El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




lunes, 14 de noviembre de 2022

Amor de papá (y 2)

 


 

Viernes 4 de noviembre 2022

 

¿En qué momento nace el amor del papá por su hijo o el de los abuelos por su nieto? Porque tuvo que haber un momento, tuvo que haber un inicio. Está claro que ese amor no existía al no existir el hijo, y no es algo que pudiera estar guardado en una caja que se abriera y saliera a la luz con la llegada al mundo del bebé, por lo tanto, ¡insisto!, ¿cuándo fue ese momento? Y aún se me ocurre otra pregunta: Cuando nació el amor, ¿creció de manera paulatina o ya, de principio, fue como una explosión?

Lo sé. Sé que pienso demasiadas bajanades, (bajanada es la acción o expresión típica de un babau), pero ¿no es mejor pensar estas tonterías que darle vueltas en el cerebro a alguna preocupación irracional?

Puedo poner un ejemplo claro de irracionalidad: Tengo una paciente que está atravesando una delicada situación económica y se pasa el día pensando en que no tiene, que no podrá comprar, que pasaría si enfermara algún miembro de la familia, etc., etc., con lo que la ansiedad está terminando con ella.

Mis pensamientos de babau, no solo no me hacen daño, sino que, creo me ayudan a crecer porque, en este caso, me voy colocando en el lugar de los papás o abuelos primerizos y, mientras me coloco en su lugar mi trato hacia ellos es mucho más humano. Y como siempre estoy pensando cosas parecidas me voy colocando en los zapatos de las personas objeto de mis preguntas. Es una fantástica manera de erradicar el juicio y la crítica que tanto daño hacen al crítico como al criticado.

Ya me he ido, otra vez. Vuelvo con el amor del papá primerizo.

Ahora me doy cuenta de que esto va a ser más largo de lo que yo, en un principio, había imaginado. Así que, trataré de ir ordenando mis pensamientos.

Para entender lo que quiero explicar tengo que insistir en dos aspectos que yo considero muy importantes:

1)    El amor es una energía.

No es un sentimiento como creemos los seres humanos. Pero es normal que creamos que es un sentimiento, porque así nos lo han enseñado. Incluso el diccionario define el amor al prójimo como “sentimiento de vivo afecto e inclinación hacia una persona o cosa, a la que se le desea todo lo bueno” y define el amor platónico como “sentimiento de intensa atracción emocional y sexual hacia una persona, con la que se desea compartir una vida en común”

2)    La única razón de la vida es aprender a amar.

Pensamos que cada uno de nosotros tiene una misión en la vida y, creemos, también, que estamos pagando Karma.

Son correctas las dos creencias, pero hay una razón, muy por encima de ellas: El amor. Aprender a amar a todos por igual, amar incondicionalmente, amar a todos como Dios nos ama.

Cuando lleguemos a ese punto de amor, nuestra misión se desvanece como el humo, y nuestro Karma desaparece de inmediato.

Y aun hay otro aspecto que es necesario tener en cuenta: Cada pensamiento es energía, y esa energía forma como una nube que se denomina forma de pensamiento. Cuando el mismo pensamiento se repite, esa energía que se crea con un pensamiento, va creciendo hasta formarse una forma de pensamiento mucho más grande, tanto, que la forma de pensamiento al crecer cambia de nombre, se pasa a llamar entidad de pensamiento.

Si el mismo pensamiento lo tienen varias personas se juntan las entidades de pensamiento de cada una de ellas formando como una gran nube. Si ese pensamiento es global, esa energía creada cubre un espacio inmenso. Imaginar como será en el caso de que todo el mundo piense lo mismo.

Es el caso que nos ocupa. Todas las personas, en todo el mundo, piensan que a los hijos se les ama, por el mero hecho de ser sus hijos.

Por lo tanto, cuando, un futuro papá o abuelos, reciben la noticia de que va a nacer un nuevo miembro en la familia, es normal que aparezca el pensamiento de amor hacia ese nuevo ser, (que posiblemente sea inconsciente, porque no es necesario que sea un pensamiento consciente), y, como energías iguales se atraen, se descarga en ellos la energía de ese pensamiento global. Así se inicia el amor.

Todo es un pensamiento.

Pero llegados a este punto se me ocurre pensar que, de la misma manera que somos capaces de amar al nuevo hijo o al nuevo nieto, podríamos llegar a amar a toda la humanidad que es, a fin de cuentas, la razón de la vida.

Si consiguiéramos crear una forma de pensamiento global de amar a nuestros vecinos, por ejemplo, nos lo pondríamos más fácil a nosotros mismos, cuando volviéramos en la próxima vida dentro de 50, 100 o 200 años, ya que entonces, sería tan fácil amar a nuestro vecino como a nuestra familia.

Y lo dejo aquí, porque aún se me ocurren más preguntas, pero las dejo para el libro de la pareja que ya está en marcha.

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