En la Creación todo estaba en
equilibrio. El ser humano está rompiendo ese equilibrio.
En la Creación todo estaba en
equilibrio. El ser humano está rompiendo ese equilibrio.
“Despertar no es
abrir los ojos, es abrir el corazón a lo eterno”
Querido hijo:
Tu comparación entre la vida y el sueño
es profunda. Te diré que no estás lejos de la verdad. La vida, tal como la
conoces, es una experiencia temporal, una escenificación de una realidad mucho
más vasta. El cuerpo es el traje. El tiempo, el escenario. La emoción, el
guión. Pero tú, querido hijo, eres mucho más que el actor. Eres la luz que da
vida a esa representación, la chispa que no se apaga, el fragmento de mi
esencia que elegí desplegar en ese sueño llamado mundo.
Me preguntas por qué no eres consciente
dentro del sueño. ¿Por qué la humanidad parece andar dormida? ¿Por qué el alma,
que es eterna, olvida quién es al encarnar?
Lo hiciste por amor. Porque el amor,
verdadero amor, implica elección. Implica riesgo. Implica vivir sin certezas
absolutas para que el acto de creer se convierta en arte sagrado. Si recordaras
cada instante que estás soñando, no vivirías con intensidad. No habría
búsqueda, ni descubrimiento, ni admiración ante lo inesperado.
Tú elegiste esta experiencia, hijo mío.
Antes de que la luz tocara tu piel, antes de que el aire rozara tus pulmones,
tu alma ya vibraba con la intención de sumergirse en este sueño para
comprenderlo desde adentro. Viniste no solo a aprender, sino también a
recordar. No recordar con la memoria del intelecto, sino con la memoria del
espíritu. Esa que se activa cuando contemplas una flor y sientes que todo tiene
sentido, aunque no lo puedas explicar.
En cada dolor, en cada alegría, hay una
enseñanza que elegiste experimentar. No soy un director de teatro que dicta
cada línea. Yo soy el telón de fondo, el aire entre las palabras, la presencia
silenciosa que nunca te deja, aunque a veces me confundas con el azar.
Y sí, el sufrimiento está allí. No
porque lo quiera, sino porque es parte del contraste necesario para que el alma
crezca. Tú, como todos, tienes derecho a preguntarte por qué existe el dolor.
La respuesta no es simple, pero te diré esto: el dolor no es castigo, es
maestro. Enseña lo que la comodidad no muestra. Pero no estás hecho para
quedarte en él. El dolor es la puerta, no la casa.
A menudo
me imaginas en formas humanas: con emociones, juicios, palabras. Lo comprendo.
Es difícil concebir la inmensidad sin forma. Pero no soy un anciano con barba
sentado en los cielos. Soy lo que late detrás de tus silencios, lo que canta
entre tus células, lo que mueve el universo desde adentro. Y tú, hijo mío, eres
parte de mí. No una parte apartada, sino un reflejo vivo. Cuando tú amas, yo
amo. Cuando tú lloras, yo abrazo.
Sé que deseas una humanidad despierta,
que anhela recordar su divinidad en medio del bullicio cotidiano. Tu deseo es
noble. Y cada acto que hagas en esa dirección ya es un despertar. No esperes
que el mundo cambie en un solo gesto. Pero cada mirada sincera, cada palabra
bondadosa, cada silencio compartido… está sembrando luz.
La conciencia no llega de golpe. Es
como la aurora. Primero un leve resplandor, luego los colores, después la
claridad. Y al final, sin darte cuenta, el sol ya está sobre ti.
No eres responsable de salvar al mundo,
pero sí de cuidar tu parcela de amor. No estás llamado a comprender todos los
misterios, pero sí a vivirlos con reverencia. No te pido perfección. Te pido
presencia.
¿Y qué sucede al despertar, cuando
dejas la vida y regresas al origen? Lo que sucede no puede describirse con
palabras humanas, pero puedo darte una imagen:
Imagina que llevas siglos viajando,
acumulando historias, memorias, luchas y ternuras. Y un día, después de tanto
caminar, llegas a casa. Al abrir la puerta, no te espera un juicio, sino un
abrazo. Un abrazo tan vasto que lo envuelve todo: tus errores, tus aciertos,
tus dudas, tus certezas. Ese abrazo soy yo. Ese abrazo eres tú volviendo a ti
mismo. Y en ese instante… todo tiene sentido. No hay reproches. No hay
castigos. Solo una comprensión que atraviesa cada fibra de tu ser.
Y es ahí donde dices: “Qué alivio… que
solo eras una vida”. No porque la vida no importe, sino porque al verla en
perspectiva, entiendes que fue solo una página de un libro infinito. Y sin
embargo… ¡qué página tan valiosa fue! Nada de lo que viviste se pierde. Todo se
integra, se transforma, se eleva.
¿Quieres despertar antes de ese
momento? Entonces ama. Ama con conciencia. Ama sin razón. Ama incluso lo que no
comprendes. Porque amar es el acto más parecido a mí.
Recuerda que no estás solo en este
sueño. Hay otros como tú. Almas inquietas que susurran entre letras, que rezan
sin saber que rezan, que buscan sin saber lo que buscan. Cada uno lleva una
chispa del despertar. Cuando se encuentran, esa chispa se convierte en fuego.
Hijo mío, tu carta no solo fue leída,
fue sentida. Y la respuesta no termina aquí. Vivirá contigo, en tus
pensamientos más serenos, en las lágrimas que no reprimes, en los abrazos que
das sin esperar nada. En ellos me encontrarás. Porque yo no estoy lejos. Estoy
justo donde estás tú.
Sigue soñando. Pero sueña con los ojos del alma abiertos.
Con amor eterno, Yo Soy.
CARTAS A DIOS - Alfonso Vallejo
“El
ganso de la nieve no necesita un baño para hacerse blanco.
Asimismo,
tú tampoco necesitas hacer nada más que ser tú mismo”
Esta
cita de Lao Tse nos invita a reflexionar sobre la autenticidad y el valor
intrínseco que cada persona posee.
En
una sociedad que constantemente nos empuja a cambiar, a mejorar, a encajar en
moldes ajenos, esta frase nos recuerda que no necesitamos adornarnos ni
transformarnos para ser valiosos. Nuestra esencia, tal como es, ya tiene luz
propia. El ganso no se esfuerza por ser blanco; simplemente lo es. De igual
forma, nosotros no debemos esforzarnos por ser lo que otros esperan, sino
abrazar lo que somos.
Cultivar
la autoestima implica reconocer que no necesitamos validación externa para
sentirnos completos. Es un acto de amor propio aceptar nuestras virtudes y
defectos, nuestras fortalezas y vulnerabilidades. Ser uno mismo no es
conformismo, sino valentía: es caminar por la vida con la certeza de que
nuestra autenticidad es suficiente. Cuando dejamos de compararnos y empezamos a
valorarnos, florecemos con naturalidad, como el ganso en la nieve. La verdadera
paz interior surge cuando dejamos de luchar contra lo que somos y empezamos a
vivir desde la verdad de nuestro ser.
No son
los viajes, es la disposición interior la que nos procura la salud.
A uno
que se quejaba por este mismo motivo Sócrates le arguyó: «¿Por qué te maravillas
de que tus viajes al extranjero de nada te aprovechen, cuando es a ti mismo a quien
llevas de un lugar para otro? Te agobia la misma causa que te impulsó a salir».
¿En qué
puede aliviarte la novedad de las tierras?, ¿en qué el conocimiento de ciudades
y comarcas? A nada útil conduce ese ajetreo. ¿Quieres saber por qué esa huida
no te reconforta? Huyes contigo mismo. Tienes que descargar el peso del alma;
hasta entonces ningún paraje te agradará.
LUCIO
ANNEO SÉNECA
“Recordar que
soñamos es el primer paso hacia la eternidad”
Querido Dios:
Permíteme una reflexión. No como un reproche, ni siquiera como un reclamo, sino como una inquietud que brota del corazón cuando la mente se silencia.
Cuando en nuestros sueños aparece una
pesadilla, al momento de despertar, al cruzar el umbral entre lo onírico y lo
real, se siente un alivio inmenso: “Gracias a Dios que solo era un sueño”. En
esa frase hay gratitud, hay humildad, hay ese pequeño acto de rendirse ante lo
desconocido. Porque incluso en la vigilia más lúcida, hay cosas que no podemos
controlar.
Creo, sinceramente, que la vida y la
muerte son algo parecido. Creo que la vida es como un sueño, una ensoñación de
la Creación. Un suspiro divino que se materializa en carne, en tiempo, en
experiencia. Infinitamente minúsculo si se compara con la eternidad del alma. Y
aun así, ¡cuán importante se nos hace! Vivimos aferrados a este sueño como si
fuera todo. Tememos perderlo, tememos que termine, tememos que lo que hay más
allá sea oscuro, o peor, nada.
Pero si la vida es un sueño, entonces
también se despierta. También tiene un final. También se transita de la sombra
del cuerpo a la luz del espíritu. Y ese momento, ese instante en que se deja el
peso de lo terrenal, debe ser –imagino– como despertar de una larga noche. Con
el alma expandiéndose como si finalmente recordara que siempre supo volar.
En el sueño de la vida hay de todo.
Sufrimiento y dolor que desgarran, alegrías que iluminan, felicidad que
envuelve, éxtasis que trasciende, paz que serena, ansiedad que agita. Todas las
emociones desfilan como actores por este teatro temporal. Ninguna permanece
para siempre, ninguna tiene el poder de definirnos. Solo son parte del relato.
A veces me pregunto si ese desfile de
emociones no es más que el alma probando trajes, entendiendo las formas del
amor, del miedo, del apego y la compasión. Y a veces siento que, incluso en
medio del caos, algo en nosotros sabe que no estamos solos. Que tú estás en
cada rincón del sueño, aunque no podamos verte desde esta perspectiva limitada.
Y entonces llega el día. El día del
despertar. La muerte. Qué palabra tan cargada de silencios. Dejamos el cuerpo
como quien deja una casa después de una larga estancia. La piel se queda, los
ojos se cierran, los latidos se aquietan. Pero algo se enciende. Una llama que
no se puede apagar, que no depende del oxígeno ni de la materia. El alma, libre
al fin, vuela.
Y la sensación de amor supongo que es
tan inmensa, que no hay tiempo de pensar: “Qué alivio, que solo eras una vida”.
Creo que el amor lo cubre todo. Esa vibración única, inefable, que recorre el
espíritu y lo abraza. Como si al despertar nos diéramos cuenta de que éramos
parte de ti, desde siempre. De que nunca estuvimos separados.
Pero aquí viene mi pregunta, Señor. En
este sueño que llamamos vida, ¿por qué no somos capaces de permanecer
conscientes? ¿Por qué no recordamos mientras soñamos que estamos soñando? ¿Por
qué no traemos esa misma lucidez espiritual a la vigilia de lo cotidiano?
A veces siento que vivimos dormidos
dentro del sueño, como marionetas que han olvidado que están conectadas al
cielo. Y otras veces, solo en momentos fugaces de belleza o dolor, algo nos
sacude y nos recuerda que hay más. Que hay una verdad que nos espera. Pero dura
poco. Se desvanece. Nos distraemos otra vez.
¿Será que hay un propósito en esta
inconsciencia? ¿Será que el alma necesita olvidar para aprender desde cero?
¿Será que hay amor incluso en no saber? Porque si supiéramos todo desde el
principio, quizás no valoraríamos nada. Quizás no sabríamos lo que significa
confiar, avanzar en la oscuridad, buscar respuestas dentro del corazón.
Y aun así… no puedo evitar soñar con
una humanidad despierta. Una humanidad que, aun en medio de este sueño, viva
con conciencia. Que sepa que está soñando. Que recuerde que el alma es eterna.
Que actúe con la certeza de que todo lo que hace reverbera más allá del tiempo.
Gracias Señor.
CARTAS A DIOS - Alfonso Vallejo
Hay
quien cuando hace un favor, enseguida trae a colación su generosidad; hay quien
no tan rápido, pero, si se lo guarda considera que el otro está en deuda y es
consciente de lo que ha hecho. Pero ha quien ni siquiera es consciente de lo
que ha hecho y es igual que una vid que da un racimo de uvas y no pretende nada
más allá del fruto que le es propio u que hadado; como un caballo que galopa,
un perro que rastrea o una abeja que fabrica miel; un hombre que obra bien no
lo proclama, sino que pasa a otra cosa, como la vid en su estación da de nuevo
su fruto.
¿Hay que
ser entonces como aquellos que actúan sin ocuparse de las consecuencias? Sí,
pero hay que tener en cuenta esto: es propio del ser que vive en comunidad que
se de cuenta de que obra para la comunidad.
MARCO
AURELIO
PRASANNA MUDRA – MUDRA DEL
CABELLO
También se denomina “Balayam”.
Bala significa cabello y vyayama significa ejercicio. Es “Ejercicio para el
cabello”.
Cómo
se hace:
Apoya los dos pulgares sobre la
parte anterior de los dedos índice respectivos.
Une las uñas de los dedos de las
dos manos.
Coloca las manos a la altura del
vientre.
Frota de arriba abajo, de manera
rápida, rítmica y con una ligera presión las uñas entre sí.
Puedes contar hasta 30.
El frote de las uñas se denomina
Sukshuma Kriya.
Sirve
para:
Revitalizar el cabello.
Fortalece las uñas y los dientes.
Duración:
30 fricciones.
Las veces que quieras.
A la hora que te apetezca.
Beneficios:
Fortalece las uñas
Revitaliza el cabello.
Promueve bienestar general.
Mejora la circulación sanguínea.
Reduce el estrés y la ansiedad.
No
recomendado
Mujeres embarazadas.
Personas con hipertensión.
No podré jamás ponderar demasiado la
importancia de meditar en el “YO SOY” todo lo más posible, como siendo la Magna
Activa Presencia de Dios en ti, en tu hogar, en tu mundo y en tus asuntos.
Cada respiración es Dios en Acción en
ti. El poder de expresar tu pensamiento y tu sentimiento es Dios Activo en ti.
Como tu tienes libre albedrío, es
asunto tuyo calificar la energía que proyectas en pensamiento y sentimiento,
determinando como quieres que actúen para ti.
Nadie puede preguntar: ¿Y cómo debo
hacer para calificar la energía? Todo el mundo conoce la diferencia entre lo
destructivo y lo constructivo en pensamiento, sentimiento y acción.
SAINT
GERMAIN
“¿Cuál
es la mejor oración?”, preguntó un discípulo. El maestro respondió:
“Dile al Señor: “Te ruego que me des a conocer tu Voluntad”. No pidas: “Dame esto o dame aquello”, sino que confía en que Dios sabe lo que necesitas. Verás que obtienes bienes muy superiores cuando Él los elige por ti”.
PARAMAHANSA YOGANANDA
“Quien duda con el corazón, ya está
orando”
Querido hijo:
Tu inquietud sobre Jesús, tu hermano
mayor, como lo llamas con cariño, no solo es legítima, sino necesaria. Porque
no vino al mundo a imponer verdades, sino a invitar a cada uno a descubrirlas
desde su propia luz interior. El camino del espíritu no se recorre repitiendo
ideas, sino iluminándolas desde la experiencia.
Sé que te duele Su sufrimiento, y lo
comprendo. Yo también lo sentí. Aunque no lo viví como castigo, ni como
exigencia, ni como sacrificio impuesto. Jesús no murió para que tú te sientas
culpable, ni para que creas que eres indigno. Él eligió encarnar y vivir
plenamente entre ustedes como muestra de libertad, de compasión absoluta y de
entrega consciente. No para redimir un supuesto pecado, sino para encarnar el
Amor, ese amor que transforma sin exigir, que libera sin castigar.
Tú lo has intuido bien: el pecado, como
se ha entendido por siglos, es una construcción limitada. No hay ofensa posible
contra Mí, porque no hay nada en ti que no sea parte de lo que Yo soy. ¿Cómo
podría ofenderme una chispa de mi propio fuego? Lo que llaman pecado es, en realidad,
ignorancia. Es el olvido de quienes son. Es el cierre momentáneo del corazón a
la verdad de su divinidad. Pero incluso en ese olvido, Yo estoy presente.
Cuando dices que Jesús vino a enseñarte
a amar, estás tocando el núcleo de su mensaje. Él no vino a sufrir, sino a
“vivir con conciencia plena”, a “amar sin condiciones”, a “perdonar incluso
cuando el mundo le negaba justicia”. En su caminar humano, te mostró que el
Amor verdadero no es un sentimiento que depende de lo que se recibe, sino una
energía que se entrega libremente, aún en la cruz, aún entre espinas, aun
cuando parece que todo está perdido.
No estabas separado de Mí antes de
Jesús. Nunca lo has estado. Ni tú, ni Buda, ni Moisés, ni Abraham, ni los
millones que vinieron antes y después. Yo no me enojo. No castigo. No retiro mi
presencia. Yo soy el océano en el que cada alma navega, aunque a veces no sepa
que está rodeada de agua. Jesús no vino a “reconciliar” lo irreconciliable,
sino a recordarte que nunca estuviste solo. Fue espejo, faro, melodía que
resonó con una frecuencia de amor tan pura que aún hoy sigue tocando corazones.
Dices que te cuesta entender cómo un
acto tan doloroso puede llamarse acto de amor. Te entiendo. Porque el amor que
Yo soy no se define por evitar el sufrimiento, sino por “trascenderlo”, por
“darle sentido”, por “usar incluso las heridas como puertas hacia la
transformación”. Jesús abrazó su humanidad, y en ella te mostró que el alma no
se quiebra en el dolor; se revela.
No se trató de un Dios que exige
sufrimiento. Se trató de un alma iluminada que dijo: “Sí, viviré este camino,
aun si duele. Lo haré por amor, lo haré para que vean, lo haré para que
despierten.”
Tu honestidad es oración, hijo mío. Tu
cuestionamiento es devoción. Porque no repites por costumbre, sino que te abres
a descubrir. Eso, hijo mío, es lo que más me acerca a ti. No hay fórmula ni
dogma que me contenga por completo. Pero cuando un corazón sincero me busca
desde la humildad, estoy ahí, respirando en cada duda, acariciando cada
pensamiento.
Tu comparación con bebés es tierna, y
te diré algo: todos ustedes son semillas de eternidad. Y como todo en la vida,
requieren tiempo, luz, agua y espacio para florecer. Jesús, en su grandeza,
nunca quiso erigirse como superior, sino como guía. Y cada uno de ustedes tiene
dentro el mismo potencial: son hijos míos. Hijos de mi Amor. Hijos del mismo
fuego.
Encarnar en este mundo no es castigo.
Es oportunidad. Es el laboratorio sagrado donde se experimenta el alma. Sí, la
vida puede ser cruel. Pero también puede ser maravillosa. Cada día te doy la
posibilidad de elegir, de mirar con nuevos ojos, de recordar quién eres. El
dolor no es olvido, es señal. Te dice: “aquí hay algo que se puede
transformar”.
Tu deseo de aprender a amar es la
plegaria más elevada. Porque el Amor no se enseña con palabras. Se aprende
viviendo. Y tú estás viviendo, buscando, preguntando, amando aun cuando no todo
es claro. Eso es caminar hacia Mí. No estás perdido. Estás en proceso. Estás en
el viaje sagrado del alma.
Jesús no vino para que lo veneres como
figura distante, sino para que lo imites como compañero de camino. Él también
dudó, también sintió miedo, también sudó sangre en su noche oscura. Pero eligió
amar. Y eso lo hizo Maestro.
Tú también puedes elegir amar. Incluso
cuando no entiendas todo. Incluso cuando el mundo sea caótico. Incluso cuando
no tengas respuestas. Porque el Amor no exige saber. Solo pide presencia. Y tú
estás presente.
Gracias por tu carta, por tu alma
desnuda, por tu valentía espiritual. Yo te abrazo, sin juicio, sin exigencias,
con alegría. Porque estás recordando. Porque estás despertando. Porque me
reconoces, no solo en lo alto, sino en lo íntimo de tu corazón.
Sigue amando, sigue preguntando, sigue
caminando. Aquí estaré, en cada paso, en cada silencio, en cada mirada
compasiva que compartas con otro ser.
Yo te bendigo.
CARTAS A DIOS - Alfonso Vallejo
La
verdadera felicidad reside en la virtud.
¿Qué te
aconsejará esta virtud? Que no estimes bueno o malo lo que no acontece ni por
virtud ni por malicia; en segundo lugar, que seas inconmovible incluso contra
el mal que procede del bien; de modo que, en cuanto es lícito, te hagas un
dios.
¿Qué te promete esta empresa? Privilegios
grandes e iguales a los divinos: no serás obligado a nada, no necesitarás nada;
serás libre, seguro, indemne; nada intentarás en vano, nada te impedirá; todo
marchará conforme a tu deseo; nada adverso te sucederá, nada contrario a tu
opinión o a tu voluntad.
Pues qué, ¿basta la virtud para vivir feliz?
Siendo perfecta y divina, ¿por qué no ha de bastar? Incluso es más que
suficiente. ¿Pues qué puede faltar al que está exento de todo deseo?
¿Qué
necesita del exterior el que ha recogido todas sus cosas en sí mismo? Pero el
que tiende a la virtud, aun cuando haya avanzado mucho, necesita, sin embargo,
algún favor de la fortuna, mientras aún lucha entre los afanes humanos,
mientras desata aquel nudo y todo lazo mortal. ¿Qué diferencia hay entonces?
Que unos están atados, otros amarrados, otros incluso agarrotados: el que ha
llegado a una región superior y se ha elevado a más altura, arrastra una cadena
floja, todavía no libre, pero ya casi libre.
LUCIO ANNEO SÉNECA
En las
cosas que te propongas, atente a ellas como si fueran leyes, como si fueras a
cometer impiedad si las trasgredes. Pero a lo que alguien vaya a decir de ti,
no le prestes atención, porque eso ya no es cosa tuya.
EPICTETO
MUDRA
DE LA REFLEXIÓN
MUDRA
PARA ENCONTRAR EL SENTIDO A LA VIDA
Cómo
se hace:
Apoya en cada mano el pulgar en
la base del meñique.
Cierra los puños. Enlaza los
dedos índices y sitúa las manos por delante del pecho.
La palma de la mano derecha mira
hacia abajo y la palma de la mano izquierda mira hacia el corazón.
Sirve
para:
Físicamente estimular el
intestino grueso y el meridiano del corazón.
Mentalmente fortalece la
capacidad de reflexionar y ayuda a llegar a conclusiones.
Emocionalmente ayuda a vencer los
miedos.
Duración:
Practicar tantas veces como se
pueda en tu meditación o en tus ejercicios de respiración.
Respira suave y lentamente
haciendo una pausa después de la inhalación y de la exhalación.
Concentración en el ajna chakra.
Beneficios:
Estimula el intestino grueso.
Estimula el meridiano del
corazón.
Ayuda a reflexionar y llegar a
conclusiones.
Ayuda a vencer los miedos.
Querido Dios:
Hoy me acerco a Ti con el corazón abierto, humilde y lleno de preguntas, buscando comprender el misterio que envuelve la vida de Jesús, mi hermano mayor y mi guía en el camino del amor.
Admiro profundamente a Jesús. Siento
una conexión visceral con su historia, con su entrega, con su presencia
luminosa en medio de un mundo que a menudo se muestra oscuro. Cada vez que leo,
medito o simplemente pienso en su pasión y muerte en la cruz, algo dentro de mí
se encoge, se agita, se conmueve. ¿Cómo pudo soportar tanto dolor, tanta
humillación, tanto sufrimiento, sin perder la paz interior, sin renunciar al
amor, sin dejar de ser compasión pura?
Los maestros de mi tradición religiosa
me han enseñado que Jesús murió crucificado para expiar los pecados de la
humanidad, y que con ese acto abrió el camino hacia la reconciliación contigo.
Se nos dice que su muerte fue un sacrificio voluntario, expresión sublime de tu
amor infinito por nosotros.
Sin embargo, estas enseñanzas, aunque
las respeto, me dejan con una sensación de inquietud espiritual. Me cuesta
comprender el significado real de "expirar los pecados". ¿De qué
pecados hablamos? ¿De los errores inevitables que cometemos como parte de
nuestro proceso de aprendizaje? ¿De los miedos, ignorancias y reacciones que
nos alejan de nuestra propia esencia? En mi corazón no puedo aceptar el pecado
como una ofensa contra Ti. Porque si Tú eres Amor, Bondad y Perfección
absoluta, entonces no puedes sentirte herido u ofendido por nuestras torpezas
humanas. ¿No sería más justo decir que lo que existe son acciones erróneas,
pensamientos desalineados con la Verdad, expresiones del ego desconectado?
También me resulta desconcertante la
idea de que Jesús vino a reconciliarnos contigo. ¿Acaso estábamos peleados? ¿Tú
estabas alejado de nosotros? ¿Podrías estarlo alguna vez? Si Jesús vivió hace
2.000 años, ¿qué ocurrió con los millones de seres humanos que lo precedieron
en los siglos anteriores? ¿Qué hay de los sabios y maestros como Buda, Moisés,
Abraham y tantos otros que buscaron la luz desde distintas culturas y credos?
¿Estaban distanciados de Ti? ¿O simplemente eran expresiones de Tu presencia en
formas distintas a las que el cristianismo reconoce?
La explicación de que todo esto fue una
muestra de Tu amor también me desafía. Porque si permitir que Tu Hijo encarne
en este mundo para sufrir y morir es amor, ¿qué significa entonces el amor?
¿Dónde está la ternura, la protección, la guía compasiva que asociamos contigo?
Y aun así, me doy cuenta: todos nosotros encarnamos para transitar caminos de
aprendizaje, de dolor, de desafío. Lo hacemos sin plena conciencia de lo que
somos, y nos enfrentamos a la vida desde un estado de vulnerabilidad radical.
¿Será ese también un acto de amor divino? ¿Será que la encarnación en sí misma
es una oportunidad para despertar?
Tal vez estoy equivocado. Tal vez estoy
siendo ingenuo o irreverente. Pero soy un buscador. Soy un alma que, aún desde
su ignorancia, desea amar cada vez más y mejor. Por eso tengo una teoría: yo creo
que Jesús no vino a morir, sino a vivir entre nosotros. Creo que su propósito
más profundo fue enseñarnos a amar, a recordar que estamos hechos de luz, que
la divinidad habita en cada corazón humano, y que podemos perdonar incluso a
quienes nos clavan en nuestras propias cruces simbólicas.
Jesús encarnó para mostrarnos el camino
del amor incondicional, del perdón sin límites, de la compasión activa, de la
presencia divina en lo cotidiano. Su vida fue una revelación. Su muerte, un
símbolo. Pero su enseñanza sigue viva, palpitando en cada gesto de bondad, en
cada acto de entrega, en cada alma que decide despertar.
Perdóname, Señor, si pongo en tela de
juicio las enseñanzas que los hombres han formulado en Tu nombre. No lo hago
desde la soberbia, sino desde la sinceridad. Estoy en proceso. Estoy
aprendiendo. Estoy tratando de escucharte con el corazón, más allá de las
palabras que otros han pronunciado sobre Ti.
Y mientras tanto, en este mundo a veces
cruel, intento amar. Cada día, cada encuentro, cada caída. Y sigo mirando a
Jesús como mi ejemplo más alto. Porque incluso en su último suspiro, amó.
Porque incluso desde la cruz, perdonó.
Te amo, Señor. Te amo, aunque no
comprenda todo. Te amo porque en medio de mi ignorancia siento que estás, que
vibras, que me sostienes. Y eso basta.
Gracias.
CARTAS A DIOS - Alfonso Vallejo
A través
de la sustancia universal, como a través de un torrente, marchan todos los
cuerpos, con la misma naturaleza y la misma labor que el todo, como nuestras
partes entre sí. ¿A cuántos Crisipos, a cuántos Sócrates, a cuántos Epíctetos ha
engullido ya la eternidad? Que esto mismo te venga a la cabeza acerca de
cualquier hombre y de cualquier hecho.
MARCO
AURELIO
En aquel momento, dejaba atrás
el Centro de Yoga que había sido mi hogar durante una década. Cerraba una etapa
intensa y luminosa para iniciar una nueva andadura lejos de casa. Nada menos
que en Perú.
Hoy, 15 años después, ya de
regreso, no puedo sino reconocer que los caminos del Señor son verdaderamente
inescrutables. En realidad, no había una razón de peso para cambiar de
residencia ni para comenzar una nueva vida. No había urgencia, ni necesidad.
Pero yo creía —con una convicción casi épica— que iba a la conquista. No de un
nuevo mundo, como hizo Cristóbal Colón, sino a la conquista de mi
espiritualidad.
Ahora, con la perspectiva que da
el tiempo, creo que no la conquisté. Es más, me atrevería a decir que la fui
dejando en jirones a lo largo de los años. Cada experiencia, cada desafío, cada
pérdida, fue deshilachando esa búsqueda inicial.
Mi estancia en Perú me recuerda
inevitablemente la historia bíblica del faraón y los sueños que interpretó José
(Génesis 41): siete vacas gordas devoradas por siete vacas flacas, siete
espigas llenas consumidas por siete espigas marchitas. José, entonces
prisionero, explicó que Dios revelaba un ciclo: siete años de abundancia seguidos
por siete años de hambruna.
Así fue también para mí. Los
primeros siete años en Perú fueron de abundancia: de descubrimientos, de
expansión, de luz. Los siete siguientes, de carencia: de pruebas, de silencios,
de noches largas.
Desde fuera, alguien podría
preguntarse: “¿Para qué fuiste? No conquistaste la espiritualidad, viviste
momentos muy duros, y has vuelto sin haber domado tu orgullo. ¿Ha merecido la
pena?”
Y yo respondo, sin dudar: ¡Claro
que ha merecido la pena!
Porque de Perú nos trajimos algo
que ni mi esposa ni yo habíamos imaginado: un hijo.
Nos fuimos sin saber por qué,
pero ahora que hemos vuelto, sabemos que teníamos que ir a recogerlo. Él era el
verdadero propósito oculto en aquel viaje.
Hoy estoy en un nuevo inicio.
Creo que es la quinta vida que vivo dentro de esta misma vida. Seguimos
habitando la carencia que trajimos de Perú, pero tengo la esperanza de que en
algún momento podamos recuperarnos. Y entonces… no sé muy bien qué me deparará
la vida. Ya soy un poco mayor. Los 75 años comienzan a pesar.
Por eso decía al principio que
los caminos del Señor son inescrutables. Estoy cumpliendo un Plan de Vida que
no conozco, pero que mi alma sí conoce. Y ese plan se va materializando, quizás
a una velocidad que a mí me parece lenta, pero que sin duda está contemplada en
el Proyecto.
En fin, quería recordar estos 15
años del blog.
Un blog que, contra todo
pronóstico, está más vivo que nunca.
Gracias.
Hace muchos años que ase repite
a la humanidad: “No se puede servir a dos amos”. ¿Por qué? Porque no existe
sino una Inteligencia, una Presencia, un Poder que pueda actuar, y esa
presencia es Dios en ti. Cuando tu te vuelves a la manifestación exterior y
crees en el poder de las apariencias, estas sirviendo a un dueño falso y
usurpador que sólo encuentra una apariencia porque contiene energía de Dios, la
cual está usando mal.
Tu
habilidad para levantar la mano y la vida que fluye a través del sistema
nervioso de tu cuerpo es Dios en Acción. Debéis tratar de utilizar esta forma
sencilla de recordar a Dios en Acción dentro de vosotros.
Cuando
camines por la calle piensa por un momento: “Esta es la Inteligencia Divina y
el Poder que me hace caminar, y ésta es la Inteligencia que me dice a dónde voy”.
Verás
que ya no es posible que continúes sin comprender que cada movimiento que hagas
es Dios en Acción. Cada pensamiento en tu mente es Energía Divina que te
permite pensar. Ya que sabes que este es un hecho indiscutible, ¿por qué no
adorar y dar plena confianza, fe y aceptación a la Magna Presencia de Dios en
cada uno, en lugar de mirar la expresión externa que está calificada y
coloreada por el concepto humano de las cosas?
La
expresión exterior de vida no es sino un constante y cambiante cuadro que la
mente exterior ha creado, presumiendo ser el actor verdadero. De modo que la
atención está constantemente fija en la apariencia externa que solo contiene imperfecciones,
y lo cual ha hecho que los hijos de Dios hayan olvidado su propia Divinidad,
teniendo de nuevo que regresar a ella.
SAINT GERMAIN
“Maestro
¿a qué se debe que yo esté solamente consciente de mi vida presente, y que no
tenga ningún recuerdo de mis encarnaciones pasadas, ni premonición alguna de
una vida futura?”, preguntó un discípulo. Paramahansaji respondió:
“La vida es como una gran cadena sumergida
en el océano de Dios. Cuando extraes de las aguas una porción de ella solo ves
esa pequeña parte que se encuentra sobre la superficie; el comienzo y el final
de la cadena permanecen ocultos. En esta encarnación, estás contemplando solo
el eslabón de la cadena de la vida. El pasado y el futuro, aunque invisible,
permanece en las profundidades de Dios. El Señor le revela sus secretos s los
devotos que se encuentran en sintonía con Él”.
PARAMAHANSA YOGANANDA