El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




lunes, 5 de octubre de 2015

En el umbral del Paraiso-(La vida de Ramón)


            Esta es la historia de Ramón, un jubilado a punto de cumplir setenta años, ahora abuelo a tiempo completo, que como hobby ha dedicado media vida a la búsqueda de algo, que el mismo no sabe muy bien cómo definir, pero que casi a media voz, como si le diera vergüenza, dice “busco a Dios, pero me siento tan poquita cosa”.
Ramón es una excelente persona, el primero en ayudar en las distancias cortas, aunque alejado de los grandes compromisos, ya sean sociales, económicos, políticos o religiosos. Sus familiares con ese cariño infinito que sienten por él le dicen con frecuencia: “Ramón, o papá”, según de donde venga la perorata, “es que no puedes ayudar a todo el que se te acerca, no puedes perdonar lo que te deben, no puedes hacerte el tonto de esa manera porque te están tomando el pelo”.
“Mira”, contesta él, “si pueden devolvérmelo y no lo hacen, no es mi problema, es el suyo. Para mí no es imprescindible, y si creyendo que soy tonto y me engaña, él es feliz, pues ¡Bendito sea Dios!, allá él con su conciencia”.
Esta es su manera de ir por el mundo. No entiende de separatismos políticos o religiosos, no entiende la discriminación, no entiende, por ejemplo, cuando desde las altas jerarquías de la iglesia condenan sin paliativos a homosexuales, a divorciados o a madres solteras. “Ahora afortunadamente”, dice, “tenemos un Papa que sí parece que habla por boca de Dios, al menos más que otros”.
Ramón es un observador, no habla, solo escucha, y eso le ha hecho conocedor de la idiosincrasia humana. Como él dice: “Cuando abren la boca ya sé si hablan con verdad o me va a engañar” o, “dejarles que hablen, pobrecitos, es su única manera de tener protagonismo”.
 
No ha realizado ningún tipo de cursos o talleres tan de moda hoy día, no hace intensivos ni retiros, él sólo lee y medita. Me contaba que le tenía un miedo cerval a la muerte y que a través de la lectura empezó a pensar en la lógica que tenía la reencarnación y en que todo lo que venimos a hacer a la vida es aprender, “Aunque tengo que reconocer”, dice, “no sé muy bien cuál es el aprendizaje. Los autores no se ponen mucho de acuerdo, lo que me da a entender que no lo saben. Me gusta eso que tú dices de que sólo tenemos que aprender a amar, parece lógico”.
Lo que iba asimilando de los libros lo ha ido incorporando a su propio ser a través de la meditación. Me contaba de su experiencia meditativa: “La reencarnación me empezó a parecer lógica observando la tontería de mucha vidas, y sobre todo tantas y tantas vidas vacías, carentes de amor y de cariño, y sobre todo con tantos engaños. Tenía que haber algo más pensaba. Pero a medida que avanzaba en mi meditación, era como si en cada meditación recibiera información adicional, porque al finalizar la meditación parecía que había integrado en mi ser, en el lugar donde se acumula la sabiduría, que no se cual es, lo que había leído y aceptado como cierto. Esto hizo que desapareciera el miedo a la muerte y empezara a plantearme otros objetivos de vida”.
 “¿Cuáles son esos otros objetivos?”, pregunté yo, dando por sentado que los objetivos anteriores eran los que todo el mundo tiene, buscar la felicidad, aunque no lo sepan, pero tratando de encontrarla en los lugares equivocados. “Los objetivos que ahora busco”, contestaba Ramón, “es hacer felices a los demás. Eso me hace feliz. Lo leí una vez, y no lo entendía muy bien, pero ahora, al practicarlo, lo he entendido perfectamente. Mi felicidad pasa por la felicidad de los que me rodean”.
Si tenía alguna duda de la bondad de este hombre, ahora se había disipado. Pero la razón de esta entrada, no es por su bondad, ni sus anécdotas, es por lo que me siguió contando Ramón: “Últimamente me están pasando cosas muy raras, y cada vez con más frecuencia. A veces es como si me desconectara del mundo. Estoy con mi esposa, con mis hijos o con mis nietos, y la mente, que ya sabes lo caprichosa que es, da entrada a un pensamiento del tipo: ¿Qué será de Ana, mi nieta, el día de mañana?, y en ese momento surge la desconexión y me entra una serenidad especial, y esa serenidad lleva implícito no que sepa que será el día de mañana, sino que no debo preocuparme porque lo que va a ser ya lo ha pedido, lo ha pactado y lo ha programado, así que no va a ser lo que ella no quiera ser”. “Ya sé”, siguió Ramón, “que eso, ni ella, ni nadie de la familia lo saben, ni tan siquiera yo, pero la sensación que recibo, o la energía como tu dices, me serena hasta el extremo de dar las gracias a Dios”.
“Te ha sucedido en más ocasiones”, le pregunté.
“En muchas más”, me contestó, “prácticamente cada vez que tengo alguna duda, alguna pregunta, alguna inquietud, de alguna manera es como si me desconectara de la vida y me enchufaran a no sé donde, pero me llega tal serenidad que dan ganas de seguir teniendo dudas. A veces incluso después de eso, se la respuesta a la pregunta que me hacia en mi mente, y sin que nadie me diga nada, se que lo sé”.
“Ramón”, le interrumpía yo, “eso es como estar en el umbral del Paraíso. Es como si estuvieras aquí y Allá. Y ¿Qué haces?
“Nada”, contestó él, “doy las gracias”.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Enfados del alma (2)


Hasta prácticamente hoy, nunca, o en contadísimas ocasiones entraba en el blog para ver comentarios. Creo que lo he hecho una o dos veces, con lo que los comentarios ahí están, pero nada más.
Cuando hoy he entrado he visto alguno como el que trascribo a continuación: “Hola, me gustaría que profundizaras en el comentario del enfado del alma, porque no me queda nada claro que las enfermedades vengan de un enfado del alma”. Este comentario es del 8 de Abril y fue motivado por una mini entrada, (las entradas minis, que son casi pensamientos, las recojo en algo que denomino “Perlas para el alma”). No sé a quién pertenece el comentario porque aparece como anónimo. Espero que lea esta entrada para aclarar en lo posible sus dudas.
La entrada en cuestión decía: La verdadera y futura curación se efectuará cuando la vida del alma pueda fluir sin impedimento ni obstáculo a través de cada aspecto de la materia, pudiendo entonces vitalizarla con su potencia y eliminar así los bloqueos que son fuente de enfermedades.
Un sinfín de enfermedades tienen su origen en un enfado del alma. Solo hay que ser honestos con uno mismo, escuchar lo que dice el corazón y seguirlo al pie de la letra.
 
Para entender, en primer lugar, que el alma se enoje, y en segundo lugar, que sea origen de enfermedades, por supuesto no de todas, es imprescindible saber que el ser humano cando nace a una nueva vida tiene, normalmente, un bagaje de vidas importantes a sus espaldas.
Lo que nace a una nueva vida es un cuerpo, pero de ese cuerpo, toma posesión “algo” que permanece inmutable vida tras vida, “algo” eterno, “algo” divino, ese “algo” es el alma. El alma es un chakra que se encuentra situado a unos treinta centímetros por encima de la cabeza. El cuerpo físico se encuentra dentro del radio energético del alma, podemos decir, por lo tanto, que somos un alma que contiene un cuerpo, más que un cuerpo que contiene un alma.
Es el alma quien atesora los recuerdos de todas las experiencias vividas en los diferentes cuerpos que ha ido habitando en la materia. Es el alma quien recuerda muertes traumáticas, quien recuerda maltratos, quien recuerda engaños y traiciones, quien recuerda amores y desamores, quien recuerda felicidad y sufrimiento. Es el alma también quien firma, (por expresarlo de una manera que entendamos), el contrato de vida, por lo tanto sabe perfectamente la razón de su venida a un cuerpo, sabe el porqué de cada encuentro, sabe la razón de miedos y traumas, sabe cuál es el trabajo a realizar y cuando debe hacerse.
El problema es que cuando alcanzamos el uso de razón para la humanidad perdemos el contacto con el alma para la espiritualidad. Nos enseñan a creer en lo que vemos y tocamos, y claro el alma no se ve. Nos hablan del alma, como nos hablan de Dios, pero sin enseñarnos que es realmente el alma y quién es realmente Dios. Nadie nos habla de nuestra divinidad, nadie nos dice que somos eternos, nadie nos dice que vivimos desde siempre y que vamos a vivir para siempre.
Por lo tanto todo lo que conoce el alma no lo conoce la razón, pero no porque sea imposible, sino porque vivimos desconectados del alma.
Como no somos capaces de conectarnos con nuestra alma, de alguna manera tenemos que recibir los “imputs” para hacer aquello que hemos pactado hacer. Sólo el alma lo sabe. Es el alma la única que puede hacer algo para que reaccionemos y encaminemos nuestros pasos hacia el punto que teníamos previsto antes del nacimiento del cuerpo.
¿Cómo lo hace? El alma se encarga de enfermar al cuerpo con la enfermedad necesaria para pagar Karma con el sufrimiento por la enfermedad,  o para visitar a un terapeuta que le enseñe a la persona a meditar para sanarse, o para encontrarse con alguien que le hable del perdón, o para que haga aquello que necesita para la realización de su contrato.
Permitirme que haga un punto y aparte para recomendaros que leáis, si no lo habéis hecho la entrada que lleva por título “La mochila kármica de los bebés”. En ella relato cuatro casos en los que los recuerdos que el alma trae de otras vidas están afectando a la vida actual.
      A estas enfermedades que son un aviso del trabajo a realizar, es lo que yo llamo “enfados del alma”. No son tales enfados, el alma no se enfada nunca, solo hace su trabajo para que “nosotros” hagamos el nuestro.
      Nos ahorraríamos enfermedades y sufrimientos si realizáramos el trabajo más importante: Conectarnos con el alma, vivir desde el alma.
 

La información que aparece en “La mochila Kármica de los bebés” ha sido recibida a través de varias canalizaciones que han realizado los papas de los niños, que presentaban diferentes problemas a los que no parecía encontrársele explicación. Si alguien estuviera interesado en realizar alguna canalización podéis escribir a mi correo alvaga88@gmail.com
Ya he tomado las medidas oportunas para leer a partir de ahora cualquier comentario que se realice en cualquier entrada. Me llegará de inmediato.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

El arte de vivir..... feliz


Al principio de los tiempos, los dioses se reunieron para crear al hombre y a la mujer. Lo hicieron a su imagen y semejanza, pero uno de ellos dijo:
-Un momento, si vamos a crearlos a nuestra imagen y semejanza, van a tener un cuerpo igual al nuestro y una fuerza e inteligencia igual a la nuestra. Debemos pensar en algo que los diferencie de nosotros, de lo contrario estaremos creando nuevos dioses.
Después de mucho pensar, uno de ellos dijo:
- Ya sé, vamos a quitarles la felicidad.
- Pero… ¿dónde vamos a esconderla? – Respondió otro.
- Vamos a esconderla en la cima de la montaña más alta del mundo.
- No creo que sea una buena idea, con su fuerza acabarán por encontrarla.
- Entonces… podemos esconderla en el fondo del océano.
- No, recuerda que les daremos inteligencia, con la cual, tarde o temprano construirán una máquina que pueda descender a las profundidades del océano.
- ¿Por qué no la escondemos en otro planeta que no sea la tierra?
- Tampoco creo que sea buena idea, porque llegará un día que desarrollarán una tecnología que les permita viajar a otros planetas. Entonces conseguirán la felicidad y serán iguales a nosotros.
 
Uno de los dioses, que había permanecido en silencio todo el tiempo y había escuchado con interés las ideas propuestas por los demás dijo:
- Creo saber el lugar perfecto para esconder la felicidad, donde nunca la encuentren.
Todos le miraron asombrados y le preguntaron:
- ¿Dónde?
- La esconderemos dentro de ellos mismos, estarán tan ocupados buscándola fuera, que nunca la encontrarán.
Todos estuvieron de acuerdo, y desde entonces el hombre se pasa la vida buscando la felicidad sin darse cuenta que la lleva consigo.
La felicidad es un estado interior, de la misma manera que el miedo, la ansiedad, la culpa, la ira o la tristeza son estados interiores.
¿Por qué entonces nos fijamos, nos regodeamos y sentimos las emociones inferiores y no las superiores como la felicidad o la alegría, cuando todas están en el mismo lugar?
Por una razón muy sencilla: Nadie nos ha enseñado.
Sentimos lo que nos han enseñado a sentir, y lo que nos han enseñado es a tener miedo, a sentir envidia, a criticar, a ser ansiosos, a sentirnos culpables, a juzgar a los demás, porque ese es el ejemplo de nuestros mayores. Nos han enseñado que la felicidad se consigue con cosas del exterior.
Así nos va.

Apana Vayu Mudra - Mudra del corazón


APANA VAYU MUDRA – MUDRA DEL CORAZÓN
 
 
Cómo se hace:
Las puntas de los dedos corazón y anular tocan la punta del dedo pulgar, mientras que el dedo índice toca la base del pulgar, manteniendo recto el dedo meñique.
Sirve para:
Beneficia el corazón.
Funciona como una inyección en la reducción del infarto.
Es tan poderoso como una pastilla debajo de la lengua.
Reduce los gases del cuerpo.
Duración:
Practicar tantas veces como se pueda.
Pacientes con problemas cardiacos y pacientes BP practicar durante 15 minutos cada día. Dos veces al día para obtener mejores resultados.
Beneficios:
Fortalece el corazón y regulariza las palpitaciones.
Regula el sistema excretor.
Reduce los problemas gástricos.

sábado, 19 de septiembre de 2015

La mochila que cargan los bebés


El mero hecho de nacer no significa que el nuevo bebé que ha aparecido en el mundo esté completamente limpio de polvo y paja. No, a pesar de su bisoñez carga una mochila importante: Carga su mochila kármica, carga recuerdos de otras vidas, sobre todo de las últimas, que pueden afectarle de manera importante en la nueva andadura que inicia en la Tierra.
 Miedos, enfermedades, fobias, simpatías, afinidades y desencuentros son algunas de las actitudes, emociones o sentimientos, que sin razón aparente, pueden desarrollar o sentir los niños hasta su entrada en el mundo de la razón, y posiblemente hasta su madurez, o hasta su siguiente vida si no consiguen sanarlo en la actual.

Relato a continuación algunos de los últimos casos tratados:
Elisabeth, de seis años que con el paso del tiempo se le ha ido agudizando el miedo a la oscuridad que tenía desde bien pequeña, al que se le ha unido según ha ido creciendo miedo también a la cruz, sobre todo en las que se encuentra la imagen de Jesús, ensangrentado y coronado de espinas. Además para más inri escolarizada en un colegio de monjas. Los miedos son motivados por recuerdos de su última vida, en la que estuvo internada en un convento de clausura, en contra de su voluntad, y se pasó la vida en una celda oscura con la única compañía de una cruz con la imagen de Jesús. En la actualidad en su inconsciente piensa que la van a enclaustrar también en esta vida. Por supuesto, nada más lejos de la realidad.
Rakel, de siete años. Miedo a la soledad prácticamente desde su nacimiento, que con el paso del tiempo ha ido en aumento con la sensación añadida de que alguien la observa casi de manera permanente. El miedo es motivado también por el recuerdo de su última vida en la que no tenía familia y la fueron llevando de casa en casa, sin ningún tipo de amor ni de cariño. En la vida actual tiene miedo de que eso vuelva a ocurrir y la abandonen sus padres. Aunque no hace falta decirlo quiero comentar que los padres están locos de amor por su hija y preocupados por sus miedos.
Raul, tres años. Un niño cien por cien amoroso. Besa y abraza de manera permanente a sus padres, a sus amigos, a sus compañeros, a sus vecinos, a sus conocidos, en fin, a todo el mundo, excepto a su maestra en la guardería. Su maestra en la guardería le hizo daño, sin ella pretenderlo en una vida anterior, y al encontrarla en esta vida, se activó su recuerdo y su rechazo hacia ella.
Lorena, tres años. Con un salpullido alérgico en la nuca que no se va de ninguna manera. Lo que tiene es un enfado con su papa porque la ha hecho daño en otras vidas y en esta, la niña en su inconsciente cree que la sigue haciendo daño, cuando su papa ya la ha pedido perdón de alma a alma y es muy amoroso con ella.
Podría relatar varios casos más, pero no parece necesario.
No quiere decir que todos los niños que tengan problemas de miedos, alergias o rechazos sean motivados por problemas de otras vidas, pero si un porcentaje importante. También podría mencionar algunos de la propia vida generados en sus primeros meses de vida, porque hay para todos los gustos.
Lo importante es saber qué hacer, o al menos intentarlo, en cualquiera de los casos, y no quedarse con la cantarela de que mi niño tiene este o aquel miedo y no hacer demasiado caso. Siempre hay una razón.
En casi todos los casos se ha de realizar un doble trabajo, uno terapéutico en el que se vaya eliminando la energía del miedo o del rechazo, y el otro de amor enviado  por sus padres. El trabajo de los padres tiene una doble vertiente: Una consciente en la que han de tratar a su hijo con auténtico amor, sin ningunear sus miedos, y otra un trabajo de almas, en el que han de expresar ese amor con palabras para que su alma lo reciba cuando el niño se encuentra dormido o a punto de hacerlo.
Nuestra mochila, en la que se encuentran nuestros traumas, nuestros miedos de otras vidas y por supuesto el Karma que nos hemos regalado para deshacernos de él, es más importante de lo que podamos pensar.

viernes, 18 de septiembre de 2015

La muerte desde el lado de la vida


Quiero dedicar esta entrada a un amigo, a un amigo que me escribió y me dijo que había leído el post con el título “Acabo de morir” en el velatorio de su padre que acababa de morir. Y me comentaba que si algún día me llegaba la inspiración que escribiera para los que sufren, para los que sufrimos el dolor de la pérdida.          
 

¿Por qué le tienes miedo a la muerte?, ¿Por qué el sufrimiento ante la pérdida de un ser querido?, ¿Por qué te produce “repelús” solamente la mención de la palabra muerte?
Hace días colgué un post con el título “Acabo de morir”, en el que una persona que acababa de morir me permitió compartir su estado, con el único propósito de ir aliviando o dulcificando el miedo escénico que casi todos los seres humanos le tienen a la muerte.
            Quiero en esta entrada hacer una reflexión desde el otro lado, desde el lado del vivo que ve, siente y sufre como se marchita hasta morir alguien querido.
            Porque es muy fácil hablar de la muerte desde la segunda fila, desde el otro lado de la computadora, desde el lugar donde no te toca en primera persona. Es imprescindible estar en primera línea para comprobar cómo el sentimiento de pérdida supera a cualquier filosofía, supera a cualquier creencia.
Supongo que casi todos hemos estado en esa situación de dolor, en esa sensación de impotencia, en esa sensación de incredulidad, en esa sensación en la que incluso puedes llegar a dudar de la existencia y de la bondad de Dios.
            La pregunta de ¿Por qué a mí Señor? Se encuentra en muchísimas mentes de los que contraen una enfermedad que parece terminal, e incluso en la de sus seres más allegados. Casi es como pensar porque no enferma el vecino de la otra calle, (al que por supuesto no conozco y no me va a afectar).
            La entrada de “Acabo de morir” tenía ese propósito. El propósito de que los familiares del difunto tuvieran la plena seguridad de que la muerte del cuerpo es un alivio, ya que se pasa a vivir en otro plano con otras condiciones que son mucho más ventajosas que las que disfrutábamos o sufríamos estando en vida.
Ya parece estar bastante claro, para bastantes personas, que abandonar la vida física es un regalo, y para el que muere la muerte es eso, un regalo, pero no lo es para los que nos quedamos. La pregunta es ¿Por qué?
Si tenemos claro que la vida sigue en otro plano, en el que todo lo que se vive es paz, amor, alegría y felicidad, y que es eso precisamente lo que está viviendo nuestro ser amado, ¿Por qué nos entristece tanto la pérdida, si sabemos, o al menos creemos, que sigue con vida, con esa otra forma de vida, que es mucho más placentera que la vida física? La respuesta aunque pudiera parecer fácil, no lo es tanto.
 
Todo es cuestión de creencia, todo es cuestión de pensamiento. La frase de Buda “Somos lo que pensamos”, adquiere aquí un valor máximo. Y con independencia de que el propio pensamiento de la persona en relación a la muerte, sea que solo es un cambio de consciencia, o sea que la vida continua a pesar de la desaparición del cuerpo físico, existe una forma de pensamiento global que cubre la Tierra en su totalidad que contempla la muerte como el fin de la existencia. Y es claro, dejar de existir es aterrador.
El propio pensamiento de los que creen en la reencarnación, y que nada acaba con la muerte del cuerpo es más un deseo que una creencia arraigada e integrada en el ser humano, incluidos muchos de los que predican la teoría; ya que si viviéramos en esa convicción, y estuviera integrada en nosotros, traspasar el umbral de la vida no causaría ningún tipo de trauma. Sería como acostarse a dormir cada día, solo que en vez de decir “Hasta mañana”, seguramente habría que decir “Hasta siempre”.
Es muy curioso lo que sucede: Pensamos conscientemente que la muerte no es el fin, (o deseamos que así sea), que hay vida más allá de la muerte, incluso conscientemente pedimos a los santos por los que la persona siente devoción, lo cual da pie a creer que la persona cree en la vida al otro lado de la vida física, ya que si viven ellos que han estado aquí, igual que nosotros estamos ahora, ¿Por qué no íbamos a vivir nosotros también al otro lado?, pero el terror inconsciente, generado por esa forma de pensamiento global es superior al cualquier creencia o razonamiento consciente.
             Cambiar ese pensamiento global de terror a la muerte, no parece, de momento, tarea fácil, ya que sería necesario que millones y millones de personas empezaran a tener el pensamiento contrario, lo cual no parece muy factible. Ante esto, solo queda la fortaleza del pensamiento de cada persona de manera individualizada.
Hay una segunda razón para sufrir por la muerte de una persona allegada, a pesar de creer que va a seguir con otra forma diferente de vida mucho más placentera. Esta razón es la calidad del amor. Si a cualquiera de nosotros nos preguntan porque sufrimos ante la pérdida de un ser querido, la respuesta sería prácticamente la misma: “Porque le quiero y no le voy a ver más”.
En esa respuesta mezclamos dos conceptos completamente diferentes: Una, “le quiero”, y dos, “no le voy a ver más”. El primer concepto se cae por sí solo, ¿Cómo es posible amar a alguien y sufrir porque se va a un lugar muchísimo mejor? Nuestro amor no es auténtico amor, no es la energía que todo lo llena, es una mezcla de amor y deseo. A esta combinación de amor y deseo bien podríamos llamarla apego, y el apego se define como una vinculación afectiva intensa, duradera, de carácter singular, que se desarrolla y consolida entre dos personas, por medio de su interacción recíproca, y cuyo objetivo más inmediato es la búsqueda y mantenimiento de proximidad en momentos de amenaza ya que esto proporciona seguridad, consuelo y protección. El segundo concepto es una consecuencia del primero.
Podemos por lo tanto concluir en que lo que definimos como amor hacia nuestros seres queridos, es más apego que amor, con lo cual es lógico el sufrimiento por la pérdida de alguien que nos acompaña, que nos da seguridad, que nos brinda consuelo, que nos da protección, y un sinfín de cosas más.
Cuando sustituyamos el apego por amor, por auténtico amor, por amor verdadero, por amor incondicional, por el mismo amor con el que Dios nos ama a nosotros, se habrá terminado nuestro sufrimiento ante la muerte.
Hasta entonces es normal nuestro dolor, porque es justamente el aprendizaje de cómo se ama nuestra auténtica razón para venir a la vida.

           

jueves, 17 de septiembre de 2015

La hermandad de las almas


Continuación de “El Viaje del alma” (3) 
            Todo lo que existe en el Universo, procede de la misma Fuente, todos tenemos un origen común que fue la voluntad original del Creador de darnos la vida. Todos estamos impregnados de la Esencia Divina, y con las individualidades que hemos elegido en esta encarnación, formamos parte de la Unidad Cósmica y Universal.
            Todos somos una Chispa Divina, una chispa desgajada de la Energía Divina. Todos tenemos la misma composición, la misma esencia, y de la misma manera que un día nos desgajamos de la Energía, a Ella hemos de retornar.  
Por lo tanto, cada entidad con la que tenemos contacto, ya sea persona, animal, vegetal o mineral, es lo mismo que nosotros y por lo tanto merecedora de todo nuestro respeto, amabilidad, compasión y amor, porque somos lo mismo, porque tenemos el mismo origen.
            El mayor problema con el que nos encontramos los seres humanos en nuestra llegada a la vida, es la idea de la separación, la idea de que somos independientes. No es esta una idea que llegue a nosotros por generación espontánea, es sencillamente fruto del aprendizaje y del ejemplo que recibimos.  
 
Sentirse separados de la Fuente es despreciar el propio origen, es despreciar la propia esencia, es, en definitiva despreciarse a uno mismo. Y si una persona no se ama a sí misma, no se respeta y no se valora, está claro que tampoco va a respetar a nadie de su entorno, es imposible, no sabe, con lo cual los sentimientos que se proyecten a los demás van a ser negativos. Y teniendo en cuenta que se recibe lo que se da, la energía y los sentimientos que vamos a recibir de los demás es la misma negatividad.
 Con independencia de que creamos o no en la Unidad, si queremos cambiar la dinámica de nuestra vida algo se ha de cambiar, pues ese primer cambio es amarnos y respetarnos a nosotros mismos, ya que si constantemente nos estamos criticando, autodespreciando, y manteniendo una pobre opinión sobre nuestra persona, esto es lo que reflejaremos sobre los demás, y con ello nuestros cuerpos físico y energético irán acumulando energía negativa y toxinas para ajustarse a la opinión que tenemos de nosotros mismos.
            Es en alguna vida, fruto de nuestro crecimiento cuando nos empezamos a plantear la posibilidad de que todos seamos Uno. Es a partir de aquí cuando el crecimiento se acelera y cuando podemos decir, sin temor a equivocarnos que estamos casi rozando la liberación.
            Cuando empezamos a plantearnos la posibilidad de que todos somos lo mismo, las vibraciones que salen de nosotros hacia los demás cambian, y cambian por amor y energía positiva. Cuando proyectamos hacia nuestro entorno esos sentimientos, compuestos de vibraciones de amor y energía positiva, comenzamos a recibirlos nosotros también.
            Pero está claro que no todo el mundo va a entrar en la misma comprensión de Unidad, por lo que en muchos casos nos vamos a enfrentar a relaciones difíciles. Cuando eso suceda es momento de recordar que cada persona tiene en su interior un ser de luz y hemos de acercarnos con respeto y amor.
Continuará…………….
 

sábado, 12 de septiembre de 2015

Surya Mudra - Mudra del Sol


SURYA MUDRA – MUDRA DEL SOL

Cómo se hace:
Doblar el dedo anular y presionar con el pulgar. Mantener los otros tres dedos rectos.
Sirve para:
Agudiza el centro de la glándula tiroides.
Duración:
Practicar dos veces al día de 5 a 15 minutos.
Beneficios:
Reduce el colesterol del cuerpo y ayuda en la reducción de peso.
Reduce la ansiedad.
Corrige problemas de indigestión.

Meditación para aceptarte como eres (Kundalini-Yoga)




La separación


Continuación de “El Viaje del alma” (2)
            ¿Qué es la separación? La separación es ese sentimiento de independencia que cada ser humano tiene con relación al resto de seres humanos que pueblan el planeta. Los seres humanos creemos, y como tal actuamos, que somos independientes de todos los demás y que sólo tenemos vínculo con los que nosotros decidimos, a los que denominamos nuestra familia, y lógicamente, con nuestra familia por antonomasia como son nuestros hijos. Este sentimiento de separación hace que veamos a los demás como potenciales enemigos, potenciales rivales o potenciales invasores de nuestro espacio, lo que nos va a mantener permanentemente a la defensiva para preservar “lo nuestro”, bien sean bienes materiales, bienes emocionales o bienes personales como es nuestra familia y amigos.
            Todos tenemos claro lo que son bienes materiales y personales, pero no parece sin embargo tan claro que sepamos lo que son bienes emocionales. Podemos considerar como bienes emocionales el cariño, el amor, el sexo, la amistad, la ternura o la imagen que tenemos ante los demás, por citar algunos, es decir todas nuestras emociones y percepciones, digamos que positivas. Y ¿Por qué pueden peligrar? Pueden peligrar por varias razones: Porque alguien se inmiscuya en nuestra vida y haga que varíen nuestros sentimientos, porque se inmiscuya en la vida de alguna persona de nuestro entorno haciendo que varíen los sentimientos de esa persona hacia nosotros, puede ser que nos difamen, con lo cual nuestra imagen puede deteriorarse, puede ser que no seamos aceptados haciendo que nos infravaloremos a nosotros mismos, etc., etc.



            Pero no solamente existen los bienes emocionales, también llevamos a nuestras espaldas algo que podíamos denominar “cargas emocionales” y que no son más que nuestras emociones negativas: el miedo, el orgullo, la ira, la soberbia, la rabia, el odio, la envidia, etc., etc. Estas no tenemos ningún miedo de que nos las arrebaten, y ni tan siquiera somos conscientes de que cuando perdemos algún bien emocional lo hacemos arrastrados por alguna de las cargas emocionales que nos hacen reaccionar dejándonos llevar por los instintos y no por los dictados del corazón.
            Sin embargo, la hermosa realidad que no entendemos, es que todos los seres, los que estamos encarnados, los que están al otro lado de la vida, y aquellos a los que admiramos, a los que adoramos, e incluso a los que pedimos ayuda, somos hermanos. Todos con un objetivo común. Ninguno con objetivos individuales.
            Imaginar que pasaría en nuestro cuerpo físico si cada célula decidiera que los 80 billones de células restantes son potenciales enemigos. Nuestro cuerpo sería un caos lo que nos acarrearía la muerte de manera instantánea. Sin embargo todas las células de nuestro cuerpo trabajan en sintonía para un bien común, mantener con vida a ese amasijo de carne, huesos y músculos que es el ser humano. Pues los seres humanos, al igual que las células del cuerpo tienen un fin común: La Unión con Dios.
            No trabajar unidos para la consecución de nuestro fin común, es no conseguirlo ni como grupo ni de manera independiente, porque el requisito único e imprescindible es el Amor, y es claro que no demuestra Amor quien no trata al resto de la humanidad como si de él mismo se tratara. Por lo tanto, mientras exista esa separación entre los seres humanos va a existir la separación con Dios, lo que equivale a mantenernos en esa espiral “casi” interminable de nacimientos y muertes, de dolor y sufrimiento, de soledad y miedo hasta que un buen día descubramos nuestra hermandad.
Ante esto podemos aplicar la máxima “Si tú ganas gano yo” y “Si tú pierdes pierdo yo”. Pero no, esta máxima no nos sirve desde el momento en que no alcanzamos a entender que Todos somos Uno, y lo único que hacemos es tratar al resto de seres como si de animales dañinos se tratara: protegiéndonos para que no nos hagan daño, atacándoles para exterminarles, separándoles en guetos, ciudades o continentes, explotándoles y engañándoles para obtener beneficio, condenándoles a la miseria, a la enfermedad y a la muerte, y pisoteando sus derechos sin ningún tipo de remordimiento.
La meditación de Kundalini-Yoga que aparecerá en la próxima entrada, (Meditación para aceptarte como eres), te ayudará en este trabajo.
Continuará…………….

viernes, 11 de septiembre de 2015

El viaje del alma (1)


              Un día, sin saber muy bien por qué ni para qué, aparecemos en la vida. Ninguno de los que nos reciben saben absolutamente nada de nosotros, no saben quiénes somos, no saben de dónde venimos, no saben cuál es nuestra misión, no saben cuál es nuestro pasado, no saben cuál es la mochila kármica que traemos a la vida, no van a saber, por lo tanto, como tratarnos aparte de los cuidados físicos, y tampoco van a saber el porqué de nuestros miedos. No saben nada de nosotros, y ¿Cómo van a saberlo?, si tampoco saben de ellos mismos. Sólo saben que son felices, (lo que ellos consideran que es la felicidad, muy lejos de la auténtica felicidad), porque han sido bendecidos con un nuevo miembro en la familia.
            A partir de ahí, comienza para el recién nacido un nuevo periplo en la materia, una nueva andadura entre los mortales, una caminata por la vida, una más, en la que con un poco de suerte es posible que logre avanzar un paso en el kilométrico recorrido que le separa de Dios, que es su única meta. De hecho es su única misión: Llegar a Él. Y para realizar esa travesía necesitará de un vehículo que aunque conocido no es de uso frecuente, es el Amor.

            Si, el Amor, y es el Amor porque para avanzar por los intrincados caminos de la mente, para sortear los obstáculos que el propio ego va sembrando en la vida es necesario algo que sea capaz de disolver y limpiar los malos hábitos, los bloqueos y las negatividades que vamos acumulando vida tras vida, para dejar sin mácula cada rincón de los diferentes cuerpos del ser humano. Eso no lo consigue ningún detergente ni ninguna crema limpiadora, solo es posible tal limpieza con una energía poderosa, tan poderosa como lo es nuestra propia esencia. El Amor.
            El que viene tampoco sabe nada de esto. Y como en los primeros meses y años de vida aun vive entre dos mundos, con las memorias del otro lado intactas, es muy posible que en un primer momento ni tan siquiera le apetezca vivir. Se encontraba muy bien y muy cómodo allá, al otro lado, en su casa, y aunque su alma esta de completo acuerdo, el encontrarse constreñido en un cuerpo, sin previo aviso, para el ego es aterrador.
             ¿Qué se supone que va a ocurrir, a partir de ahora, con el nuevo ser que ha llegado a la vida?
            Pues no va a ocurrir nada que no sepamos. Crecerá y se hará una persona exitosa o no, feliz o no. Pero sea lo que sea, siempre estará disconforme con lo que tiene, y sea lo que sea siempre será criticado él y él mismo también se encargará de criticar, y se encargará de juzgar y se encargará de temer, en suma se encargará de todo lo contrario de lo que tendría que hacer: Se va a ocupar en gran medida para ser infeliz, cuando, paradojas de la vida, él querría ser feliz.
            Que ocurra esto, es normal, es lo conocido, y por ende lo esperado. Todos deseamos la felicidad para nosotros y para los más cercanos a nosotros. A los demás, son muchas las personas que piensan “que les parta un rayo, es su problema, no el nuestro”, y los que no piensan así, tampoco mueven un dedo para conseguir que los otros también sean felices. ¡Qué inmenso error! Si tuviéramos que elaborar una lista de errores de porque las personas no son felices, esta de “la separación” podría ocupar el primer lugar, incluso por delante del dominio de la mente.
Continuará………………
 

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Acabo de morir


            De pronto, sin tener en absoluto conciencia de que había pasado antes de este momento, me vi sentado en la cama. Me sentía increíblemente bien. Ni tan siquiera trate de recordar otros momentos en los que me había sentido tan bien, no lo necesitaba, sabía, sin lugar a dudas, que este era el mejor momento de mi vida. Y ¡Que curioso!, no estaba asociado a ninguna de las cosas por las que me he pasado la vida deseando y suspirando: No me había tocado la lotería, no me habían ascendido en el trabajo triplicándome el sueldo, no me habían presentado a la actriz de mis sueños, la vida de mi familia ya era buena y no había variado para excepcional, ¿Por qué estaría tan bien?
            Tampoco me cuestionaba como había llegado a sentarme en la cama, ni que había estado haciendo con anterioridad. Me sentía pleno, me sentía luminoso, me sentía expandido, como si ocupara toda la habitación, por alguna razón que no sabía explicar, tenía conciencia de que lo sabía todo y de que podía aprobar cualquier examen, sin importar la materia, pero tampoco me importaba saber que sabía, y por supuesto no me iba a presentar a ningún examen.
            ¡Que curioso!, no sentía ninguna molestia en mi cuerpo, no sentía pesadez, me sentía ingrávido como una pluma con la agradable sensación de poder volar o flotar, aunque por el momento no pensaba probarlo. También sabía que podía verlo todo sin necesidad de colocarme los lentes que tenía en la mesilla de noche y que había recuperado la audición que había perdido en mi oído derecho. Pero más curioso todavía era que eso lo sabía porque sí, no me importaba saberlo, y yo, que he sido toda mi vida un escéptico y que como Santo Tomás tenía que ver para creer, lo sabía sin cuestionarme nada y sin importarme nada en absoluto tanta ciencia acumulada en mí.
            Estaba tan ensimismado con los descubrimientos que iba haciendo sobre mí, que no me habían llamado la atención los sollozos contenidos que llevaba rato escuchando, a decir verdad desde que me encontré sentado en la cama. Enseguida supe quienes eran los responsables de los sollozos, era mi gente, era mi familia. Pero, ¿Por qué lloraban?, los veía llorar y no sentía ni un ápice de tristeza, solo amor. ¿Por qué lloraban?
            No había terminado de pensar la pregunta cuando aparecieron ante mí un grupo de personas, entre ellas estaban mi padre que había muerto hace veinte años y mi abuela que había muerto hace más de cuarenta. El resto debían ser ángeles o alguien más importante porque estaban rodeados de una luz intensa y casi cegadora. Si mi familia no tuviera los ojos ocupados por el llanto seguro que también los hubieran visto. Los miré sin asombro y sin cuestionarme que era lo que hacían allí, los mire sintiendo por ellos el mismo amor que sentía por mi esposa y mis hijos que lloraban en otro lado de la sala.
 
            “Has muerto”, dijo mi padre. “Pero papa”, respondí, “como voy a haber muerto si estoy aquí hablando contigo, si soy consciente de que lo estoy haciendo, estoy viendo y oyendo como lloran los míos, supongo que debe ser un sueño”.
            “No hijo mío, es la realidad, has muerto, lloran porque te has muerto, mira tu cuerpo ahí, inmóvil, tendido en la cama”, concluyó mi padre. Miré el cuerpo, sin ningún tipo de lástima ni de temor, y pregunté dubitativo: “Y ¿Ahora qué?”. “También lo sabes, igual que sabes muchísimas más cosas. Sigues siendo libre de hacer, de sentir y de pensar. Puedes venir con nosotros ya o puedes esperar, tu decides”, dijo el ser más luminoso, el que parecía ser el de mayor rango del grupo. “Podéis iros, esperaré. Si, sé el camino de vuelta”, concluí. Y desparecieron de la misma forma en que habían llegado.
            Me acerqué a mi esposa y a mis hijos, los abracé con ternura. Si mi amor por ellos ya era infinito en vida, ahora, sin el estorbo del cuerpo podía expresar en ese abrazo una ternura increíble. No lo sintieron, seguían llorando. Me gustaría que supieran que estoy bien, que jamás lo había estado tanto. “Bueno, no pasará mucho y ellos también podrán disfrutar de esta sensación”. Y sabía cuánto, porque en ese momento pude ver la vida de cada uno de ellos hasta la apoteosis final, lo que denominamos muerte. Sus vidas pasaron por delante de mis ojos en un instante.
            Fui consciente de  que se había acabado el tiempo tal como lo conocía. Ahora todo era presente. Era presente el pasado, era presente el ahora, era presente el futuro. De hecho no había tiempo, todo era presente y podía viajar por ese eterno presente solo con mi pensamiento. Tantas veces como llegué a preguntarme cuando vivía en el cuerpo, que habría sido en otras vidas o como habría sido este o aquel otro acontecimiento, y ahora lo sabía, y lo más gracioso, es que no me importaba, porque es algo que sé desde siempre, pero que se me había olvidado el ratito de la vida en el cuerpo.
            Pasé el tiempo abrazando amigos y familiares. “Caray cuanto lloraban”. A algunos les gritaba: “Estoy bien, estoy estupendo”. Pero era en vano, no me oían por mucho que gritara. Creo que los únicos que eran conscientes de que estaba allí eran el gato que trataba de frotarse con mi pierna y mi nieto de casi dos años, que me miraba y tendía su manita. Al día siguiente quemaron el que fue mi cuerpo, y cuando todos llegaron a casa y pudieron descansar después de tanto ajetreo, les di mi último abrazo y decidí volver a casa.
            Si algún día me lo permiten les contaré las maravillas de vivir la vida real después del lapsus de sueño de la vida en la materia.
 

martes, 8 de septiembre de 2015

Enseñame a meditar


            Los conceptos sanación y crecimiento, sanación y expansión de la conciencia, o sanación y construcción del carácter, no suelen ir habitualmente unidos. Es posible, en algunas ocasiones, que algunos terapeutas y sanadores, los unan, de alguna manera, cuando recomiendan a la persona que ha de realizar algún tipo de trabajo interior para recuperar su salud, al menos, su salud emocional.
            Pero cuantas enfermedades, cuantos sufrimientos, cuanta infelicidad, cuantos desequilibrios emocionales y cuantos problemas mentales, se podría ahorrar el género humano si nos enseñaran a buscar nuestro equilibrio interior antes, o a la vez que aprendemos a leer y a escribir.
            Nacer, crecer, envejecer y morir, es un ritmo continuo, y aunque para cada persona es una experiencia nueva, única e irrepetible, estamos en el mundo tan acostumbrados a ese fluir, que no suele afectarnos mucho al paso por cada una de estas estaciones hasta que nos toca transitarla personalmente. Y en este fluir continuo de la vida casi nadie se plantea que exista otra manera de vivir distinta a como se viene aprendiendo hace miles o millones de vidas. Vivimos para subsistir, ignorantes de nuestra procedencia, ignorantes de nuestro destino, ignorantes del camino a transitar e ignorantes del vehículo necesario para dicho transito.
            En cada uno de los ritmos de la vida, se intercala con frecuencia otro concepto, que es la enfermedad, y en el mismo aprendizaje nos enseñan que las enfermedades  se sanan, normalmente ingiriendo diversos productos, unos abogan por productos químicos y otros por productos naturales, pero en casi todos los casos hay que ingerir algo para contrarrestar la enfermedad, muy pocos hablan de equilibrio interior como remedio sanador, y mucho menos como remedio inhibidor de la enfermedad.
            Son pocos los que se han planteado que en vez de atacar la enfermedad se podría prevenir. Y aunque parezca que en la actualidad hay más seguidores de esta teoría, solo es un espejismo y palabrería que se utiliza como fachada de evolución en las redes sociales.
            Sin embargo la búsqueda y la consecución del equilibrio interior es la mejor medicina para atacar la enfermedad y, aun más, es el mejor inhibidor de enfermedades. 
            El amor, la felicidad, la paz, la serenidad, la alegría son estados que el ser humano busca afanosamente en el exterior, como todo. Para el ser humano no existe un interior, y ni tan siquiera comprende que el amor, por ejemplo, sea una energía y no sea una emoción generada por el contacto con otra persona. Como no comprende que el primer ser objeto de esa energía de amor ha de ser él mismo. Cree que esto, tal como se lo han enseñado es egoísmo. Es este planteamiento erróneo la base que va a sustentar la enfermedad. No sabe que el amor es energía, no sabe que se encuentra en su interior, no sabe que ha de amarse a sí mismo, y valorarse, y respetarse. No sabe que cualquier cosa que se encuentra en el exterior tiene fecha de caducidad. Por lo tanto, se “enamora”, hasta que un día dice que se acaba el amor, (El Amor, el auténtico Amor no se acaba nunca. Si alguien dice que se acabó el amor es que nunca ha amado), y ha de finalizar su relación. Eso le causa un dolor intenso, que no es más que energía, y como nadie le ha enseñado a manejar las emociones y vivir en el presente, recuerda el hecho de su separación un minuto tras otro, generando una energía que emponzoña todo su cuerpo energético. Esa mugre energética es la que va a ir alimentando su cuerpo y poco a poco enfermándolo. A partir de aquí le recetarán pastillas para que se olvide del hecho, pastillas para la ansiedad, pastillas para dormir y así una pastilla tras otra.
            Con lo fácil que hubiera sido si de pequeñito le hubieran explicado que es un alma, que tiene que activar su centro del amor por él mismo, que ha venido justamente a aprender a realizar esa activación para amar a toda la humanidad. Que en su aprendizaje se encontrará con otras personas con las que formará pareja una temporada para realizar una tarea determinada y que normalmente esa relación finalizará un día, y que gracias a su amor, a su respeto y a su generosidad, será una separación no traumática en la que se mantendrá el amor, sin dolor y sin sufrimiento.
            Ya que no nos han enseñado esto de pequeños, podemos intentar aprenderlo ahora. Podemos comenzar a realizar ese viaje a nuestro interior, y ese viaje comienza con el silencio. Con el silencio mental. Tienes que empezar a dominar tus pensamientos, tienes que aprender a vivir el “ahora”. Es difícil, es muy difícil, es dificilísimo. Te digo esto para que no pienses que te vas a sentar a silenciar la mente y lo vas a conseguir en un minuto. No. Es una tarea que no se consigue en mucho, en muchísimo tiempo, e incluso no se si se llega a conseguir alguna vez completamente.
            Pero mejor empezar. Cuanto más tarde se empiece más tiempo seremos infelices.
            Empieza por hacer algo muy sencillito. Se consciente de tu respiración:
  • Siéntate. Con los pies bien apoyados en el piso.
  • Deja las manos encima de los muslos con las palmas mirando arriba. (Déjate de mudras, solo vamos a aprender a respirar).
  • Cierra los ojos o déjalos una décima parte abiertos, para que entre un poco de luz y enfoca la mirada en la punta de la nariz.
  • Coloca la punta de la lengua tocando el paladar.
  • Trata de respirar por la nariz, tanto la inhalación como la exhalación.
  • Trata de hacer una respiración abdominal. El abdomen se infla cuando inhalas y de desinfla cuando exhalas. (Así respirarás menos veces que si haces una respiración clavicular. Y al respirar más lento se reducirá tu metabolismo y eso hará que los pensamientos parezcan también más lentamente).
  • Como a la segunda o tercera respiración ya vas a estar enganchado a algún pensamiento, para que eso no pase cuenta las respiraciones: Inhala 1, exhala 2, inhala 3, exhala 4, y así sucesivamente.
  • Cuando te des cuenta de que estás pensando vuelve a comenzar por uno.
  • A ver hasta cuanto llegas.
  • Con quince minutos cada día, de momento, tienes suficiente.
Muy bien. Estás meditando.


           

sábado, 5 de septiembre de 2015

Tolerancia


Perlas para el alma

 

Tolerancia es respetar al otro, aunque también podríamos decir que es aceptar,  es comprender o soportar dignamente, sin enojo, a otros que tienen unas creencias, unas normas, unas actitudes, unas maneras de entender la vida o unos valores distintos a los tuyos.
Por lo tanto, toleramos a quien consideramos distinto, por cualquier causa: distinta creencia religiosa, distinta forma de vivir, distinta raza, distinta tendencia sexual, distinta cultura, etc.
Así que parece claro: “Ante aquello que nos parece distinto, hay que aplicar la tolerancia”.
Pero te propongo una actividad diferente: ¿Y si en vez de trabajar para soportar, para aceptar, para respetar, para conocer, en suma para tolerar; trabajas para que no haya distinción, trabajas para que exista la igualdad? Si empiezas a ver al distinto como un igual, ya no tienes que tolerar al otro más que a ti, sois iguales.