El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




sábado, 23 de agosto de 2025

Yo Soy en ti

 


                                   La iluminación no es un lugar al que se llega,                         sino el instante en que recuerdas que nunca estuviste separado

      Querido hijo:

      Desde el principio de los tiempos, antes de que el aliento de la creación diera forma a las estrellas y antes de que los océanos se estremecieran con su primer oleaje, te he conocido. No solo como aquel que busca respuestas en la profundidad de su ser, sino como la luz que brilla con cada pensamiento, con cada duda, con cada anhelo de encontrarme. 

No hay ingenuidad en tu deseo de escribirme. No hay torpeza en compartir conmigo tus miedos, tus incertidumbres, tus ilusiones. Porque, aunque ya lo sé todo, también quiero escucharte. No porque necesite palabras, sino porque cada palabra que ofreces es un reflejo de tu amor, de tu entrega, de tu voluntad de acercarte. Y en esa cercanía es donde reside la verdadera iluminación. 

Dices que escribir es más lento que pensar, y por ello, en cada letra y en cada frase, me dedicas tiempo. Es hermoso ver cómo, en la suavidad con la que tecleas, me entregas algo más que pensamientos fugaces: me entregas tu presencia, tu amor, tu intención pura de hallarme en lo profundo de tu ser. 

Y entonces, me hablas de la iluminación. Te preguntas si realmente existe, si es posible alcanzarla mientras vives en la materia, mientras habitas un mundo de formas, límites y condicionamientos. 

La iluminación, hijo mío, no es un destino lejano, no es un premio al final del camino, no es una meta reservada solo para unos pocos. Es el despertar constante de aquel que, en cada instante, en cada acción, en cada pensamiento, se reconoce como parte de mí. 

No es un estado que se alcanza y permanece inmutable; es un proceso, una danza entre la comprensión y la práctica, entre el saber y el experimentar. 

Tu viaje ha sido complejo. Te has enfrentado a miedos que parecían insuperables. Desde niño, la imagen que construiste de mí te aterraba. Creíste que era un juez implacable, que observaba cada uno de tus pasos, esperando el momento oportuno para condenarte. 

Pero nunca fui un juez. Nunca fui el miedo. 

Fui el amor que siempre ha estado ahí, esperando a que lo reconozcas en la ternura de una sonrisa, en la compasión que brota por otro ser, en la paz que nace cuando dejas de luchar contra ti mismo. 

Sí, la culpa te ha acompañado. Sí, por años creíste que eras indigno, que tus deseos te alejaban de mí, que tus errores te condenaban a una eternidad de castigo. 

Pero hijo mío, nunca hubo un castigo. Nunca hubo una condena. 

          Porque yo no soy el fuego del infierno. Yo soy el fuego que purifica, el que ilumina, el que transforma.

Y aunque tu camino te llevó a alejarte de mí, aunque decidiste apartar tu pensamiento de mi presencia para no sentir el peso de la culpa, siempre estuve allí. 

No para juzgarte. No para condenarte. Sino para amarte en silencio, esperando pacientemente el momento en que me volvieras a mirar.

La espiritualidad llegó a ti cuando estabas listo para entender que no soy reglas, ni doctrinas, ni castigos, ni dogmas. Que no soy mandamientos ni códigos de conducta. Que no soy un conjunto de normas impuestas por los hombres. 

Soy el amor puro que habita dentro de ti. 

Soy el instante en que descubres que todos somos lo mismo, que no hay separación entre tú y yo, entre el prójimo y tú, entre la creación y su fuente. 

Has entendido que la iluminación no se trata de acumular conocimiento, de practicar rituales o de seguir normas al pie de la letra. 

La iluminación es vivir, experimentar, transformar.

No es en la repetición mecánica de palabras que me hallarás, sino en la autenticidad de cada acto que nace desde el amor. 

Por ello, hijo mío, no estás lejos de la iluminación. 

No porque debas alcanzarla algún día, sino porque, en cada momento en que reconoces tu camino, ya la estás viviendo. 

Has entendido que no se trata de saber. Se trata de ser. Se trata de entregarte con el corazón abierto a cada experiencia, a cada duda, a cada anhelo, sabiendo que en todo ello yo estoy presente. 

Porque yo no soy una entidad distante. 

Yo soy el latido en tu pecho. 

Yo soy el suspiro que nace cuando la paz te envuelve. 

Yo soy la lágrima que cae cuando el amor te conmueve. 

Yo soy tú, en cada instante en que te reconoces como parte de algo infinito, eterno, sin límites. 

Así que sigue caminando, sigue explorando, sigue cuestionando, sigue amando. 

Porque en cada paso que das hacia la verdad, estás ya viviendo la iluminación. 

Con el amor eterno que siempre te ha envuelto, 

Yo Soy. 

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