La
verdadera felicidad reside en la virtud.
¿Qué te
aconsejará esta virtud? Que no estimes bueno o malo lo que no acontece ni por
virtud ni por malicia; en segundo lugar, que seas inconmovible incluso contra
el mal que procede del bien; de modo que, en cuanto es lícito, te hagas un
dios.
¿Qué te promete esta empresa? Privilegios
grandes e iguales a los divinos: no serás obligado a nada, no necesitarás nada;
serás libre, seguro, indemne; nada intentarás en vano, nada te impedirá; todo
marchará conforme a tu deseo; nada adverso te sucederá, nada contrario a tu
opinión o a tu voluntad.
Pues qué, ¿basta la virtud para vivir feliz?
Siendo perfecta y divina, ¿por qué no ha de bastar? Incluso es más que
suficiente. ¿Pues qué puede faltar al que está exento de todo deseo?
¿Qué
necesita del exterior el que ha recogido todas sus cosas en sí mismo? Pero el
que tiende a la virtud, aun cuando haya avanzado mucho, necesita, sin embargo,
algún favor de la fortuna, mientras aún lucha entre los afanes humanos,
mientras desata aquel nudo y todo lazo mortal. ¿Qué diferencia hay entonces?
Que unos están atados, otros amarrados, otros incluso agarrotados: el que ha
llegado a una región superior y se ha elevado a más altura, arrastra una cadena
floja, todavía no libre, pero ya casi libre.
LUCIO ANNEO SÉNECA
No hay comentarios:
Publicar un comentario