Capítulo IV, parte 2. NOVELA "Ocurrió en Lima"
Podía
dividir mi vida en tres etapas, como si fueran tres vidas diferentes dentro de
la misma vida:
Una
infancia feliz con mis padres, en Cusco, en la que correteaba con mis amigos
cada día a la salida del colegio. Recuerdo las misas de los domingos en la
catedral. La devoción de mi mamá y la aceptación de mi papá, porque no lo podía
llamar transigencia, era una aceptación total, porque respetaba, al ciento por
ciento, las opiniones y las actitudes de su esposa y lo hacía por amor, no para
evitar encontronazos o discusiones. Recuerdo los paseos después de la misa y el
pollo con papas que comíamos en algún restaurante. Las navidades llenas de
magia, de ilusión y misterio, igual que las fiestas de Halloween, disfrazado de
algún personaje de moda, con mi calabaza llena de dulces. Fue una etapa mágica,
en la que no tenía que preocuparme por lo que tenía que hacer al día siguiente
ni, tan siquiera, al segundo siguiente. Todo era presente. Podría incluir la
adolescencia en la misma etapa de felicidad, etapa que finalizó, de manera
abrupta, cuando en el penúltimo año de la secundaria nos trasladamos a Lima. La
razón que dieron mis padres era que en Lima habría más oportunidades de trabajo
y yo tendría más universidades para elegir. Ahí se acabó el presente. Tenía que
pensar en el día de mañana. Algo que ha permanecido hasta este momento.
En esa
época no me cuestionaba la existencia de Dios. Estaba claro que tenía que estar
con nosotros y Le veía en las lágrimas que, a veces, se le escapaban a mi madre
cuando se encontraba frente al Taytacha de los Temblores.
La
segunda parte de mi vida no fue ni tan ilusionante ni tan mágica. Finalicé la
secundaria y la universidad. Y fue en la universidad, en el último semestre de
carrera, cuando conocí a la persona que yo pensé, en un principio, que podía
ser mi media naranja. La mujer con la que podía compartir mi vida. Con ella
aprendí a besar y fue con ella con la que tuve las dos únicas relaciones
íntimas que mi pensamiento me arroja encima, como si de un jarro de agua fría
se tratara, en cuanto tiene ocasión. Pero no llevábamos ni tres meses de amor,
cuando, de la noche a la mañana, desapareció de mi vida, apareciendo en la vida
de un cantante que ya comenzaba a tener una cierta fama. Fue cuando aprendí que
no existen las medias naranjas y que solo existen naranjas enteras que tienen
que aprender a amarse, a través del respeto, de la comprensión, de la paciencia
y de la renuncia a ciertos caprichos.
Lo pasé
muy mal durante una larga temporada y, en esas largas noches en las que
permanecí en vela, me prometí a mí mismo que nunca más iba a sufrir por culpa
de una relación, que se suponía que era justo para lo contrario, para ser
feliz. Hay que tener en cuenta que el modelo de familia, (la nuestra), y de
matrimonio, (mis padres), que yo tenía, era, no solo difícil de superar, sino
difícil de igualar. A partir de entonces, nunca más tuve una relación, y hace
de eso algo más de quince años. Sin embargo, ahora estoy esperando a Indhira,
en lo que parece ser mi primera cita, desde entonces. Y, además, espero con una
mezcla de nerviosismo e ilusión.
La
tercera parte de mi vida ha sido de lo más insulso. Solo trabajar y realizar
las labores de la casa. Mi única diversión ver alguna película de la tele. Ni
una sola cita. Con la soledad como única compañera desde la muerte de mis
padres, que se fueron jóvenes, con cincuenta y dos y cincuenta y cinco años, en
un intervalo de seis meses. De eso hace cinco años y, así hasta ahora. ¿Estaré
comenzando una cuarta etapa en mi vida? Desde luego, no parece la continuación
de nada, sino un cambio de rumbo total. Sin trabajo fijo y tratando de llevar a
la práctica una nueva manera de ganarme la vida. Recibiendo información sobre
la vida, muy diferente de la que conocía, desde varias fuentes y, sin
cuestionarme casi nada, a pesar de ser una información difícil de probar.
Volviendo a confiar en Dios e, incluso, conversando con Él. Y, para colmo,
esperando a una mujer para ir a almorzar, dejando a un lado mi idea de que eso
del amor es una tontería.
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