De pronto, un día le puse una respuesta a la pregunta ¿y si me voy al Perú? La respuesta fue: “Si, me voy a vivir al Perú” y, entonces surgió una nueva pregunta: pero ¿a qué lugar? Y para responder la segunda pregunta analicé las ciudades del sur del Perú que podían estar influenciadas por la nueva energía de la kundalini y, en este caso, no tuve muchas dudas: Cusco. Bueno, para mí, en aquel entonces era Cuzco. La “z” se cambió por la “s” cuando comencé mi andadura en la ciudad imperial.
A pesar de que
el inca, que trastocaba mi meditación, era el responsable de mi “loca decisión”,
no lo tuve en cuenta cuando me senté a meditar al día siguiente. Y allí estaba.
Apareció nada más sentarme y, cosa extraña en él, permanecía en silencio,
supongo que observando cómo me encontraba después de una decisión tan
importante. No fue hasta el final de mi meditación cuando pude escuchar en
el centro de mi cabeza: “Bienvenido a casa”.
Nunca más ha vuelto a aparecer.
Y, por eso
estoy en Perú. ¡Que loco!
El avión con
destino a Cusco ya estaba en el aire. En una hora llegaría a la que sería mi
nueva casa.
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