El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




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lunes, 29 de junio de 2015

Yo no soy ese


            Sería divertido poder observar permanentemente a una persona y comprobar cuál es su comportamiento en cada una de las facetas de su vida: como padre o como madre, como hijo, como pareja, como jefe, como empleado, como amigo intimo, como conocido, como amante, como conductor al que le acaban de dar un golpe por detrás, o como viandante al que le dan un pisotón, y siempre sin que ella supiera que es observada, por supuesto.
             Descubriríamos, sin duda, muchas personas en una. Podríamos observar cómo se va cambiando la máscara en función de la relación. Podríamos comprobar cómo ante una misma situación puede reaccionar de maneras diferentes, en función de la familiaridad que tenga con la persona. Podríamos comprobar las diferentes personalidades de una misma persona.
            Compruébalo por ti mismo. Detén la lectura y piensa como es tu comportamiento en cada una de la interacciones que tienes cada día. Repasa, honestamente, como son tus reacciones con cada una de las diferentes personas que comparten tu vida. Si crees que no hay cambios en ti, ¡enhorabuena!, es posible que te encuentres en el umbral de eso que casi todos llamamos iluminación, aunque no tengamos muy claro, a pasar de la luz, a que se refiere. Lo que sí parece claro es que si crees que nunca cambias la máscara, o que ni tan siquiera usas, estés en una de tus últimas encarnaciones en la Tierra.
            ¿Por qué decimos que si eres siempre la misma persona, sin máscaras, estás en una de tus últimas vidas?, sencillo, porque para ser siempre la misma persona, o eres un malvado, lo cual no parece ser, porque no estarías leyendo esto, o tratas a todo el mundo con amor. Y tratar a todo el mundo con amor es el único aprendizaje real que tenemos los seres humanos en cada encarnación. Si has llegado ahí, ya no necesitarás más encarnaciones.
 
            Pero no parece ser esa la moneda de cambio. Lo normal es que en nuestra mochila llevemos un buen número de máscaras que vamos intercambiando en función de con quién nos tropezamos. Pero si hay personas con las que no usamos máscaras, sino tan solo antifaces, para no tapar la cara al completo, y son las personas con las que tenemos total y absoluta confianza: Normalmente la pareja, y después los hijos. Por eso los mayores maltratos, bien sean físicos, emocionales o mentales, o las mayores faltas al respeto de las personas, se producen en las relaciones de pareja, y después en las relaciones con los hijos. Maltratos que siempre quedan a resguardo en la privacidad del hogar.
            Las máscaras van desapareciendo en función del crecimiento de la persona, o en función del envejecimiento.
La edad hace que a la persona ya no le importe esconder su carácter y exponga sin pudor su mal humor o su falta de respeto en cualquier circunstancia.
Pero lo realmente importante es cuando la persona va dejando las máscaras porque en su crecimiento, o lo que es lo mismo en la maduración de su carácter se acerca a la comprensión de que todos somos la misma cosa, de que todos somos hermanos, y trata a todos como él mismo desea ser tratado, es decir, con amor.
Incluso cercanos a este punto, es posible que aún exista una máscara más: la más cara del pensamiento. La mente, con su casi infinito poder, puede presentar pensamientos que lleguen a ruborizar a la persona, y que la hagan pensar dos veces antes de actuar para no seguir los dictados de la mente, de esa mente malvada cuando la persona está luchando contra sí misma por su propio crecimiento.
En la máscara de pensamiento la persona puede ser consciente cuando muchas personas de su entorno tienen una opinión favorable de la persona, que a esta la cuesta aceptar, por no reconocerse en dichas opiniones. Solo es la máscara del pensamiento, que también se ha de dejar.
No nos queda más remedio que ir sacando máscaras de nuestra mochila. Para ello las herramientas necesarias son amor, respeto, tolerancia, comprensión, bondad, compasión y paciencia.
No hay prisa, tenemos muchas vidas para conseguirlo.

jueves, 23 de abril de 2015

Es la hora de los niños


En la actualidad habitamos el planeta unos siete mil quinientos millones de personas. Todos creciendo, todos evolucionando, todos encaminando nuestros pasos, aunque no seamos conscientes de ello, hacia Dios.
No sé si me quedaré corto o me pasaré de largo, si calculo que una quinta parte de la población, es decir, unos mil quinientos millones de personas podrían terminar su andadura en la Tierra, si no hay ningún milagro que cambie el rumbo actual de la sociedad, lo cual no parece muy factible por muchas puertas energéticas que se abran, entre diez y veinte vidas más. Por supuesto que habrá maestros que estarán en su última vida, y que habrá otros que les faltará menos de diez, lo sé. Lo que estoy presentando son grandes números, que tampoco sé si son correctos o no, pero para la exposición que pretendo, tampoco es necesario afinar al cien por cien.
Son muchas las personas que no saben que hacen en la Tierra, son muchas las que no saben que están completando una andadura que comenzó hace millones de años, son muchas las que no saben de dónde vienen, (aunque a decir verdad, exactamente, no lo sabemos ninguno), son muchas las que no saben que están trabajando para volver a Dios, son muchas las personas que nunca han oído hablar de meditación, de energía o de Karma, aunque el no saber nada de esto no es sinónimo de que falten más o menos vidas, de que se esté más o menos cerca de Dios, ya que el trabajo principal a realizar en la Tierra es aprender a amar, y hay personas que aman por encima de cualquier cosa, sin tanto adorno como yo le pudiera estar poniendo. Pero si que parece, que todos los que en un principio están un poquito más adelante en ese aprendizaje, aunque sólo sea teórico, si son conscientes de esos términos.
Soy optimista y me gusta pensar que todos los que estamos leyendo esto, somos conscientes de los términos que exponía en el párrafo anterior, y que estamos en ese pelotón de cabeza al que le quedan esas diez o veinte etapas para concluir esta carrera. Me gusta pensar que todos nosotros tenemos claro que estamos unidos, que somos lo mismo, y que “cuando uno gana ganan todos y cuando uno pierde pierden todos”.  
 
 Nuestro trabajo, por lo tanto, es doble. Por un lado tenemos por delante nuestro propio crecimiento, nuestra propia evolución, nuestro propio aprendizaje, pero estamos obligados a realizar otra tarea, la tarea de la enseñanza, con una única asignatura, enseñar cual es el objetivo de la vida, enseñar cómo llegar a Dios, ya que de Él partimos y a Él hemos de retornar. Cada uno en el aula que le corresponde, los habrá dictando sus clases en el salón de guardería, los habrá en la primeria, otros en la secundaría, otros en el instituto, otros en la universidad, otros dictando maestrías, o escribiendo libros para abarcar un auditorio mayor.
Lo que sí parece cierto es que hasta ahora nuestro trabajo de difusión está encaminado a los adultos. Para ellos son las clases de yoga, las meditaciones, los cursos, los talleres, las conferencias y los libros, de la misma manera que para ellos son las pláticas en las terapias de sanación.
Está bien, pero hemos de abarcar más, hemos de empezar con los niños. Trabajando con los niños ganamos veinte o treinta años, y aunque parece que la vida es corta, da para mucho, y en treinta años se puede adelantar mucho. Para enseñar a meditar a un adulto, por ejemplo, hay de conseguir, en primer lugar, derribar las barreras de los hábitos, de las creencias, del estrés, de los rechazos, de los miedos, del que dirán, de su falta de tiempo, de su falta de voluntad, de su poca paciencia, de su falta de madurez, de la debilidad de su carácter y de los millones de excusas que va a plantear su mente que no quiere perder el control. Enseñar a meditar a un niño con cinco, seis o siete años, es garantizar un adulto mentalmente sano, es inculcar un hábito que será tan normal como lavarse, almorzar o ver la tele, es inculcar las creencias de Dios, no desde la perspectiva enfermiza, negativa y destructiva de las religiones, sino desde la perspectiva de que Dios es Amor, es enseñarles desde pequeños que todos somos hermanos, y no enseñarles a competir, es ayudarles a madurar el carácter, es enseñarles a crecer no a envejecer, es enseñarles a amar, es enseñarles realmente a vivir.
El que aprende desde niño, va a llevar como bandera el respeto, la tolerancia, la igualdad, la libertad, la paz y el amor durante toda su vida, formara una familia, también mentalmente sana bajo los mismos principios, sus amigos serán como él, y sus hijos un calco del padre.
Enseñando a los niños estaremos ayudando a que la humanidad evolucione más rápidamente, y que en menos tiempo muchos más seres alcancen la “iluminación”.

martes, 10 de marzo de 2015

Todo está bien


            Supongo que no es ningún secreto que el bienestar, la serenidad interior, la paz, la alegría y la felicidad solo son el resultado de una cierta actitud ante la vida, una actitud que podríamos plasmar como la actitud del “Todo está bien”.
            Cuando todo está bien en cada célula del cuerpo y en cada átomo de nuestra energía, se han terminado para nosotros los enfados, los reproches, los miedos, las inseguridades, los celos, las tristezas por deseos incumplidos o las decepciones por no lograr las expectativas.
Cuando todo está bien no hay razón para enojarse con el hermano, con la pareja, con los amigos o los desconocidos por algo que hayan hecho o dicho, porque todo está bien. En las condiciones actuales el enojo llega porque otros hacen o dicen algo que nosotros consideramos que no es correcto, pero ¿Tenemos en cuenta lo que ellos consideran correcto?, ¿Estamos en su mismo momento emocional para entender la razón de sus palabras o de su actitud?, ¿Estamos en su mismo nivel de crecimiento para entender sus motivos? Si nos colocáramos en sus zapatos podríamos entender el porqué. Pero ¿De qué nos valdría entender la razón?, ¿Para justificarla?, ¿Para no enfadarnos?, ¡Que importa!, lo hecho, hecho está. ¿Para qué perder un tiempo precioso en tratar de entender las razones de otra mente, o de otra alma? Lo mejor es aceptarlo, “Todo está bien”, y si parece fuera de toda lógica, de nuestra lógica por supuesto, podemos desde el punto de serenidad en que nos coloca el aceptar todo como bueno, tratar de explicar, con amor, que es lo que no nos ha gustado y porque.
En el “Todo está bien”, no se trata de comulgar con ruedas de molino, se trata de no atragantarnos con nuestra propia indignación, con nuestra propia tristeza, con nuestra propia intolerancia o con nuestra propia rabia.
 
En condiciones normales, ¿Qué ganamos con un arrebato de cólera, de desesperación o tristeza? Si lo que nosotros consideramos incorrecto, por llamarlo de una manera suave, ya está hecho, ¿Cuál es nuestro beneficio con ese comportamiento animal e instintivo? Ninguno, no obtenemos ningún beneficio, antes al contrario, todo son desventajas, todo son perdidas. Nos desestabilizamos emocionalmente, ocupamos la mente con un discurso de rabia: “Pero ¿Cómo puede ser que me haga eso a mí?, y si nuestro carácter aun es algo inmaduro y esa situación se repite con otras personas y se mantiene en el tiempo, es posible que comience a afectar a nuestra salud, y por supuesto a la vida, ya que la persona que se encuentra en una situación de ese tipo, está muy lejos de atisbar, ni aunque sea por un instante, lo que es la felicidad.
Si sucede una vez cada mucho tiempo, bueno, es algo que hay que trabajar, pero no es tan grave como si la persona se encuentras permanentemente ofendida con el mundo. En este caso es muy posible que no esté equivocado el mundo y que sea la persona la que deba de recapacitar y buscar ayuda para trabajar ese aspecto de su carácter que ronda la intolerancia.
Recuerda que somos energía. Cada pensamiento es energía, cada palabra es energía, cada acción es energía, y que energías iguales se atraen. Con la intolerancia estás atrayendo a tu vida a los intolerantes, con tu tristeza atraes a los tristes, con tus mentiras atraes a los mentirosos, con tu rabia a los iracundos, con tu agresividad a  los matones.
Si lo que quieres es amor, amaté; si quieres ser feliz, haz felices a los demás; si quieres que te respeten, respeta; porque vas a recibir ciento por uno de lo que entregas.
Para esto, la mejor fórmula es “Todo está bien”. Y si alguien te pregunta ¿Y si realmente no está bien”, pues sigue aplicando la máxima, “Lo que no está bien, también está bien”.

viernes, 6 de marzo de 2015

¿Animales racionales?


Vivimos a pesar de nosotros mismos.
Hari Krishan

            Desde antes de nacer, el corazón del ser humano empieza a latir en el útero materno, y no lo deja de hacer hasta que el alma decide abandonar el mundo de la materia; de la misma manera que la respiración, que comienza en el mismo instante en que nos asomamos a la vida, y no termina hasta el momento del regreso a la Energía Divina.
            El corazón latiendo, siempre latiendo y la respiración siempre con su vaivén, nos atan a la vida, de manera autónoma, de manera automática, sin que seamos conscientes de que es esa respiración y ese latir, los que nos mantienen con vida.
Vivimos a pesar de nosotros mismos, a pesar de lo mal que tratamos a nuestro cuerpo y de rebote a nuestro corazón, a pesar de olvidarnos de como se respira, utilizando músculos que nada tienen que ver con la respiración.
            Y, a pesar de la importancia, de la importancia vital de nuestra respiración y del latir de nuestro corazón, pocas son las personas que dedican un momento en su día para comprobar cómo es esa respiración, o como late su corazón.
 
            Al igual que los seres humanos, los animales también respiran y también tienen un corazón que bombea de manera permanente, y como muchos seres humanos, ninguno de ellos es consciente de la maravilla que está ocurriendo en su cuerpo. Sin embargo, los animales, en su nivel dentro de la evolución, no saben que ellos también son más que ese cuerpo que sólo se puede dirigir por los instintos. No tienen una mente que razona, una mente que les puede llevar a preguntarse qué hacen en la vida, o qué diferencia hay entre la vida y la no vida.
            Los seres humanos, casi todos, en algún rincón de su mente, tienen la conciencia de que son algo más que el cuerpo, muchos creen que tienen, o que son, algo que se denomina alma, aunque como no se ve, no saben ubicarla, y no se identifican, en absoluto con ella.
            Todo eso, en cuestiones de vida, hace que esos seres humanos se diferencien en poco de los animales, ya que rigen el cuerpo por los mismos instintos con los que se rigen los animales, comen cuando tienen hambre, aunque muchos, al contrario que los animales, siguen comiendo después de saciada la necesidad de comer; beben incluso cuando no tienen sed, y en ocasiones bebidas dañinas para el cuerpo; y satisfacen, como los animales, sus necesidades fisiológicas de manera instintiva.
            En casi todas las cuestiones referentes al cuerpo, la diferencia entre el animal que se rige por los instintos, y el ser humano que tiene una mente racional, es mínima.
            ¿Cómo ser más humanos racionales y menos animales instintivos? Aunque resulte paradójico, lo podemos conseguir siendo conscientes del cuerpo. Y se es consciente del cuerpo sintiéndole, sintiendo sus sensaciones, sintiendo su respiración, sintiendo sus latidos. Es en esos momentos en que estamos sintiendo el cuerpo, cuando podemos despegarnos de él, cuando podemos, aunque sea por un instante, conectarnos con eso otro que realmente somos, con el alma. Es a partir de ahí, cuando no sólo nos despegamos del animal, sino que también nos despegamos del ser humano normal, para atisbar nuestra propia divinidad, convirtiéndonos, aquí en la Tierra en superhumanos, con todos nuestros poderes divinos desarrollados.
            No somos el cuerpo. El cuerpo sólo es, aunque de vital importancia, el vehículo del alma; el instrumento desde el cual tenemos que realizar nuestro trabajo de acercamiento a nuestra Divinidad, el instrumento para nuestro aprendizaje, el instrumento desde el que hemos de vivir todas las experiencias humanas, sin apegarnos a ellas. ¡Siéntelo!
 

miércoles, 15 de octubre de 2014

Pensamientos


            Los pensamientos no son más que energía. Son nubecitas de energía que se encuentran en una de las capas del aura, el cuerpo mental.
El acto de tener un pensamiento concreto pone en vibración el cuerpo mental. Esta vibración se transfiere a la materia astral de la persona, desde aquí afecta a las partículas etéricas del cerebro, y por medio de estas, pone en acción la materia gris más densa del cuerpo físico, y así se expresa un pensamiento. Todos estos pasos son los que se realizan para que un pensamiento se convierta en conciencia activa en el cerebro físico.
El pensamiento en nosotros, es el que actúa, el que crea y cumple los decretos de la voluntad. La persona puede crear en sí misma cualquier cualidad deseada, mediante pensamiento sostenido y concentrado, mediante la meditación.
Pero la mente de la persona que es incapaz de eliminar vacilaciones y que deja sus problemas sin resolver, no puede ni alcanzar concentración ni meditar.
La materia mental, igual que cualquier otra, está sujeta a las leyes de hábito, y es posible entrenarla mediante práctica constante, hasta que se habitúe a quedar estable, para de esta manera, poderla moldear a voluntad y convertirla en un sirviente obediente del verdadero ser.
El mejor medio y más rápido para dominar la divagación de la mente es, sin duda, el empleo de la voluntad.
            El poder de concentración se puede adquirir en la vida cotidiana, enfocando toda nuestra atención sobre lo que hacemos; poner en ello todo nuestro poder y ejercitarlo lo mejor que sabemos. ¡Fíjate, estamos hablando de meditación!
No debería pasar un solo día, sin practicar ejercicios para la mente, ya que sólo mediante el ejercicio se fortalece; el abandono significa siempre debilidad y, con el tiempo, atrofia. Es como cualquier músculo, si lo ejercitas se fortalece.
Cuando no ejercitamos la mente permanecemos atados a sus antojos, y uno de los antojos más apetecidos por la mente son las preocupaciones. ¿Qué es una preocupación? Podríamos decir que una preocupación es el proceso de repetir la misma línea de pensamiento una y otra vez, con ligeras modificaciones, sin llegar a un resultado determinado; y, a veces, sin ni siquiera buscarlo.
            Incluso la misma palabra la define: Pre-ocupación, es decir, ocuparse antes de tiempo.
 
            La mente no quiere perder el control, y para eso necesita estar siempre trabajando. Una buena manera, para ella, es sacar un tema a la luz, y darle vueltas y más vueltas. Por supuesto que no quiere llegar a ningún resultado, ya que entonces se acabaría lo que ella considera su control. Y la persona, que normalmente carece de voluntad y de carácter, no puede enfrentarse a ella, ya que ni siquiera sabe, en la inmensa mayoría de los casos, que está siendo dominada por la mente.
El resultado de esto, es una persona preocupada, dándole vueltas al mismo tema de manera permanente, hablando a todo el mundo de “su problema”, “de cómo puede ser”, “de lo infeliz que se siente”, “de lo injusta de la vida”, etc., etc.
“Somos exactamente lo que pensamos”. ¿Qué será entonces una persona imbuida en una misma línea de pensamiento permanentemente? Pues será lo que su mente la va presentando: Será un reflejo de su preocupación.
Energías de la misma calidad se atraen, con lo cual, la persona está atrayendo a su vida, justamente aquello que ocupa su mente una hora tras otra. Está diseñando su vida con su preocupación.
¿Qué hacer? Lo primero es ser consciente del dominio que la mente está ejerciendo, y una vez consciente, es momento de ponerle remedio.
Un remedio rápido para salir de la preocupación es ser consciente de la respiración. Como el pensamiento es energía, lo que ocurre manteniendo el pensamiento, es alimentarle, es darle más energía. De nada vale decir: “No quiero tener este pensamiento”, porque vas a seguir teniéndolo. ¿Qué pasa cuando alguien te dice que no pienses en un elefante blanco?, pues que lo primero que viene a tu mente es justamente eso, un elefante blanco.
Lo que se ha de hacer para dejar de alimentar el pensamiento es llevar la atención a otro punto, y el mejor es la respiración, ya que es algo que siempre está en nosotros. Llevando la atención a la respiración, sintiendo el aire que entra y el aire que sale, sintiendo donde roza el aire en las fosas nasales al entrar y al salir, sintiendo la diferencia de temperatura entre el aire que entra y el que sale, se deja de dar energía al pensamiento, y este desaparece. Es posible que retorne al cabo de pocas respiraciones, es igual, para eso está la voluntad, se vuelve a la respiración todas las veces que sea necesario.
Sin embargo, la  mejor manera de deshacerse de un canal de preocupación, es llevar a la mente el pensamiento opuesto. En ese momento, la persona, está utilizando “su voluntad”, está “fortaleciendo su carácter”, está “tomando las riendas de su vida”, está “comenzando a caminar por el camino de la felicidad”, está “tomando fuerzas desde su interior”, está “acercándose a Dios”.
Pero, a veces, no se sabe muy bien cuál es el pensamiento opuesto al pensamiento de la preocupación, e incluso aunque se sepa, puede ser difícil mantener el pensamiento contrario. Por ejemplo: El canal de preocupación de una madre, puede ser producido por que el niño no estudia lo suficiente y no va a superar el curso. ¿Cuál es el pensamiento contrario?, ¿Pensar que el niño es muy listo y estudia mucho? Si, ese es. Pero la realidad va a golpear a la madre, ya que el niño va a seguir sin estudiar, además la madre va a atraer, debido a su preocupación más desidia y menos ganas de estudiar para su hijo. Entonces ¿Qué? Lo que ha de procurar la madre, además de todas las acciones que haya puesto en marcha para que el hijo estudie, es sacar la preocupación de la mente, y lo mejor, ya que el pensamiento contrario es difícil de mantener, es reflexionar en meditación sobre un pensamiento mucho más grande tal como: Yo Soy Paz, Yo Soy Amor, Yo Soy Alegría, Yo Soy el Alma. Y no solamente en meditación, se puede mantener ese pensamiento a lo largo de todo el día.
A medida que se va reflexionando, la Paz, la Alegría y el Amor van a envolver a la persona, con lo cual va a ir desapareciendo cualquier tipo de preocupación.
Porque no solamente hay que dominar a la mente para aprender a pensar, sino también  hay que aprender a dejar de pensar a voluntad. Dejar de pensar a voluntad se consigue cuando la persona lleva la atención a su interior.
Todo esto es mucho más fácil meditando. La meditación es lo contrario a la preocupación, ya que meditar es dirigir a la mente concentrada y fijamente, a cualquier objeto. Y ¿Qué mejor objeto que la paz, el amor y la alegría?
 

viernes, 10 de octubre de 2014

Desapego (y 2)


……………. Continuación.
¿Cómo trabajar el desapego? El desapego es una cuestión de actitud, y para trabajarlo son necesarios algunos ingredientes, como pueden ser la aceptación, la comprensión, la gratitud y el amor.
La dependencia emocional es quizás una de las más poderosas formas de apego, y más difíciles de eliminar. La dependencia emocional, como todo, nace de un patrón mental. Pensamos que somos incapaces de vivir en soledad, y eso hace que desarrollemos la necesidad de estar siempre acompañados. Podemos incluso necesitar la compañía, sin ser conscientes de esa necesidad, y se disfraza en muchísimas ocasiones de emociones, como pueden ser el amor y el cariño, que nada tienen que ver con lo que se siente realmente. Cuantas parejas viven en la más absoluta infelicidad por ese autoengaño. Y no es demasiado difícil liberarse de esa necesidad, casi enfermiza, de compañía. Sólo hay que cambiar el pensamiento y decir en nuestro interior, de manera repetitiva: “Yo Soy feliz en soledad”.
Existe otro tipo de dependencia emocional, y es la creencia de que los demás nos necesitan y no les podemos dejar solos. Eso no solo es apego, es también una manera de control. Dejemos que los demás vivan su propia vida, dejemos que vivan su propio aprendizaje, dejemos que vivan sus propias errores, y ayudémosles solo si solicitan nuestra ayuda.
Permanecer alerta a nuestros pensamientos para eliminar los hábitos de juicio y crítica, es una buena manera de romper los patrones rígidos de pensamiento a los que estamos acostumbrados, es desapegarnos de ellos. Vivir sin realizar juicios y sin cuestionar nada es vivir en libertad, es amar. Para esto: Aceptar es la mejor medicina, ¡Qué más da lo que hagan los demás!, ¡Qué más da como vistan!, ¡Qué más da lo que hagan o lo que digan!, ¡Qué más da con si viven solos o acompañados!, ¡Qué más da si su vida es honesta o engañan a diestro y siniestro!, ¡Qué más da! Si nos afectara a nosotros, solo hemos de tomar las acciones oportunas, legales o personales, pero después de eso, es imprescindible perdonar, bendecir, dar la vuelta y marchar, para no frecuentar más a alguien que puede hacernos daño. Sin recordar el daño cada día, ya que eso sería como apegarse al dolor, eso sería como si nos estuvieran haciendo el daño de manera permanente. Realmente somos especialistas en vivir apegados al dolor.
 
En cuanto a nosotros mismos, aceptémonos, valorémonos en lo que valemos, respetémonos y amémonos. Eso hará que aceptemos, valoremos, respetemos y amemos más a los demás.
Como decía al inicio de la entrada anterior, en la cita de Deepak Chopra: desapego no es renunciar a la intención ni al deseo, desapego es renunciar al interés por el resultado. Todos nos apegamos al resultado de nuestras acciones, a aquello que esperamos que suceda. Y lo normal es que nunca suceda lo que tenemos planeado, o por lo menos no sucede al cien por cien, y esa es una causa de insatisfacción, de frustración, de sufrimiento. Como lo es cuando esperamos recibir algo a cambio, cuando damos para recibir, cuando amamos para que nos amen. Eso también es apego. No se ha de esperar el resultado apetecido, lo que suceda, está bien; no se ha de hacer nada esperando el halago, el elogio o la gratificación. ¿Cómo hacerlo entonces? Hacerlo por amor, sin esperar nada a cambio, sin esperar como se recibe o como lo califican, hacerlo porque sí, porque sale del alma.
Sentimos apego por casi todo, también por cosas materiales. De la misma manera que el apego por las personas nos esclaviza a ellas, el apego por los objetos nos convierte, de igual manera, en esclavos de esos objetos. “Una persona que aprende a vivir con lo que tiene, pero no siente temor de perderlo se puede considerar verdaderamente libre. Aquel que no acumula bienes, objetos o personas sino que disfruta de todo cuanto tiene y no tiene, es una persona feliz y sabia”, sostiene la Licenciada en Filosofía, la argentina Carolina Renzetti.
 Observa todo cuanto te rodea, ¿Cuántas cosas, ya sean ropa u objetos no has utilizado en tiempo? Despréndete de todo aquello que no hayas utilizado en el último año. Eso ayuda a desapegarse mental y emocionalmente de muchas cuestiones, fotografías, cartas, recuerdos de infancia o adolescencia, recuerdos de personas o de acciones realizadas. Desprenderse de ellos, es liberarse de la energía inútil, que permanece en los objetos. Los recuerdos tienen que estar en tu corazón, no en forma de papel en una caja de zapatos.
Y finalmente acepta. Acepta que todo en la vida sucede por alguna razón, acepta que las barreras pueden ser oportunidades, acepta a esas personas desagradables porque pueden estar ahí para enseñarte una lección de vida importante, acepta los cambios, ya que es posible que te estén llevando a donde tenia planificado tu alma. Acepta con humildad y gratitud.
Nuestra verdadera misión en la vida es aprender a amar. El desapego es el mejor camino para ello. Dar sin esperar nada a cambio, ayudar porque lo necesitan sin esperar recompensas, aceptar que las personas entran y salen de nuestra vida y que no podemos ni debemos retenerlas.
Todo esto no solo es desapego, también es amor.
 

domingo, 18 de mayo de 2014

División del tiempo

   
Cuatro cosas hay que nunca vuelven más:
una bala disparada,
 una palabra hablada,
un tiempo pasado
y una ocasión desaprovechada.
Proverbio árabe.           
Además de dividir el tiempo y su movimiento en segundos, minutos, horas, días, meses y años, utilizamos los conceptos de pasado, presente y futuro.
Pero pasado, presente y futuro no son más que conceptos intelectuales para expresar el movimiento del tiempo. El pasado es lo que ya pasó, el presente es la actualidad, y el futuro está por llegar. Estas tres palabras tienen un poder magnético para los seres humanos, sobre todo el pasado y el futuro, ya que se aferran a ellas, sin soltarse como si fueran bebés agarrando su chupete, y sin embargo, solo son eso, conceptos intelectuales. Y mientras las personas se aferran al pasado y al futuro, al concepto del presente se le olvida, no viviéndole, puesto que la persona está ocupada en el proceso de pensamiento que le lleva a revivir el pasado y a planificar una y otra vez, de manera reiterada, el futuro.
 

El tiempo es algo relativo, y lo único que realmente existe de él, es un continuo de vida, un continuo, que como indica la palabra, nunca se detiene, un continuo siempre en movimiento, siempre fluyendo. Ese fluir es como un corcho flotando en la corriente de un rio, nunca se detiene, siempre va con la corriente. Por lo tanto el presente, lo que entendemos como presente, es tan efímero, que cuando decimos la palabra “presente”, al decir “te”, el “presen” ya es pasado.
            Y ese pasado al que los seres humanos se atan, recordando la ofensa del vecino, la enfermedad del familiar, el engaño de la pareja o la traición del amigo,  ¿Dónde queda?, ¡No queda!, ¡No existe!, ¡Se va! Imaginar que encendéis un fosforo. Cuando se enciende sale de él una columna de humo, observa el tiempo que dura, y observa que pasa con ella, es tan efímera que se desvanece en el ambiente incluso antes de que el fosforo esté completamente encendido. ¿Dónde quedó el humo?, pues quedó en el mismo lugar que el pasado, no existe, se desvaneció en el aire, de la misma manera que se desvanece el continuo presente con el fluir de la vida.
            Pero los seres humanos, “erre que erre”, siguen dándole vueltas a eso que solo existe como un recuerdo en su mente. Torturándose, amargándose, sufriendo, enfermándose. En cualquier situación, por muy dramática que sea, se ha de considerar que torturarse no soluciona ningún problema, ya sé que es muy fácil decirlo, pero es la realidad. Si te ha ofendido el vecino no sirve de nada darle vueltas porque es como si el vecino estuviera realizando la ofensa un minuto tras otro, y no es así, la ofensa se hizo una vez y duró un momento, ¿Por qué mortificarse? Lo que se ha de hacer es no volver a frecuentarle, después de haberle perdonado para que no se acumule energía de odio o de ira. En el caso de enfermedad de un familiar, ocurre lo mismo. ¿Se sana al enfermo con el sufrimiento?, por supuesto que no, y con el sufrimiento no se le puede atender al cien por cien, ya que la energía del sufrimiento desgasta mucho y además añade dolor al enfermo porque recibe de manera inconsciente esa energía de sufrimiento incrementándose el propio dolor. Incluso en el caso más dramático como es la muerte de un ser querido, si realmente amamos al ser que nos ha dejado debemos estar felices porque sigue viviendo en un lugar de paz, felicidad, alegría y amor, a no ser que el propio egoísmo por no poder verle físicamente nos ciegue y nos impida ver la realidad, e incluso, es posible que se prefiriera que viviera la persona, aunque estuviera postrada en la cama con dolor. La muerte solo es la desaparición de la vestimenta, solo es un cambio de conciencia, y además para mejor, ya que al lugar al que se va no existe el miedo, ni el rencor, ni el dolor, ni la enfermedad. 
            Podríamos seguir así analizando caso por caso, pero no merece la pena. Sólo recordar que el perdón o la serenidad que se consiga no cancela el mal realizado. Lo único que hace es permitir a la persona seguir su camino sin rencor. Después de perdonar se han de llevar a cabo las acciones legales necesarias. Somos seres humanos y han de cumplirse las leyes de los hombres.
            Y ¿El futuro?, ¿Merece la pena hablar del futuro?, ¿Para qué perder el tiempo hablando del futuro si no existe? Si no existe el pasado, el futuro aun existe menos porque aun no ha llegado. El futuro ata a las personas por las frustraciones que genera al no cumplirse las expectativas generadas. Eso no quiere decir que no debamos organizar y planificar, si, hay que hacerlo, pero sin atarnos a los resultados que son los generadores de sufrimiento. Son nuestras acciones de hoy las que van a determinar cómo será nuestro mañana, y si nuestro mañana no sale como a nosotros nos gustaría que saliera, ¡Qué le vamos a hacer!, por algo será, algo habremos hecho para conseguir los resultados obtenidos, solo queda aceptarlos.
El tiempo, la vida, es un fluir permanente, lo único que hemos de hacer es tratar de vivir y ser conscientes de ese fluir, sin luchar por modificar la vida, cansa mucho y se desperdicia mucha energía que vamos a necesitar para el siguiente escalón de la vida, escalón que no podremos subir si permanecemos lamentándonos de lo que pasó en el escalón anterior. La vida que tenemos es la que hemos decidido vivir. Somos nosotros los que decidimos vivir la tristeza o la alegría, somos nosotros los que decidimos vivir el sufrimiento o la felicidad, somos nosotros los que decidimos vivir la vida o vivir de recuerdos. 
¿Qué hacer para vivir el ahora?, es fácil, solo hay que mantener la mente en la vida, sin permitir que la mente desvaríe yéndose a las acciones pasadas o fantaseando sobre el futuro. Lo mejor meditar.
 

viernes, 31 de enero de 2014

Ciclos de vida


            Un ciclo es un espacio de vida, sin duración definida en el tiempo, en el que la persona desarrolla ciertas actividades, rodeada de un determinado grupo de personas. Así mismo, dentro de cada ciclo pueden establecerse una especie de miniciclos que son situaciones que se repiten, y se repiten, y se repiten hasta el aburrimiento en la vida de la persona, casi como si de un mal sueño se tratara. Estos miniciclos sólo son lecciones no aprendidas, y podemos tener claro que se van a repetir una y otra vez, sin ningún tipo de misericordia.  
            El mayor de los ciclos, es el tiempo que comprende una vida, y de la misma manera que no permanecemos eternamente en la vida de la materia, no hemos de intentar permanecer tampoco en ninguno de los ciclos o etapas que comprende la vida. Intentar permanecer más tiempo del necesario hace que empiecen a no funcionar las cosas, hace que perdamos la alegría y la ilusión.
            No tenemos normalmente mucha conciencia de la finalización de las etapas, salvo casos excepcionales, en los que se siente que el ciclo en el que nos encontramos ha finalizado. Tenemos, por tanto, que permanecer atentos a las señales, que pueden ser de diferentes tipos, en función del tipo de etapa finalizada. Dichas señales, como pueden ser aburrimiento, desgaste excesivo en relación con personas, trabajo o cualquier otra actividad, son los síntomas de que debemos cerrar una puerta y encararnos hacia la siguiente.
            La finalización de cada etapa lleva consigo el inicio de un nuevo ciclo, y para eso, en función del tipo de cambio, no está preparada la sociedad, ni por supuesto nosotros, que somos una parte de esa sociedad. A la sociedad le gusta vernos revolcarnos en la miseria del presente, antes de aceptar cualquier tipo de cambio. Así, mientras nos revolcamos, la sociedad puede sentirse útil culpabilizándonos, compadeciéndonos y dándonos consejos. Sin embargo, si encaramos nuestra vida y realizamos los cambios que demanda nuestro corazón, ya tienen la frase preparada: “Estás loco”.
            No aceptar la finalización del ciclo y cerrar bajo llave la puerta de la etapa anterior, supone un desgaste de energía enorme, que hace que físicamente la persona deje de vivir para empezar a vegetar. Caminar dejando puertas abiertas, “por si acaso”, impide una vida plena.
            La vida es un continuo, y aferrarse a una etapa acabada es tratar de detener la vida, y la vida no se detiene. Aferrarse a una etapa finalizada puede hacer que la propia vida se pudra y huela tan mal como el agua estancada.
            No se puede vivir añorando situaciones del pasado. Hay que soltar las amarras, hay que cerrar los círculos, hay que cerrar las puertas. Es importante deshacerse de recuerdos, cambiar de casa, de ciudad, de país si la situación lo requiere, hay que romper documentos, romper fotos y regalar libros.
Hay que tener en cuenta que negar los cambios es negar el propio crecimiento interior, porque los cambios externos pueden ser sinónimo de procesos internos de crecimiento.
Recuerda que nada ni nadie es imprescindible, y quien siente eso, solo son apegos. Deja que fluya la vida, suelta, despréndete de lo innecesario, cierra puertas, clausura, oxigénate, vive.

 

martes, 8 de octubre de 2013

Como amarse a uno mismo (3 y final)


“Nadie puede tener una opinión buena de una persona
que tiene una opinión mala de sí misma.”
Anthony Trollope
“De todas las trampas en la vida la falta de autoestima es la peor y la más difícil de superar, debido a que está diseñada por tus propias manos y se centra en la idea: No vale la pena, no lo puedo hacer.”
Maxwell Maltz
“El respeto comienza con uno mismo.”
Nathaniel Branden 

Hacia una buena autoestima
            Promulgamos el amor al prójimo a los cuatro vientos, repudiamos la agresión y el mal trato a los otros, pero se nos permite, y hasta está bien visto, que regateemos, economicemos y midamos las autoexpresiones de afecto. ¿Por qué debemos ser miserables con nosotros mismos?, ¿Cuántas veces nos auto-elogiamos, nos damos gustos y nos contemplamos? No suele haber tiempo para eso.
            Debemos disponer de tiempo para los hijos, la pareja, los padres, pero no se nos ocurre utilizar algunas horas en beneficio propio. Pensamos que el tiempo mejor aprovechado es el destinado a producir bienes materiales o dinero. No nos interesa la salud mental. Se considera que pensar, soñar, fantasear, dormir, meditar o mirar, no es actuar. Así, dedicarse a uno mismo es sinónimo de vagancia o “buena vida”. Si pensamos de este modo, jamás disfrutaremos de amarnos, ya que siempre podríamos estar haciendo algo más productivo. Es un acto de irresponsabilidad no dedicar tiempo a ti mismo.
Acercarse a un estilo de vida hedonista:
            Hedonismo significa placer, satisfacción, regocijo, goce y bienestar. Una filosofía hedonista significa un estilo de vida orientado a buscar el disfrute y a “sacarle el provecho” a las cosas que nos rodean. La filosofía hedonista encierra la aceptación implícita del derecho a disfrutar.
1.- Saca tiempo para el disfrute:
-          La vida no se ha hecho sólo para trabajar. Se trabaja para vivir, no lo contrario.
-          Tu momento de descanso, de recreación y tus vacaciones no son un “desperdicio de tiempo”, sino una inversión para tu salud mental.
-          No lo postergues todo, esperando el día idóneo.
-          No hay un tiempo para el amor como no hay un tiempo para quererte a ti mismo. Siempre es tiempo.
2.- Decide vivir disfrutando:
-          Acepta que la búsqueda del placer es una condición del ser humano. Forma parte de ti como algo natural.
-          Vive intensamente y ejerce el derecho a sentirte bien.
-          ¿Cuántos momentos de felicidad has perdido por creer que no los merecías?
-          Busca en tu interior y encontrarás un vacío: la pasión.
-          Tienes la obligación de generar alternativas de vida para mantenerte feliz.
-          Tienes un talento innato para vivir “bien”, no lo desaproveches.
3.- Explora, busca, indaga:
-          Una vez que decidas darle importancia al principio del placer, debes comenzar a trabajar para sentirte bien.
-          Tu principal arma es la exploración. No esperes a estar “totalmente seguro” para ensayar cosas nuevas. ¡Arriésgate!
-          No te resistas a probar lo nuevo.
-          No tengas opiniones a priori cuando de conocer se trata.
4.- No racionalices tanto las emociones agradables:
-          La idea no es negar la importancia del pensamiento. El problema es que si intentas explicarte y comprender permanentemente los sentimientos, los obstruyes irremediablemente.
Autoelogio
            Permanentemente estamos hablando en silencio con nosotros mismos y rumiando sobre esto o aquello, a veces de manera automática, inconsciente, y otras de manera controlada o consciente.
            El dialogo interno puede afectarte positiva o negativamente, de manera similar a como las palabras de otros también pueden ejercer un determinado efecto sobre tu estado de ánimo.
            Cuando tengas tus diálogos internos, en lo posible que sean positivos, pero con una dosis de realismo.
            El autoelogio es una manera de hablarte positivamente. Es una forma de reconocer tus actuaciones adecuadas. No es necesario, ni hace falta que lo hagas en voz alta y en público.
            Las razones a las que se apela para negar el auto elogio son varias:
-          No soy merecedor o no fue gran cosa.
-          Era mi deber o era mi obligación.
-          Auto-elogiarse es de mal gusto.
Auto recompensa:
            Es otra manera de auto-expresarte el afecto. La auto-recompensa es el proceso por el cual nos auto-administramos estímulos positivos.
            Tú necesitas la auto-recompensa, de la misma manera que necesitas el autoelogio. Fortalece tu autoestima y no permite el autocastigo y la insatisfacción.
Hacia una buena autoeficacia:
1.- Elimina el “no soy capaz”
-          Si te tratas mal y eres irrespetuoso contigo mismo, tu dialogo obrará como un freno.
-          Elimina de tu repertorio el “no soy capaz”. Cada vez que te lo repites confirmas tu inseguridad.
-          Esta calificación negativa, automáticamente, te inmovilizará.
2.- No seas pesimista:
-          Las personas con baja autoestima anticipan el futuro negativamente.
3.- No seas fatalista:
-          Eres el arquitecto de tu futuro. Construyes tu destino. Por lo tanto tienes el poder de modificar muchas cosas.
-          El pasado no te condena.
-          Tu presente es el pasado de mañana.
4.- Trata de ser realista:
-          Acepta tus éxitos, sería injusto contigo desconocer tus logros.
-          Acepta tu cuota de responsabilidad en tus fracasos.
-          Toma papel y lápiz, y escribe tu contribución real a lo bueno y a lo malo.
5.- No recuerdes sólo lo malo:
-          La visión negativa de uno mismo se alimenta principalmente de los recuerdos.
-          Durante algunos minutos al día intenta activar tu memoria positiva.
6.- Revisa tus metas:
 

            Hacerte cargo de ti mismo es la mayor de las responsabilidades. Tomar conciencia de que existes, eres importante y tienes el derecho a pensar en ti por sobre todas las cosas, te coloca en un lugar de privilegio, pero al mismo tiempo te provoca nuevas angustias. La lucidez tiene un precio: “Se lo que debo hacer, pero no siempre sé cómo hacerlo”.
            No existe una solución, solo tendencias. Como un péndulo que nunca se detiene, solo podemos apaciguar o acelerar su ritmo, pero jamás seremos capaces de que se detenga en un punto exacto. Las orientaciones para quererte a ti mismo no siempre son claras, definidas y fijas. Tienes que arriesgarte.