con los demás. Pero también sé que necesito tu ayuda, tu luz, tu
guía. Juntos, creo que podemos transformar ese volcán en un jardín, esa lava en
algo constructivo y esa lucha interna en una fuente de aprendizaje y
crecimiento. Porque, al final, lo que más deseo es ser alguien que honra la
vida y que refleja tu amor en cada acción y palabra.
Gracias Señor.
CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo
Para obtener seguridad
Todo el que se abandona a los caprichos de la suerte, se prepara innumerables motivos de desasosiego; no hay más que un solo medio de llegar a la seguridad: despreciar las cosas externas y aparatosas, ateniéndose a lo honrado.
LUCIO ANNEO SÉNECA
miércoles, 9 de julio de 2025
Todo está unido entre sí
Todo está trenzado entre sí y esa
ligadura es sagrada, hay muy pocas cosas que sean ajenas entre sí.
Todas las cosas están dispuestas en
conjunto y ordenan el mismo universo.
Un mismo universo a partir de todas las
cosas, un dios a través de todas las cosas, una única ley, común la razón para
todos los seres inteligentes, una sola verdad, si en verdad es una la
consumación de todos los seres que tienen el mismo género y que participan de
la misma razón.
MARCO AURELIO
Vive hoy
Querido hijo:
No hace falta que
viajes al pasado, hijo mío. Todo lo que has vivido, tanto lo que tú consideras bueno
como lo que consideras malo, forma parte de lo que eres hoy. Tus errores no te
definen, pero te enseñan. Cada paso en falso, cada decisión que desearías
cambiar, ha sido una oportunidad para aprender, para crecer y para volverte más
sabio. En lugar de querer borrar esas experiencias, te invito a aceptarlas, a
aprender de ellas y a usarlas como guía para que no se repitan en el futuro.
Recuerda que incluso
en los momentos en que sientes que fallaste, yo estaba contigo. Vi tus intenciones,
tu humanidad, y sé que muchas veces actuaste de la mejor forma que sabías en
ese momento. El perdón es un regalo que te ofrezco, y también es un regalo que
puedes darte a ti mismo. Perdonarte por tus errores es una forma de liberarte
del peso del pasado y de avanzar con un corazón más ligero.
Ahora, respecto al
futuro, quiero que sepas que no necesitas verlo para confiar en él. Lo que está
por venir no está grabado en piedra; está siendo moldeado por cada una de tus
acciones y decisiones en el presente. Tus palabras, tus actos, tus pensamientos
de hoy son las semillas que plantan el jardín de tu mañana. Confía en que, al
vivir con amor, integridad y fe, estás construyendo un futuro lleno de
bendiciones.
Si tuvieras acceso al
futuro, perderías el regalo del presente. Vivirías adelantándote a los días,
perdiendo la belleza de los momentos que están sucediendo ahora. La vida no se
trata de saber lo que viene, sino de caminar con fe, enfrentando cada día con
valentía y gratitud. Al confiar en mí, en el plan que tú mismo has planificado,
puedes estar seguro de que siempre estaré guiándote, incluso en los momentos de
incertidumbre.
Entiendo que el futuro
puede parecer incierto y a veces aterrador, pero quiero que sepas que no hay
nada en él que tú y yo no podamos enfrentar juntos. Estoy contigo en cada paso,
y mi amor por ti es eterno e incondicional. Incluso en los desafíos,
encontrarás oportunidades para crecer y para descubrir la fortaleza y el amor
que he puesto dentro de ti.
Hijo, te animo a mirar
tu vida no como una serie de errores o incógnitas, sino como una historia que
estás escribiendo cada día. Tienes el poder de elegir cómo reaccionar, cómo
aprender y cómo amar. No te preocupes por corregir el pasado ni por predecir el
futuro; enfócate en vivir el presente con propósito y corazón abierto.
Cada día es una nueva
oportunidad para empezar de nuevo, para ser mejor, para amar más. Vive con
gratitud por lo que tienes ahora, y confía en que el futuro será el reflejo de
tu esfuerzo, tu fe y tu amor. Recuerda que no estás solo en este camino;
siempre estoy contigo, guiándote, amándote y apoyándote en cada paso.
Confía en mí, hijo
mío. No necesitas una máquina del tiempo, porque ya tienes todo lo que
necesitas dentro de ti: el poder de aprender, de cambiar y de construir un
futuro lleno de luz.
Con todo mi amor.
CARTAS A DIOS –
Alfonso Vallejo
El sendero correcto
“Para el devoto que se encuentra en el
sendero correcto, el desarrollo espiritual de su propio ser le es tan natural y
poco llamativo como su respiración”, dijo el Maestro. “Una vez que el hombre le
ha entregado su corazón a Dios, llega a absorberse tan profundamente en Él, que
apenas si se percata de que ha resuelto todos los problemas de la vida.
Mientras los demás comienzan a llamarle Gurú, él piensa sombrado: ¡Cómo! ¿Es
que este pecador se ha convertido en un santo? ¡Señor, pueda la imagen tuya
iluminar mi faz hasta tal punto, que nadie me vea a mí, sino solo a Ti”
PARAMAHANSA YOGANANDA
domingo, 6 de julio de 2025
Apariencias
Recuerda
que no insulta aquél que injuria o golpea; lo que insulta es el criterio que
establece estas acciones como ofensivas. Por lo tanto, si alguien te provoca,
ten presente que es tu propia opinión la que te está provocando. En primer
lugar, pues, trata de no dejarte llevar por las apariencias. Porque una vez que
hayas ganado tiempo y te has dado un respiro, te controlarás con mayor
facilidad.
EPICTETO