Capítulo XIV. Parte 5. Novela "Ocurrió en Lima"
El
mundo pareció detenerse para Antay mientras su pensamiento hacia un escáner de
la situación: “Sales corriendo como una gallina, que solo te faltó cacarear. Te
la encuentras tres días después, te dice que la llames y no lo haces. Su papá
te cuenta que, cuando la explicó que te había ofrecido el trabajo, hizo una
publicidad impagable de ti y hoy, te llama, con el cuento de felicitarte, y te
vuelve a insistir para ir a tomar un café. Está claro que no le eres
indiferente. Di que sí, que ahora es buen momento”.
- Indhira,
¿has cenado?, -ya está bien de esconderse, pensaba Antay esperando la
respuesta.
- No,
¿por qué?, -por primera vez la voz de Indhira parecía sonar con menos
seguridad. Seguro que no esperaba la pregunta.
- ¿Te
apetece una pizza en la pizzería que está entre tu casa y la mía?
Indhira
pareció pensárselo, porque la respuesta no fue inmediata. No sabía que podía
pasar. Lo que no le apetecía, en absoluto, era que, después de tener una cena
agradable, Antay saliera corriendo como la última vez. Pero por probar no
pasaba nada.
- Si, ¿no
encontramos allí en media hora? –contestó Indhira.
- Perfecto,
allí nos vemos.
Antay
tenía sensaciones contrapuestas. Se sentía contento por haber dado el paso para
volver a encontrarse, nervioso por lo que podría pasar y asustado por lo de
siempre.
Aunque
seguro que le tocaría esperar, por algunos minutos, salió de casa y se dirigió
a la pizzería. Solo estaba a 5 minutos de su casa.
Al
entrar se encontró, cenando, en la primera mesa, cercana a la puerta, a todos
sus compañeros que, no hacía mucho, habían estado en su casa. Hasta Diana
estaba con ellos, lo cual le pareció fantástico porque era la única desconocida
del equipo.
Nada
más verle, le ofrecieron sentarse con ellos.
- No
sabíamos que ibas a bajar a comer algo. Siéntate con nosotros, -le invitó Belén.
- Me vais
a perdonar, pero no voy a cenar solo, espero a una amiga, -les explicó un poco
tímidamente.
- Diana,
que conocía parte de la historia de Indhira por sus conversaciones, abrió unos
ojos como platos e inició una pregunta que dejó en suspenso- ¿No me digas que
vas a cenar con…?
- Si, -le
respondió Antay poniéndose rojo como un tomate.
- ¡Por fin!
Me alegro, ¡que te vaya muy bien!, -Diana parecía, ciertamente, contenta por el
que ya consideraba su amigo.
- Bueno,
os dejo. Me voy a aquella mesa del fondo para no sentiros mucho, -y se fue sin
esperar ningún comentario.
Antay
sabía que iba a ser el centro de las conversaciones de sus compañeros y no se
equivocó, porque, de vez en cuando, se volvían a mirarle y más cuando Indhira
entró, en la pizzería, que se quedó casi delante de la mesa que ellos ocupaban,
buscando con la mirada donde podía estar Antay.
- Si
estás buscando a Antay, está en la mesa del fondo –informó Pablo con una mirada
pícara.
- ¿Cómo
sabes que busco a Antay? –se extrañó Indhira.
- Es que
es amigo nuestro y, al entrar, no ha querido sentarse con nosotros porque
esperaba a una amiga, y supusimos que eras tú –ahora fue Ferrán quién daba las
explicaciones.
- Ya le
veo. Gracias –y se dirigió hacia Antay con una sonrisa en la cara.
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