1)
Amar la soledad.
Esta
soledad no supone que hemos de retirarnos a un lugar aislado, ni separarnos de
nuestros hermanos.
No supone rechazar a nuestros
semejantes, ni vivir una vida retraída. Esta soledad supone vivir con desapego
y sin temor. Supone no volver al pasado, aunque no se conozca el futuro. Es
despegarse del mundo de la materia y reemplazarlo por el mundo de los
auténticos valores, los valores del Alma, las verdades que el Alma conoce, pero
desconoce la mente.
Cuando el ser humano se
desprende de sus envolturas física, astral y mental, se retira en soledad al
plano causal, allí donde se encuentra su Alma Superior, para descansar en
soledad, y prepararse para su próxima reencarnación.
Pocos seres humanos en la
actualidad, son capaces de resistir ningún tipo de soledad, porque son pocos
los que pueden vivir una vida plena desde su interior, y necesitan la algarabía
del exterior, para sentirse vivos.
En las últimas vidas en la
materia, el ser humano será capaz de acercarse a la soledad y al silencio
interior, casi como una práctica para su vida en otras dimensiones.
La soledad es el precio de la grandeza.
9) Dios
Es.
Dios
está en todas partes, porque todo es Dios.
Existen
infinidad de religiones, que se arrogan ser portadores de la única verdad.
Hemos de permanecer neutrales, hemos de permanecer indiferentes a todo aquello
que no sea una auténtica realidad espiritual.
Hemos
de adoptar la posición de “todo está bien”, de “no me importa”. Esta
indiferencia, es uno de los caminos más rápidos para liberar al “ego” de los
pedidos de la mente. Lo cual no quiere decir que afecte a la disposición de la
persona hacia otras personas. Recuerda….., todos son nuestros hermanos, crean
lo que crean, piensen lo que piensen, sean lo que sean.
10) Yo
no soy el cuerpo.
Identificarse con el cuerpo,
supone creer en la separatividad, lo que implica tener que defender
permanentemente nuestro espacio, pero no hay que defender nada, porque nada
está en peligro.
El cuerpo es caduco, es
pasajero, es una ilusión. A veces pienso, que es ahora, cuando vivimos en el
cuerpo, cuando estamos realmente muertos; y no viviremos hasta que dejemos acá
esta envoltura.
Sin embargo, aunque no seamos el
cuerpo, vivimos en él, y necesita, y debe recibir el correspondiente cuidado,
ya que todo el trabajo, todo el aprendizaje y todas las experiencias que hemos
venido a realizar, las vamos a realizar desde el cuerpo.
Por lo tanto, no hemos de vivir
para el cuerpo, pero hemos de mimarlo, porque es el hogar del alma.
11) Vivir para el espíritu y no para el ego.
Cuando los seres humanos
empecemos a vivir como almas y nuestra conciencia haya trascendido el mundo de la
ilusión, entonces estaremos más cerca de casa, de la casa del Padre, y podremos
ser útiles a nuestros hermanos. La primera lección que debemos aprender es el
sentido de los valores en tiempo y espacio, y saber que trabajamos con almas y
no alimentamos las personalidades. Hemos de ser impersonales.
Para esto, la primera etapa es
ser conscientes, y la siguiente el comienzo de la colaboración y el servicio a
los demás. Hasta que no lleguemos a ese punto hemos de trabajar para que todos
nuestros pensamientos, palabras y acciones sean realmente impersonales y
constructivas, sin alimentar las emociones y los deseos del propio ego.
12) Desapego.
Es imprescindible adquirir el
interno y divino desapego de quien ve la vida en su verdadera perspectiva.
Es entonces cuando el ser humano
adquiere la libertad, sin que le afecte nada de lo que pueda ocurrir. La
actitud ideal es la del observador que de ninguna alguna se identifica con lo
que ocurre en los planos físico y emocional, y cuya mente solo es un reflejo de
la verdad, verdad que se percibe de manera intuitiva.
Desgraciadamente, no nos están
diciendo al oído: “esto es verdad”, “esto no lo es”. Hemos de llegar a esa
verdad a través de nuestra intuición interior. Al llegar a ese punto, no habrá
reacciones mentales violentas o respuestas emotivas; los vehículos de
percepción están pasivos y por lo tanto nada se contrapone a la correcta
actitud.
Una de las primeras lecciones
que hemos de aprender es el desarrollo de ese desapego interno que nos
permitirá unirnos con la conciencia del hermano y conocer y asegurarnos del
mejor modo de ayudarle. Debemos también cultivar esa verdadera humildad
que nos obligará a dar todo lo que tenemos para servir de manera altruista y
luego olvidar lo que dimos de nosotros mismos.
Mantengamos siempre la actitud
de observador en la cabeza. De esta manera el desapego del alma aumentará,
mientras se acrecentará y multiplicará el apego del alma a las almas.
(Continuará………)