Jueves 20 de octubre 2022
A veces pienso si una decisión de tal calibre, que cambió, completamente, mi vida y, no solo la mía, sino, también, la de mi esposa, y algunas otras personas de nuestro entorno, fue una decisión tomada en total libertad, haciendo uso del, tan manido libre albedrío, o fue algo manipulado, por eso que llamamos destino, aunque yo prefiera calificarlo como Plan de Vida.
Si solo tenemos en
cuenta las circunstancias por las que tomé la decisión: una meditación, una
especie de alucinación ocurrida en ella, la ¿coincidencia? de estar leyendo
determinado libro y el recuerdo de una canalización, podemos decir, sin miedo a
equivocarnos, que sí, que fue una decisión, libremente, tomada bajo el paraguas
del libre albedrío. Yo era libre de seguir con mi vida o cambiarla. Aunque,
fueron muchas casualidades, causalidades o sincronicidades juntas
Pero analizado
desde hoy, 20 de octubre de 11 años después, con la perspectiva que da el paso
del tiempo y con lo ocurrido en estos años, tengo serias dudas de que haya sido
una decisión tomada libremente y me inclino a pensar que el destino tuvo mucho
que ver y que estaba marcado a fuego.
Y si no, opinen.
Lo voy a hacer muy
breve. Cuando llegamos a Cusco, comencé a dictar clases de yoga y realizaba
terapias y meditaciones de manera gratuita. Bueno, nada más llegar no, porque
tardamos 8 meses en conseguir todos los permisos para poder iniciar las actividades. Comenzamos en
noviembre del año 2011.
Mi esposa, por su
parte, comenzó a trabajar de voluntaria en un hogar de acogida para niños que
se encontraba detrás de nuestra casa.
Lo que voy a
relatar, que me parece la verdadera razón para nuestro traslado al Perú,
ocurrió en la última semana de febrero del año 2012, un año después de nuestra
llegada al Perú.
En el hogar donde
mi esposa trabajaba de voluntaria llevaron a un bebé con una semana de nacido. En
ese momento, en el hogar, había un brote de varicela, por lo que el doctor que
asistía, (también de manera gratuita), a los niños, en el hogar, aconsejó que
se aislara al bebé recién llegado.
Estuvo aislado
durante casi dos semanas, tiempo en el que mi esposa pasaba con él la mayor
parte del día. Surgió una especie de enamoramiento entre ambos y, después de
hablarlo en casa, decidimos solicitar ser familia de acogida para ese niño.
Ese niño, hoy es,
legalmente, nuestro hijo y está a punto de cumplir 11 años.
Algún día
escribiré sobre él en este diario, porque es un personaje. Ahora solo voy a
decir que, gracias a él, mi trabajo de aprender a amar, de manera incondicional,
está dando un salto en cantidad y calidad y, estoy convencido, que no se ha dado
en ninguna de mis vidas anteriores.
Así que, ¿estoy en
Perú por una decisión tomada bajo el paraguas de mi libre albedrio o solo
estaba siguiendo mi destino? Los caminos del Señor son inescrutables.
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