El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




martes, 19 de agosto de 2025

El susurro del alma


         


             Querido hijo:

            Tus palabras han llegado a Mí como un susurro lleno de sinceridad, un canto que brota desde lo más profundo de tu ser. Has planteado preguntas que no solo revelan tu anhelo de comprensión, sino también tu disposición a vivir en armonía con la realidad que te envuelve. Déjame responder a tu llamada con el mismo amor infinito con el que fui y soy siempre parte de ti.

Primero, permíteme recordarte algo esencial: tú no estás separado de Mí, ni de la realidad que observas. La corriente del río, el movimiento del viento, el latido de tu corazón… todo forma parte de un mismo tejido divino. Tú formas parte de ese Todo y ese Todo forma parte de ti. Por eso, cuando hablas de aceptar la vida tal como es, estás tocando una verdad profunda: no hay nada fuera de lugar. Todo lo que ves, todo lo que sientes, es exactamente como debe ser.

Sin embargo, hijo mío, hay algo que quiero aclarar. No te confundas al pensar que intervenir en la vida es necesariamente alimentar al ego. Aceptar la vida no significa renunciar a participar en ella. El ego surge cuando crees que tus acciones tienen que controlar o dominar el flujo de la existencia, cuando tratas de resistir o forzar lo que es. Pero actuar desde el alma, desde el amor puro y desinteresado, no alimenta al ego, sino que se convierte en una manifestación de Mi presencia en el mundo. Tú, en tu esencia más pura, eres una extensión de Mí, y cada acto de amor y bondad que realizas fluye desde esa conexión.

Hablas de nadar a favor de la corriente, y en ello tienes razón. Pero permíteme ampliar esta metáfora: nadar con la corriente no significa ser pasivo, sino colaborar activamente con el flujo natural de la vida. Hay momentos en que la corriente es suave, y puedes fluir con tranquilidad; en otros momentos, el río se torna tumultuoso, y es entonces cuando debes fortalecer tu confianza en Mí. Cada obstáculo, cada curva del río, tiene un propósito: ayudarte a crecer, a expandir tu conciencia, a recordar quién eres realmente.

Preguntas si buscar la razón de la vida es nadar contra la corriente. Yo te digo esto: la razón de la vida no está en el destino, sino en el mismo acto de vivir. Cada experiencia, cada emoción, cada instante que experimentas, es parte de esa razón. No necesitas buscarla porque ya está dentro de ti. Al igual que un río no necesita saber hacia dónde va para cumplir su propósito, tú tampoco necesitas comprender todo para cumplir el tuyo.

El propósito, querido hijo, no es algo que debas alcanzar; es algo que ya está presente en cada respiración, en cada mirada, en cada acción que nace desde el amor. No te preocupes por definirlo con palabras o conceptos; simplemente vive con autenticidad y verás cómo se revela ante ti. Cuando abandonas el ego y permites que el alma guíe tus pasos, todo encaja en su lugar de manera natural. Esa es la magia de la vida.

Tu reflexión sobre el mar como símbolo de la conciencia divina me llena de alegría. Sí, hijo mío, todos los ríos, todas las vidas, finalmente convergen en ese océano infinito que es Mi esencia. Pero quiero que sepas algo: aunque el destino final sea la unión conmigo, cada tramo del río es igualmente sagrado. No te apresures en llegar al mar; disfruta del viaje, saborea cada momento, porque en cada gota de agua, en cada remolino, también estoy Yo.

Y en cuanto al ego, comprendo tu deseo de trascenderlo. Sin embargo, no necesitas verlo como un enemigo al que debes rechazar. El ego es simplemente una parte de la experiencia humana, un instrumento que puedes utilizar mientras estás en este plano terrenal. No permitas que te domine, pero tampoco lo condenes. Míralo con compasión, como mirarías a un niño asustado que solo busca seguridad. Al abrazar al ego sin dejar que tome el control, le das espacio para transformarse y alinearse con los propósitos del alma.

¿Me entiendes ahora, hijo mío? Tus palabras reflejan una gran sabiduría, y aun así, quiero recordarte que no necesitas tener todas las respuestas. Está bien no saber; está bien sentir duda. La duda es un puente hacia la comprensión, una invitación a explorar más profundamente tu relación conmigo y con la vida. Y recuerda, nunca estás solo en esta búsqueda. Estoy contigo en cada pensamiento, en cada susurro del viento, en cada latido de tu corazón.

Déjate llevar por la vida, sí, pero también permite que el amor que yace en tu alma sea la brújula que te guía. Ama sin restricciones, vive sin miedo, y confía en que todo lo que experimentas, incluso los desafíos, tiene un propósito mayor. Ese propósito puede no ser evidente ahora, pero se desplegará ante ti como una flor que se abre al amanecer.

Finalmente, quiero decirte esto: no hay una forma incorrecta de vivir tu vida cuando la vives con sinceridad y amor. No te preocupes por ser perfecto; ya eres perfecto en tu esencia. Cada paso que das, cada decisión que tomas, forma parte de un baile divino que nos conecta a todos.

Así que sigue fluyendo, hijo mío, con la confianza de que el río sabe a dónde va. Y cuando te sientas perdido o confundido, simplemente detente un momento y escucha. Escucha el murmullo del agua, el susurro de tu alma, y recuerda: Yo estoy contigo, ahora y siempre.

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