Capítulo IV, Parte 1. Novela "Ocurrió en Lima"
Tardé casi media hora en
recuperarme, físicamente, de la regresión y poder hablar con Indhira. Al
finalizar, me sentía pesado como una piedra y, completamente, pegado a la camilla.
Indhira respetaba mi silencio.
Mis ojos estaban brillantes por las lágrimas que parecían querer brotar al
exterior. Aun sin decir una palabra, me senté en la camilla mirando a Indhira
de una manera diferente. Había tenido una experiencia extraordinaria y había
sido gracias a ella.
-
¿Tú crees que esto puede haber sido
cierto y que yo haya sido la mujer que aparecía en la historia?, y sobre todo
¿es posible que haya hablado con Jesús, con mi mamá y con Ángel?, ya decía yo
que era un hombre extraño –es que parecía demasiado increíble.
-
Indhira me contestó con otra pregunta-
¿Tú eres capaz de inventarte una historia como esa?
-
No –y era cierto. Nunca fui un buen
contador de historias y mucho menos inventadas.
-
Yo no sé si es cierto o no. Yo solo te
escuchaba. Pero, también, sentiste el dolor en el pecho, de cuando te mataron,
y la ternura de tener el bebé. Una regresión puede cambiarte la vida y, en tu
caso, que ha sido extraordinaria, mucho más.
-
Y estar con mi mamá, con Ángel y con
Jesús. ¡Ha sido increíble!, ¿tú crees que eso es posible?
-
Todo es posible Antay. Todas las
personas que han muerto y ya no tienen cuerpo no se han ido a ningún sitio.
Están aquí, solo están vibrando en otra sintonía. En el momento que nosotros,
elevamos la vibración que, en condiciones normales, es muy baja, podemos estar
en sus mismas condiciones y tener acceso a ellos.
>>
En el estado de relajación en el que estabas tú vibración se hizo mucho más
sutil. Y, también, pasa cuando meditas. Con la facilidad que tienes para
relajarte si meditaras tendrías experiencias muy parecidas a la que has tenido
hoy.
-
Solo he meditado una vez y ya me ha
pasado.
-
¿Qué me dices?, ¿cuéntame?
-
Teniendo en cuenta que Indhira no iba a
pensar que estaba loco, le conté mi experiencia en la única meditación que
había hecho. Le hablé de mi conversación con Dios y de los consejos que Él me
dio sobre la aceptación, sobre la programación de la vida y su recomendación
para que meditara cada día. Y ya que estaba contando mis experiencias
intangibles decidí soltarme, de una vez, y contarle mi experiencia de
“complitud” o, de unidad con todo lo creado.
Según
iba hablando Indhira iba abriendo tanto los ojos que parecía que iban a salirse
de sus órbitas.
Cuando
finalicé mi relato, permaneció, un momento, en silencio, como asimilando todo
lo que había oído, hasta que al final dijo:
-
Antay, ¿eres consciente de todo lo que
me has contado?, ¿eres consciente de todas las experiencias que has tenido en
menos de un mes?
>>
Hace veinte días tú no habías escuchado hablar sobre sanación, energía,
regresiones, reencarnación ni meditación. Y en tan pocos días has tenido
experiencias que hay personas que las buscan desde hace años y que se van a
morir y no las van a experimentar en toda su vida.
-
No, no soy consciente de si lo que me ha
pasado es importante o no. A mí me asusta. Con decirte que no me he vuelto a
sentar a meditar para no encontrarme con Dios, ¡en caso de que fuera Él!,
¡claro! Es que me da un poco de miedo.
>> ¿Por qué me pasa a mí
que lo desconozco y no lo busco y no les pasa a los que lo buscan?
-
Antes de comenzar la regresión te decía
que cuando pedimos algo a Dios nunca nos conceden lo que deseamos, sino lo que
necesitamos. Si has tenido estas experiencias es porque las necesitas en este
momento.
-
¿Para qué necesito todo esto? –la
verdad es que necesitaba entenderlo y no parece que nadie pudiera explicármelo.
-
Yo no lo sé. Pero, puedes estar seguro
de que, antes de venir a la vida, tú lo planificaste.
-
Sí. Tengo claro que todo tiene un
propósito, según sentí en mi experiencia de unidad con todo. Pero una cosa es
saberlo, otra integrarlo y entenderlo, porque la triste realidad es que no
entiendo nada.
-
Todo es cuestión de creencia Antay. No
vas a saber nada con la certeza que tiene un científico después de experimentar
con éxito sus teorías. El experimento eres tú mismo. Ya te está pasando y no lo
crees. ¿Qué tiene que pasar para que creas?
-
No lo sé Indhira, no lo sé.
Nos
quedamos en silencio como esperando que el Espíritu Santo llegara a nosotros,
como un día lo hizo con los apóstoles de Jesús, y nos aclarara todas las dudas.
Pero no, el Espíritu Santo no iba a venir, teníamos que ser nosotros solos. Lo
que sí había llegado era la hora del almuerzo, porque sin ser conscientes de
cómo iba pasando el tiempo, era la una de la tarde.
Tenía
que comenzar a despedirme de Indhira y no me apetecía. Mi pensamiento dio en la
diana: “Te gusta y te sientes atraído por ella. Por eso te cuesta tanto trabajo
despedirte”. “Si, es verdad”, le di la razón al pensamiento. Y este, por fin,
me presentó una idea genial “¿Por qué no la invitas a comer?”. “Claro, tienes
razón”, le respondí a mi pensamiento.
-
Indhira –comencé mi discurso- ya que te
has dedicado a mí toda la mañana, en justa compensación, te invito a almorzar.
-
Me parece bien. Acepto –había sido más
fácil de lo que pensaba- Dame diez minutos que me cambio de ropa y nos vamos.
No
tardó diez minutos, fueron treinta los que estuve esperando. Mientras esperaba
hice un rápido repaso de mis experiencias a lo largo y ancho de mi vida.
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