El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




sábado, 10 de septiembre de 2022

Ama y haz lo que quieras

        




Capítulo VIII. Parte 1. Novela "Ocurrió en Lima"

        Antay salió de la inmobiliaria pensando en lo pequeño y lo irónico que es el mundo. Desde el miércoles pasado, que conoció a Indhira, toda su vida emocional y su pensamiento giraban a su alrededor y, podría decir que su trabajo, también, ya que las dos únicas actuaciones laborales habían sido para ella y la empresa de su padre.

Su pensamiento quiso intervenir en la conversación que Antay mantenía consigo mismo: “A pesar de que Ángel dice que la casualidad no existe, esto ha sido lo que sea que sustituye a la casualidad, pero a lo grande”. “Si, esta vez no me queda más remedio que darte la razón, porque ha sido increíble”. “Y si como dice Ángel, todo está programado, está ha sido una programación espectacular. ¡Es una pena no tener acceso a esas programaciones, caso de ser ciertas!”.

No había recorrido ni una cuadra cuando me pareció que la persona que caminaba delante de mí no era otro que Ángel. Aceleré al paso para darle alcance y pude comprobar que, en efecto, era Ángel que no pareciera ir a ningún lugar por la lentitud de su caminar.

-    Ángel, -llamé cuando estaba a punto de llegar a su altura.

-    Se volvió, como sorprendido al escuchar su nombre– Hola Antay, es un placer verte, ¿cómo estás?

-    Hola Ángel, estoy bien –dijo Antay contestando a la pregunta de su interlocutor- y tú, ¿cómo vas?, hace tiempo que no nos encontramos.

-    Es cierto. Justamente hoy me he levantado pensando en ti. ¿Cómo va tu trabajo de amor y aceptación?

-    Yo diría que bien, aunque ayer tuve un mal día. Fue tan malo que me senté a meditar y…, volví a hablar con Dios.

-    ¿De qué trató la conversación?

-    Bueno, conversación poca, Él habla y yo escucho. ¡Como contigo! Me habló del amor y de la atención. Empiezo a tener claro que el pilar de todo este tinglado de la vida es el amor.

-    Puedes estar bien seguro de eso. ¿Qué pasó para que te sentaras a meditar?

Teniendo en cuenta que Ángel era como mi confesor y, además, como me lo había encontrado en la regresión, le conté todas mis peripecias con Indhira, incluidos el ridículo del primer encuentro, mi lastimosa despedida del sábado, y mi penoso estado emocional.

-    Y como no podía dejar de pensar en ella, lo intenté meditando. Mejoré algo y, del todo, cuando recibí la llamada de una empresa para un trabajo y resultó ser la empresa del padre de Indhira. De ahí vengo. Es como si los hados se hubieran puesto de acuerdo para mantenerla en mi mente. Tuve que reparar, también, la computadora en el despacho de su padre y, allí, delante de mí, estaba la foto de Indhira. 

>> No entiendo cómo puedo estar pensando de manera permanente en ella, si solo estuvimos juntos un día. Es de locos, y tampoco entiendo tanta casualidad, o lo que sea, ya sé que tú me has dicho que no existe la casualidad. Pero no sé cómo llamar a esto.

-    No le llames nada, ¿qué más da?, ¿cambia algo porque le des un nombre?

>> Los seres humanos tenemos la costumbre de querer darle nombre a todo, de querer entender todo, de querer saber, pero las cosas pasan con nombre o sin nombre, entendiéndolas o no. Con la energía que se gasta tratando de ponerle nombre o buscando una explicación, a todo lo que sucede en la vida, se pierde la vida y se escapan los detalles porque la mente está ocupada eligiendo que nombre ponerle a eso que se le está escapando a la persona de las manos.

-    Sí. Tienes razón, pero es lo que hemos hecho siempre, es lo que nos han enseñado y lo que vamos a enseñar a las siguientes generaciones. ¿Cómo se puede cambiar esa dinámica?

-    Aceptando lo que es, sin más. Recuerda que “todo está bien”. Ya estás trabajando en ello.

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