El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




jueves, 30 de agosto de 2012

Super humanos

            Desde antes de nacer, el corazón del ser humano empieza a latir en el útero materno, y no lo deja de hacer hasta que el alma decide abandonar el mundo de la materia; de la misma manera que la respiración, que comienza en el mismo instante en que nos asomamos a la vida, y no termina hasta el momento del regreso a la Energía Divina.

            El corazón latiendo, siempre latiendo y la respiración siempre con su vaivén, nos atan a la vida, de manera autónoma, de manera automática, sin que seamos conscientes de que es esa respiración y ese latir, los que nos mantienen con vida. Creo que vivimos a pesar de nosotros mismos, a pesar de lo mal que tratamos a nuestro cuerpo y de rebote a nuestro corazón, a pesar de olvidarnos de como se respira, utilizando músculos que nada tienen que ver con la respiración.
            Y, a pesar de la importancia, de la importancia vital de nuestra respiración y del latir de nuestro corazón, pocas son las personas que dedican un momento en su día para comprobar cómo es esa respiración, o como late su corazón.
            Al igual que los seres humanos, los animales también respiran y también tienen un corazón que bombea de manera permanente, y como muchos seres humanos, ninguno de ellos es consciente de la maravilla que está ocurriendo en su cuerpo. Sin embargo, los animales, en su nivel dentro de la evolución, no saben que ellos también son más que ese cuerpo que sólo se puede dirigir por los instintos. No tienen una mente que razona, una mente que les puede llevar a preguntarse qué hacen en la vida, o qué diferencia hay entre la vida y la no vida.
            Los seres humanos, casi todos, en algún rincón de su mente, tienen la conciencia de que son algo más que el cuerpo, muchos creen que tienen, o que son, algo que se denomina alma, aunque como no se ve, no saben ubicarla, y no se identifican, en absoluto con ella.
            Todo eso, en cuestiones de vida, hace que esos seres humanos se diferencien en poco de los animales, ya que rigen el cuerpo por los mismos instintos con los que se rigen los animales, comen cuando tienen hambre, aunque muchos, al contrario que los animales siguen comiendo después de saciada la necesidad de comer; beben incluso cuando no tienen sed, y en ocasiones bebidas dañinas para el cuerpo; y satisfacen, como los animales, sus necesidades fisiológicas de manera instintiva.
            En casi todas las cuestiones referentes al cuerpo, la diferencia entre el animal que se rige por los instintos, y el ser humano que tiene una mente racional, es mínima.
            ¿Cómo ser más humanos racionales y menos animales instintivos? Aunque resulte paradójico, lo podemos conseguir siendo conscientes del cuerpo. Y se es consciente del cuerpo sintiéndole, sintiendo sus sensaciones, sintiendo su respiración, sintiendo sus latidos. Es en esos momentos en que estamos sintiendo el cuerpo, cuando podemos despegarnos de él, cuando podemos, aunque sea por un instante, conectarnos con eso otro que realmente somos, con el alma. Es a partir de ahí, cuando no sólo nos despegamos del animal, sino que también nos despegamos del ser humano normal, para atisbar nuestra propia divinidad, convirtiéndonos, aquí en la Tierra en superhumanos, con todos nuestros poderes divinos desarrollados.
            No somos el cuerpo. El cuerpo sólo es, aunque de vital importancia, el vehículo del alma; el instrumento desde el cual tenemos que realizar nuestro trabajo de acercamiento a nuestra Divinidad, el instrumento para nuestro aprendizaje, el instrumento desde el que hemos de vivir todas las experiencias humanas, sin apegarnos a ellas. ¡Sientelo!

viernes, 24 de agosto de 2012

A Dios rogando....

            ¿No te gusta la vida que llevas?, ¿Tienes la sensación de que está a a punto de suceder algo, que no sabes qué, pero que no termina de pasar nunca?, ¿Tu vida es una repetición de situaciones insufribles?, pero, ¿Haces algo nuevo para que cambie todo eso que no te agrada?, ¿Eres consciente de que si siempre haces las mismas cosas, el resultado siempre será el mismo?

            Bueno, es posible que si hagas algo, lamentarte. Pero solo con lamentos no vas a conseguir nada. Si no cambias alguna cosa en tu vida, no puedes esperar resultados distintos, todo será siempre igual, pesadamente igual, aburridamente igual, tristemente igual. Es como la persona que siempre va al mismo cine donde proyectan la misma película. Es claro que siempre va a ver esa misma película. Para cambiar de cinta, en necesario que cambie de sala.
            La vida es cambio. La vida es un fluir permanente. Es imprescindible el cambio. Pero para cambiar es necesario, en primer lugar, saber cuáles son los resultados que te gustaría obtener. ¿Sabes lo que quieres? Rediseña tu vida. Escribe con todo lujo de detalles cual es el tipo de vida que deseas, y cuando realmente tengas claro que es lo que deseas obtener, piensa en las acciones que deberías poner en marcha para conseguir los nuevos resultados. ¡Con valentía!, ¡sin miedo!, ¡con decisión!.
            De nada vale lamentarse, ni enfadarse, ni quejarse. Recuerda que energías de la misma calidad se atraen, y que lamentos, quejas y enfados, sólo hacen que llegue a ti más de lo mismo. Si quieres alegría, paz, felicidad y amor, has de sembrar esas semillas en tu campo emocional, y después, regarlas y cuidarlas con mimo, para que cuando llegue la época de la recogida, sea ese el fruto que haya en tus campos. Pero si no cambias las plantas que crecen en la actualidad en tu campo, miedo, tristeza, dolor, sufrimiento, seguirás recogiendo el mismo fruto una cosecha tras otra.
            Para cambiar tu vida:
-          Medita sobre el tipo de vida que deseas.
-          Ten claro que has de hacer para conseguirlo.
-          Se valiente para afrontar los cambios.
-          Trabaja para consolidar esos cambios.
-          Ten paciencia mientras esperas los resultados.
-          Olvídate del “qué dirán”. La gente que te rodea no está acostumbrada a ver personas valientes y felices en su camino, y harán lo posible para zancadillear cualquier proyecto que se salga del estándar de la sociedad. A ellos les gusta que el resto del mundo sea tan infeliz como ellos mismos.
Y mientras tanto, para no volver sobre tus pasos, observa los boicots y las trampas que tu propia mente va tejiendo para sacarte del nuevo camino que te has trazado, y enviarte de nuevo, al camino conocido.
            Ánimo, al final de ese nuevo camino, te espera un nuevo mundo lleno de felicidad, lleno de alegría, lleno de amor, y lleno de dinero, si eso es lo que has decidido. La vida es de los audaces.

martes, 21 de agosto de 2012

Yo confieso (VI)

            Recuerdo epítetos que con más frecuencia me han ido dedicando, y me siguen dedicando: “descastado”, “pasota”, “despegado”, “indiferente”, “raro”, “babau”, y un sinfín de ellos más. Todo porque no expreso, como se supone que debería hacerlo, según la conciencia social, sentimientos o expresiones de dolor, de euforia, de tristeza, de ira, etc.

            A veces, yo mismo me pregunto porque no me alegran o me entristecen las situaciones que alegran o entristecen a los demás, y mi propia respuesta, es que no es exactamente así, ya que sí siento la alegría, y el dolor, y la rabia, y el miedo, pero, afortunadamente, no me dura mucho. Dura tan poco, que no tengo tiempo de exteriorizarlo, y cuando dura un poco más en el tiempo, me siento absorbido hacia dentro de mí, como si me recogiera en mi interior, analizando la causa de dicha emoción y de las circunstancias por las que se ha producido.
            Lo que sí siento, siempre, es el estado de las personas que se supone son responsables de alterar mis emociones, o las de otro, llegando a un estado de comprensión del porqué de tal actitud. Llegado a este punto, siempre encuentro una justificación a tantas y tantas conductas irracionales, sintiendo, en la mayoría de los casos, una tristeza infinita, al comprobar, que todo el dolor y todo el sufrimiento con el que cargan a otros, se podría evitar si dejaran de conducirse por los instintos, alimentados por la irracionalidad de sus mentes; se podría evitar si las personas vivieran desde el corazón, dejando descansar sus mentes malévolas, y actuaran sintiendo que el otro es uno mismo.
            Me alegro infinito desde ese lugar de mi interior, de ser descastado, pasota, o el sinfín de calificativos que me dedican, y sobre todo, me alegro, porque no siempre ha sido así. Creo que ha sido más una evolución desde antiguos ataques de rabia, o de ira, o de tristeza o incluso de euforia, hasta los actuales momentos de serenidad, de paz interior, o de pasotismo, y por ende, de felicidad.
            Soy feliz con mi esposa, pero no por mi esposa; soy feliz con mi trabajo, pero no por mi trabajo; soy feliz con mi vida, pero no por mi vida. ¡Soy feliz conmigo! No hay nada fuera de mí que me haga feliz o desdichado, todo me da igual, es cierto. Creo que todo está donde debe de estar, y además se ha colocado, o yo he ayudado a colocarlo, para ser feliz de la mañana a la noche, un día tras otro.
            En el recorrido que he hecho por mi vida para escribir esta entrada, soy consciente de que tampoco ha sido tan duro, y ni tan siquiera trabajoso. Supongo que todo empezó un día en el que debí de sentirme el más desdichado de los mortales, por alguna perdida, o por alguna decepción importante, y buscando la fórmula para que no se volviera a repetir, llegué a la conclusión de que no había nada, ni había nadie, que me llenara completamente, por lo que yo sólo debía encontrar la fórmula para sentirme lleno, a pesar de….., y la formula es:”Todo está bien”.
            Todos somos iguales, y allí donde llega una persona, puede llegar cualquiera otra. Tú también puedes conseguirlo. Está en tus manos. Eso sí, te van a llamar desapegado, babau, raro, pasota, etc., etc., pero a ti te va a dar igual.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Las gotas



                        Un cuento de Edgar Allan García.
                        La ola realizó un extraño balanceo interior, se irguió cuajada de espuma sobre la superficie y con la oportuna ayuda del viento, un puñado de gotas se escapó de su cresta y empezaron a volar sobre la superficie del océano.
                        Miles, tal vez millones de pequeñas gotas giraban, flotaban, danzaban en el espacio antes de caer nuevamente sobre el mar.
                        Una de ellas miró a su alrededor y pensó: esa gota de allá es bastante flaca, la de más acá es en cambio demasiado gorda, esa parece muy brillante pero pequeña, insignificante, esa otra en cambio es un tanto opaca, como si estuviera sucia.
                        Y así siguió y siguió describiendo todo que alcanzaba a ver durante ese breve segundo al que ella ahora llamaba "toda una vida".
                        Más tarde se disgustó con una gota que, según ella le hacía sombra, y se hizo amiga de otra, que a su parecer era como ella.
                        Con el "tiempo" empezó a detestar a unas, y a querer a otras, y en igual medida a temer, admirar, despreciar, seducir, compadecer o apartarse de otras que eran "odiosas", "amables", "inteligentes", "feas", "agresivas", "hermosas", "hipócritas", "geniales", "oscuras", "triunfadoras", "vacías", "positivas", "traicioneras", "generosas", "santas" o "destructivas" según su particular forma de verlas.
                        En una ocasión chocó suavemente con una de ellas y en ese choque algo cambió, se miró en la otra gota y se reconoció a sí misma: eres mi gota gemela, exclamó emocionada, y sucedió que de ese choque brotaron gotas más pequeñas a las que llamó gotas hijas.
                        En verdad, pensó, soy capaz de dar vida.
                        Más tarde, trazó un círculo y dijo: todas las gotas que están dentro del círculo son mi familia y mis amigas, las que están fuera son mis enemigas o gotas poco confiables.
                        A las primeras las amo y las respeto, a las segundas, las detesto y les temo.
                        Con la seguridad de tener bien delimitado su mundo, sonrió satisfecha al tiempo que seguía su caída inevitable.
                        En los últimos instantes, en una millonésima de segundo antes de tocar la superficie del océano, la gota se dio cuenta de algo, pero no supo expresar lo que sentía.
                        Era un sentimiento inmenso, poderoso; algo que la llenaba por completo, pero que al mismo tiempo la dejaba vacía, una especie de destello que borraba todo lo demás, parecido a lo que por unos instantes había sentido con esa gota con la que alguna vez había chocado suavemente y en la que se había reconocido, pero ya era demasiado tarde: la gota cayó finalmente al océano.
                        Tan pronto como tomó contacto con el agua, se dio cuenta de algo maravilloso: en realidad ella no era una gota, no, su nombre era. Su nombre era "Océano".
                        Más aún, sus límites no eran diminutos, como había creído, sino gigantescos.
                        Una parte de ella eran olas pequeñas en las que se bañaban los niños de una playa de África, otra parte llevaba - como si fuera una caja de fósforos - a un barco carguero, otra parte de ella misma se erguía poderosa mientras cabalgaba y era cabalgada por un huracán en el Caribe, otra tocaba las gélidas costas de la Antártida, otra las costas de Oceanía, otra se agitaba inquieta en el estrecho de Bering.
                        De pronto se dio cuenta de su enormidad y de su poder sin límites.
                        Mi nombre es Océano, se dijo emocionada, ¡Océano!
                        No tardó mucho su emoción pues una ola la levantó sobre la superficie del agua y con el soplo de la brisa marina se convirtió otra vez en una gota que giraba y flotaba sobre la superficie.
                        Olvidando todo lo anterior, se volteó y dijo: el mundo está lleno de gotas, hay gotas flacas como la de allá, gordas como la de acá, brillantes como esa, opacas como aquella...
                        En esas estaba cuando vio una gota junto a ella; en apariencia era como todas las demás pero había un algo que le atraía de forma inevitable.
                        Su mirada era diferente, su forma de estar y de girar y de ondular al compás de la brisa era extraña, única.
                        No podía dejar de mirarla, era como si danzara al mismo tiempo que estaba quieta, era como si hablara a la vez que permanecía en silencio, y cuando giraba una luz dorada la iluminaba y ella, no sabía cómo, empezaba a parpadear de manera hipnótica.
                        Al fin, rompiendo esa mezcla de temor y reverencia por aquella gota extraña, le dijo: ¿quién eres?
                        La gota la miró con dulzura y le contestó: soy tú.
                        Se sorprendió de semejante respuesta. ¿Cómo era posible eso?, ¿se trataba de una adivinanza tal vez?, ¿era acaso un misterio insondable?, ¿una broma quizá? Se la quedó viendo sin atreverse a decir nada. 
                        Mírate, le dijo entonces la gota, mírate hacia dentro y verás que tengo razón.
                        La gota siguió sin entender.
                        Cierra los ojos, insistió, escucha tu silencio interior, déjate ir.
                        No puedo, se rebeló la gota, cómo puedo cerrar los ojos cuando hay tanto que ver, como puedo sumergirme en el silencio cuando hay tanto que oír.
                        Tus ojos te engañan, tus oídos también, dijo entonces la gota brillante.
                        No, dijo la gota retrocediendo, aléjate, por un momento creí que eras, no sé, especial, pero ahora veo que estás loca.
                        Claro que sí, dijo la gota brillante, loca para tu exterior, pero cuerda para tu interior. Una parte de ti sabe que tengo razón, la otra lo niega.
                        La gota dio un salto hacia atrás aprovechando una leve ondulación de la brisa marina.
                        Aléjate, gritó, aléjate o te denunciaré con las otras, les diré que estás loca, que eres una amenaza, que debemos deshacernos de ti.
                        Puedes hacerlo si quieres, contestó con tranquilidad la gota brillante, pero por más que me alejes siempre estaré contigo, porque soy tú, porque soy todas las gotas y mucho más de lo que imaginas.
                        Algún día comprenderás lo que he querido decir, agregó, algún día, cuando otra ola te levante sobre el océano y saltes a esto a lo que llamas "vida", una memoria escondida te asaltará, algo brotará desde adentro como un rayo de luz y recordarás, aunque sea de manera nebulosa, algo de lo que en verdad eres.
                        Entonces, dando un giro increíble, se alejó.
                        El destello de esa gota la dejó afectada durante un "largo" tiempo.
                        Con frecuencia pensaba en ella o soñaba con ella, y hubo un tiempo en que ya no sabía qué sentir, si temor o amor, y sucedió que una fracción de segundo antes de caer otra vez en el océano, se dio cuenta, sí, se dio cuenta con claridad de lo que había querido decirle aquella gota extraña, pero ya era tarde.
                        Cuando tocó nuevamente el agua del mar, se estiró todo lo que pudo, sintió todas sus olas en todas las costas del mundo, y volvió a sentirse océano enorme y poderoso.
                        Entonces rogó para que en la próxima ocasión en que una ola la levantara sobre la superficie del agua y la lanzara al aire nuevamente, no olvidara lo que en verdad era.
                        Y así fue: dos o tres olas más tarde, pudo verse a sí misma como una gota-océano flotando, girando, danzando entre millones de gotas aparentemente distintas.
                        Sintió una felicidad enorme pues al fin se acordaba y se daba cuenta de que había dejado de estar dividida entre la ignorancia y la sabiduría, entre la pequeñez y la grandeza, entre la apariencia y la esencia.
                        Una gota que la vio brillando con una luz especial, le preguntó intrigada, quién eres, y ella contestó con tranquilidad: yo soy tú, yo soy océano, yo soy infinito. La gota que la escuchaba, frunció el ceño.
                       

jueves, 9 de agosto de 2012

De hijos y de padres


            Los hijos a los que se refiere esta entrada no son, básicamente, hijos pequeños, preadolescentes, adolescentes o menores de edad. Sólo es referida a los mayores de edad.
            Es curioso. Las personas que vienen a terapia, parece que se van llegando por grupos y por temporadas. En esta última temporada, está llegando un grupo de personas jóvenes, con problemas de relación con sus padres, problemas relacionados, de manera primordial, con la vida que a los hijos les gustaría vivir. Y esa vida que los hijos anhelan vivir, se encuentra totalmente enfrentada a la vida que los padres desean que vivan sus hijos.
            Son muchos los padres que ponen sus esperanzas, sus aspiraciones, sus ilusiones e incluso sus frustraciones, en sus hijos. Quieren para sus hijos, lo que ellos desde su educación, desde su evolución, desde su carácter, desde su cultura y desde sus creencias, creen que es lo mejor para ellos; y los hijos, que tienen su propio carácter y sus propias creencias, necesitan para su  propia evolución, vivir su propia experiencia y su propia vida, y no vivir lo que otros, aunque sean sus padres decidan para ellos.
            Si se da esta situación, es claro que la evolución no parece ir más allá de la materia, y eso supone un doble sufrimiento: Sufrimiento de los padres que ven truncadas las esperanzas que tenían depositadas en sus hijos, como una continuación de ellos mismos, y sufrimiento de los hijos, que no pueden vivir su propia vida, y si lo hacen es a costa del sufrimiento de sus padres.
            Es necesario, en este punto una reflexión por parte de los padres: ¿Qué es lo que realmente desean para sus hijos?, ¿Qué sea millonario triste o deprimido, o pobre pero totalmente feliz y libre de sufrimiento? Ya sé que entre estos extremos hay miles de matices intermedios, pero nos vale el ejemplo. Cada caso es un universo en sí mismo.
            Se supone que lo que desean los padres para sus hijos es su felicidad. Es a partir de esta premisa que los padres han de reflexionar en lo que su hijo cree que necesita para ser feliz, y aceptarlo, y respetarlo. El amor, es respeto, es libertad, es ayuda y servicio. Y si los padres creen que su hijo se equivoca, han de seguir prestándole su apoyo, en todo cuanto necesite, cuando el hijo solicite su ayuda.
            Pero tienen que saber que el hijo, aunque parezca que haya fracasado en su elección, no es tal. Sólo es su propio aprendizaje, su propia experiencia.
            Los padres han de permitir que los hijos se equivoquen, han de permitir que vivan sus vidas, no la vida que ellos decidan.
            Los hijos también tienen su punto de reflexión. Han de escuchar y valorar aquello que le presentan sus padres, hablarlo con ellos, y exponer, con amor, cual es su plan de vida y porqué. Si no fuera aceptado y decide llevarlo a cabo, que lo haga perdonando y bendiciendo a sus padres, ya que en la evolución de sus progenitores, han de vivir esa experiencia, que una vez aprendida, les lleve a todos a aceptar y respetar la decisión de unos y otros.
            Nunca es tarde. El tiempo no existe.

sábado, 4 de agosto de 2012

La espiritualidad de la mente

            El ser humano tiene tanta necesidad de conectar con su esencia divina que puede pasarse la vida buscando y buscando, leyendo un libro tras otro, asistiendo a cursos, a talleres, a ceremonias, preguntando a las plantas sagradas, y a cualquiera que se ponga a tiro, y un sinfín de cosas más.

            Pero curiosamente, sólo busca, busca y busca, y parece que nunca encuentra,  parece que nunca acaba la búsqueda, parece que basa su felicidad en la propia búsqueda, parece que no le interesa más que la búsqueda. Y escuchando hablar a esos buscadores, te quedas con la boca abierta, por lo que narran de sus experiencias, por los viajes místicos en los que se han visto envueltos, en los que se encuentran con seres de otras dimensiones; por sus visiones de colores y de energía, desconocidos en el plano de la materia; por sus experiencias  de vidas pasadas.
            Sin embargo, cuando acaban de contar todas esas experiencias extraordinarias, te encuentras con un ser humano que sufre, con un ser humano que no es feliz, con un ser humano con grandes desequilibrios emocionales, con un ser humano que no sabe qué hacer con su vida, con un ser humano preocupado por saber cuánto ha crecido su energía. Sin ocuparse de cuanto ha crecido su amor, de cuanto ha disminuido su vanidad, de cuanto ha disminuido su rabia, de cuanto ha disminuido su miedo, de cuanto ha disminuido su egoísmo, de cuanto han disminuido sus mentiras, de cuanto ha cuidado su cuerpo, de cuánto tiempo han dedicado a servir a los demás.
            ¿De qué vale tanta búsqueda?, posiblemente sirva como alimento de la mente. La mente, tan poderosa ella, al comprobar la búsqueda desaforada, se encarga de hacer creer a la persona que ya vive en la espiritualidad, espiritualidad de libro, espiritualidad de palabra, en suma, espiritualidad mental. Y la mente, va a seguir haciendo creer a la persona que aún la falta algo, por lo que es necesaria la continuidad de la búsqueda.
            No es cierto, es posible, mejor, es seguro, que la persona ya sepa todo lo que necesita saber. Y eso que necesita saber, es que es un ser divino. A partir de este conocimiento, el único trabajo de la persona, no es seguir buscando, es conectarse con esa divinidad, conexión que sólo va a ser posible cuando sienta la intima sensación de que todo está bien, cuando sienta amor verdadero, por todo y por todos. Para eso, hay que liberarse de las energías que acompañan al ser humano desde casi siempre: Miedo, rabia, vanidad, egoísmo, etc., etc.
            Mientras la persona no trabaje conscientemente todos los aspectos negativos, de su ser, no va a conectar con su divinidad. Recuerda que somos energía, y por mucha meditación que haga la persona, no va a llegar a conectarse con su esencia, o si lo consigue, será después de un largo, muy largo recorrido. La meditación es un abono, que lo mismo hace crecer las virtudes que los defectos, con lo que el meditador se va a encontrar siempre en el mismo tramo del camino.
            Por lo tanto, después de alcanzar el conocimiento de su divinidad, la persona ha de comenzar a trabajar sus pensamientos, para que no se obceque en la búsqueda que le presenta la mente, búsqueda permanente, búsqueda infinita.
            Si eres capaz de recitar textos espirituales de memoria y de dar clases teóricas de espiritualidad, pero no eres feliz, tu espiritualidad es mental, estás perdiendo el tiempo, y el tiempo que se pierde, no se recupera jamás.
            En tu próxima meditación, reflexiona sobre esto, en vez de buscar experiencias de esas que dejan boquiabiertos a tus oyentes.

jueves, 2 de agosto de 2012

Secretismo


            Existen un sinfín de enseñanzas que no pueden salir a la luz, porque así lo indican los maestros que enseñan estas técnicas, y que podrían acercar al ser humano a algunos de los miles de caminos, que existen para su despertar, y poder así, separarse paulatinamente del cuerpo para acercarse al alma.
            La razón del secretismo, no es otra, de que podría caer en manos de personas que no están preparadas para tales técnicas, y además, podría desvirtuarse la enseñanza.
            Yo mismo, tengo firmados documentos de confidencialidad de técnicas, que más tarde he visto recogidas en libros, que se encuentran al alcance de todo el mundo, previo pago, por supuesto. Y sigo manteniendo la confidencialidad, por cuestión de palabra. Siempre he creído que la palabra de una persona es una de las cosas más hermosas y valiosas que existen, y no cumplir esa palabra, sería como retozar en un lodazal.
            Antes pensaba y ahora sigo pensando con más fuerza, si cabe, que si las técnicas salieran a la luz, es muy posible que las personas que no están preparadas para recibirlas, no las hagan caso, o se les olvide, (hay muchas experiencias sobre esto), o en el peor de los casos si tuvieran algún problema, siempre hay otros que podrían ayudarles a solucionar ese problema. Pero si podría haber otras personas que si las aprovecharían sin ningún problema, y sin embargo, les estamos privando de ellas, por si acaso…..
            Creo, (sólo es un pensamiento), que en la encrucijada actual en que se encuentra la humanidad, es imprescindible sacar a la luz el mayor número de enseñanzas posibles para ayudar a la persona a despertar. Todos no tienen el suficiente dinero para la realización de cursos en los que se explican estas técnicas, cursos, que además son lo suficientemente caros como para privar de ellos a muchas personas. ¿Quién puede decir que las personas carentes de recursos no están preparadas para recibir tales enseñanzas?
Así como la Naturaleza, obra de Dios, no esconde su belleza, ni discrimina por el coeficiente intelectual de las personas, ni por la raza, ni por el sexo, pienso que nosotros, los seres humanos, que aunque a imagen y semejanza de Dios, somos algo menos que Él, tampoco deberíamos de discriminar a nadie.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Sincronicidad


Estaba escribiendo una continuación a la entrada anterior “Conocer el futuro”,  que se estaba decantando por la Sincronicidad, y llegaron a mi varios escritos sobre el mismo tema. Como eran total y absolutamente coincidentes con lo que yo estaba escribiendo, y me parecían mucho mejor explicados de lo que yo podría hacerlo, decidí transcribirlos, con ligeros retoques. No puedo decir de quien son, porque no lo sé. Llegaron a mí sin el nombre del autor.
Sincronicidad es un término originariamente acuñado por Jung que se refiere a la unión de los acontecimientos interiores y exteriores de un modo que no se puede explicar, pero que tiene sentido para el observador, es decir, son ese tipo de eventos en nuestra vida que solemos achacar a la casualidad, a la suerte, o a la magia.
¿Has experimentado alguna vez el placer de encontrar a la persona exacta que necesitabas aparecida de la nada?, o ¿Recibiste la llamada de alguien, de la que apenas unas horas antes te habías acordado sin motivo aparente?, o ¿Ese libro que encontraste al azar y que responde a la duda que te tenía bloqueado? La sincronicidad  representa en el plano físico la idea o la solución que mora en nuestra mente de la manera más fácil y sin apenas esfuerzo. Se trata de vivir el mayor tiempo posible en ese “fluir” que hace que la vida parezca una aventura permanente, un viaje de descubrimiento constante sobre uno mismo, sobre los demás y el universo. Decir sincronicidad es lo mismo que decir magia.
Hay unas condiciones óptimas para que se manifiesta la sincronicidad: Un estado mental propicio para que pueda producirse, y ese estado mental es coincidente con momentos personales intensos que nos obligan a estar muy pendientes de las señales del exterior. Son los momentos en que buscamos ayuda por intensas vivencias o crisis emocionales, por cambios bruscos, por viajes, por momentos de peligro, por la muerte de seres queridos.
Son esos momentos en los que nos olvidamos de la seguridad, de lo conocido, del plan establecido, de lo que se supone que debemos hacer. Son esas causas que nos sumergen en un estado de alerta y apertura perfectos para ser conscientes de esa nueva dimensión, llena de simbolismo para nuestra vida, que es la que al final nos da la clave, no sólo para la solución de nuestros problemas, sino para hallar nuevas maneras de vivir intensa y conscientemente.
La fe juega en esto un importante papel, la fe en uno mismo, en la fuerza creativa del universo que nos guía exactamente a dónde queremos llegar, la certeza de que si existe un miedo que nos bloquea, también hay un amor que nos motiva a experimentar más allá de lo conocido; pero hemos de elegir la aventura y no el hastío.
Somos lo que pensamos, y experimentaremos esa magia sólo si antes le damos la oportunidad, creyendo en ella e invitándola a jugar en nuestras vidas. Los momentos difíciles o especiales nos han puesto en ese estado de apertura y recepción. De nosotros depende que sigamos en esa actitud de aceptación de esa fuerza universal, que parece saber exactamente lo que necesitamos, y nos lo brinda generosamente.
No es ver para creer, sino creer para ver, pues es lo que hay en nuestra mente  lo que se atrae y, no sólo eso, sino que nosotros mismos nos vemos atraídos hacia lo que es análogo. Esa es la manera en que todo funciona en el Universo.
Las ideas poseen una vibración, que hace que atraigan lo análogo. Al atraer lo que se le asemeja, podemos leer en la materia lo que realmente pensamos sobre nosotros mismos y del Universo, y tomar decisiones sobre lo que deseamos ver, para convertirlo en realidad o no.

martes, 31 de julio de 2012

Conocer el futuro


            El ser humano tiene una sed insaciable por conocer cómo será su futuro, y acude a clarividentes, tarotistas, quiromantes, leedores de hoja de coca o de los posos del café, sólo por citar unos cuantos.
            La información que ofrecen estas personas, puede ser correcta o no, pero si tiene un efecto sobre la persona, en muchos casos positivo: Condiciona, de alguna manera su vida, ya que se generan nuevas formas de pensamiento, es decir nuevas energías, capaces de atraer a su vida, las bondades pronosticadas por el psíquico.
            Es la “Ley de la Atracción”. Al recibir la noticia de posibles buenos acontecimientos en su vida, (menos mal que no se suele informar de los malos augurios), deja de lado las viejas formas de pensamientos, que  mantenían a la persona en la ciénaga de su pensamiento circular, basado en su desgracia, en su mala suerte, en su sufrimiento, en su dolor, en su incertidumbre; para adquirir nuevas formas de pensamiento que catapultan a la persona a una nueva esperanza.
            No olvidemos que energías de la misma calidad se atraen, con lo que sin ser conscientes de ello, empiezan a trabajar a favor de las predicciones del psíquico.
            Pero ocurriría exactamente lo mismo si se cambia el pensamiento sin haber pasado por la consulta del futurólogo.
            Sin embargo, nada de esto sería necesario, si fuéramos conscientes de que es el propio ser humano el que está planificando, de manera permanente, su futuro con sus acciones, sus emociones y sus pensamientos de hoy. Cada persona es total y absolutamente responsable única de su vida, y la cosecha que cada uno va a recoger en el huerto de su vida, es sólo aquello que sembró, regó, abono y cuidó con mimo con anterioridad a la cosecha.
            Solamente hay que ser conscientes. Conscientes de los pensamientos y de las emociones con las que convive la persona, para saber cuál será su fruto, ya que son esos pensamientos y emociones, la semilla que va germinando con el paso del tiempo.
Para cambiar el fruto, sólo hay que sustituir la semilla.
          Todos somos psíquicos. Todos tenemos los mismos poderes, poderes que estarán más o menos desarrollados, en función  de nuestra propia evolución y de nuestro propio crecimiento. Evolución y crecimiento que es un continuo desde nuestra primera visita a la materia, por lo que no es fruto de la casualidad “los poderes” de cualquier persona. Sólo es un efecto de su evolución en vidas anteriores.
            Mucho mejor que consultar el mañana, es planificarlo y trabajar, para que esa planificación llegue a buen puerto. Trabajar para crecer y evolucionar, es conocer de antemano el futuro. Futuro, que de hecho, no interesa en absoluto a esas personas que han alcanzado un cierto grado de madurez.

domingo, 29 de julio de 2012

Si no hay ofensa, no es necesario el perdón


               
Hay una cita de la Madre Teresa de Calcuta que dice: El perdón es una decisión, no un sentimiento, porque cuando perdonamos no sentimos más la ofensa, no sentimos más rencor. Perdona, que perdonando tendrás en paz tu alma y la tendrá el que te ofendió.

¿Por qué tenemos que perdonar? La respuesta es bien sencilla: Porque nos hemos sentido ofendidos, porque nos han despreciado o humillado, bien sea con palabras, bien sea con acciones, o sencillamente porque no se han cumplido nuestras expectativas.     

            Parece claro, también, que la ofensa consigue que nuestra paz interior, si es que alguna vez hemos gozado de ella, se esfume como el humo, envuelta en el rencor generado por la ofensa. Y mientras el ofendido rememora una y otra vez la ofensa, alimentando su rencor, destrozando su cuerpo energético con el veneno generado por  sus pensamientos, el ofensor parece seguir disfrutando de su paz interior, sin sufrir el más mínimo desajuste emocional.
            Antes de seguir leyendo, medita un poco sobre esto: El que ofende se queda tan feliz, y el ofendido sufre estresado las consecuencias de la ofensa, que, curiosamente, la ha causado otro.
            Sigue pensando y contéstate a estas preguntas: ¿No te parece demencial, que sufra el que no ha hecho nada?, ¿No te parece ridículo darle vueltas y más vueltas a la ofensa, como si te la estuvieran causando de manera permanente?, ¿Qué pasaría si una vez recibida la ofensa no volvieras a pensar en ella?, y aun mejor, ¿Qué pasaría si lo que ahora consideras como ofensa, ni tan siquiera lo consideraras?
            La ofensa sólo es debida a que se revive una y otra vez, cuando sólo fue realizada en un momento determinado. ¿Por qué rememorar el hecho permanentemente?, ¿Por qué permitir que se desestabilicen las emociones los días o los meses posteriores?
            Sólo se ofenden aquellos que no saben vivir la vida, porque sus vivencias son sus propios pensamientos. Sólo se ofenden los que no saben vivir el presente, porque viven de manera inconsciente. Sólo se ofenden los que viven lejos del amor, su esencia, porque el ruido de su mente les impide sentir el corazón.
            Vive conscientemente, y no será necesario el perdón. Porque vivir conscientemente supone no acumular ofensas, y quien no se ofende no necesita perdonar. Lo que podemos considerar una ofensa, se produce en un momento preciso, pero al no revivir ese momento nunca más, no se mantiene en la mente ningún rencor. Sólo ha sido un episodio más de la vida, posiblemente muy desafortunado para el hipotético ofensor, pero intrascendente para quien lo recibió.

sábado, 28 de julio de 2012

El poder de elegir


            Todo es elección. Aunque no seamos conscientes de ello, nos pasamos la vida eligiendo, y nuestra primera elección es, sin ninguna duda, nuestra llegada a la vida. Elegimos nacer por el inmenso deseo que tiene el alma de purificarse y acercarse a Dios, cuando sería más fácil para ella quedarse en los planos en los que se encuentra, sin ninguna de las necesidades y padecimientos del cuerpo. Pero es igual, el alma necesita acercarse a su esencia divina y vivir su divinidad de manera completa, para lo cual tiene que completar su aprendizaje, tiene que vivir todas las experiencias, tiene que liberarse de sus deudas y recibir las que le son debidas.
            Lo realmente dramático, es que una vez en el cuerpo, no recordamos nada de esa, nuestra primera elección, y nos encontramos en la vida, envueltos en pañales, creciendo y aprendiendo, en casi todas las ocasiones, con dudas y con miedos, unas lecciones que no son las que necesariamente hemos venido a aprender. Es como si nos matriculáramos en la Facultad de Filosofía y en vez de enseñarnos a razonar, nos enseñaran a construir puentes. No nos sirven “casi” de nada las enseñanzas que vamos recibiendo a lo largo y ancho de nuestra vida, y no es porque nuestros maestros no lo intenten, en muchos casos con amor, aunque con esa peculiar manera que tenemos de amar los humanos, el amor del cuerpo, y no el amor del alma. Pero siguen sin sernos útiles sus enseñanzas, ya que no nos enseñan a vivir para el alma. Sus enseñanzas están basadas en como engañar a la vida.
            Es posible, que incluso en ese engañar a la vida, tengamos algunas opciones para elegir nuestro camino: Estudiar o trabajar, ser ingeniero o escritor, permanecer solteros o casarnos, tener un hijo o dos, vivir en una casa o en un piso, etc., etc. Pero siguen siendo opciones de vida, no opciones de alma. Elijamos la opción que sea, siempre nos faltarán las opciones más importantes, de las que ni tan siquiera podemos ser conscientes de que están ahí, al alcance de nuestra mano. Esas opciones, se refieren a la vida del alma, y es normal que no tengamos conocimiento de ellas, porque nunca, nadie, nos ha hablado de otras opciones que no sean las referidas a la vida física del cuerpo.
            Esas otras opciones, desconocidas para casi todos los mortales, no van en contra de la vida, o mejor dicho, no van en contra del libre fluir de la vida. Van a favor de la vida, y por lo tanto, van a favor del alma.
            No se trata de elegir entre nada físico, ni entre dos deseos, que según nos han enseñado, nos pueden dar algún momento de efímera felicidad. Se trata de elegir las condiciones para conseguir, de manera cada vez más duradera, hasta llegar a permanente, “la felicidad”.
            Se trata de desaprender lo aprendido. Se trata de elegir la paz en lugar de la guerra. Se trata de elegir la alegría en lugar de la tristeza. Se trata de elegir la acción en lugar de las dudas. Se trata de elegir la risa en lugar del llanto. Se trata de aceptar en lugar de criticar. Se trata de elegir el respeto en lugar de despreciar. Se trata de elegir el perdón en lugar del odio. Se trata de bendecir en lugar de maldecir. Se trata de elegir el servicio al prójimo en lugar de ignorarle. Se trata de elegir al amor en lugar del miedo. Se trata en vivir desde el alma, mimando al cuerpo. Se trata de elegir la humildad y no la soberbia. Se trata de vivir en la verdad y no en el engaño. Se trata de alegrarte por el bien de tu hermano sin envidias. Se trata de vivir desde el corazón. Se trata de amarnos a nosotros mismos. Se trata de aceptar el libre fluir de la vida sin oposición. Se trata de aceptarnos y presentarnos ante los demás tal como somos, sin máscaras, sin engaños.
            Se trata de elegir la felicidad en lugar del sufrimiento.

domingo, 15 de julio de 2012

Deseo......

            Las pruebas y los sufrimientos más duros con los que nos encontramos los seres humanos, llegan de la lucha con la naturaleza emocional, llegan de una lucha interna con los deseos.

            La persona que logra dominar sus deseos ha avanzado un paso de gigante y decisivo en pos de su felicidad.
            Pero, ¿Qué es un deseo?: El deseo es la atracción que se siente por algo que proporciona placer, o la repulsión de aquello que causa dolor.
            ¿Cómo se genera?: Supón que te sientas a comer. Cuando el bocado entra en contacto con el paladar, se producen unas vibraciones, que aparecen como una sensación particular en el cuerpo emocional. Si el plato es sabroso, según tu gusto, la sensación será agradable. Una vez que terminas la comida, la sensación desaparece, pero permanece el recuerdo de esta, y ese recuerdo puede despertar por cualquier otra causa, sobre todo por asociación de ideas. Entonces desearás saborear ese bocado nuevamente.
            Nos vale este ejemplo, que se puede extrapolar a cualquier otra cosa, sea del tipo que sea.
            Esta claro, que la no consecución de los deseos, bajo cualquier aspecto provoca sufrimiento, en mayor o menor grado.
            Pero, también está claro, que no podemos, de ninguna manera cerrar nuestros sentidos, ni vaciar de ideas nuestra mente.
            ¿Qué hacer entonces? Lo que hay que hacer es permanecer alerta, estar en guardia, y evitar el sentir atracción o repulsión, ya que es de ahí, de donde nace el deseo de repetir la sensación, si es agradable, o de evitarla, si es desagradable.
            No todas las cosas nos causan sensaciones de agrado o repulsión, hay percepciones neutras. Así han de ser todas.
            Una persona que no entiende la naturaleza del deseo, o que no está dispuesta a controlarla, queda atrapada por esas atracciones y repulsiones, que no son más que ligaduras que van atando a la persona a los mundos inferiores.
            No se trata, por tanto, de no sentir placer por una experiencia, no, el placer es el resultado natural del contacto del cuerpo con situaciones u objetos placenteros. Para eso hay que desarrollar fuerza suficiente, y para eso es necesario ver y sentirlo todo como un mero observador. Tú no eres los deseos. Ten claro que cualquier deseo es vibración y únicamente hay que cambiar la vibración.
            Ser sólo un observador requiere:
a)      Ver el desarrollo y funcionamiento de todos los deseos y emociones que surgen en la mente. Por ejemplo, si te enfadas o caes bajo la influencia de cualquier otra emoción, sea buena o mala, observa que sucede. Al principio notarás que te dejas agitar sin ser consciente de ello; pero con vigilancia y práctica vas a desarrollar en la mente una especie de hoja de ruta, o de hábito que registrará todos los movimientos emocionales. Serás, de entrada, un observador silencioso, aunque de momento no seas capaz de controlar los deseos.
b)      Examinar de una manera impersonal esos deseos, y juzgar, de manera crítica y honesta, para que te vale ese deseo. Si has podido vivir sin él hasta el presente, cuanto de importante es para ti.
Este trabajo no es muy eficaz si se hace a toro pasado. Hay que aprender a observar en el momento mismo en que estés influenciado por la emoción. Para esto, no es necesario detener la rutina de la vida, ya sólo va a ser una parte de la mente la que se ocupe de ese trabajo.
Por el simple hecho de observar las emociones, ya se van a eliminar algunas.
Este control se ha de practicar intensa y persistentemente hasta que seas dueño absoluto de tu vida emocional. Es necesario tener voluntad y paciencia. Las personas débiles o poco evolucionadas, se cansarán pronto de llevar a cabo una tarea tan aburrida y abandonarán pensando que es algo inalcanzable.
Esta disciplina es ardua y difícil, y el grado de éxito va a depender de tu nivel de evolución, de la intensidad de tu esfuerzo y de la sinceridad con que enfoques el problema.
No existen formulas mágicas para nada en esta vida, todo requiere trabajo, pero una vez obtenido el dominio, cesa la necesidad de mantener un esfuerzo constante, ya que los deseos y emociones van a cuadrar automáticamente con tus objetivos de vida.
Es posible, que algunos se pregunten qué aliciente queda para vivir, si se analizan los deseos y las emociones de manera implacable, y dirán que el deleite de la vida depende, no sólo de sentir esos deseos, sino de identificarse con ellos. Es una buena pregunta, y la respuesta, sólo puede ser que esperen al resultado, cuando una vez dominada la naturaleza inferior, se observa que cada vez están más cerca de la paz que da la comprensión y de una felicidad permanente.
Así que para conseguir es paz y esa felicidad, hay que ser valientes, trabajadores, pacientes, y dispuestos a prescindir de los placeres y goces temporales de la vida en la materia.
¡Querer es poder!